domingo, 8 de octubre de 2023

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD

SONETO 126

Desmayarse, atreverse, estar furioso,

áspero, tierno, liberal, esquivo,

alentado, mortal, difunto, vivo,

leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,

mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,

enojado, valiente, fugitivo,

satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,

beber veneno por licor suave,

olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,

dar la vida y el alma a un desengaño;

esto es amor, quien lo probó lo sabe.


Félix Lope de Vega.(AÑO 1634)


"Tambor", de Marije Langelaar (Países bajos, 1978)


Aquel año nacimos en

un cuerpo.

Nos llamaba la atención que golpeábamos.

Golpeábamos el tambor.


Con cada golpe los pájaros se echaban a volar.

Con cada cuarta nota daba comienzo una nueva estación.

Con cada 16ª nota yo paría a un niño.


Así vivíamos nuestra vida.

Nos arrancábamos los años.

¡Tan tan tan!

Golpeábamos el tambor.

Golpeábamos con calma el tambor.

Porque era lo que habíamos aprendido.

Golpeábamos el tambor.


¡Tan tan tan!

Los pájaros se echaban a volar.

¡Tan tan tan!

Una nueva estación.

¡Tan tan tan!

Otro niño.

¡Tan tan!


Cuando los cuerpos empezaron a deformarse, golpeamos entonces

más fuerte, contra las estrías, las arrugas

nuestra mermada fertilidad, la rigidez en la pierna.

¡Tan tan tan!

Pero el niño seguía sin llegar.

Golpeamos entonces aún más fuerte. Nuestro golpe se volvía

algo enconado,

hasta que paramos en la nota 428ª.

Nos miramos y a todos los niños que

habíamos parido,

niños salvajes y malvados,

con cabello salvaje y malvado.


Y miramos los árboles que habían empezado a crecer

entrelazados.

Un lío monumental.

Los pájaros que esperaban nerviosos sobre una rama

nuestro siguiente golpe.


Pero no golpeamos.

Ya no golpeamos más.


Nos miramos y talamos los árboles

construimos una casa, sepultamos hondo el tambor en la tierra negra como nuez.


Y empezamos a vivir. Pelamos y cocinamos los frutos

y le contamos a nuestros hijos la historia del tambor

y no golpeamos, no comenzaron las estaciones.

Los pájaros descansaban en un sauce alto.

Y todo estaba bien.


Y nos preguntábamos quién nos había entregado en un principio el tambor.

¿Quién nos había ordenado golpear? ¿Quién nos había traído a los pájaros, los árboles?

¿Nos había marcado el ritmo? ¿Y dónde habíamos estado antes? ¿Por qué?


Marije Langelaar en Vonkt (2017), incluido en Vallejo & Co. (14 de septiembre de 2021, Perú, trad. de Daniela Martín Hidalgo).


Otros poemas de Marije Langelaar

ArenaLiberación

https://franciscocenamor.blogspot.com/ 


TEMAS TERTULIA 13-10-2023

AMIGOS

SINCERIDAD

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

                                                    


TEXTOS TERTULIA 6-10-2023

APEGO

IMPONIENDO IDEAS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

                                           


APEGO


Las manzanas forman parte de nuestra historia, ya sea para contar cuentos, hablar de informática, explicar la causa del pecado o formular la ley de gravitación universal; qué bueno que Newton, bajo aquel árbol, dedujera que los objetos con masa se atraen.


Sabemos que no atrae con la misma intensidad la Tierra que su satélite y que en Marte un cuerpo pesaría aproximadamente la mitad que en nuestro planeta. No hay que obviar la sensación placentera que produce bañarse en el mar, donde la salinidad nos hace sentir más livianos, ni el gusto que da creer que volamos al descender a toda velocidad, dentro de un cachivache, una montaña rusa de cualquier parque de atracciones del mundo.


Pero el ser humano tiene un persistente y enfermizo empeño en ganar la batalla a la fuerza de la gravedad, y tanta importancia ha tomado ese objetivo que se ha contagiado a las relaciones humanas; ahora nos insisten en que trabajemos para ser lo más desapegados posible, para que no nos rocen las emociones de los demás y, así, poder desarrollar nuestro potencial que, según parece, ha sido limitado por todos cuantos nos han rodeado.


Yo, sinceramente, creo que nos estamos volviendo locos de individualismo y que, aunque existen ciertas personas con las que no tenemos nada que ver, algunas que nos hacen daño y otras cuya energía es incompatible con la nuestra, solos no somos absolutamente nada; se trata, eso sí, de elegir con quien, medir los tempos y darse la oportunidad, de vez en cuando, de reposar panza arriba en el mar muerto de nuestra soledad.


Ese desapego indiscriminado y a destajo que actualmente se divulga me parece insensato y cruel, ya que desapegados nos convertiremos en el chivo expiatorio de la naturaleza, que seguirá su curso sin remordimiento alguno y nos lanzará hacia la nada, del mismo modo que saldríamos despedidos hacia el espacio infinito si no existiera la fuerza de la gravedad que hace posible que sigamos apegados a la tierra y la transitemos.


08/octubre/2023 - Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»

                                                                              


APEGO

«Para liberarte del sufrimiento, libérate de los apegos». (Buda).

He sentido tantos apegos como necesidades, tanta necesidad de protección y cariño como debilidades ante la existencia. El apego me fortalece si lo identifico con amor y me debilita si lo identifico con dependencia, pero tardé mucho tiempo en comprender que ni eran lo mismo ni se parecían siquiera: el apego surge de la debilidad y la dependencia, el amor se basta a si mismo. Es fácil distinguirlos: el verdadero amor no espera nada a cambio, el apego espera protección, sartisfacción y bienestar.

Pero . . . ¿apegarse al amor es apego?

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APEGO

A una caricia, a una mirada cómplice, a un abrazo interminable, a un tipo de sentido del humor, al pan calentito y recién hecho, a meter la mano en un saco de legumbres, a respirar el aire tras una tormenta, al olor del muñeco de tu infancia, a una peli con matita con tu persona favorita un día de lluvia, a la salsa de tomate casera, a las almejas a la marinera, a la risa a carcajadas de un niño, a andar descalza sobre la hierba, a una palabra amable de un ser querido.

Tenemos tantos apegos a cosas, sensaciones, olores, sabores y personas que cuando nos faltan las echamos de menos como si formaran parte de nuestro ADN, pasan a ser necesidades inherentes a nuestra persona y las buscamos cada vez que queremos sentir un momento de felicidad, benditos apegos que hacen que nos sintamos en paz aunque solo sea por unos segundos, respirar, coger fuerzas para seguir y devolvernos las ganas de vivir.

Eva Camba Paz


APEGO


A MI HORIZONTE


Si me llamas

no perdonaré, lugar, ni ocasión,

ni voces, ni arenas, ni cielos.

En el mar me desnudaré,

empapada de montañas remotas

y de encendidas zumayas.

Surcaré tu corazón,

una estela hambrienta y de gavillas llena,

y de tu mano, seguro, esta hoguera

tendrá otro horizonte junto a la verde alberca,

que hallé en tus brazos.


    Mari Ángeles Castillo

                                              


APEGO


ME DAS TU SOMBRA

Contemplo mi sombra pensando en mí

y es una minúscula representación de un ser.

Contemplo mi sombra pensando en Ti

y se alarga como un ciprés.

Incluso la sombra de Tu sombra sobre mí

me hace participe de Tu plenitud.

Me basta, de momento, con Tu sombra

si es que todavía no puedo tenerte completamente.


Por pequeña que sea la conexión que tenemos con la Divinidad, incluso su sombra, es una inspiración para nosotros.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.

IMPONIENDO IDEAS

Absurdos 7

Bordeo los límites de mis espacios
Por fuera y por dentro
Volteando una nostalgia demasiado conocida
Como flores que esconden misterios

Quiero enmarcar sonidos, no palabras
Recordar el cuarto trasero donde escondimos
Pobres descubrimientos que no encajaban
En un mundo que alberga más miedos que esperanzas

Tentáculos que presionan insecticidas
Nuevos mayas que celebran un diciembre
Marcado por comunismos obsoletos
Y por pantanos diseccionados de mentira

Quedarse es siempre una opción segura
Torpedeada solo por preguntas incómodas
Solo queremos navegar en canoas, ¿tan malo es?
Inclinan sus cabezas bajo el peso de las dudas

Hurgan en heridas propias y ajenas
Dromedarios con complejo de camellos
Pavos plebeyos ansiando realeza
Vendidos por agentes pasivos del mercado negro

Caminas con calma, ya no de puntillas
Oteas el mundo desde un avión transatlántico
Ya no quieres prevenirte de dagas ni cuchillas
Y buscas un nuevo lugar para el pánico

Sara V.T.

https://iderinaweb.wordpress.com/

IMPONIENDO IDEAS

Algo cansado de que todo el mundo intente imponerme sus ideas religiosas, políticas, morales y hasta estéticas, he decidido imponerme a mi mismo la antiimposición de ideas, no admitir ni admitirme más ideas que las impresciendibles para vivir y dejar vivir. . . Llevo días buscando un tonel en los anuncios de segunda mano.

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

Los pobres arbolillos japoneses de Proust y el limonero de Nietzsche

  • Pensadores y escritores han encontrado inspiración en jardines o plantando sus propios huertos para crear sus obras o impartir clases a los alumnos tal y como recoge Damon Young en ‘Filosofía en el jardín’

Neus Tomàs

Ilustración de Patricia Bolinches

Ilustración de Patricia Bolinches

9 de septiembre de 2023 23:17h
Actualizado el 10/09/2023 05:30h 

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Si al acabar de leer este artículo echa de menos algún momento de lectura de este verano u otros anteriores ya puede decir que tiene algo en común con Marcel Proust. Son esos instantes que quedan interrumpidos por frases que han perdurado en el tiempo y que igual pronunciaban los padres del autor francés en Días de lectura como nuestro cuñado en el apartamento compartido: “Venga, cierra ya el libro, vamos a comer”.

Proust consideraba que los libros son como un recordatorio de los jardines perdidos. Ahora con una buena sombra ya serviría el paralelismo. Tal vez no podemos acordarnos de las frases pero sí de la historia. Sería algo parecido al recuerdo involuntario de su famosa magdalena (no querrán que hablemos de Proust sin citarla) pero en versión medio ambiente.

Siendo un joven autor, con 36 años, y aún bastante desconocido, el escritor vivía en una especie de cuartucho en París. Era 1907 y todavía no se había puesto con la que sería su gran obra, En busca del tiempo perdido’. En su habitación tenía tres bonsáis, unos “pobres arbolillos japoneses horrendos”, según su propia descripción. 

Este detalle es uno de los que aparece en Filosofía en el jardín’ (Ariel), de Damon Young, un ensayo que analiza la relación de grandes escritores con la naturaleza y cómo esta influyó en sus libros.  

Young relata que cuando Proust tenía esos bonsáis que había encargado comprar a su secretario, estos árboles estaban muy de moda como un elemento más del japonisme que gustaba tanto en Francia e Inglaterra. Pintores como Monet eran de sus mayores fans. A Proust lo que le fascinaba de la cultura japonesa era cómo desde la simplicidad conseguían despertar tantas emociones, entre ellas, los recuerdos. Decía que un bonsái, que en japonés significa literalmente árbol en bandeja, son árboles para la imaginación. En su caso, le trasladaban a un paisaje que nada tenía que ver con la realidad que veía desde su habitación parisina. Sobre si los orígenes de los arbolillos hay que buscarlos en Babilonia, China o Japón existe tanto debate que no seremos nosotros los que lo resolvamos.

Physis (φύσις)  era el término griego que servía para definir la naturaleza. Etimológicamente procede del verbo phyo que se ha traducido como brotar. En el libro de Young desfilan desde Aristóteles, que a veces impartía sus clases en un parque, a Platón, a quien les gustaba enseñar mientras paseaba, u otros pensadores como Epicuro, Heráclito o Heidegger para llegar a la conclusión que la naturaleza es una “esponja filosófica”. Absorbe las interpretaciones y ninguna de ellas puede considerarse perfecta puesto que es parcial por definición y a menudo complementaria de otra. Lo que sí puede considerarse como algo en común es que en épocas distintas, la naturaleza entendida como el paisaje o simplemente un jardín, ha actuado como un espacio de observación. Ayuda a los filósofos a pensar y a los novelistas a escribir. 

Los seguidores de san Agustín sabrán que se convirtió al cristianismo mientras lloraba debajo de una higuera. Nietzsche ordenaba sus pensamientos debajo de un limonero. En ‘Filosofía en el jardín’ se recuerda que su biógrafo Curtis Cate explica que a aquel árbol le llamaban el ‘Gedankenbaum’ de Nietzsche o el “árbol de los pensamientos”. El filósofo alemán confesó a un amigo que necesitaba “un cielo azul sobre la cabeza” para poder pensar. 

Simplicidad, simplicidad, simplicidad”

Otro filósofo, Jean-Jacques Rousseau, era aficionado a la botánica. Llegó a escribir un estudio, ‘Flora Petrinsularis’ sobre el ecosistema vegetal de Saint-Pierre, una isla situada en el lago suizo de Bienne. Explican que el autor de ‘El contrato social' se vestía con una extraña túnica y que con una lupa en la mano y un libro de un zoólogo suizo recorría los bosques examinando sus flores y plantas. Nada que ver con las fiestas en los lujosos salones de París.   

Siglos después, quien se inspiró frente a los jardines del Palais-Royal fue Colette, considerada una de las autoras de referencia en la Francia de la época moderna. Allí pasó su vejez. Young recuerda que años antes, la escritora compró una casa en Saint-Tropez (entonces no era un lugar de millonarios) y la escogió por el paisaje. Allí plantó tomates, menta y otras plantas aromáticas así como rosas rojas y amarillas, esas que para ella tenían un aroma “a tabaco fino”.

Aunque para huerto el de George Orwell. Esta nota de 1940 en su dietario prueba la importancia que le daba: “Más allá de mi trabajo, lo que más me importa es ocuparme del jardín, en especial del huerto”. Ya tenía problemas de salud y pese a la infección pulmonar trabajó en su jardín y en el huerto de la isla de Jura hasta que el cuerpo ya no le respondió y fue trasladado al hospital londinense en el que murió. 

En el libro de Young no aparece Henry D. Thoureau pero escribir un artículo sobre filosofía y naturaleza sin citarlo sería imperdonable porque el autor norteamericano ha ilustrado mejor que nadie esta vinculación. No hace falta irse a vivir dos años a una cabaña como hizo él ni escribir una obra tan magnífica como Walden’ (publicada en 1845) para entender que su lema preferido, “simplicidad, simplicidad, simplicidad” es ahora mucho más necesario que cuando él lo defendía. No debería ser tan difícil aunque no tengamos ni huerto ni jardín.

https://www.eldiario.es/cultura/pobres-arbolillos-japoneses-proust-limonero-nietzsche-cat_1_10491527.html


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