VOCES
entre VOCES
El
que escribe para comer, ni come ni escribe.
Francisco
de Quevedo (1580 - 1645), escritor español.
TEMAS
TERTULIA 6-5-2016
LA
INOCENCIA.
EXCLUSIÓN.
MEJOR
UNA PALABRA QUE UNA FRASE.
VOCES
entre VOCES
"
No vivas dando tantas explicaciones, tus amigos no las necesitan, tus
enemigos no las creen y los estúpidos no las comprenden" (Oscar
Wilde)
TEXTOS
TERTULIA 30-4-2016
FICCIONES
CARTAS
PO
ANDA QUE TÚ . . .
FICCIONES
Fijaba
la vista en una nube y me engañaba hasta convencerme de que era yo
el que se encontraba en movimiento.
(Sugestionables días de viento)
(Sugestionables días de viento)
Sara
ViTa
FICCIONES
"TODO
FUE UN SUEÑO"
Creí haber logrado la dicha que esperaba,
cierto día.Y tan bella me pareció la vida
que no supe si veía despierta
o soñaba dormida.
Y dudé con razón. Aún no he conseguido
esa dicha que busco con tanto afán y empeño.
Porque todo lo que creí aquel día
¡¡Fue todo un sueño!!
Creí haber logrado la dicha que esperaba,
cierto día.Y tan bella me pareció la vida
que no supe si veía despierta
o soñaba dormida.
Y dudé con razón. Aún no he conseguido
esa dicha que busco con tanto afán y empeño.
Porque todo lo que creí aquel día
¡¡Fue todo un sueño!!
María
Martín
FICCIONES
Mariposas de colores
Me desborda la felicidad,
me hace sentir bien.
Me desborda la felicidad,
me hace sentir bien, muy bien.
Está de sol a sol,
acompaña a mi pulso, se apodera de mi
entorno social.
Eso me hace bailar, eso me
hace cantar
Eso me hace vibrar y me
hace emocionar.
Tengo recuerdos bonitos
grabados en mi mente,
y mariposas de colores que
susurran a la gente.
Y… rechazo la
inseguridad, me hace sentir mal.
Yo rechazo la inseguridad,
me hace sentir mal, muy mal, muy mal.
No tiene cavidad en mi
mundo de yuppie, no es preciso tener
complejidad.
Eso me hace rabiar, eso me
hace disgustar.
Eso me puede cambiar y me
puede trastornar.
Tengo recuerdos….
Tengo canciones alegres de
tardes aburridas,
Y
mil razones importantes para verte cada día.
José
María Rico
FICCIONES
Un grupo de niños empieza una batalla de bolas de nieve aprovechando las primeras nevadas invernales de Alemania. Al rato se le unen unos adultos, familiares y vecinos de los niños, y poco después hay montada tal pelea y tumulto, que tienen que acudir al lugar varios coches de policía a poner orden y llevarse a unos cuantos detenidos. La tensión había crecido como una bola de nieve.
Un
noruego, jefe de una empresa, exige a sus empleadas que luzcan un
brazalete rojo cuando tengan la regla. El tipo ha roto todas las
reglas del modelo social noruego.
Un
hombre se traga un altavoz para promocionar su tienda de música. El
original sistema publicitario resultó, desde luego, muy sonado.
Otro
pide que le entierren con su teléfono móvil y que le llamen después
de muerto, por si acaso. Esta moda comienza a ser un problema por el
reciclaje de las baterias y la contaminación que provocan. La
estupidez humana, afortunadamente, parece ser, de momento,
biodegradable.
Una
gallega se proclama propietaria del sol ante notario. Como buena
gallega, no hay quien la apee de la burra. Mientras, el sol, que ella
dice que es suyo, sigue a lo suyo.
Joseph
Guiso, un joven australiano, se ha casado con su perra Honey. Todo en
la historia es un tanto desconcertante, especialmente las
declaraciones del novio, ya marido, tras la boda: "La amo de
verdad y por eso no tendré relaciones con Honey". Así fue como
me enteré de que me he pasado media vida perdido en vulgares amores
humanos y, por lo visto, sin amar de verdad.
La
prensa británica le ha bautizado como "el peor equipo de fútbol
del mundo". Se llama Madron F.C., juega en una modesta liga
inglesa y encajó en un partido 55 tantos. La cosa va mejorando
porque, en los dos últimos partidos, sumados, sólo les marcaron 49
goles.
Por
último, un estudio, hecho por una profesora alemana, asegura que ver
pechos femeninos durante diez minutos puede hacer que los hombres
mayores de cuarenta años vivan cinco años más. Yo pensaba que era
un estudio hecho por adolescentes, pero no, es una respetable y
presumiblemente bien dotada profesora alemana. Desde ahora sí que se
puede decir eso de que: “No es vicio, es ejercicio”. Por resumir,
según ella, si ven tetas de infarto, tienen menos infartos. Sigo
buscando donde incluir tan saludables diez minutos en mi agenda.
Estas
y mil cosas más han sucedido en el mundo durante los últimos
tiempos, son todas noticias reales. Lo de que “la realidad supera a
la ficción” ya hace tiempo que está superado.
Guerras
de “pacificación”, pacifistas a golpes con la policía, censores
que censuran al tiempo que critican a otros censores, gobiernos que
dicen gobernar pero no deciden, productos etiquetados de ecológicos
que sólo tienen de tales la etiqueta, dedos empresariales y
políticos que señalan determinados lugares donde se violan los
derechos humanos, pero sólo algunos, mientras se ignoran o
justifican otros mucho peores, regateos para ver quien pone un parche
ecológico en un planeta que está viviendo su quinta gran extinción
masiva, etc. etc.
Y
hay más, mucho más: Personas que se tienen por muy racionales y
equilibradas, capaces de engañar a sus vecinos por unos euros, pero
que admiten con sumisión que banqueros y políticos les roben miles
sin decir nada, que se indignan infantilmente si nieva demasiado y el
gobierno de turno no ha tomado las medidas suficientes, prohibir más
nevadas, por ejemplo, pero que acatan indiferentes leyes que recortan
drásticamente sus derechos civiles.
Madres
que le dicen a gritos a su hijos mientras les golpean: “Te he dicho
mil veces que no se grita, y que no le pegues a tu hermano”.
Curas
que susurran, melodiosa y sospechosamente: “Como decía Nuestro
Señor: Dejad que los niños se acerquen a mi . . .”
Deportistas
y actores que ganan más dinero en un día que una familia entera a
lo largo de toda su vida en muchas partes del mundo.
Sumos
sacerdotes en carísimos viajes de negocios, mientras invitan al
mundo a combatir la pobreza.
Dictadores
de todos los colores escupiendo la palabra “libertad” en cada
frase, etc.
Y
si falta alguien en tan grotesca obra, para completar la parodia
siempre encontraremos como voluntarios a políticos, banqueros,
sacerdotes, y demás enfermos sociales, esos que siempre dicen hacer
cuanto hacen por vocación de servicio público.
Personalmente,
el modelo de individuo que me parece más de esta época, y fiel
reflejo de la misma, creo que es el votante de políticos corruptos,
ese paladín de la necedad y la sinceridad ciudadana, que reconoce
con su gesto, sin el menor reparo ni vergüenza: “En su lugar, yo
haría lo mismo”. Dará mucho trabajo a historiadores, psiquiatras
y sociólogos del futuro.
Pero
si no le parece suficiente, eche un vistazo a su alrededor, o a su
misma vida cotidiana, y si aún le queda capacidad de asombro,
observe con atención cuanto dice ser y cuanto es en realidad cada
persona, cuanto dice que hará y cuanto hace, que ideas dice respetar
y cuales lleva luego a la práctica. Pero obsérvelo a distancia, y
tenga mucho cuidado de no emitir un juicio o una crítica, no le
traerá nada bueno: Ya todos habrán analizado y medido la paja que
usted lleva en el ojo, y le puede ocurrir que se encuentre bajo una
lluvia de vigas.
Pero
no se agote observando ni analizando porque, posiblemente, no le
servirá de mucho, usted también participa de esa locura colectiva,
y se autoengaña a cada momento, y cuanto menos crea que lo hace, más
evidente resulta que está en ello.
Por
cierto, ¿cuántas personas ha encontrado a lo largo de su vida que
se reconozcan víctima del autoengaño o los prejuicios, que
reconozcan sinceramente que se equivocan a menudo? Sí, le sobrarán
los dedos de una mano . . .
Y
después de este breve vistazo al florido campo de nuestra demencia
colectiva, me atrevería a preguntar: ¿A qué nos referimos cuando
decimos “ficciones?
¿Es
que existe algo más?
Nekovidal
– ARTES LIBRES - nekovidal@gmail.com
CARTAS
A
MI MADRE
¡Madre mía!
Hoy no puedo ofrecerte un regalo material,
ni depositar un beso en tu frente,
sólo darte el sentimiento de mi corazón
y todos mis pensamientos, decirte que
estás muy presente.
Te has ido y yo te recuerdo como el primer
día, no olvido tu amor y ternura.
¡Nunca madre mía!
Aunque ausente estás, te presiento muy
cerca de mi, tu amorosa mirada no se aparta
de mi lado, el celo con que me cuidabas,
tus desvelos y caricias, ¿Dónde están madre
mía?
Con tu partida me has dejado un vacío muy
grande, que jamás nadie podrá llenar,
¡Dulce madre mía!
Me quedan tus ejemplos, la dignidad con la
que transitaste por la vida, la honradez de
tu espíritu, siempre fiel y amante.
¿Como no recordarte en este día madre mía?
¡Madre mía!
Hoy no puedo ofrecerte un regalo material,
ni depositar un beso en tu frente,
sólo darte el sentimiento de mi corazón
y todos mis pensamientos, decirte que
estás muy presente.
Te has ido y yo te recuerdo como el primer
día, no olvido tu amor y ternura.
¡Nunca madre mía!
Aunque ausente estás, te presiento muy
cerca de mi, tu amorosa mirada no se aparta
de mi lado, el celo con que me cuidabas,
tus desvelos y caricias, ¿Dónde están madre
mía?
Con tu partida me has dejado un vacío muy
grande, que jamás nadie podrá llenar,
¡Dulce madre mía!
Me quedan tus ejemplos, la dignidad con la
que transitaste por la vida, la honradez de
tu espíritu, siempre fiel y amante.
¿Como no recordarte en este día madre mía?
María
Martín
CARTAS
UNA
VISITA GUIADA.
QUIERO
QUE LO SEPAS.
En
Madrid, 30 abril 2016
Recuerdo
que era una desapacible tarde de Navidad, una de esas tardes que
instalan a los sensibles en estado de alerta, un estado entre la
añoranza y la saturación -la primera inducida por fantásticos
recuerdos, la segunda por la imposibilidad de salir del ritmo social-
uno de esos estados en los que se precisa más que nunca la compañía
de seres entrañables que abriguen el ánimo. Me encontraba allí,
con mis amigos, tratando de caldear el cuerpo y el espíritu en el
cafetín de una hermosa plaza desbordada de adornos navideños, de
niños, de árboles, de ruido de motores y de olor a café recién
hecho.
Los
pies y las circunstancias nos pusieron en la puerta de la espléndida
basílica pasados unos minutos del comienzo de la visita guiada, la
última del día; no lo pensamos y entramos con la rapidez y el
azoramiento con que se entra a la sala de cine con las luces ya
apagadas; tratábamos de incorporarnos al grupo silenciosamente
cuando tropecé, tú miraste para saber qué había ocurrido, yo miré
para disculparme.
El
entorno se difuminó; tú comenzaste a hablar sólo para mí, yo a
respirar sólo por ti; atrapada yo en tu voz y tú en mi perfume,
recorrimos las estancias junto al grupo mientras nos abrazábamos,
nos acariciábamos con manos anhelantes y nos dibujábamos el cuerpo
con besos; nuestros labios arrebatados y nuestros ojos vidriosos de
exaltación no hallaban el momento de separarse. No dudes,
desgástame, contémplame, poséeme, no hay nadie a quien haya amado
como a ti, eres mi sueño hecho realidad, todo cuanto esperé. Pídeme
lo que quieras, estoy aquí para satisfacerte. Cuéntame lo que
desees, seré el granero de tu voz. No te marches jamás. Nunca. Noto
tu mano que dibuja mi espalda y tu lengua que pasea mi cuello.
Quisiera no dejar de sentirte jamás. Tu voz remueve hasta mi última
célula. Tu olor precipita mi pasión. Dime de qué siglo es este
cuadro. Del XVII. ¿Seguro? Contigo no estoy seguro de nada y lo
estoy de todo. Del XVIII, tal vez. ¡Qué más da! Pero aproxímate,
dímelo al oído, susúrrame la fecha derramando tu aliento por mi
nuca. Sigamos la visita, estas personas a las que no vemos ni oímos
están inquietas. No me importa porque cuando esto acabe no quedará
rastro de nosotros, se disolverán las huellas del deseo y ningún
cuadro dará fe de esta pasión ni de este derroche de amor.
Y
así llegó el final de la visita, tú y yo calados de ardor, con el
corazón alterado y el alma despeinada, impregnados uno del otro y un
centelleo chivato en el brillo de los ojos; ellos, los demás,
inconscientemente conscientes del romance que, sin advertir, habían
presenciado.
Muchas
gracias, magnífica visita. Gracias a vosotros. Hasta la próxima.
Adiós.
No
sé si algún día, tal vez durante la última visita, rememorarás
aquel traspié que unió nuestros ojos, yo, desde aquella destemplada
tarde de Navidad, llevo grabado en la memoria nuestro eterno amor
fugaz.
Victoria
Blanco.
CARTAS
CARTA
A UN BANQUERO
"Calamidad
de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos"
(W.
Shakespeare, El rey Lear)
Muy Sr. mío:
Usted
no me conoce personalmente, soy uno de sus miles de clientes, una de
esas personas que le entrega sus ahorros de toda la vida o del último
mes, si los hay, de forma que con ellos, unido a los de miles de
ciudadanos más, puede usted crear y mantener su negocio.
Al
ser usted una persona cuya cultura se da por hecho, seguro que tendrá
conocimiento de que su profesión ha sido, a lo largo de la historia,
y en muy diferentes culturas, una de las más despreciadas,
considerándose a los banqueros y prestamistas los penúltimos en la
escala social, sólo por delante de los esclavos. Nuestros
antepasados, inmersos en un mundo duro y hostil, donde sobrevivir
suponía un tremendo esfuerzo diario, despreciaban profundamente a
quien vivía del trabajo ajeno, y como posiblemente también sabrá,
durante siglos, a lo largo de la Edad Media europea, la usura fue de
los delitos más duramente castigados. Me dirá usted, con cierta
lógica, que eran otros tiempos, el mundo era más primitivo, más
simple y el ser humano poco más que un animal luchando por su
supervivencia.
No
será necesario que le recuerde tampoco, desde mi modesta posición
de historiador, cómo aquellos primeros banqueros, muchos de ellos
clandestinos al principio, fueron transformando su lucrativo negocio
en poderosas organizaciones que acababan decidiendo, incluso, quién
habría de reinar o gobernar, o qué pueblos habrían de padecer una
guerra o genocidio a fin de mantener y aumentar el poder de dichas
organizaciones. Así llegamos, como usted sin duda sabe, al presente,
donde se permiten decidir, ya sin disimulo, quienes habrán de ser
los presidentes o primeros ministros de turno, sin pasar por el
trámite de unas elecciones supuestamente democráticas.
Pero
es de otra forma como me quiero dirigir a usted, no desde el reproche
o la confrontación, sino buscando cuanto, como humanos, tenemos en
común, de forma que, si lo hacemos desde un punto de vista
pragmático y dialogante, redundará, sin duda, en un beneficio
mutuo, por extraño que pueda parecer a simple vista.
Usted,
como yo, y como todos nuestros semejantes, por el hecho de nacer en
este planeta está supeditado a la vida del mismo, la salud del
planeta no es ya un asunto de jóvenes ecologistas, es un asunto
serio cuyo desenlace, por mucha información que creamos tener, se
nos escapa. Ya hemos conseguido identificar todas las extinciones
habidas en nuestro planeta desde su formación y sabemos, sin lugar a
dudas, que ha habido algunas peores que la que estamos provocando
nosotros, pero ninguna a un ritmo tan acelerado. Nos encontramos en
una encrucijada, y si se cumplen las peores previsiones, de poco
servirán las disculpas que cada uno alegue llegado el momento, será
una condena sin apelación. Por el poder que usted ostenta, muy por
encima de muchos gobernantes, su responsabilidad es también mayor, y
tal vez lo que menos llegue a imaginar es que algunas de sus
decisiones pueden dar lugar en un futuro más o menos cercano, a la
muerte de millones de personas, entre los que pueden encontrarse sus
mismos descendientes. Por favor, reflexione.
Usted
posiblemente sea una persona de ideas conservadoras, pues bien es
sabido que la banca siempre ha tenido esa tendencia natural a ponerse
del lado de ideologías que pretenden mantener las cosas como están
o incluso volver a lo más tradicional si cabe. Esa es una actitud,
señor mío, sumamente llamativa en usted, porque si algo ha
caracterizado a la banca a lo largo de los siglos es el aprender de
los errores cometidos y adaptarse a los cambios.
Le invito a echar un
vistazo a la historia: La banca apoyó a las monarquías europeas
contra las ideas de la revoluciones que se dieron en los actuales
Estados Unidos y Francia pero, con el tiempo, ese modelo fue el
adoptado por la mayoría de los países. Ustedes se opusieron a la
abolición de la esclavitud, que consiguieron retrasar, pero fue
abolida a lo largo de dos siglos. Se opusieron también a la igualdad
racial, pero es, al menos teórica y legalmente, un hecho en casi
todo el mundo. Se opusieron al derecho a voto de las mujeres, la
mitad de la Humanidad, pero ya es una resalidad incuestionable en
casi todo el mundo. Se opusieron, de la mano de estamentos
religiosos, al divorcio, que no sólo se instituyó, sino que es,
estadísticamente hablando, más practicado actualmente por personas
neofóbicas que por parejas neofílicas. Puede dar la impresión de
que han apostado siempre a caballo perdedor, pero no es el objeto de
este escrito hacer reproches, sino invitarle a comprender que, desde
un punto de vista histórico, el cambio es una condición permanente.
Ahora una nueva
idea, un movimiento ciudadano nuevo, la llamada democracia directa o
democracia participativa, está surgiendo en el Primer Mundo, y
posiblemente se irá extendiendo, de una forma u otra, al cabo del
tiempo. Usted se opone, piensa que esos ciudadanos son sus enemigos,
pero olvida que no es un odio personal el que sienten hacia usted,
tan sólo exigen un mínimo de justicia, que no arruinen sus vidas
para poder aumentar apenas unas décimas su porcentaje de beneficio
anual. Pero por encima de eso, esas personas reclaman un sistema
social más avanzado, más evolucionado, que antes o después ha de
llegar, como llegaron todos los cambios anteriores, permitiendo
decidir a todos los ciudadanos los asuntos más importantes que les
afectan, como declaraciones de guerra o presupuestos del estado y, en
general, cuanto condiciona su vida social. Si usted admite el derecho
a voto, ¿por qué no admitir que ese derecho se practique más a
menudo a través de sistemas informatizados? Seguro que se tomarán
decisiones que le perjudicarán, pero a cambio, por ser como somos,
una especie social, las decisiones de la mayoría, si no se manipula
la información a la que tiene acceso, serán siempre beneficiosas
para la mayoría, y eso le incluye a usted y sus familiares. Si lee
con detenimiento la historia y la experiencia que nos transmite, se
convencerá sin la menor duda de que esa idea saldrá adelante y se
convertirá en una realidad, y ante eso tiene usted dos opciones:
navegar al ritmo de la historia u oponerse a ella, por el primer
camino posiblemente podrá conservar usted parte de su fortuna y
varios privilegios, por el segundo, forzará a un cambio más
radicalizado que a nadie beneficiará. Por favor, reflexione.
Usted,
como yo, tiene hijos, y posiblemente nietos, para los que deseará,
sin duda, el mejor futuro posible. Como sin duda sabrá, en los
últimos años se está dando en el mundo un fenómeno de acumulación
de riqueza que nos ha hecho retroceder a índices de los años veinte
del siglo pasado. Puede pensar que si esa acumulación se da en usted
y su familiares supondrá algo beneficioso para ustedes, pero la
historia nos demuestra irrefutablemente que ése es un proceso
sumamente peligroso que origina tensiones que desembocan, antes o
después, inevitablemente, en cambios sociales drásticos,
sangrientos en muchas ocasiones, ¿es ése el futuro que desea?
Una suma de diez
millones de euros es más que suficiente para garantizar no sólo la
supervivencia, sino un verdadero bienestar material a cualquier ser
humano. Si, a partir de ahí, seguir acumulando riqueza crea esas
peligrosas tensiones sociales, no parece muy acertado continuar por
ese camino.
Me dirá que
desconozco los mecanismos reales por los que se mueve el mundo, que
el hombre es un lobo para el hombre, etc., etc., pero yo le hablo
desde la experiencia histórica, algo concreto, mientras que usted me
habla de la supervivencia de un sistema que es, matemáticamente
hablando, insostenible, porque eso que llamamos crecimiento económico
tiene como frontera el mismo planeta, y antes o después habremos de
cambiar a otro modelo, cualquiera, pero sostenible. Por favor,
reflexione.
Usted,
y en eso tal vez no nos parezcamos todos los seres humanos,
posiblemente se sentirá atraído por la idea de pasar a la historia,
de ser recordado no sólo como un banquero más, uno entre cientos,
uno del montón, por poderoso que llegue a ser, sino como alguien
merecedor de ser conservado en la memoria colectiva de nuestra
especie a lo largo de los siglos. Ese puesto lo ocupará el banquero
o banqueros que sepan adelantarse a la historia, que no se queden
encerrados en la acumulación de riqueza, sino que sepan plantear,
con imaginación e inteligencia, un modelo de convivencia que redunde
en bienestar social. No le hablo, supongo que ya lo sabrá, de
repartir generosamente su riqueza, de poco serviría a largo plazo,
sino de crear mecanismos que aseguren la paz, el bienestar y la
cultura entre los seres humanos. Mantenemos en la memoria los miles
de años de hambre y miseria de nuestra especie pero actualmente
tenemos, por primera vez, todas las herramientas tecnológicas
necesarias para crear un verdadero paraíso en la tierra. Por favor,
reflexione.
Nuestros
mundos y nuestras vidas pueden parecer muy alejados y diferentes,
pero compartimos mucho más de lo que imaginamos. Usted o yo podemos
caer víctimas de una enfermedad, y tal vez nos espere una muerte
evitable si determinado laboratorio, tal vez incluso uno cercano o
dependiente de su banco, no ha fabricado ese medicamento que nos
podría curar, porque no es rentable por ser demasiado efectivo, el
mejor cliente es el enfermo crónico, sin duda sabe que esas cosas
suceden a diario. Ambos podríamos morir víctimas de la codicia, y
de poco le serviría su enorme fortuna, no se podría desarrollar ese
medicamento en semanas. Usted, como yo, puede ser víctima de
cualquier acto delictivo, y nos puede costar también la vida. Como
sabrá, la delincuencia es endémica donde campa la pobreza y la
frustración, y son las llamadas sociedades del bienestar las más
seguras en ese sentido. Por supuesto, usted puede pagar escoltas y
hasta ejércitos, pero el rencor que millones de personas van
acumulando hacia usted y su profesión es tan peligroso como
imprevisible.
Usted, como yo, toma
a diario alimentos envasados en recipientes que ya sabemos que son
tóxicos a medio y largo plazo, posiblemente conocerá el resultado
de los análisis hechos a eurodiputados hace unos años, en los que
detectaron hasta setenta componentes tóxicos, a pesar de ser todos
ellos personas que habían llevado una vida materialmente acomodada.
No contamos todavía con la tecnología para eliminar esos tóxicos,
ni se dedican apenas medios a investigarlos, hay quien considera que
no son rentables dichos estudios. Esos venenos que circulan por su
sangre y la mía nos condenan a ser las primeras generaciones de un
ser humano tan consumido como consumista, y da como resultado que ya
el 40% de los hombres europeos tengan problemas de fertilidad, y que
vayan naciendo generaciones de seres débiles y condenados a la
extinción.Exactamente el mismo porcentaje padece algún tipo de
alegia hoy en día en europa, hace setenta años era apenas el 4%. No
deja de haber una cierta justicia poética en el hecho de que seamos
los ciudadnos del Primer Mundo los más intoxicados por nuestra forma
de vida. También sucedió antes entre los patricios, la aristocracia
de la antigua Roma, víctimas de las lujosas y carísimas tuberías
de plomo para canalizar el agua a sus viviendas. Los plebeyos, que
bebían el agua directamente de los pozos, sobrevivieron.
Como
ve, tenemos en común mucho más de lo que, en principio, podríamos
pensar. Por ello le invito a cambiar, aunque sea levemente, su punto
de vista, que sin duda condicionará sus acciones. En unos años
usted, como yo, no seremos más que el recuerdo de nuestros actos,
nada más, poco importará que nuestra tumba sea de mármol, simple
tierra o cenizas al viento. No tiene sentido acumular cuanto ni
podremos disfrutar ni hará que sobreviva de nosotros un recuerdo
amable en quienes nos den sepultura. Muy posiblemente no recordará
usted el nombre de ningún gobernador británico de la India mientras
fue colonia británica, pero Gandhi está en su memoria, en la mía y
estará también en la de nuestros descendientes. Ese es el destino
humano, y no lo digo en un sentido idealista o metafórico, a través
de la ciencia ya hemos podido demostrar, matemáticamente mediante la
Teoría de Juegos, y neurológicamente con el descubrimiento de las
neuronas espejo, la importancia de la sociedad en nuestra especie.
Hoy en día sabemos que una decisión, del tipo que sea, tomada por
todos los ciudadanos, en vez de por una élite, sin importar su
ideología, es siempre la que tienen menos posibilidad de error. Nada
somos los unos sin los otros, y llegados al punto de desarrollo en
que nos encontramos, sólo los que lo comprendan sabrán navegar en
la historia futura. Quienes se opongan, las llamadas personas
neofóbicas, conseguirán retrasarlo, tal vez unas décadas, tal vez
un siglo, pero no podrán detenerlo, nunca pudieron antes. El resto
de la Humanidad seguirá su camino, antes siervos, después
ciudadanos que delegaban las decisiones en la clase política,
quieren ahora ser ciudadanos que tomen las decisiones que les
afectan, y lo conseguirán, porque han elegido el camino que está en
la misma estructura de su especie, la colaboración y el apoyo mutuo.
El motivo de la
presente no es otro que invitarle a que se informe, a que reflexione,
y pueda participar de ese cambio, de ese paso evolutivo, que espero
sepa comprender y del que depende nuestro futuro y el de de nuestros
descendientes.
Sin
otro particular, le saluda atentamente;
Un
ciudadano.
Nekovidal
– ARTES LIBRES - nekovidal@gmail.com
PO
ANDA QUE TÚ . . .
Él
le dice: Despiértate.
Ella
contesta: Prefiero seguir soñando.
Él
le dice: Levántate.
Ella
contesta: Prefiero seguir tumbada.
Él
le dice: Olvídalo.
Ella
contesta: Prefiero seguir pensando en ello.
Él
le dice: Tienes que cambiar de actitud.
Ella
contesta: Po anda que tú . . .
María
C.G.C.
PO
ANDA QUE TÚ . . .
Se
cuele contar que Borges, ya ciego en los últimos años de su vida,
tenía por costumbre burlarse de su propia ceguera, tomándose con
humor su desgracia.
Aunque
no es seguro si la anécdota fue real o no y si fue narrada por el
propio escritor u otra persona, se cuenta que un día, estando
Borgues solo esperando para cruzar la Avenida 18 de Julio de Buenos
Aires, el doble de ancha que el Paseo de la Castellana de Madrid,
sintió como alguien le tomaba del brazo y se dispusieron a pasar al
otro lado. En el minuto escaso que duró la travesía Borges oía
pitidos, frenazos, gritos e insultos de todo tipo, sin acertar a
comprender muy bien a qué se debían. Al llegar al otro lado, quien
le había cogido el brazo para cruzar se separó limitándose a
decir: “Muchas gracias”.
Hasta
aquí la versión oficial de la anécdota. Lo que es menos conocido
es que el compañero de cruce y cruzada de Borges era un hombre ya
mayor, andaluz, que se había desplazado a Buenos Aires para visitar
a familiares que habían emigrado a esa ciudad muchos años antes y
que, al comprender ambos la situación, que dos ciegos se habían
jugado la vida cruzando la ancha avenida, se produjo el siguiente y
escueto diálogo:
“Pero
. . .¡es usted ciego!”, exclamó Borges.
Haciendo
uso de la imperecedera gracia de su cultura andaluza el anciano se
limitó a contestar: “Po anda que tú . . .”
Nekovidal
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