sábado, 30 de abril de 2016

Budista, Monje, El Budismo, Meditación, Ilustración

VOCES entre VOCES

El que escribe para comer, ni come ni escribe. Francisco de Quevedo (1580 - 1645), escritor español.

TEMAS TERTULIA 6-5-2016
LA INOCENCIA.
EXCLUSIÓN.
MEJOR UNA PALABRA QUE UNA FRASE.

VOCES entre VOCES
" No vivas dando tantas explicaciones, tus amigos no las necesitan, tus enemigos no las creen y los estúpidos no las comprenden" (Oscar Wilde)

TEXTOS TERTULIA 30-4-2016
FICCIONES
CARTAS
PO ANDA QUE TÚ . . .

FICCIONES
Fijaba la vista en una nube y me engañaba hasta convencerme de que era yo el que se encontraba en movimiento.
(Sugestionables días de viento)
Sara ViTa

FICCIONES
"TODO FUE UN SUEÑO"
Creí haber logrado la dicha que esperaba,
cierto día.Y tan bella me pareció la vida
que no supe si veía despierta
o soñaba dormida.
Y dudé con razón. Aún no he conseguido
esa dicha que busco con tanto afán y empeño.
Porque todo lo que creí aquel día
¡¡Fue todo un sueño!!
María Martín

FICCIONES
Mariposas de colores

Me desborda la felicidad, me hace sentir bien.
Me desborda la felicidad, me hace sentir bien, muy bien.
Está de sol a sol, acompaña a mi pulso, se apodera de mi
entorno social.

Eso me hace bailar, eso me hace cantar
Eso me hace vibrar y me hace emocionar.

Tengo recuerdos bonitos grabados en mi mente,
y mariposas de colores que susurran a la gente.

Y… rechazo la inseguridad, me hace sentir mal.
Yo rechazo la inseguridad, me hace sentir mal, muy mal, muy mal.
No tiene cavidad en mi mundo de yuppie, no es preciso tener
complejidad.

Eso me hace rabiar, eso me hace disgustar.
Eso me puede cambiar y me puede trastornar.

Tengo recuerdos….
Tengo canciones alegres de tardes aburridas,
Y mil razones importantes para verte cada día.
José María Rico

FICCIONES

Un grupo de niños empieza una batalla de bolas de nieve aprovechando las primeras nevadas invernales de Alemania. Al rato se le unen unos adultos, familiares y vecinos de los niños, y poco después hay montada tal pelea y tumulto, que tienen que acudir al lugar varios coches de policía a poner orden y llevarse a unos cuantos detenidos. La tensión había crecido como una bola de nieve.
Un noruego, jefe de una empresa, exige a sus empleadas que luzcan un brazalete rojo cuando tengan la regla. El tipo ha roto todas las reglas del modelo social noruego.
Un hombre se traga un altavoz para promocionar su tienda de música. El original sistema publicitario resultó, desde luego, muy sonado.
Otro pide que le entierren con su teléfono móvil y que le llamen después de muerto, por si acaso. Esta moda comienza a ser un problema por el reciclaje de las baterias y la contaminación que provocan. La estupidez humana, afortunadamente, parece ser, de momento, biodegradable.
Una gallega se proclama propietaria del sol ante notario. Como buena gallega, no hay quien la apee de la burra. Mientras, el sol, que ella dice que es suyo, sigue a lo suyo.
Joseph Guiso, un joven australiano, se ha casado con su perra Honey. Todo en la historia es un tanto desconcertante, especialmente las declaraciones del novio, ya marido, tras la boda: "La amo de verdad y por eso no tendré relaciones con Honey". Así fue como me enteré de que me he pasado media vida perdido en vulgares amores humanos y, por lo visto, sin amar de verdad.
La prensa británica le ha bautizado como "el peor equipo de fútbol del mundo". Se llama Madron F.C., juega en una modesta liga inglesa y encajó en un partido 55 tantos. La cosa va mejorando porque, en los dos últimos partidos, sumados, sólo les marcaron 49 goles.
Por último, un estudio, hecho por una profesora alemana, asegura que ver pechos femeninos durante diez minutos puede hacer que los hombres mayores de cuarenta años vivan cinco años más. Yo pensaba que era un estudio hecho por adolescentes, pero no, es una respetable y presumiblemente bien dotada profesora alemana. Desde ahora sí que se puede decir eso de que: “No es vicio, es ejercicio”. Por resumir, según ella, si ven tetas de infarto, tienen menos infartos. Sigo buscando donde incluir tan saludables diez minutos en mi agenda.
Estas y mil cosas más han sucedido en el mundo durante los últimos tiempos, son todas noticias reales. Lo de que “la realidad supera a la ficción” ya hace tiempo que está superado.
Guerras de “pacificación”, pacifistas a golpes con la policía, censores que censuran al tiempo que critican a otros censores, gobiernos que dicen gobernar pero no deciden, productos etiquetados de ecológicos que sólo tienen de tales la etiqueta, dedos empresariales y políticos que señalan determinados lugares donde se violan los derechos humanos, pero sólo algunos, mientras se ignoran o justifican otros mucho peores, regateos para ver quien pone un parche ecológico en un planeta que está viviendo su quinta gran extinción masiva, etc. etc.
Y hay más, mucho más: Personas que se tienen por muy racionales y equilibradas, capaces de engañar a sus vecinos por unos euros, pero que admiten con sumisión que banqueros y políticos les roben miles sin decir nada, que se indignan infantilmente si nieva demasiado y el gobierno de turno no ha tomado las medidas suficientes, prohibir más nevadas, por ejemplo, pero que acatan indiferentes leyes que recortan drásticamente sus derechos civiles.
Madres que le dicen a gritos a su hijos mientras les golpean: “Te he dicho mil veces que no se grita, y que no le pegues a tu hermano”.
Curas que susurran, melodiosa y sospechosamente: “Como decía Nuestro Señor: Dejad que los niños se acerquen a mi . . .”
Deportistas y actores que ganan más dinero en un día que una familia entera a lo largo de toda su vida en muchas partes del mundo.
Sumos sacerdotes en carísimos viajes de negocios, mientras invitan al mundo a combatir la pobreza.
Dictadores de todos los colores escupiendo la palabra “libertad” en cada frase, etc.
Y si falta alguien en tan grotesca obra, para completar la parodia siempre encontraremos como voluntarios a políticos, banqueros, sacerdotes, y demás enfermos sociales, esos que siempre dicen hacer cuanto hacen por vocación de servicio público.
Personalmente, el modelo de individuo que me parece más de esta época, y fiel reflejo de la misma, creo que es el votante de políticos corruptos, ese paladín de la necedad y la sinceridad ciudadana, que reconoce con su gesto, sin el menor reparo ni vergüenza: “En su lugar, yo haría lo mismo”. Dará mucho trabajo a historiadores, psiquiatras y sociólogos del futuro.
Pero si no le parece suficiente, eche un vistazo a su alrededor, o a su misma vida cotidiana, y si aún le queda capacidad de asombro, observe con atención cuanto dice ser y cuanto es en realidad cada persona, cuanto dice que hará y cuanto hace, que ideas dice respetar y cuales lleva luego a la práctica. Pero obsérvelo a distancia, y tenga mucho cuidado de no emitir un juicio o una crítica, no le traerá nada bueno: Ya todos habrán analizado y medido la paja que usted lleva en el ojo, y le puede ocurrir que se encuentre bajo una lluvia de vigas.
Pero no se agote observando ni analizando porque, posiblemente, no le servirá de mucho, usted también participa de esa locura colectiva, y se autoengaña a cada momento, y cuanto menos crea que lo hace, más evidente resulta que está en ello.
Por cierto, ¿cuántas personas ha encontrado a lo largo de su vida que se reconozcan víctima del autoengaño o los prejuicios, que reconozcan sinceramente que se equivocan a menudo? Sí, le sobrarán los dedos de una mano . . .
Y después de este breve vistazo al florido campo de nuestra demencia colectiva, me atrevería a preguntar: ¿A qué nos referimos cuando decimos “ficciones?
¿Es que existe algo más?


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CARTAS
A MI MADRE
¡Madre mía!
Hoy no puedo ofrecerte un regalo material,
ni depositar un beso en tu frente,
sólo darte el sentimiento de mi corazón
y todos mis pensamientos, decirte que
estás muy presente.
Te has ido y yo te recuerdo como el primer
día, no olvido tu amor y ternura.
¡Nunca madre mía!
Aunque ausente estás, te presiento muy
cerca de mi, tu amorosa mirada no se aparta
de mi lado, el celo con que me cuidabas,
tus desvelos y caricias, ¿Dónde están madre
mía?
Con tu partida me has dejado un vacío muy
grande, que jamás nadie podrá llenar,
¡Dulce madre mía!
Me quedan tus ejemplos, la dignidad con la
que transitaste por la vida, la honradez de
tu espíritu, siempre fiel y amante.
¿Como no recordarte en este día madre mía?
María Martín

CARTAS
UNA VISITA GUIADA.
QUIERO QUE LO SEPAS.
En Madrid, 30 abril 2016
Recuerdo que era una desapacible tarde de Navidad, una de esas tardes que instalan a los sensibles en estado de alerta, un estado entre la añoranza y la saturación -la primera inducida por fantásticos recuerdos, la segunda por la imposibilidad de salir del ritmo social- uno de esos estados en los que se precisa más que nunca la compañía de seres entrañables que abriguen el ánimo. Me encontraba allí, con mis amigos, tratando de caldear el cuerpo y el espíritu en el cafetín de una hermosa plaza desbordada de adornos navideños, de niños, de árboles, de ruido de motores y de olor a café recién hecho.
Los pies y las circunstancias nos pusieron en la puerta de la espléndida basílica pasados unos minutos del comienzo de la visita guiada, la última del día; no lo pensamos y entramos con la rapidez y el azoramiento con que se entra a la sala de cine con las luces ya apagadas; tratábamos de incorporarnos al grupo silenciosamente cuando tropecé, tú miraste para saber qué había ocurrido, yo miré para disculparme.
El entorno se difuminó; tú comenzaste a hablar sólo para mí, yo a respirar sólo por ti; atrapada yo en tu voz y tú en mi perfume, recorrimos las estancias junto al grupo mientras nos abrazábamos, nos acariciábamos con manos anhelantes y nos dibujábamos el cuerpo con besos; nuestros labios arrebatados y nuestros ojos vidriosos de exaltación no hallaban el momento de separarse. No dudes, desgástame, contémplame, poséeme, no hay nadie a quien haya amado como a ti, eres mi sueño hecho realidad, todo cuanto esperé. Pídeme lo que quieras, estoy aquí para satisfacerte. Cuéntame lo que desees, seré el granero de tu voz. No te marches jamás. Nunca. Noto tu mano que dibuja mi espalda y tu lengua que pasea mi cuello. Quisiera no dejar de sentirte jamás. Tu voz remueve hasta mi última célula. Tu olor precipita mi pasión. Dime de qué siglo es este cuadro. Del XVII. ¿Seguro? Contigo no estoy seguro de nada y lo estoy de todo. Del XVIII, tal vez. ¡Qué más da! Pero aproxímate, dímelo al oído, susúrrame la fecha derramando tu aliento por mi nuca. Sigamos la visita, estas personas a las que no vemos ni oímos están inquietas. No me importa porque cuando esto acabe no quedará rastro de nosotros, se disolverán las huellas del deseo y ningún cuadro dará fe de esta pasión ni de este derroche de amor.
Y así llegó el final de la visita, tú y yo calados de ardor, con el corazón alterado y el alma despeinada, impregnados uno del otro y un centelleo chivato en el brillo de los ojos; ellos, los demás, inconscientemente conscientes del romance que, sin advertir, habían presenciado.
Muchas gracias, magnífica visita. Gracias a vosotros. Hasta la próxima. Adiós.
No sé si algún día, tal vez durante la última visita, rememorarás aquel traspié que unió nuestros ojos, yo, desde aquella destemplada tarde de Navidad, llevo grabado en la memoria nuestro eterno amor fugaz.
Victoria Blanco.


CARTAS
CARTA A UN BANQUERO
"Calamidad de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos"
(W. Shakespeare, El rey Lear)
Muy Sr. mío:
Usted no me conoce personalmente, soy uno de sus miles de clientes, una de esas personas que le entrega sus ahorros de toda la vida o del último mes, si los hay, de forma que con ellos, unido a los de miles de ciudadanos más, puede usted crear y mantener su negocio.
Al ser usted una persona cuya cultura se da por hecho, seguro que tendrá conocimiento de que su profesión ha sido, a lo largo de la historia, y en muy diferentes culturas, una de las más despreciadas, considerándose a los banqueros y prestamistas los penúltimos en la escala social, sólo por delante de los esclavos. Nuestros antepasados, inmersos en un mundo duro y hostil, donde sobrevivir suponía un tremendo esfuerzo diario, despreciaban profundamente a quien vivía del trabajo ajeno, y como posiblemente también sabrá, durante siglos, a lo largo de la Edad Media europea, la usura fue de los delitos más duramente castigados. Me dirá usted, con cierta lógica, que eran otros tiempos, el mundo era más primitivo, más simple y el ser humano poco más que un animal luchando por su supervivencia.
No será necesario que le recuerde tampoco, desde mi modesta posición de historiador, cómo aquellos primeros banqueros, muchos de ellos clandestinos al principio, fueron transformando su lucrativo negocio en poderosas organizaciones que acababan decidiendo, incluso, quién habría de reinar o gobernar, o qué pueblos habrían de padecer una guerra o genocidio a fin de mantener y aumentar el poder de dichas organizaciones. Así llegamos, como usted sin duda sabe, al presente, donde se permiten decidir, ya sin disimulo, quienes habrán de ser los presidentes o primeros ministros de turno, sin pasar por el trámite de unas elecciones supuestamente democráticas.
Pero es de otra forma como me quiero dirigir a usted, no desde el reproche o la confrontación, sino buscando cuanto, como humanos, tenemos en común, de forma que, si lo hacemos desde un punto de vista pragmático y dialogante, redundará, sin duda, en un beneficio mutuo, por extraño que pueda parecer a simple vista.
Usted, como yo, y como todos nuestros semejantes, por el hecho de nacer en este planeta está supeditado a la vida del mismo, la salud del planeta no es ya un asunto de jóvenes ecologistas, es un asunto serio cuyo desenlace, por mucha información que creamos tener, se nos escapa. Ya hemos conseguido identificar todas las extinciones habidas en nuestro planeta desde su formación y sabemos, sin lugar a dudas, que ha habido algunas peores que la que estamos provocando nosotros, pero ninguna a un ritmo tan acelerado. Nos encontramos en una encrucijada, y si se cumplen las peores previsiones, de poco servirán las disculpas que cada uno alegue llegado el momento, será una condena sin apelación. Por el poder que usted ostenta, muy por encima de muchos gobernantes, su responsabilidad es también mayor, y tal vez lo que menos llegue a imaginar es que algunas de sus decisiones pueden dar lugar en un futuro más o menos cercano, a la muerte de millones de personas, entre los que pueden encontrarse sus mismos descendientes. Por favor, reflexione.
Usted posiblemente sea una persona de ideas conservadoras, pues bien es sabido que la banca siempre ha tenido esa tendencia natural a ponerse del lado de ideologías que pretenden mantener las cosas como están o incluso volver a lo más tradicional si cabe. Esa es una actitud, señor mío, sumamente llamativa en usted, porque si algo ha caracterizado a la banca a lo largo de los siglos es el aprender de los errores cometidos y adaptarse a los cambios.
Le invito a echar un vistazo a la historia: La banca apoyó a las monarquías europeas contra las ideas de la revoluciones que se dieron en los actuales Estados Unidos y Francia pero, con el tiempo, ese modelo fue el adoptado por la mayoría de los países. Ustedes se opusieron a la abolición de la esclavitud, que consiguieron retrasar, pero fue abolida a lo largo de dos siglos. Se opusieron también a la igualdad racial, pero es, al menos teórica y legalmente, un hecho en casi todo el mundo. Se opusieron al derecho a voto de las mujeres, la mitad de la Humanidad, pero ya es una resalidad incuestionable en casi todo el mundo. Se opusieron, de la mano de estamentos religiosos, al divorcio, que no sólo se instituyó, sino que es, estadísticamente hablando, más practicado actualmente por personas neofóbicas que por parejas neofílicas. Puede dar la impresión de que han apostado siempre a caballo perdedor, pero no es el objeto de este escrito hacer reproches, sino invitarle a comprender que, desde un punto de vista histórico, el cambio es una condición permanente.
Ahora una nueva idea, un movimiento ciudadano nuevo, la llamada democracia directa o democracia participativa, está surgiendo en el Primer Mundo, y posiblemente se irá extendiendo, de una forma u otra, al cabo del tiempo. Usted se opone, piensa que esos ciudadanos son sus enemigos, pero olvida que no es un odio personal el que sienten hacia usted, tan sólo exigen un mínimo de justicia, que no arruinen sus vidas para poder aumentar apenas unas décimas su porcentaje de beneficio anual. Pero por encima de eso, esas personas reclaman un sistema social más avanzado, más evolucionado, que antes o después ha de llegar, como llegaron todos los cambios anteriores, permitiendo decidir a todos los ciudadanos los asuntos más importantes que les afectan, como declaraciones de guerra o presupuestos del estado y, en general, cuanto condiciona su vida social. Si usted admite el derecho a voto, ¿por qué no admitir que ese derecho se practique más a menudo a través de sistemas informatizados? Seguro que se tomarán decisiones que le perjudicarán, pero a cambio, por ser como somos, una especie social, las decisiones de la mayoría, si no se manipula la información a la que tiene acceso, serán siempre beneficiosas para la mayoría, y eso le incluye a usted y sus familiares. Si lee con detenimiento la historia y la experiencia que nos transmite, se convencerá sin la menor duda de que esa idea saldrá adelante y se convertirá en una realidad, y ante eso tiene usted dos opciones: navegar al ritmo de la historia u oponerse a ella, por el primer camino posiblemente podrá conservar usted parte de su fortuna y varios privilegios, por el segundo, forzará a un cambio más radicalizado que a nadie beneficiará. Por favor, reflexione.
Usted, como yo, tiene hijos, y posiblemente nietos, para los que deseará, sin duda, el mejor futuro posible. Como sin duda sabrá, en los últimos años se está dando en el mundo un fenómeno de acumulación de riqueza que nos ha hecho retroceder a índices de los años veinte del siglo pasado. Puede pensar que si esa acumulación se da en usted y su familiares supondrá algo beneficioso para ustedes, pero la historia nos demuestra irrefutablemente que ése es un proceso sumamente peligroso que origina tensiones que desembocan, antes o después, inevitablemente, en cambios sociales drásticos, sangrientos en muchas ocasiones, ¿es ése el futuro que desea?
Una suma de diez millones de euros es más que suficiente para garantizar no sólo la supervivencia, sino un verdadero bienestar material a cualquier ser humano. Si, a partir de ahí, seguir acumulando riqueza crea esas peligrosas tensiones sociales, no parece muy acertado continuar por ese camino.
Me dirá que desconozco los mecanismos reales por los que se mueve el mundo, que el hombre es un lobo para el hombre, etc., etc., pero yo le hablo desde la experiencia histórica, algo concreto, mientras que usted me habla de la supervivencia de un sistema que es, matemáticamente hablando, insostenible, porque eso que llamamos crecimiento económico tiene como frontera el mismo planeta, y antes o después habremos de cambiar a otro modelo, cualquiera, pero sostenible. Por favor, reflexione.
Usted, y en eso tal vez no nos parezcamos todos los seres humanos, posiblemente se sentirá atraído por la idea de pasar a la historia, de ser recordado no sólo como un banquero más, uno entre cientos, uno del montón, por poderoso que llegue a ser, sino como alguien merecedor de ser conservado en la memoria colectiva de nuestra especie a lo largo de los siglos. Ese puesto lo ocupará el banquero o banqueros que sepan adelantarse a la historia, que no se queden encerrados en la acumulación de riqueza, sino que sepan plantear, con imaginación e inteligencia, un modelo de convivencia que redunde en bienestar social. No le hablo, supongo que ya lo sabrá, de repartir generosamente su riqueza, de poco serviría a largo plazo, sino de crear mecanismos que aseguren la paz, el bienestar y la cultura entre los seres humanos. Mantenemos en la memoria los miles de años de hambre y miseria de nuestra especie pero actualmente tenemos, por primera vez, todas las herramientas tecnológicas necesarias para crear un verdadero paraíso en la tierra. Por favor, reflexione.
Nuestros mundos y nuestras vidas pueden parecer muy alejados y diferentes, pero compartimos mucho más de lo que imaginamos. Usted o yo podemos caer víctimas de una enfermedad, y tal vez nos espere una muerte evitable si determinado laboratorio, tal vez incluso uno cercano o dependiente de su banco, no ha fabricado ese medicamento que nos podría curar, porque no es rentable por ser demasiado efectivo, el mejor cliente es el enfermo crónico, sin duda sabe que esas cosas suceden a diario. Ambos podríamos morir víctimas de la codicia, y de poco le serviría su enorme fortuna, no se podría desarrollar ese medicamento en semanas. Usted, como yo, puede ser víctima de cualquier acto delictivo, y nos puede costar también la vida. Como sabrá, la delincuencia es endémica donde campa la pobreza y la frustración, y son las llamadas sociedades del bienestar las más seguras en ese sentido. Por supuesto, usted puede pagar escoltas y hasta ejércitos, pero el rencor que millones de personas van acumulando hacia usted y su profesión es tan peligroso como imprevisible.
Usted, como yo, toma a diario alimentos envasados en recipientes que ya sabemos que son tóxicos a medio y largo plazo, posiblemente conocerá el resultado de los análisis hechos a eurodiputados hace unos años, en los que detectaron hasta setenta componentes tóxicos, a pesar de ser todos ellos personas que habían llevado una vida materialmente acomodada. No contamos todavía con la tecnología para eliminar esos tóxicos, ni se dedican apenas medios a investigarlos, hay quien considera que no son rentables dichos estudios. Esos venenos que circulan por su sangre y la mía nos condenan a ser las primeras generaciones de un ser humano tan consumido como consumista, y da como resultado que ya el 40% de los hombres europeos tengan problemas de fertilidad, y que vayan naciendo generaciones de seres débiles y condenados a la extinción.Exactamente el mismo porcentaje padece algún tipo de alegia hoy en día en europa, hace setenta años era apenas el 4%. No deja de haber una cierta justicia poética en el hecho de que seamos los ciudadnos del Primer Mundo los más intoxicados por nuestra forma de vida. También sucedió antes entre los patricios, la aristocracia de la antigua Roma, víctimas de las lujosas y carísimas tuberías de plomo para canalizar el agua a sus viviendas. Los plebeyos, que bebían el agua directamente de los pozos, sobrevivieron.
Como ve, tenemos en común mucho más de lo que, en principio, podríamos pensar. Por ello le invito a cambiar, aunque sea levemente, su punto de vista, que sin duda condicionará sus acciones. En unos años usted, como yo, no seremos más que el recuerdo de nuestros actos, nada más, poco importará que nuestra tumba sea de mármol, simple tierra o cenizas al viento. No tiene sentido acumular cuanto ni podremos disfrutar ni hará que sobreviva de nosotros un recuerdo amable en quienes nos den sepultura. Muy posiblemente no recordará usted el nombre de ningún gobernador británico de la India mientras fue colonia británica, pero Gandhi está en su memoria, en la mía y estará también en la de nuestros descendientes. Ese es el destino humano, y no lo digo en un sentido idealista o metafórico, a través de la ciencia ya hemos podido demostrar, matemáticamente mediante la Teoría de Juegos, y neurológicamente con el descubrimiento de las neuronas espejo, la importancia de la sociedad en nuestra especie. Hoy en día sabemos que una decisión, del tipo que sea, tomada por todos los ciudadanos, en vez de por una élite, sin importar su ideología, es siempre la que tienen menos posibilidad de error. Nada somos los unos sin los otros, y llegados al punto de desarrollo en que nos encontramos, sólo los que lo comprendan sabrán navegar en la historia futura. Quienes se opongan, las llamadas personas neofóbicas, conseguirán retrasarlo, tal vez unas décadas, tal vez un siglo, pero no podrán detenerlo, nunca pudieron antes. El resto de la Humanidad seguirá su camino, antes siervos, después ciudadanos que delegaban las decisiones en la clase política, quieren ahora ser ciudadanos que tomen las decisiones que les afectan, y lo conseguirán, porque han elegido el camino que está en la misma estructura de su especie, la colaboración y el apoyo mutuo.
El motivo de la presente no es otro que invitarle a que se informe, a que reflexione, y pueda participar de ese cambio, de ese paso evolutivo, que espero sepa comprender y del que depende nuestro futuro y el de de nuestros descendientes.
Sin otro particular, le saluda atentamente;
Un ciudadano.

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PO ANDA QUE TÚ . . .

Él le dice: Despiértate.
Ella contesta: Prefiero seguir soñando.
Él le dice: Levántate.
Ella contesta: Prefiero seguir tumbada.
Él le dice: Olvídalo.
Ella contesta: Prefiero seguir pensando en ello.
Él le dice: Tienes que cambiar de actitud.
Ella contesta: Po anda que tú . . .
María C.G.C.

PO ANDA QUE TÚ . . .

Se cuele contar que Borges, ya ciego en los últimos años de su vida, tenía por costumbre burlarse de su propia ceguera, tomándose con humor su desgracia.
Aunque no es seguro si la anécdota fue real o no y si fue narrada por el propio escritor u otra persona, se cuenta que un día, estando Borgues solo esperando para cruzar la Avenida 18 de Julio de Buenos Aires, el doble de ancha que el Paseo de la Castellana de Madrid, sintió como alguien le tomaba del brazo y se dispusieron a pasar al otro lado. En el minuto escaso que duró la travesía Borges oía pitidos, frenazos, gritos e insultos de todo tipo, sin acertar a comprender muy bien a qué se debían. Al llegar al otro lado, quien le había cogido el brazo para cruzar se separó limitándose a decir: “Muchas gracias”.
Hasta aquí la versión oficial de la anécdota. Lo que es menos conocido es que el compañero de cruce y cruzada de Borges era un hombre ya mayor, andaluz, que se había desplazado a Buenos Aires para visitar a familiares que habían emigrado a esa ciudad muchos años antes y que, al comprender ambos la situación, que dos ciegos se habían jugado la vida cruzando la ancha avenida, se produjo el siguiente y escueto diálogo:
Pero . . .¡es usted ciego!”, exclamó Borges.
Haciendo uso de la imperecedera gracia de su cultura andaluza el anciano se limitó a contestar: “Po anda que tú . . .”

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