domingo, 1 de enero de 2023

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD.


"Asalto al tren del deseo", de Francisco Cenamor (España, 1965)


Siempre lo peor de viajar es volver

sentir esta caja de sangre sola y rota

no entender el verde del campo

ni las flores ni querer ver a nadie

llamar en cambio al llegar

al primer nombre de mujer

que tienes en la libreta

tal vez tener un arma

obligar a dar la vuelta al maquinista

saludar de nuevo a los amigos

no tener casa ni destino

vivir del cuento y la poesía

no volver nunca

no volver nunca

no volver nunca

no volver nunca


Francisco Cenamor en Ángeles sin cielo (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2003).

"Conocí el bien y el mal, pecado y virtud, justicia e infamia; juzgué y fui juzgado, pasé por el nacimiento y la muerte, por la alegría y el dolor, el cielo y el infierno; y al fin reconocí que yo estoy en todo y todo está en mi"

(Hazrat Inayat Khan)

                              

La exposición "Más allá de las dos orillas " se centra en dos aspectos fundamentales del momento actual del ser humano: Las dos orillas del Mar Mediterráneo como ejemplo de la situación de refugiados y emigrantes en todo el mundo, víctimas por igual de la desesperación y el desamparo, y las dos orillas de la mente humana, el pensamiento dual y dicotómico del ser humano que nos empuja a interpretar cualquier idea o situación en términos extremos de blanco o negro, bueno o malo, olvidando la enorme variedad de matices de pensamientos propios de una especie formada por seres únicos e irrepetibles. 

La exposición incluye pintura, escultura, collages y textos y tendrá lugar desde el 16 de diciembre de 2022 al 6 de enero de 2023 en la Sala Municipal de Nerja (Málaga).


TEMAS TERTULIA 6-1-2023

COMIDA

SINESTESIA

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

TEXTOS TERTULIA 30-12-2022

FOBIA

RESURGIR

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


LA FOBIA

Daniel sabía que debía decírselo y que seguir dando largas  al asunto sólo serviría para empeorar todo, sólo faltaban dos días para la boda. “Debo confesarte algo antes de la boda, pero no sé si seré capaz ...” dijo mirando fugazmente a Cristina. Ella, sonriente y segura de conocerle, preguntó con una sonrisa: “¿No me irás a confesar que eres gay?”. “No, que va, es otra cosa. . .”. “Déjalo, si te es incómodo, ya me lo dirás cuando te apetezca. Hemos vivido juntos tres años, creo que nos conocemos lo suficiente y nada que podamos descubrir el uno del otro cambiaría nuestra idea de casarnos, ¿o sí?” “No, no tengo ninguna duda sobre eso. De acuerdo, te lo diré, de alguna forma, pasado mañana durante la boda. No te preocupes, en realidad es sólo un detalle, pero. . .” Los dos días anteriores a la boda parecieron eternos para ambos, pero los mil preparativos no impedían que ocasionalmente la preocupante idea cruzara la mente de Daniel. Tenía que decírselo de alguna manera y tenía que hacerlo antes de llegar a la iglesia, pensó. Llegó el considerado gran día y todo parecía transcurrir dentro de la prefabricada armonía de las bodas urbanas: la llegada de los novios, los padrinos, los invitados, . . . Daniel había contado y ensayado meticulosamente los pasos que tenía que dar desde la entrada del templo hasta el altar y lo había hecho durante semanas, de tal forma que pudo llegar hasta el punto indicado sin apenas tropiezos. Pero una vez que estuvo ante Cristina, ésta comenzó a increparle en voz baja: “Pero ¿qué haces?, abre los ojos.” "No puedo", replicó Daniel, "no puedo". Tras insistir varias veces, ella optó, como última solución, por darle un pisotón, que consiguió que él inevitablemente abriera los ojos al tiempo que corría despavorido en dirección a la salida gritando: “Las cruces, las cruces. . .”

El pobre Daniel, estaurofóbico desde la infancia, creía tener controlada su fobia, su miedo irracional, en su caso, miedo a los crucifijos, pero descubrió, aunque tarde, que no era así.

Sólo hay un tipo de miedo más peligroso que aquellos que ya creemos controlar sin que sea así: los que forman parte de nuestra vida sin que sospechemos siquiera que nos acompañan.

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COSAS QUE APRENDÍ SOLO CON CALLARME


Siempre me gustó hablar, de hecho, creo que escribo para poder decir todo lo que pienso con la ventaja de medir los tempos e, incluso, releer para rectificar antes de poner algo de lo que luego me arrepentiría, cosa inviable cuando hablo. Pero hace poco me di cuenta de que no solo se trata de lo que digo, sino de cómo lo interpretan los oyentes; fue al salir del confinamiento y retomar las conversaciones sobre temas diferentes al encierro cuando comenzaron a rebotarme palabras dichas un tiempo atrás, y vi que me eran devueltas filtradas por otras mentes.


Si en algún momento había comentado la posibilidad de irme a vivir fuera de España, se daba por hecho la confirmación de que iba a hacerlo y si había dicho que no me gusta mucho el arroz, se traducía como odiar la paella. Tirando del hilo, caí en la cuenta de que las personas tratamos a los demás como nosotros pensamos que son, es decir, interactuamos con la imagen que tenemos de esa persona lejos de atender lo que desea mostrar el otro. En cuanto a los diálogos, es sabido que casi nunca prestamos atención a los demás para entenderles porque lo que hacemos, en realidad, es esperar para decir lo que queremos decir y punto, al más puro estilo Paco Umbral con su «yo he venido aquí a hablar de mi libro».


Así es que, visto lo visto, comencé el año callándome a destajo. Lo primero fue no responder algún mensaje de guasap que buscaba continuar una guerra fría ya obsoleta para mí; seguí por no atender al teléfono a quien presentía iba a escupir rabia sobre mí por no haber acatado sus órdenes; más tarde, durante una comida, aguanté sin responder a las continuas y variadas provocaciones que llegaban cortantes como cuchillos y olían a venganza; y hubo una en la que casi me felicité por ser capaz de seguir desayunando tranquilamente mientras escuchaba un discurso preparado a conciencia sobre unos hechos que no habían sido, pero que quien lo preparó iba a impartir a toda costa. Después vinieron muchos momentos más en los que descubrí cuanta paz genera en mí ese silencio a propósito, consciente, autoimpuesto; es una paz inusual que me evita entrar en explicaciones personales permitiéndome, además, observar a los demás sin las interferencias de mi carácter que, por cierto, ni son pocas ni son atractivas.


Transcurrido un buen período del año, decidí poner en práctica la máxima junguiana de «todo lo que nos irrita de los demás puede llevar a comprendernos a nosotros mismos» y hacerlo me generó un profundo agradecimiento hacia quienes tantas y tan grandes lecciones me estaban proporcionando.


Pero todas las cosas que aprendí solo con callarme se pueden resumir en una: los enfrentamientos se producen básicamente por el intento de que los demás, todos los demás -que me parece mucho pedir- no solo acepten como verdad absoluta la nuestra, sino que actúen como nosotros queremos que lo hagan para que encajen bien en nuestras expectativas y podamos vivir la historia como queremos que sea. Y es en ese intento de imposición donde, sin darnos cuenta, dejamos al descubierto nuestros complejos, nuestras inseguridades y nuestra necesidad de ser reconfirmados por otros, quedando patente que en lugar de aceptar nuestra individualidad y compartirla en un acto de generosidad, nos aferramos con uñas y dientes a la identidad que hemos creado para el público y que se diluye cuando no es revalidada por los espectadores.


Por supuesto que desde aquel desayuno silencioso me he seguido encontrando cada día situaciones en las que echar la cremallera y poner la lengua a buen recaudo, pero después de lo aprendido, cada silencio se ha convertido en la oportunidad de captar una perspectiva nueva de los seres humanos en general y de mí en particular. Poco tiene que ver la mujer en la que me estoy convirtiendo con la mujer que era al comienzo de aquel confinamiento para mí ya tan lejano, aunque esté a la vuelta de la esquina.


Creo que fue Aristóteles quien dijo: «Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras». A veces conviene hacer caso a los sabios. Mi propósito para el año que viene es seguir hablando poco y observando mucho. Ahora, con vuestro permiso y mis mejores deseos, hago mutis por el foro.

30/diciembre/2022 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»



BENDITA LLUVIA

23 DICIEMBRE, 2022 JOSEMARCELORUIZ

Por José Marcelo Ruiz

Llega el agua de lluvia que esperamos, la vemos caer de los tejados y correr lentamente sobre las calles, regando los jardines y los árboles de la ciudad. También penetra  en la tierra, cayendo sobre los campos y los huertos sembrados… Salen caudalosos los ríos, y entonces nuestra expresión es: ¡Bendita lluvia! Que como expresa el poeta: “Bello y bendecido es ese acto de amor: el cielo y la tierra se dan besos de agua”.

Sí, ha sido una bendecida agua la que ha caído, pero insuficiente. Porque, a fecha del 17 de diciembre 2002, el pantano de la Viñuela tenía sólo 17,57 hm3. No resuelve el problema de la sequía que padecemos desde muchos años atrás, y que, actualmente, se ha agravado. Desde que comenzó el año hidrológico en octubre, cada día, los agricultores han estado con su mirada puesta en el cielo, pero ha pasado el otoño sin llover, y, además, ha sido caluroso. Esto ha supuesto que los frutos, sobre todo la campaña de los tropicales como el mango y el aguacate, hayan padecido mucha dificultad para regarse y recoger su producción; viéndose muy afectados en la calidad, y se hayan malvendido.  

La solución para paliar la sequía es la desaladora, la cual ha entrado en trámite para elegir entre tres propuestas. Pero el problema, ahora, está en el tiempo de espera para ponerla en funcionamiento, que puede ser de tres años. Periodo que habrá que afrontar, y planificar con el objetivo de solventar la situación, porque afectará a la economía de la agricultura, así como para el mantenimiento del turismo. Y regular también cómo abastecer el consumo humano.   

Pensar en estas situaciones extremas de carencia de agua, refuerza la frase “el agua es vida”, que tantas veces hemos dicho, e invita a tomar conciencia de su buen uso y aprovechamiento. A nivel individual, podemos tomar medidas: utilizar electrodomésticos como las lavadoras y lavavajillas en programas ecológicos y cortos,  y que sean de consumo eficiente; evitar el uso excesivo de detergentes y químicos fuertes a la hora de limpiar; preferir alternativas ecológicas, biodegradables, que no alteren los ecosistemas; cambiar algunos hábitos  como cerrar los grifos cuando no  la usemos directamente; elegir la ducha a los baños; y preparar las viviendas para recoger las aguas pluviales en depósitos. En el ámbito agrícola, también podemos adaptar  los cortijos para almacenar el agua de la lluvia.

Las ciudades, para el aprovechamiento de las aguas pluviales, deben apostar por los Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS). Estos se han convertido en una solución oportuna para poner remedio a los inconvenientes que las lluvias copiosas provocan en los entornos urbanos, y como prevención de graves inundaciones. Además daría solución a la posible contaminación de los recursos hídricos por excesos de fosfatos y nitratos. Para ello, hay que adaptar las redes de alcantarillado para la conducción del agua a depósitos, lo que evitaría su pérdida en los ríos o en los mares. Almacenamiento de agua que se podría utilizar para la limpieza y el riego de jardines en las ciudades u otros servicios públicos. ¡TOMEMOS CONCIENCIA!

                                                                                   José Marcelo Ruiz

Este artículo se ha publicado en NOTICIAS 24 (Comarca de la Axarquía), el viernes, 23 de diciembre de 2022.  Mi agradecimiento personal al director del medio D. Francisco Gálvez por su interés en los temas de cultura, de opinión y pensamiento.

https://josemarcelopoeta.wordpress.com/2022/12/23/bendita-lluvia/


¿ Qué irá pensando ese hombre caminando solo por la vereda perdida ?

Que su salario no alcanza para su sustento
que es tan gregario en su propia soledad
que le da por ser interior cada viernes por medio
que por qué los quereres heridos.

¿Qué maleado pensamiento lo sojuzga?

Debo concederle su polifonía
cuando admira las grandes columnas
el gigante montaje de la razón y del orden
los ascensores de cuarenta pisos
las tortas cubiertas de crema en las vidrieras
debo concederle que quizá admire el progreso
con las manos en sus bolsillos desocupados
que siga enemistado con sus propios zapatos
que siga esperando...
que siga esperando vaya a saber qué.

Pero no puedo concederle
que yendo a ninguna parte
el hombre desierto en su pensamiento 
se sienta transitorio
no pueda avizorarse en la oscura noche
no se salga más allá de él.

Tal vez haya un dominante espejo que lo refleja
... pero no lo deja ver.

Autor: Juan Disante - Buenos Aires


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