martes, 19 de noviembre de 2013

El mar de las pasiones humanas
En el mar de las pasiones humanas navegan todo tipo de espíritus y con ellos todo tipo de alegrías y pesares. Todos buscan una isla donde llegar, el reposo de sus penas y algo que alimente sus inquietudes.
Inmersos en la misma tormenta, vemos como unos se hunden mientras otros sobreviven, y no podemos evitar preguntar porqué unos sí y otros no, preguntarnos sobre el inconmensurable conjunto de circunstancias que dan lugar a un hecho u otro.
A la respuesta ocasional a la pregunta permanente, unos llaman dios y ponen un nombre, otros , menos arrogantes, callan.
En el mar de las pasiones humanas incluso los supervivientes tienen cierto aire de náufragos. Algunos, a pesar de todo, se muestran sonrientes, y hasta los espejos dudan de si se trata de una simple sonrisa bobalicona o la luminosa sonrisa de algún buda iluminado.
¿Será acaso que son esos, los que han dicho “no me da la gana” ante tanta sinrazón, ante la reincidente invitación al sufrimiento inútil, los que han descubierto que, al final, riendo o llorando, vencedores o vencidos, en este juego al que llamamos vida, nos van a pagar lo mismo, y es tan sólo nuestra actitud, más o menos abierta o cerrada ante ese juego, la que marca la diferencia entre felicidad y sufrimiento, entre vida o muerte en vida . . .?
UTOPÍA

Cruzarán tus mares preñados de mil fértiles ideas,
de las esencias primigenias que nos hacen inmortales,
sin desconsuelo ante la muerte, cotidiana en su ser,
sembradora de vida tenaz, recurso de eternidades.

En cada mente una fantasía y en todas estrictas vanidades,
a cada paso el recurso de arañar dudas y sembrar sueños,
cada nueva mañana la memoria como consuelo del ayer,
y en cada ocaso la absurda fe en lo que debe o no debe ser.

Dejemos que lapide la brisa a quien hoy siembre tormento,
que se consuelen sin ira los pobres espíritus de recurso tardío,
Mañana, en la picota o en la hoguera, súbita como un vahído,
estarás, como siempre, hermana Utopía, y al verte incombustible,
dirán, con la humeante antorcha aún en la mano, sin un lamento,
otra vez tus tristes verdugos, quienes en tí nunca han creído:
“Yo siempre he estado con ella. Ya sabía que era indestructible”.






INTEGRISMO
El integrismo se da en absolutamente todas las religiones e ideologías: es minoritario, agresivo y fanático en sus convicciones.
Pero antes de juzgar esos integrismos, que sin duda son injustificables, deberíamos mirar el estado y momento evolutivo en el que estamos nosotros mismos, los occidentales, y especialmente algunos pueblos muy condicionados todavía por la influencia de ciertas religiones, como Estados Unidos, Italia, Polonia, Irlanda y España, entre otros: recordar que la sociedad española ha sido un buen ejemplo de integrismo religioso durante más de la mitad del recién terminado siglo XX. Hasta 1975 la mujer española no podía ni asistir a una reunión de comunidad de vecinos sin el consentimiento de su marido, ni denunciar el maltrato, ya que se justificaba socialmente y solía encontrarse con una sonrisa despectiva en las comisarías, ni abrir una cuenta bancaria siquiera, etc. etc.¿Nos hemos olvidado ya que en muchas iglesias de Italia, Polonia y España las mujeres deben cubrirse para entrar? ¿Por qué una mantilla, el tocado de una monja o un velo son simples prendas de vestir y el pañuelo de una mujer musulmana o el mismo burka símbolos del más ciego integrismo?¿Quién tiene contacto directo con algún dios para decidir hasta donde se debe cubrir o esconder un cuerpo que es, para los creyentes, paradójicamente y según dicen, la obra misma de Dios?
Todos los integrismos nacen de las mismas fuentes: miseria económica e intelectual. Hace mil años, en Occidente, la mujer era mucho más respetada en las zonas de religión musulmana, Andalucía, por ejemplo, que en las zonas cristianas, donde los integristas cristianos de entonces las llevaban a las hogueras, mucho más a las mujeres que a los hombres, por considerarlas fuente del mal, la tentación y el pecado.
Cuando los pueblos musulmanes que hoy dicen que cuentan con elementos integristas eran los que disfrutaban de la tecnología, la ciencia y el arte que traían de Oriente, la zona más evolucionada del mundo entonces, tuvieron que soportar incursiones terroristas de pueblos bárbaros e integristas dedicados al saqueo, que nosotros apenas estudiamos, las llamamos Cruzadas, y se nos ha olvidado pedir disculpas siquiera por varios siglos de brutalidad sin nombre.
Se podría alegar que se están comparando actitudes actuales con las de hace mil años, pero, por desgracia, son igualmente innumerables las pruebas de integrismo cristiano en la actualidad, miremos tan sólo algunos ejemplos del último siglo: el Papa Pio XII bendiciendo los aviones fascistas italianos que poco después bombardearían población civil en Etiopía o España; el silencio del Vaticano ante los diferentes holocaustos provocados por el ejército nazi; la más alta jerarquía eclesiástica española bendiciendo durante cuarenta años a un dictador sangriento y, hoy mismo, la obscena autojustificación de los casos de pedofilia que a diario se descubren en el interior de una institución que se empeña, hipócritamente, en autodenominarse cristiana.
Pongamos algunos ejemplos de grupos integristas y terroristas cristianos, nuestras alqaedas:
En Irak se mantiene en armas una de las guerrillas cristianas que existen en el mundo. Este grupo se llama Zowa y también es conocido como Movimiento Democrático Asirio.
En el Congo actúa la guerrilla del CNDP, comandada por L. Nkunda, que está acusado de varias masacres. Es pastor religioso, como sus oficiales y un gran número de sus guerrilleros que son cristianos evangelistas. Sus lazos con los neocon americanos son muy fuertes así como las giras que realiza por aquel país para su financiación.
Y como tercer ejemplo, en Uganda, desde 1987, Joseph Kony fundó la Lord's Salvation Army, sucesivamente transformada en United Salvation Christian Army y finalmente en LRA (Lord Resistance Army), movimiento armado de inspiración cristiana que emprendió una áspera guerrilla contra las tropas gobernativas.
Los integristas cristianos, los iluminados que hace menos de un siglo aún hacían encendidos sermones contra los recién descubiertos fármacos anestésicos o analgésicos, exaltando las virtudes del dolor, lo sabían muy bien: la ciencia y los derechos humanos eran su enemigos, como lo siguen siendo hoy día, tanto de integristas cristianos como musulmanes o de cualquier otra religión.
Hay detalles que solemos olvidar sobre esta repentina confrontación de nuestra cultura con la religión musulmana desde el 11 S. ¿No había integristas musulmanes antes? ¿Por qué ahora se nos pretende mostrar como despiadada una religión que siempre ha tenido este tipo de elementos extremistas como cualquier otra, e incluso menos que muchas? ¿A quién beneficia este estado de cosas? ¿De verdad es una cuestión de integrismo o es que a determinados grupos les interesa mantener el odio y la confrontación para seguir con los negocios más rentables que ha creado el ser humano, los negocios sangrientos surgidos de las guerras...?
Cabe preguntarnos por la razón de que, repentinamente, surja de la nada un enemigo, siempre tan rentable para quien ostente un poder vertical. Al poco tiempo de finalizar el mayor negocio del siglo XX, la fabricación de armas durante las décadas de la Guerra Fría, los gigantes financieros surgidos de dicho comercio vieron peligrar sus hasta entonces enormes beneficios. Un enemigo resultaba imprescindible, como es imprescindible la prohibición de determinadas substancias para la supervivencia de los cárteles de las drogas ilegales. El nuevo enemigo permitiría reciclarse a la industria armamentista de forma que pasara a producir mil artilugios destinados, supuestamente, a salvaguardar la seguridad colectiva y, en la práctica, efectivos mecanismos de control social. Al mismo tiempo tales medidas para enfrentarnos al demonizado enemigo funcionarían como alimentadores de miedos y paranoias colectivas que acabarían transformando a la población en dóciles grupos fácilmente manipulables. Hay que reconocer que, de momento, todo está saliendo según lo previsto, no consiguiendo hacer dudar mínimamente a la mayoría de la ciudadanía ni siquiera, algunos errores garrafales de la puesta en escena, no siendo extraño escuchar a personas a las que se les supone cierta cultura duras arengas contra la religión musulmana, olvidando que es, al igual que el cristianismo, una religión sincrética que recogió en su momento lo mejor de las religiones anteriores, pero seis siglos más tarde, con la consiguiente ventaja en cuanto a la experiencia, de ahí que pudiera convivir durante siglos con las ideas científicas y tecnológicas que recogía de Oriente, mientras el cristianismo condenaba a la hoguera cualquier invitación al racionalismo. En este sentido, hasta podríamos afirmar que el islamismo es una forma más evolucionada de cristianismo, del que recoge buena parte de su herencia.
Casualmente, para quien así quiera verlo, el imperio del momento es de los muy pocos países que no tienen frontera con países musulmanes, no habiendo ni uno sólo en su continente. No olvidemos que las dos Guerras Mundiales significaron pasos de gigante de Estados Unidos para transformarse en la primera potencia que aún hoy es, y una tercera afectando a Europa y Rusia, o una sublevación de alguna de las regiones musulmanas de China les iría muy bien para sus fines.
Todo este juego da lugar a sociedades del Primer Mundo alienadas, manipuladas y mirando al dedo que señala la luna, víctimas de una manipulación emocional que ni sospechan y les hace, por ello, más vulnerables. Siempre es más fácil de alimentar el miedo que la razón.

Creo que deberíamos ser más objetivos y cuidadosos al atacar pensamientos que consideramos integristas, buscar y recopilar con cuidado la información, intentar mirar la situación en perspectiva y tener cuidado de no caer en la trampa de la costumbre mental, que siempre nos llevará al camino cerrado que se autoalimenta en su ceguera, no olvidar cómo surgió el conflicto que pretendemos analizar, a quien beneficia y a quien perjudica, y no olvidar que juzgar a un pueblo o cultura por una minoría de sus componentes es, simplemente, estúpido. Si no tenemos estas mínimas precauciones podemos, sin darnos cuenta, acabar nosotros sumergidos en ese mismo pensamiento integrista que creemos combatir con nuestra ira e indignación.Todos creemos que nuestra idea y nuestro límite es el correcto, y así comienza a gestarse todo integrismo religioso o ideológico.
Aprendamos una lección de la historia: que la confrontación y el odio a quien no comparte nuestras ideas o sentimientos religiosos, por justificado que pueda parecernos, sólo han traído dolor y muerte a lo largo de los siglos, y no olvidemos que posiblemente no habrá idea más integrista que no admitir un mínimo de duda en nuestros pensamientos y llegar a creer que nosotros nunca podemos caer en el integrismo o ser víctima de la peor manipulación.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


lunes, 30 de septiembre de 2013


ATRAPANDO LA LUZ DEL INVIERNO

Al principio yo también creía en dioses.
Esperaba paciente que su luz me impregnara e hiciera de mi el espejo en que reflejar su grandeza.
Adoré, con la debilidad que crea la dependencia, a mis padres, mis profesores y esas personas tan serias a los que todos temían y respetaban.
Era aquel tiempo incierto pero dulce de la infancia, en que nada sabía, pero no sufría, porque ni sabía que no sabía, ni sospechaba siquiera que se pudiera llegar a saber o a creer que se sabe.
Siguiendo el curso de la naturaleza, en mi adolescencia rompí todos los ídolos, y con la candidez de la juventud, coloqué, sin saberlo, a otros en su lugar.
Luché con ira contra la ira, contra el dolor sembrando dolor, contra la intransigencia de la injusticia siendo intransigente ante ella. Creía, sin la menor duda, justa la ira de los justos.
Cometí cuantos errores pueda cometer un ser humano, sólo el azar hizo que mis manos no se mancharan de sangre. Conocí casi todos los placeres que esta vida puede regalar y sufrí casi todos los dolores que el destino pueda deparar, el peor, sin duda, la muerte de seres queridos.
Era torpe como todos los creyentes, obsesionado con vencer, sin sospechar siquiera donde se encontraba mi enemigo, sin sospechar que todos nuestros enemigos lo son tan sólo porque les concedemos tal puesto en nuestra vida y en nuestra mente.
Era un ciego intentando alcanzar la luz golpeándola con su bastón blanco.


El tiempo fue aclarando mis pensamientos algo más rápido que mi pelo, fue domando tanta energía, enseñándome a no desperdiciar la vida, enseñándome, poco a poco, a vivir. . .
A mis padres, hermanos y amigos pude verles, al fin, como personas en toda su magnitud y miseria, ni mejores ni peores que yo mismo.
Aprendí a mirar con un mínimo de comprensión tanto al arrogante, como al codicioso, al iracundo o al que se engaña a si mismo hablando de paz, amor y fraternidad, mientras autojustifica sus egoísmos y mezquindades. Aprendí a mirar las ideas por las que en otro tiempo hubiera dado la vida, como unas ideas más en un mar de ideas que a diario dan a luz nuestras mentes.
Aprendí, casi, a perdonar y casi, a perdonarme a mi mismo.
En todo encontré luz y sombra: En la sombra de nacer sin una tierra a la que pudiera llamar mía, la luz de sentir que mi patria era todo el planeta; en la sombra de haber padecido la soledad, la cálida luz de la amistad; en la sombra de la muerte, el aprecio constante y creciente por la vida . . .


Ya hace mucho que no creo en los dioses que son predicados y representados por mortales. Tiempo ha que escucho indiferente el murmullo de las plegarias vacías que llenan los templos. Una diminuta chispa de luz me hizo comprender un día que hay tantos dioses como seres humanos, y que ninguno es mejor o peor que otro, mientras su existencia no siembre dolor.
Mis dioses, que nunca exigen adoración, aunque siempre solicitan compañía, son de este mundo, son los hijos de esa especie contradictoria, que con ímpetu adolescente, es incapaz de cuidar el espacio que habita, de ser responsable de sus actos, de sospechar siquiera el lugar donde se encuentra dentro su caótica juventud evolutiva . . .
Esa especie que, impregnada por igual de luz y de sombra, es capaz de los más creativos y destructivos actos, pero tan entrañable en su alocada inocencia, en sus utópicos ideales, que siempre consigue alcanzar, en su desordenado crecimiento . . .


Pasó el tiempo, y ya en el invierno, aquella chispa primigenia se transformó poco a poco en la llama de una vela, diminuta, pero suficiente para ver que no existía en lo humano ni un ápice de maldad o bondad, tan sólo miedo, amor, fantasía y necesidad.
Tras medio siglo con los ojos abiertos, sigo preguntándome:
¿Qué es la luz? Y no me inquieta la pregunta, tan sólo me sorprende ese empeño nuestro en intentar atrapar cuanto desconocemos, rindiendo homenaje, sin saberlo, a lo más humano de nuestra naturaleza humana: la curiosidad.
Todos atrapados por la duda de si habrá primavera tras el último invierno, si todo esto tiene sentido, o es sólo un absurdo cuento, por la duda de si todo no se quedará, al final, en apenas cien años de soledad.
Porque aquí estamos todos, incluso quienes no lo sospechan, reunidos bajo el anhelo común de atrapar la luz, bajo el estigma de la sombra de nuestros miedos, todos tan diminutos como todopoderosos, tan frágiles como eternos, y apenas consolados por el calor fraterno de cuanto compartimos.

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net  

UBUNTU
Un antropólogo propuso un juego a unos niños sudafricanos de la etnia Xhosa:
Puso una canasta llena de frutas cerca de un árbol y les dijo a los niños que aquel que llegara primero ganaría todas las frutas. 
Cuando dio la señal para que corrieran, todos los niños se tomaron de las manos y corrieron juntos, después se sentaron también juntos a disfrutar del premio. 
Cuando él les preguntó por qué habían corrido así, si uno solo podía haber ganado todas las frutas, le respondieron:

"UBUNTU, ¿cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás están tristes?"

(UBUNTU, en la cultura Xhosa significa: "Yo soy porque nosotros somos.").


Otras contemplaciones:
Se ve a Ubuntu como uno de los principios fundamentales de la nueva república de Sudáfrica y está conectado con la idea de un renacimiento africano.  Ubuntu es traducido habitualmente como: “Yo soy porque nosotros somos”.
También se pueden establecer paralelos y similitudes con diversos conceptos para expresar y fortalecer el vínculo interpersonal o comunitario, en particular los de otros pueblos organizados en sociedades horizontales y no en estados centrales y jerárquicos: Mborayhu que se traduce del guaraní moderno como “amor” o “amistad”, pero que más ampliamente es “la vida de la tribu y su voluntad de vivir, la solidaridad entre iguales”. O el Ayni principio precolombino de los pueblos andinos (la palabra es quechua) de solidaridad económica y social entre las comunidades.