domingo, 6 de febrero de 2022

VOCES entre VOCES

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"No tengo fuerzas para rendirme".

 Acción Poética

TEMAS TERTULIA 11-2-2022

MAR

METAMORFOSIS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


"AFRICA" Collage, Nekovidal

IN LÍMITE

Por el perdón del mar
nacen todas las playas
sin razón y sin orden,
una cada cien mares.

Yo nací en una playa
de África, mis padres
me llevaron al norte,
a una ciudad febril,
hoy vivo en las montañas,

me acostumbré a la altura
y no escribo en mi lengua,
en ciertos días del año
me dan vértigos y mareos,
me vuelve la llanura,

parto hacia el mar que puedo,
llevo libros que no
leo, que nunca abrí,
los pájaros escriben
historias más sutiles.

Mi mar es este mar,
inerme, muy temprano,
cede a la tierra armas,
juguetes, sus manojos
de algas, sus veleidades,

emigra como un circo,
deja todo en barbecho:
la basura marina
que las mujeres aman
como una antigua hermana.

Por él que da la espalda
a todo, estoy de frente
a todo con mis ojos,
por él que pierde filo,
gano origen, terreno,

jadeo mi abecedario
variado y solitario
y encuentro al fin mi lengua
desértica de nómada,
mi suelo verdadero.

Fabio Morábito


Fabio Morábito
 nació en 1955 en Alejandría. Es un escritor que ha cultivado la poesía, el ensayo y la narrativa de ficción. Actualmente vive en Ciudad de México.
Algunos de los poemarios de Fabio son "Lotes baldíos" y "De lunes todo el año"; como ensayista ha escrito importantes textos como "Antonin Artaud" y como narrador uno de sus libros más conocidos pertenece al género de literatura infantil y se titula "Cuando las panteras eran negras". La mayor parte de su obra se encuentra traducida a numerosos idiomas.
Uno de sus textos más famosos es "Mi madre ya no ha ido al mar", un texto donde el poeta se desnuda y busca a tientas una respuesta a su pasado, una aventura que de algún modo le exige despojarse de su esencia actual para volver a ser niño y reconciliarse con su madre; puesto en sus propias palabras: "reunirme con mi madre en otro tiempo,/con un yo mismo que enterré".
En esta web podrás encontrar éste y otros poemas, tales como "Los columpios" y acercarte al estilo discreto y nostálgico de Fabio, gracias al cual este poeta ha sabido penetrar en culturas tan diversas y hacer que muchas personas distintas disfruten de su arte.

"No tengo fuerzas para rendirme".

 Acción Poética

TEXTOS TERTULIA 4-2-2022

IGNORANCIA

MADRID

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



NO SÉ


No sé si la vida me acaricia casi siempre o si sólo me permite sobrevivir en un huerto de ortigas.


No sé si las noches valen más o menos que los días, si una abeja más o menos que una ballena, si una ilusión más o menos que un deseo cumplido.


No sé si vale la pena partirte la cara por causas perdidas, pero sé que produce un extraño placer y todas acaban siendo, con el tiempo suficiente, realidades ganadas.


No sé si vale la pena luchar por algo o no, pero sé que tengo una deuda con quienes lo hicieron y nos legaron un mundo mejor.


No sé si es deseable que se hagan realidad los sueños de los locos, pero sé que hay locos de colores muy diferentes, que unos dan vida y otros la quitan, y que no podemos más que jugar a la ruleta de la vida.


No sé si es mejor o peor la música o el silencio, pero sé que ambos se necesitan para existir.


No sé a qué sabe la muerte, pero sé que estoy condenado a saberlo.


No sé a donde llevan los sueños, pero sé que siempre vuelan por encima de las realidades para crearlas.


No sé si vale la pena ser ingenuo, pero sé que vale la pena cultivar la esperanza.


No sé si algún dios nos creó o nosotros los creamos a todos ellos, pero sé que uno necesita al otro para existir.


No sé si los renglones de la vida son torcidos, rectos o círculares, pero sé que a veces son todo dolor y a veces todo alegría.


No sé porqué cantan los pájaros o gritan los niños, pero sé que alegran y dan sentido a la vida.


No sé si valdría la pena vender todos los sueños por una supuesta seguridad, o si lo único seguro es que todo se acaba.


No sé, pero intento aprender, y el camino, desde este pequeño planeta, parece infinito.


No sé si todo esto vale la pena, pero sé que no tengo prisa en mi condena con fecha de caducidad.


No sé donde acaba este camino eterno.


Por no saber, ni siquiera sé si sé o no sé.


No sé si amanecerá mañana para mi, pero sé que no saberlo, paradójicamente, le da sabor a la vida.



Nekovidal - nekovidal@gmail.com

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MADRID


Ahora que hace años que vivo lejos de mi Madrid, a veces -pocas- acaricio la idea del regreso, una idea que rápidamente descarto porque no sé a cuál de mis «madriles» regresar. Está el Madrid de mi infancia, un barrio pequeño de la zona norte que salió del malvivir de la posguerra gracias al decidido trabajo de sus gentes, tan constante como la ayuda mutua que se prestaban unos a otros; un pequeño barrio en el que había cine de verano, piscina y, cuando en el mes de julio llegaba la fecha del santo que le daba nombre, fiestas con verbena y carrito de helados incluido.

También existe un Madrid algo triste y desangelado que se forjó entre las aulas y el patio de aquel colegio -lejos del barrio de la zona norte y de mi casa- al que nunca pertenecí y nunca me perteneció (en cada baldosa me sentía extranjera), pero que me sirvió para darme cuenta de que existían muchas otras maneras de ver la vida además de la que teníamos en mi barrio que no era, ni por asomo, única y mucho menos especial.

Me asustó bastante, he de decirlo, tomar conciencia de que vivía en una ciudad grande que, en breve, pondría a mis pies todos los posibles porvenires emergentes de los sueños de adolescencia y cuya realización dependería de una elección acertada. El Madrid de mis diecisiete me saca una amplia sonrisa; tan lleno de sueños, de amor, de besos a escondidas y de magreos eternos en eternas tardes de cine de sesión continua de las que poco nos importaba la película, que su nombre es felicidad.

Pero si hay un Madrid que mueve mis entrañas con fuerza es ese al que salté casi en un suspiro, el de mi madurez -al menos así constaba en el carné de identidad- donde las noches eran más largas que los días y yo vivía a caballo entre profundas soledades y amistades superficiales; un Madrid sobre el que construí mi futuro -no sé si por elección o por reacción- destruyendo, con ello, todos los demás posibles futuros que hubieran podido ser. Me atrevería a decir que, en aquellos años, Madrid y yo nos fundimos en un solo ser contra el mundo.

El pasado reciente raramente me viene a la memoria. Me impulsó a salir de un Madrid que se estaba convirtiendo en un desconocido para mí; poco o nada me importaban su oferta cultural y sus luces de neón, aun sabiendo que es una ciudad cosmopolita y está abastecida como pocas; la sentía tan anónima que solo podía verla como un buen lugar donde tomar el aire y el agua que llevo impresos en cada poro y pasear por sus rincones, a ratos con los ojos empapados en ayer y a ratos con la mirada ávida de turista buscando nuevos recodos.

He descubierto que yo no deseo volver a Madrid, aunque lo llevo dentro y me acompañará hasta la tumba, como todo lo que la memoria decide no olvidar. Donde yo de verdad quisiera regresar es al carrito de los helados de la verbena de verano en el barrio de la zona norte, o a la clase de 4ºC de aquel colegio que me fue tan ajeno, o a acariciar de nuevo los miles de posibles futuros al aliento del primer beso de amor bajo un árbol de El Retiro, o a la agotadora vigilia de las noches de la movida madrileña.

Da lo mismo que se llame Madrid, que Cochinchina o Pernambuco, lo que importa son las vidas que viví en mis «madriles» porque el alma de las ciudades no está en sus edificios, ni en sus calles bien asfaltadas, ni en el número de salas de cine. El alma de los lugares está en cada uno de nosotros, en las emociones que han impregnado nuestra piel dejando en los sentidos un exclusivo aroma que nos arropa como un velo invisible tejido con nostalgias que no podemos, ni queremos, olvidar.


04/febrero/2022 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»



MADRID

Si algo distingue a Madrid entre otras grandes ciudades es su falta de identidad como seña de identidad, lo que la lleva a un internacionalismo, a una globalización bien entendida, como seña propia. El fenómeno se produce tanto a nivel de España como mundial. He tenido amigos en Madrid de quienes no supe su origen hasta varios años después de conocernos, el acento neutro castellano nos iguala y uniformiza a todos en el habla al cabo de un tiempo de convivir en la ciudad.

Recuerdo que a un amigo años le pregunté un día: “¿Tú de dónde eres, Mariano?” Su sorprendente respuesta fue, utilizando por primera vez su acento andaluz: “Del Reino de Graná”.

Pocas personas de otras regiones de España conservan su acento original en Madrid al cabo de un año o dos a lo sumo.

A los extranjeros, por su parte, hay un detalle de Madrid que les llama la atención y les encanta a la vez: que no es necesaria una presentación previa para entablar una conversación en un bar o cualquier lugar público, charla que puede y suele ser puntual o dar lugar a cualquier tipo de relación más duradera. No es habitual que esto ocurra en ciudades del centro o norte de España o en el resto de Europa.

No deja de ser curioso y paradójico que el hecho de no tener un sentido nacionalista arraigado acabe dando lugar a una forma de vivir y convivir que se adelanta a su época, a una verdadera globalización cosmopolita que será, sin duda, el único futuro posible para nuestra especie.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



VIOLETAS Y LILAS


   Entras a mis ojos cubiertos de cenizas.

   Perfumas mi habitáculo de

   piedras.


   Te veo desde mi indescifrable laberinto.

   La oscuridad. La dura

   existencia.


   Sobre tu testa la corona, corona violeta

   y lila. ?Quién te nombró reina de

   las flores¿


   ?Que sutil relámpago, o arco iris, derramó

   colores¿ ?Que brisa te coronó,

   belleza¿


               Aníbal Aguirre

                       Del libro: AGUIRRE LA IRA DE LA

                                  POESÍA.



 

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