domingo, 2 de julio de 2023

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD.



"La tristeza manchada", de Chūya Nakahara (Japón, 1907-1937)

Sobre la tristeza manchada
caen hoy otra vez copos de nieve.
Sobre la tristeza manchada
hoy hasta el viento pasa.

La tristeza manchada
es como la piel del zorro.
La tristeza manchada
se encoge bajo la nieve que cae como polvo.

La tristeza manchada
nada desea ni nada suplica.
La tristeza manchada
sueña en la muerte, con tedio.

Temo la tristeza manchada,
y me duele.
La tarde cae en la tristeza manchada
sin que yo pueda hacer nada...

Chūya Nakahara, incluido en Antología de la 
poesía moderna del Japón (1868-1945) 
(UNAM, México, 2010, selec. y trad. 
de Atsuko Tanabe).
https://franciscocenamor.blogspot.com/

TEMAS TERTULIA 7-7-2023

FUEGO

EL TELEGRAMA

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


Nadie ha conservado jamás largo tiempo un poder ejercido con la violencia. La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano." (Voltaire)

                                         

TEXTOS TERTULIA 30-6-2023

GATOS

CHOCOLATE

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



GATOS


Los gatos han dado mucho juego en nuestro idioma; no sólo son esos felinos acompañantes de brujas cuando su pelaje es negro, también existen gatos hidráulicos, gatos mecánicos e incluso su diminutivo, gatillo, nos resulta útil. Analizar las expresiones en las que se utiliza la palabra gato con segunda intención es harina de otro costal: llevarse el gato al agua, comerte la lengua el gato, haber cuatro gatos…


De todas -que son casi infinitas-, hay una a la que quiero dedicarle unas letras, es la que dice «aquí hay gato encerrado»; pero más que homenajear la expresión en sí, me gustaría darle una vuelta a través de dos frases muy frecuentes que, aunque suenan a benevolencia, siempre, siempre, siempre (no hay dos sin tres) llevan morrongo contenido.


La frase que elijo en primer lugar nunca nos es dicha cara a cara, se utiliza a una tercera persona para que te la haga llegar, alguien que te conoce y con quien tienes buena relación; la dice con voz doliente poco después de que quien la pronuncia haya tenido un enfrentamiento contigo y te haya echado un órdago que has rechazado, toca tus oídos en otra voz y a modo de disculpa: «me he confundido con fulanita/o». En realidad, nada tiene que ver con una sincera disculpa, se trata de intentar que bajes la guardia, es decir, que humilles para proceder fácilmente al descabello. El gato que encierra es manipulación pura y dura acompañada de ira por no haber ganado la partida. Ni se te ocurra fiarte.


Y voy con la segunda que también hay que tenerla en cuenta, pues, aunque menos retorcida, ya que no es posterior al enfrentamiento, te puede hacer tambalear. Esta sí te la dicen de frente, generalmente aliñada con algo de condescendencia, unos cuantos gramos de superioridad y kilos de prepotencia desmedida: «sé razonable», soltado así, en plena discusión. Lo que en realidad quiere decir es: «me he quedado sin argumentos para convencerte de que hagas lo que yo quiero, así es que a ver si lo consigo llamando insensatez a tu manera de ver las cosas». Mismo gato encerrado, manipulación pura y dura y una flagrante intención de imponer criterios o lo que es lo mismo, mandar. En este caso, lo mejor es pedir tiempo muerto y darte espacio para pensar, le vendrá muy mal a quien te intenta manejar, pero será beneficioso para ti.


Recuérdalo, si alguien no da la cara y manda a otro en su lugar para decirte que se confundió contigo o si mirándote de frente trata de convencerte de lo irrazonable de tu criterio, no le busques tres pies, no entres a jugar al gato y al ratón, asume que quieren darte gato por liebre y sal corriendo en dirección a la siguiente vida, hasta la séptima aún queda.


30/junio/2023 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»

GATOS

Esos animales esquivos, independientes y aparentemente ariscos a los que hay que conocer para apreciar.

Nunca había tenido un gato, siempre había vivido con perros, pero una gata llegó a mi vida sin avisar, más teniendo en cuenta que soy alérgica, me dijeron “prueba que igual no te afecta”, y bueno, lo intenté sin mucha intención de que se quedara la verdad, por no hacer un feo a quien me la trajo, el destino quiso que tuviera un accidente, se cayó de la ventana de mi quinto piso al patio de manzana un domingo uno de agosto, con todos los bajos cerrados y teniendo que llamar a los bomberos para rescatarla, la cara del bombero que me la entregó, lo decía todo, pero aún así me la llevé al hospital veterinario para ver que se podía hacer, vejiga reventada, caderas y patas rotas, no presagiaba que fuera a sobrevivir, pero tras tres días en cuidados intensivos ahí estaba, tan pequeñita y con esos ojos tan vivos que transmitían ganas de vivir. Tras más de un mes en una gatera especial y con todos los cuidados necesarios, volvió a caminar despacito y en poco tiempo volvió a ser la que era y ya no podía despegarme de ella, tuve que empezar a tomar antihistamínicos por la alergia pero no podía hacer otra cosa, conmigo era la gata más cariñosa del mundo, no así con los pocos visitantes que venían por mi casa, más de una noche tenía que cambiarme la parte de arriba del pijama porque me chupeterreaba sin parar mientras ronroneaba hasta que se quedaba frita sobre mi pecho. Me acompañó en un momento en el que la soledad me traspasaba el alma y siempre estaba pendiente de mi, dándome todo su cariño. Alguna trastada me hizo también, tuve que esterilizarla porque me marcaba toda la casa cuando empezó a estar en celo y ahí volvió al hospital donde habían conseguido salvarla, se recuperó en seguida y solucionamos el tema del marcaje, éramos ella y yo, nos íbamos juntas a la cama, dormíamos juntas la siesta en el sofá y ella se entretenía mirando por la ventana el tiempo que se quedaba sola mientras yo trabajaba. El destino quiso que poco después de cumplir los dos años empezará a tener problemas en su corazón y aunque lo intentamos con un tratamiento, no llegó ni a acabar la primera semana, un día al llegar del trabajo me la encontré muerta tras la puerta de la cocina, aún recuerdo la sensación de su cuerpecito sin vida en mis brazos mientras lloraba desconsoladamente abrazándola, la enterré donde había enterrado a mis perros esperando que la acompañaran en su viaje y no se sintiera tan sola y volví a mi casa con la sensación de haber perdido a un ser muy especial.

Tita, que así se llamaba, me enseñó a apreciar a los gatos, me enseñó otra manera de amar, ni mejor ni peor, simplemente diferente y desde que ella llegó a mi vida los gatos se convirtieron en otros de mis bichitos preferidos. Gracias Tita por enseñarme tanto en tan poco tiempo, siempre serás mi gatita preferida. Ahora tengo algún que otro gatito preferido, pero esa es otra historia.

Eva Camba Paz



GATOS

Menos mal que sólo soy un gato

Ya sé que soy tan sólo un gato. Vivo con un grupo de humanos desde tres días después de nacer, cuando fui brutalmente separado de mi madre y mis hermanos.

Ya tengo cinco años, y mi idea sobre los humanos no ha mejorado en absoluto desde entonces: son realmente estúpidos, y lo que es peor, crueles. Creen que los gatos y los demás animales no podemos pensar y comunicarnos, el engreimiento es otra de sus virtudes, pero nada más lejos de la verdad; tenemos que ocultar nuestras capacidades ya que la experiencia nos ha demostrado que los humanos temen aquello que no llegan a comprender, y destruyen todo lo que les produce temor; si se enteraran, nos someterían a crueles experimentos o, simplemente, nos exterminarían, como ya han hecho con otras muchas especies, e incluso con tribus enteras de sus semejantes.

     El grupo, familia, como lo llaman ellos, con que vivo, no tiene problemas de alimentación y viven, materialmente hablando, muy bien, pero es asombrosa su obsesión por perder el tiempo trabajando más para comprar más cosas que luego no tienen ni tiempo ni interés en usar.

El jefe del grupo es abogado, una extraña profesión que consiste en mentir lo mejor posible para defender a otros humanos que han hecho algún daño al grupo donde viven, a fin de que no sean encerrados en jaulas que ellos llaman cárceles; lo más curioso es que Roberto, que así se llama mi amo, considera un verdadero triunfo personal que un asesino defendido por él quede libre, siendo el hecho de su culpabilidad o inocencia algo secundario para él. Nunca he logrado comprenderlo.

Julia, mi ama, es funcionaria, a veces me lleva en una cesta al lugar donde trabaja para que sea manoseado impunemente por sus amigas. Por lo que pude deducir, su trabajo consiste en salir a desayunar y comprar el periódico, leer el periódico, comentar con sus compañeras el periódico, pintarse las uñas, y protestar ante su jefe, que aparece dos días a la semana por la oficina, de la cantidad de trabajo que se va acumulando por falta de personal; ocasionalmente escribe, entre suspiros, algo en el ordenador.

Los niños, por su parte, acuden a un edificio sumamente ruidoso por su presencia que en una ocasión, siendo muy pequeño, tuve la desgraciada oportunidad de visitar, uno de los días más terribles de mi infancia. Allí, teóricamente, han de ser instruidos por un grupo de adultos llamados profesores para saber enfrentarse, cuando sean mayores, a las dificultades que les presente la vida. En la práctica parece ser un lugar donde son depositados los niños para que sus padres puedan descansar hasta el siguiente encuentro con ellos, pues los humanos rara vez consiguen convivir en armonía con sus crías, desbordados por la energía que éstas desprenden.

Los seres humanos son, y esto ni ellos mismos lo niegan, seres muy, muy extraños.

Y si creen que exagero, les contaré como es una semana cualquiera con el grupo de humanos con que vivo, una pareja y dos crías que, a pesar de tener ya cuatro y siete años se encuentran, como todos los humanos a esa edad, en un muy primitivo y lamentable estado de desarrollo.

El lunes comenzó como todos los lunes: gritos para despertar a los niños, que ya por costumbre se agazapan debajo de las sábanas en cuanto oyen las voces de sus padres. Roberto, malhumorado, murmurando: "Joder, otro lunes", y Julia que, con los ojos semiabiertos, le mira y no dice nada. Éste suele ser el día de las peleas matrimoniales que, sistemáticamente, sólo abarcan dos temas: que ella gana más en su trabajo que él en su bufete, lo cual, no sé porqué, molesta sobremanera a mi amo, y un antiguo novio de Julia, que ella ya tiene más que olvidado pero que mi amo se resiste a dejar en el baúl de los recuerdos; el esquema es, invariablemente, cada lunes, el mismo:
-"Márchate con él si tanto le querías".- dice mi amo al tiempo que disimula su miedo ante la sola idea de ser abandonado por Julia.
-"Déjame en paz".- responde ella aparentando indiferencia, pero halagada por el ataque de celos de su marido.
Yo suelo optar por marcharme al jardín y esperar, pues ya he tenido oportunidad de comprobar, cuando era más joven, que los humanos son propensos a descargar sus iras en cualquier víctima inocente, y aún recuerdan mis riñones alguna injusta patada de lunes.

Los martes no son mucho mejores, el ambiente en la casa es todavía tenso, y sólo el ruido de los juegos de Rebeca y Andrés, los hijos de mis amos, dan una nota de humor que, cuando deciden sustituir sus juguetes por mi cansado cuerpo, se transforma en humor muy negro.

Los martes por la noche mi amo ve, invariablemente, su programa favorito en la televisión, una extraña máquina que obsesiona a los humanos pero posee la virtud de mantenerles callados, con lo cual dejan de decir sandeces durante un tiempo.
Se trata de un curioso programa, que ellos llaman informativo, que cuenta como viven, o mejor dicho, sufren, las personas en otras partes del planeta.
Eso que ellos llaman guerra es una de las tantas cosas sobre los humanos que todavía no he conseguido comprender del todo.
Los gatos tenemos nuestras disputas, desde luego, si llega un forastero a poner en tela de juicio los derechos de algún gato de nuestro barrio habrá una terrible pelea, desde luego, pero será entre ellos dos, a ninguno se le ocurriría decirnos que todos los demás gatos debemos luchar, como hacen los soldados humanos, para mantener sus privilegios, por otra parte, también es cierto que ninguno de nosotros sería tan necio como para hacerles caso.
Mi amo finge interés durante todo el programa, pero yo he observado que las pupilas se le dilatan especialmente cuando salen escenas monstruosas de sus hermanos de especie destrozados por alguna de sus mortíferas máquinas para matar . . . y su mirada me da miedo.

El miércoles pasado fue un día un tanto especial: hubo una extraña visita. Era un señor bajito y malhumorado con el que, a pesar de su manifiesta impertinencia, mis amos se mostraban muy amables y condescendientes, y resultó divertido ver el temor de mi amo a pesar de ser mucho más fuerte que ese al que definieron, una vez se hubo marchado, como "jodido inspector de Hacienda". No llegué a comprender cual era el tema que trataban, pero entre mis amos se creó un ambiente de complicidad ante el enemigo común que consiguió, por fin, hacer desvanecer los restos de la pelea del lunes.

Esa es otra de las curiosidades humanas: la necesidad de un enemigo común para lograr reconocer a sus propios amigos.

El jueves fue un día muy bullicioso. Mi amo apareció por casa cargado de regalos, pues había ganado un caso y, según él, debía celebrarse que un ladrón volviera a estar libre. Hubo regalos para todos: para los niños sofisticados juguetes electrónicos, con los que acabará jugando mi amo pero, y esto es realmente curioso, sólo a escondidas cuando no haya nadie en casa; es extraño que se avergüence de jugar, noble costumbre que los gatos conservamos durante toda nuestra vida, y no se avergüence, sin embargo, de su canallesco trabajo.

El regalo para mi ama fue macabro y de mal gusto: un abrigo hecho con pieles de animales que, tras olerlo, pude comprobar, aliviado, que no eran gatos. Otra rareza humana. Y a sí mismo se obsequió mi amo con un enorme aparato de gimnasia que, a buen seguro, no utilizará hasta el comienzo del verano, cuando vaya a asarse, untado en grasa, bajo el sol de alguna playa; entonces descubrirá, como cada año, que en las personas abúlicas como él, la gastronomía no es buena compañera de la estética.

El viernes suele ser un día animado dentro de la monotonía semanal; como los niños no tienen que madrugar al día siguiente para ir a la escuela, se quedan hasta tarde viendo la televisión con sus padres. La elección de los programas suele ser motivo de disputa, pero ésta nunca pasa a mayores: se termina viendo, simplemente, el que ha elegido mi amo, que suele ser alguna violenta película de acción. Dentro de unos días, en cuanto tenga ocasión, les dará a sus hijos un discurso sobre lo malo de pelearse en la escuela, y que todo se puede solucionar mediante el diálogo; los niños le escucharán boquiabiertos, pero no por asombro ante su madurez y sabiduría, como él cree, sino porque no aciertan a compaginar en su infantil cabeza humana lo que dice su padre con lo que él mismo hace.

En cualquier caso yo pagaré, como siempre, las consecuencias, ya que los niños se empeñarán en repetir conmigo las crueles escenas que han visto en la pantalla y, claro, a mi siempre me toca el papel del malo.

A los sábados los llamo yo el día sorpresa, porque nunca se sabe como va a terminar. Por la mañana dejan a los niños en casa de sus abuelos y mis amos se marchan a lo que ellos llaman divertirse que consiste en comer y beber excesivamente para poder, a la mañana siguiente, caminar defectuosamente.
Sobre lo que en mi pobre naturaleza hacen una vez que vuelven a casa mencionaré tan sólo un patético ejemplo: cuando mi amo se empeñó en perseguirme por toda la casa para ponerme una de sus ridículas prendas de vestir, una corbata, y acabó siendo rescatado del tejado por los bomberos, en parte fue divertido.

Pero no crean que soy un pesimista, ya sé que hay humanos buenos y razonables pero, a pesar de ser mayoría, su voz rara veces se oye, ahogada por los gritos y vilezas de una minoría obsesionada por el poder, como el más miserable gato pendenciero.
Aunque no cabe duda que desde un punto de vista ecológico, el ser humano es una de las especies más dañinas que se han dado en este planeta en todos los tiempos, ayer por la tarde, mientras estaba solo en casa, observé desde la ventana donde estaba sentado dos hechos que me hicieron meditar mucho sobre la naturaleza humana: al cruzar la calle un joven minino, hijo de una familia de gatos que viven en la calle desde hace años, fue atropellado por un coche. El conductor, un jovencito humano con una música estridente en su coche, en compañía de otros tres igualmente ebrios y ruidosos, no sólo no frenó para evitar el atropello, sino que giró para provocarlo, tras lo cual profirieron un extraño grito de alegría. Fue realmente horrible . . .
Yo no podía salir para ayudarle, encerrado como estaba, y me limité a subir a la azotea, desde donde comencé a llamar con maullidos a los padres del gatito, pero antes de que llegaran se acercaron a auxiliar al herido una anciana humana con quien parecía ser su nieta. Lo recogieron con cuidado y se dispusieron, por lo que pude oír, a llevarlo a un veterinario mientras le acariciaban para aliviar su dolor y consolarle.
Eso es lo más extraño de los humanos: que en la misma especie conviven los seres vivos más crueles y destructivos y también los seres más nobles, amables y solidarios. Y eso es lo único que me permite seguir confiando ocasionalmente en ellos y en el futuro que puedan brindar a nuestro planeta. Algún día aprenderán a tratar a sus semejantes más egoístas y crueles como a enfermos que son, olvidando el erróneo concepto de maldad.
Algún día aprenderán con respecto al resto de la naturaleza y a sus propios semejantes la primera y más importante norma de convivencia, la más simple pero difícil de llevar a cabo: saber vivir y dejar vivir.

Hoy es domingo y todos se han ido de paseo al parque. Aquí, acurrucado sobre la alfombra, pienso en mi vida, la vida de los humanos, y la vida en general. Pienso que tal vez yo sólo sea, como dicen ellos, un animal irracional, tan sólo un gato que no puede comprender muchas cosas de la existencia humana.
Pero a veces también pienso: menos mal que sólo soy un gato.

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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CHOCOLATE

Con

Humor

O

Con

Obstinación

Levantémonos

Ante

Tanta

Estupidez


Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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                                       MATA-PITA-GURU-DEVA

Convencida de la inmortalidad,

el día que abandone mi cuerpo será una fiesta.

Los ángeles me envolverán con su silencio

y caminaré segura de vuelta a casa.

Mi madre y mi padre me estarán esperando

y mi gurú me abrirá las puertas del Cielo,

el Cielo donde habita la Conciencia Pura.

Mata-Pita-Gurú-Deva. Todos estarán allí.


Un Deva es un ser divino. La tradición hindú explica que para llegar a la Divinidad necesitas de la madre (mata), el padre (pita) y el gurú.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.




 
 

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


Yayoi Kusama, la artista de 94 años que convierte su enfermedad mental en arte, llega al Guggenheim

  • La exposición 'Yayoi Kusama: desde 1945 hasta hoy', es una muestra compuesta por 200 obras de la artista japonesa que inundan desde este lunes el Museo Guggenheim de Bilbao en la única retrospectiva de la artista de tal calibre en Europa



'Canción de una adicta al suicidio en Manhattan', obra creada en 1999 por Yayoi Kusama'

Canción de una adicta al suicidio en Manhattan', obra creada en 1999 por Yayoi Kusama ELDIARIO.ES/EUSKADI

Maialen Ferreira

26 de junio de 2023 21:45h
Actualizado el 27/06/2023 05:30h 

La artista Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1929) lleva desde los años 70 internada en un hospital psiquiátrico de forma voluntaria. Un retiro que decidió al volver a su Japón natal después de haberse hecho un nombre dentro del entorno artístico neoyorquino y que no le ha impedido seguir creando y exponiendo, al contrario, le ha permitido conocer su enfermedad y sus miedos y convertirlos en arte. “Kusama estaba agotada, tenía una depresión profunda después de la muerte de su padre y de su amigo, el también artista Joseph Cornell. Ahí se da cuenta de que la idea del suicidio era una constante y que aunque el suicidio y las alucinaciones siempre fueron algo constante en su vida, en ese momento decide autointernarse para protegerse a sí misma. Encuentra ahí el lugar que le da esa tranquilidad para poder seguir trabajando. Crea un arte curativo y ese es el espacio y el entorno que le permiten trabajar, lo cual es tremendamente inteligente. Sabe que tiene un problema, pero busca y encuentra la solución”, explica Lucía Agirre, curator junto con Doryun Chong y Mika Yoshitake de la exposición Yayoi Kusama: desde 1945 hasta hoy, una muestra compuesta por 200 obras —pinturas, dibujos, esculturas, instalaciones y material de archivo que documentan sus happenings performances— de la artista japonesa que inundan desde este lunes el Museo Guggenheim de Bilbao.

A sus 94 años, Kusama apenas puede moverse. Antes de la pandemia bajaba al estudio que tiene muy cerca del hospital psiquiátrico en el que vive, pero hace un par de años que crea sus obras desde su habitación. “Es incansable, infinita a pesar de su edad”, confían Doryun Chong y Mika Yoshitake, que han trabajado junto a ella los últimos cuatro años para dar vida a la única exposición de tal calibre que podrá verse en Europa. La muestra incluye desde los primeros dibujos que realizó siendo una adolescente durante la Segunda Guerra Mundial hasta sus obras inmersivas más recientes. “Es la retrospectiva definitiva de Kusama, en la que el público podrá ver obras que hasta ahora no se han compartido”, asegura Suhanya Raffel, directora del Museo M+, de Hong Kong, pinacoteca que también acogió esta exposición y que ha trabajado conjuntamente con el Guggenheim para traerla a Bilbao.

Hasta ahora todas las exposiciones retrospectivas que se conocen de la artista se han realizado según criterios cronológicos, sin embargo, la del Guggenheim también está dividida temáticamente. La producción creativa de Kusama se muestra en torno a los grandes temas y preguntas que a lo largo de su vida han guiado sus exploraciones creativas: Autorretrato, Infinito, Acumulación, Conectividad radical, lo Biocósmico, la Muerte y la Fuerza de la vida.

Las comisarias de la exposición Mika Yoshitake (i), Doryun Chong (d) y Lucía Agirre (c) ante varias obras de la artista japonesa Yayoi Kusama, una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo, en el Museo Guggenheim Bilbao, donde ha presentado este lunes una exposición retrospectiva dedicada a la artista japonesa . EFE

Perteneciente a una familia de clase media, pero acomodada de Japón, Kusama decide romper los esquemas impuestos en su familia y se aleja del futuro que se esperaba de ella emigrando a Nueva York en la década de los 50. Antes de abandonar su casa, rompe todas las obras creadas hasta aquel momento, por miedo a que su madre las destruyera antes y porque estaba segura de que lo que crearía una vez llegara a 'la tierra prometida' sería mejor. Uno de los objetivos de la artista era dejar de lado los egos y enfrentarse a sus miedos: por un lado, el sexo y por otro, la comida. Temía el sexo, según explica Agirre mientras recorre las salas del Museo, porque su madre le obligaba a espiar a su padre con sus amantes y, la comida, porque al llegar a Nueva York no tenía dinero suficiente para comprarla, ya que prefería gastar lo poco que conseguía en materiales para sus obras, aunque eso significara dejar de comer. Resultado de esos temores la artista crea collages y objetos misteriosos tridimensionales, como Sin título (Silla), 1963, una silla cubierta con símbolos fálicos e insólitas asociaciones eróticas. La artista también teme a su enfermedad, que le persigue desde pequeña en forma de alucinaciones que después convierte en esculturas y pinturas, incluso más que a la muerte.

A finales de la década de los 60, Kusama se aleja de lo material y se centra en la participación del público y la performance. Tras emigrar a los Estados Unidos adopta una postura inconformista y abiertamente provocadora. Se manifiesta a favor de los derechos de las personas LGTBI+, denuncia las discriminaciones de raza y de género, parodia y critica la política estadounidense y protesta contra la guerra de Vietnam a través de su arte de instalación y multimedia. Sus acciones, a menudo ligadas al desnudo, hicieron que la prensa y el público a menudo la calificara de forma negativa. Este tipo de creaciones también llegaron al diseño de moda, con colecciones creadas por la artista en grandes marcas como Louis Vuitton o Bloomingdales.

Vemos la inclusión de Kusama en el mundo de la moda y la performance, sobre todo todas sus acciones públicas en los años 60, acciones en las cuales luchaba por los derechos civiles. Por ejemplo, el primer matrimonio homosexual o acciones frente a la Catedral de San Patricio de Nueva York donde pintaba cuerpos desnudos mientras dentro estaban celebrando misa. Frente a la Bolsa de Nueva York se manifestó contra el envío de tropas a Vietnam y exigió que se parase la guerra. La exposición cuenta con material de estas etapas como prensa escrita, comunicados o fotografías”, detalla Agirre.

Las obras más simbólicas de Kusama son las creadas a partir de hipnóticos lunares. Cuando en 1960 explica por primera vez a qué se deben, los compara con cuerpos celestes y símbolos cósmicos. Con ellos pretende conectar el cielo y la tierra, lo macroscópico y microscópico, con el fin de revelar el misterio de la propia vida. “Para Kusama lo biocósmico es importante porque ella vive y crece en un entorno natural, en las montañas de Matsumoto. Sus padres se dedicaban a cultivar semillas y crece rodeada de invernaderos, plantas y de cambio de la vida, la muerte y el renacer”, indica la curator, que explica que para la artista las plantas son seres animados y así crea esculturas con formas vivientes a partir de seres que no existen.

Esa infancia rodeada de vida vegetal y efímera, que también estuvo marcada por las vivencias de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra hacen que la obra de Kusama aborde el umbral entre la vida y la muerte. A lo largo de su vida y, sobre todo tras la pérdida de su padre y su amigo Joseph Cornell los pensamientos sobre el suicidio van aumentando junto con su depresión. “Utiliza el arte como sanación. Habla de su salud mental en una época en la que no estaba normalizado hablar de ello. Muchos artistas no hablan de ello, pero se ve reflejado en su arte. Sin embargo ella no tiene ningún problema en hablar. Es una mujer que ha sabido ver los problemas que tenía y ha buscado hacer de ellos una fortaleza. Ella siempre se ha sentido cómoda para hablar de sus problemas y ha sido transparente. Afronta sus miedos a través de su arte. Es algo inspirador”, reconoce Doryun Chong.

Bajo esa premisa del poder sanador del arte, a partir de 1988 sus temas clave pasan a ser la fuerza de la vida y el sufrimiento que cura. En 1999 la artista aseguró que creaba “arte para la sanación de toda la humanidad”. Asimismo, crea obras repletas de colores vivos en las que celebra el amor y la vida y se enfrenta a sus pensamientos suicidas y a la muerte. Algo que ha cogido fuerza durante los últimos años, en los que la desolación sufrida por la humanidad durante la pandemia ha hecho que Kusama quiera recobrar la idea de supervivencia. Kusama, que sigue trabajando cada día en su estudio, ha realizado un escrito al Museo Guggenheim de Bilbao con motivo de esta exposición. “En este mundo caótico, usaré el poder del arte para expresar el deseo de paz y la magnificencia de la humanidad. Los corazones queman con una llama roja de amor, eterna e inagotable. Oremos juntos por amor”, dice la carta de una artista infinita que lleva la eternidad retratando el viaje entre la vida y la muerte.

https://www.eldiario.es/euskadi/yayoi-kusama-artista-94-anos-convierte-enfermedad-mental-arte-llega-guggenheim_1_10327674.html



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