VOCES entre VOCES
Los
verdaderos héroes de la
Historia Humana
Los libros de historia, siempre escritos al dictado de los vencedores de alguna guerra o genocidio, están repletos de nombres de reyes, políticos, militares y otro tipo de personajes, cuyo mérito no ha sido más que saber encontrar la forma más rápida de asesinar al mayor número de seres humanos en el menor tiempo posible, utilizando para ello como disculpa el honor, alguna patria, alguna religión o alguna ideología.
Pero
la historia de la Humanidad está repleta de otros seres humanos,
apenas conocidos por la mayoría, que tuvieron una actitud
constructiva, que supieron ayudar a sus semejantes, bien mediante
gestos pacifistas o dialogantes que evitaron guerras, o mediante
estudios e inventos tecnológicos, a través de la investigación
médica, o creando filosofías humanistas. Casi ninguno de ellos ha
sido reconocido ni recompensado por la memoria ni la historia
oficial.
Creemos
que ha llegado el momento de reescribir nuestra historia, poniendo a
los reyes, políticos y estrategas militares, en el lugar que les
corresponde: el de seres enfermos de ambición y codicia que sólo
han provocado dolor y sufrimiento a lo largo de los siglos, y
colocando en el altar de la memoria a las personas que se
sacrificaron por la paz, el progreso y el bien común, por un mundo
algo mejor, del que ahora, los supervivientes, disfrutamos.
Desde
aquí queremos rendirles este modesto y merecido homenaje mediante la
serie titulada "Los verdaderos héroes de la historia humana".
ARTES
LIBRES
José
Antonio Abreu
Jose Antonio Abreu es el carismático fundador del sistema de orquestas juveniles que ha transformado
la vida de miles de niños en Venezuela.
Es considerado uno de los íconos culturales y musicales de Venezuela. Comenzó sus estudios musicales en Barquisimeto y luego continuó en Caracas, en donde recibió clases de Vicente Emilio Sojo, Moisés Moleiro y Evencio Castellanos.
Fundó y dirigió la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar (OSSB), así como también la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil (1975) y la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles (FESNOJIV), que es una red de orquestas infantiles, juveniles y coros que involucra cerca de 250 mil jóvenes músicos. Estos utilizan la educación musical para el desarrollo comunitario, la integración social y la solidaridad, que tiene como su máxima expresión la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar.
Este sistema ha sido modelo para otros países de Latinoamérica y el Caribe y ha sido merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales, entre los cuales destaca el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2008. Se rige por el principio de que "la música es un instrumento irremplazable para unir a las personas", por lo cual la actividad que realiza FESNOJIV forma parte del proyecto "Música para la acción social".
La
Fundación Musical Simón Bolívar es una institución abierta a toda
la sociedad, con un alto concepto de excelencia musical, que
contribuye al desarrollo integral del ser humano. Se vincula con la
comunidad a través del intercambio, la cooperación y el cultivo de
valores transcendentales que inciden en la transformación del niño,
el joven y el entorno familiar. Se cuenta con un recurso humano
dirigido al logro de una meta común, con mística y gozo, formando
equipos multidisciplinarios altamente motivados e identificados con
la Institución.
Se
reconoce al movimiento orquestal como una oportunidad para el
desarrollo personal en lo intelectual, en lo espiritual, en lo social
y en lo profesional, rescatando al niño y al joven de una juventud
vacía, desorientada y desviada.
Para
los músicos de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela,
Tocar y Luchar significa asumir la música como una experiencia
colectiva y social, implica una búsqueda constante de excelencia y,
sobre todo, perseverar hasta hacer realidad los sueños.
Documental
Tocar y Luchar 1 de 10
ENTREVISTA: JOSÉ ANTONIO ABREU
"La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura"
Escapar
de lo marginal gracias a la música. Es su fórmula magistral. Así
ha logrado poblar Venezuela de orquestas y formar a 400.000 niños y
jóvenes. Ahora Europa, América y Asia miran a este hombre para
copiar su 'milagro'.
¿José
Antonio Abreu? ¿Qué ha conquistado? ¿Qué misteriosa fuerza habita
su cuerpo enjuto capaz de derribar todos los muros de la marginación
camino del arte? Uno observa a este milagro de hombre tenaz caminar y
no acaba de entender de dónde brota su férrea voluntad para cambiar
el mundo. Pero el caso es que lo ha logrado. En su ámbito. Lo va
conquistando sin descanso, a su medida, ocupando cada onda de los
círculos concéntricos expandidos a lo largo de su vida para
demostrar que la música salva vidas.
Este
economista apasionado de las matemáticas que se decidió por
perseguir la utopía de la dirección musical, quizá embrujado por
las notas de la Quinta
sinfonía de
Chaikovski, su favorita, tuvo un día un sueño. Fue a la manera de
Martin Luther King: "Llenar Venezuela de orquestas". Eso,
dicho hace 36 años movía a la carcajada, a la burla. Pero él no se
arredró.
"El
efecto del sistema de orquestas en música se parece al 'Boom'
literario"
"La
presencia de un instrumento en una casa puede cambiar tu vida"
"Estoy
convencido de que después de la muerte seguimos trabajando"
Empezó
con 11 músicos en un garaje dispuesto con 25 atriles. El primer día
de ensayo sobró espacio. Hoy no caben a lo largo y ancho del país,
donde ha abierto 280 escuelas. Hoy es una realidad que ha implantado,
además de un sistema pedagógico revolucionario donde se multiplican
los prodigios como el ya reconocido joven director Gustavo Dudamel,
los incontestables resultados de una inclusión social que ha
rescatado de la marginación actualmente a 400.000 niños y jóvenes
-la mayoría, con escasos recursos- en un país azotado por la
violencia, el crimen y la inseguridad.
Y
lo ha hecho a través de la música. Como un visionario. Adaptando
las fronteras no a la escueta realidad de los informes, sino a sus
propios anhelos. Como los grandes hombres, conscientes de que la
sociedad civil empuja los profundos cambios en estructuras
inamovibles. Con el inconformismo como actitud y la lógica
aplastante de una idea romántica como bandera.
Pero
para lograr lo suyo, Abreu aúna en sí una compleja personalidad en
la que se mezclan el pragmatismo y la diplomacia con la ambición de
pedir lo imposible; la sensibilidad artística con el compromiso; la
estrategia -ocho Gobiernos lo han apoyado en su labor- con la
determinación. El resultado es un personaje hoy reconocido en todo
el mundo como un hombre por encima del bien y del mal, alabado por
genios de la dirección de orquesta e intérpretes -desde Claudio
Abbado hasta Simon Rattle, Barenboim o Plácido Domingo-, buscado
como referente por instituciones como Naciones Unidas y aclamado con
premios que van desde el Príncipe de Asturias de las Artes hasta el
prestigioso Echo Klassik de la industria musical alemana.
Inconformista,
sabio, delicado, culto, pero de genio militar y fuerte carácter
cuando es preciso, consciente de que dirige una especie de ejército,
el maestro Abreu no se para en barras. Su sistema de orquestas ha
cuajado con resultados asombrosos en Venezuela desde hace cuatro
décadas, pero ahora se extiende por América Latina en proyectos
similares dentro de las favelas de Río de Janeiro, los rincones más
apartados de Argentina o los barrios más hundidos en la miseria de
Colombia. Por no hablar de Estados Unidos, Asia y Europa, donde
muchos países tratan de implantar un método pedagógico que salve
el nivel de sus estudiantes para el futuro de la música clásica.
Cuesta
mucho trabajo calificar de orquesta "juvenil" a la Simón
Bolívar. La que es formación más importante del sistema, ¿ya ha
roto la cáscara, propiamente?
El
hecho es que se trata de una orquesta joven, orgullosa de su
condición porque se expresa en términos de vitalidad y entusiasmo
sin menoscabo de la excelencia. Ya está fuera de la cáscara, pero
ese aspecto no es importante. De lo que se trata es de salir al
encuentro con la música y su verdadero sentido. Su verdadera razón
de ser, que para nosotros es un mensaje que trasciende lo estético,
lo musical.
¿Para
llegar adónde?
A
algo parecido, en cuanto al contagio, a lo que supuso
el boom literario latinoamericano hace años. Ellos
han creado un boom que se extiende a otras
orquestas, que inspira para configurar una generación de jóvenes
con una visión diferente. Una visión que encuentra su máxima
justificación en el legado social. Este aspecto transforma nuestro
trabajo de manera radical.
¿En
qué sentido?
Ya
no solo sirve la música al mero disfrute, sino que entra de lleno en
la esfera de los valores. Ya no se atiene al efecto que pueda causar
en la crítica especializada o en ciertos sectores de la élite, sino
que busca abrirse a un público más amplio que se deje contagiar
precisamente por los orígenes de quienes forman las orquestas: niños
y jóvenes salidos de barrios marginales, con medios y bajos
recursos, comprometidos con sus entornos y sus países y su identidad
latinoamericana como prueba de una energía distinta.
¿De
qué tipo?
Más
unida, más solidaria, con una nueva faz y empujes renovados en cada
generación venidera. Los niños que llegan detrás de estos
multiplicarán su nivel.
¿Cómo
logra el sistema un talento global?
Por
el efecto demostración.
A
ver...
Muy
fácil. Por el impacto que un grupo determinado dentro de un
conglomerado artístico ejerce sobre el resto de sus componentes.
Dando ejemplo, así de sencillo.
O
de complicado.
El
hecho de que esté sentado frente a un atril junto a alguien que toca
mejor que yo es una palanca que me impulsa a ascender, a mejorar. Yo
viví esa experiencia cuando formaba parte de una orquesta escuela en
el Estado Lara.
¿Y
aprendió esa clave de aquella experiencia?
Allí
estudiaba violín junto a una muchacha que tocaba brillantemente.
Trabajar con ella, la necesidad de adecuarme a su nivel para ir al
unísono, me hizo mejor. Nunca lo olvidé. Y con el tiempo comprobé
que ese efecto persistía en todos los grupos. Al principio consigues
resultados heterogéneos, pero, al final, los niveles superiores
acaban arrastrando a los inferiores. Nunca ocurre al revés, si fuera
al contrario, la orquesta se disolvería.
¿Cómo
se llamaba la muchacha?
Se
llamaba Pastora Guanipa. No es que fuera una virtuosa; sencillamente,
tocaba mejor que yo. Tuve la suerte de que me colocaran a su lado,
porque me obligó a demostrar mi valía, y es algo que después
compruebo que ocurre todos los días en nuestras orquestas.
Puro
efecto contagio.
Dinámica
de grupo que funciona aún con más fuerza en el campo coral y vocal.
La proximidad es mayor, y la voz propia remonta y remonta hasta
límites desconocidos.
Pero
ahí existe una frontera física.
Sí,
pero cuando se exprime en él la técnica vocal, el cantante logra
traducir lo mejor de sí mismo en beneficio de un efecto conjunto. Se
aprecia en el campo infantil. Si el niño canta sin orientación,
grita, no controla su garganta ni su respiración.
Para
el efecto contagio en grupo, ¿no es necesario antes una sólida
formación individual?
La
clave de nuestro sistema es ese balance entre la formación
individual y el trabajo en grupo. No existía eso en la educación
musical. El esfuerzo del trabajo propio debe aplicarse a una
disciplina de grupo permanentemente, si no, queda en nada.
¿El
espejo del compañero y el espejo del profesor? ¿O existe algo más?
Se
deben dar tres circunstancias para que funcione todo el engranaje: la
disposición individual, la dinámica de grupo y una dirección que
ejerza un liderazgo apto para obtener el mejor efecto posible. Esos
tres factores son los que proporcionan un gran nivel, cuando falta
alguno de ellos, el resultado es irremediablemente mediocre. El
sistema se encarga de articular los tres, cuando se conjugan
sabiamente se logran los resultados. Esa es la mayor clave de nuestra
coherencia pedagógica.
¿Y
todo encaminado a un objetivo social?
No
puedes encaminar eso en virtud de una comodidad. En el aspecto
social, la inclusión es el principio básico. Nuestro lema son los
pobres primero y para los pobres los mejores instrumentos, los
mejores maestros, las mejores infraestructuras. La cultura para los
pobres no puede ser una pobre cultura. Debe ser grande, ambiciosa,
refinada, avanzada, nada de sobras. Además, ellos multiplican su
efecto, porque son enormemente agradecidos ante el esfuerzo. No es
práctico incorporar a su vida esa faceta como si fuera un florero.
¿Pero
cómo se logra hacerles comprender en determinados ambientes donde la
lucha por la supervivencia es una guerra diaria que la música puede
ser crucial para ellos? ¿Qué argumento les resulta más válido?
Cualquier
muchacho de un barrio marginal, sometido a las tensiones de la
violencia, la inseguridad, el asesinato, el robo, puede elegir tocar
un instrumento como algo intrascendente. Pero la mera presencia de
ese instrumento en la casa puede volverse fundamental y cambiar su
vida. Cuando vives en una cloaca y un maestro toca a tu puerta, con
ese sencillo gesto ya estás realizando un acto de inclusión. El
instrumento es el cebo, del resto se encarga el sistema. Ambos
combinados obran el milagro.
Habrá
fallos, habrá fracasos.
Muy
raro, parece mentira que un simple instrumento obre eso, cuando
después se ven atrapados en la red del sistema, raramente regresan a
la marginalidad. Nunca más. La marginalidad se ha demostrado algo
reversible a través de la música y el trabajo bien organizado. Por
una razón muy sencilla.
¿Cuál?
Porque
una vez que se empiezan a apreciar los resultados, el muchacho se
convierte en un héroe. Cuando hace años se produjo una tragedia en
La Guaira, a algunas personas afectadas se las reconoció por su
instrumento. Era lo que les diferenciaba en el barrio. Esa es su seña
de identidad. Me gusta recordar a Teresa de Calcuta en esto cuando
dice que la verdadera pobreza no es la falta de pan, ni de techo, la
verdadera pobreza viene de la sensación de no ser nadie.
Eso
es una muerte en vida.
Yo
lo veo constantemente. Cuando un muchacho toca por primera vez ante
sus padres, ese día nace un nuevo ser humano. Se produce una
revolución en la vida del niño: a partir de entonces es alguien,
adquiere una insólita dignidad que da lugar a una especie de
constelación de anillos en la que se agrupa su familia; después,
los vecinos, la gran comunidad, el gran anillo que lo protege. Las
orquestas han cambiado muchas áreas peligrosas en Caracas y las
grandes ciudades o en Estados alejados, junto al Amazonas, donde me
propuse fundar núcleos del sistema. Lugares donde, si no llegaban
los instrumentos, los padres fabricaban los suyos propios con restos
de hojalata para tocar en bodas y bautizos. Ni se imagina la gente la
emoción tan grande que pudieron sentir cuando les llegaron los de
verdad.
¿No
guardan los antiguos?
Conservan
algunos.
Donde
ha creado usted una verdadera escuela es en la dirección de
orquesta. ¿Cómo los detecta? Los muchachos dicen que es un
misterio.
Eso
se descubre. Tiene uno que asistir a la dinámica de una orquesta
para verlo. Siempre hay tres o cuatro músicos a los que les
interesa, y ahora el fenómeno se está multiplicando por el efecto
Dudamel. Es bueno, porque eso les lleva a estudiar a fondo, a
formarse, se fijan en él y en los grandes, van a verlo, lo observan.
Acuden a mí con cierta ingenuidad y con mucho entusiasmo. Yo trato
de atenderlos, para mí es una cuestión prioritaria.
Pero
habrá algunos que sirvan y otros que no. ¿Cómo se sabe eso a una
edad tan temprana?
Primero
observo su actitud, luego calibro su ambición: debe existir una
ambición de liderazgo, y eso se detecta rápido. Con el tiempo deben
desarrollar ese liderazgo sin hacerse notar, discretamente; si no,
cuentas con el riesgo de que la orquesta se te ponga en contra y eso
es terrible. Después hay que fijarse en su musicalidad, esta debe
ser suficientemente aguda. La ambición lleva a una obsesión por el
autodidactismo. Saben que deben someterse a todas las disciplinas por
severas que sean y que el camino está lleno de obstáculos. Aprenden
hasta de los malos directores, viéndolos saben lo que no quieren
ser. Son muy agudos en eso. Luego existe algo infalible.
¿Qué?
Su
reacción ante los errores. Un director desarrolla un oído
perspicaz, cuanto más perspicaz, más se inquieta ante los fallos.
Debe oír todo y oírlo bien. Si no es así no pueden controlar el
resultado. Entre la masa de sonido que desprende una orquesta debe
ser capaz de detectar cada fallo. Eso es una cualidad que se
desarrolla. Algunos manifiestan algunos tics y reacciones físicas.
Algunos patean el suelo automáticamente, todo eso va conformando una
experiencia viva que otorga una solución a cada tropiezo.
¿Empieza
siempre con la misma partitura su primera lección?
No
utilizo una partitura específica. Elijo algo personal y diferente
para cada uno. Primero les educo el gesto, el control métrico, la
medida, el pulso, les enseño a manejar el tempo; esa cualidad, si no
la poseen, se les puede formar.
¿Cuándo
empezó usted a soñar?
Desde
la noche en que me senté a dar ese concierto con Pastora Guanipa.
Tenía 10 años. A partir de entonces siempre me he sentido tan
impetuoso como un niño. Me fascinó lo que yo experimenté tocando
en la orquesta, el misterio de aquello, el milagro. Todavía me causa
perplejidad, cada vez más.
Pese
a sus trabas, sus inconveniencias, su gestión, el duro camino para
que todo suene como es debido, ¿habrá días en los que no pueda
más?
Ninguno.
Pese a todo, porque no hay nada más sublime en la vida que dar, y
cuanto más das, más recibes, y esa es la felicidad que uno tiene,
con la que cuenta, y es mucha. Ahí reside el auténtico sentido,
todo el sentido.
¿De
ahí saca las fuerzas, de esa felicidad?
No
hay jornada en que yo no sienta un mandato diario. Si no respondo a
él cada segundo, me encuentro mal. Debo sentirme activo, con la
intensidad de una entrega cotidiana.
Pero
existen límites físicos.
Todos
somos imperfectos, pero la capacidad de entrega, para mí, no es
limitada. En un mundo egoísta, materialista, la tentación de
aislarse, de egotizarse, es muy grande. Dios nos ayuda en la lucha,
sustancialmente, solos no podemos hacerlo.
¿De
dónde le sale la motivación a estas alturas, con los achaques? Todo
el mundo se lo pregunta.
Siento
la necesidad de no defraudar a quienes dependen de mí, a una enorme
comunidad, eso me convierte en un ser infatigable.
Para
descanso, el descanso eterno, repiten sus discípulos. Ni vacaciones
les da. ¿No es demasiado lo que les exige?
Lo
que digo puede parecer un sacrilegio, pero lo digo con el sentido más
alto y más noble.
¿Y
cómo imagina usted el descanso eterno?
Mientras
permanecemos aquí no estamos para eso, sino al servicio de los
demás. Estoy convencido de que después de la muerte seguimos
trabajando donde quiera que acabemos: que en el cielo hay trabajo,
que la casa de Dios no es la del ocio, trabajamos con él, nos
asociamos con él, esa suerte tenemos. Contamos con el privilegio de
hacerlo en esta vida y después. Yo le ruego cada día que me haga
sentir activo, útil, dispuesto a compartir un mínimo esfuerzo por
bien de la música.
Y
la música, ¿qué es? ¿La armonía hasta el límite infinito?
Es
el último extremo, la máxima expresión del hombre para alcanzar el
mundo sublime, indescriptible, invisible, por eso no se puede ver, ni
palpar. Se vislumbra con los ojos del alma.
¿Los
mandatarios entienden tanta abstracción? Usted ha pasado por todos.
Ocho presidentes en su país. Parece por encima del bien y del mal.
Nunca
diría eso. No me han podido negar su apoyo jamás porque ahí están
los resultados. No dependemos de los gobiernos, sino de esos frutos
que damos. Al principio nos costaba e íbamos a los alcaldes y a los
gobernadores a convencerles de la necesidad de implantar núcleos.
Hoy son ellos quienes acuden a nosotros, y no solo en Venezuela,
llegan a que les montemos su escuela. Todo el mundo quiere su propia
orquesta y su propio Dudamel. Hoy, nuestro país entiende que la
música le ha colocado en una situación de prestigio internacional.
Creo que es importante hacerles ver que existe un progreso en la
presencia de la música para articular la sociedad. Además, los
ciudadanos cada vez demandan más el arte y la dignidad del artista.
Cada vez los ensalzan más y reconocen la labor de los grandes
creadores.
En
eso, mucha gente se mostrará escéptica, los artistas sobre todo.
No
puedo hablar por otras partes del mundo desconocidas para mí, pero
en lo que se refiere a América Latina siento una enorme receptividad
ante el artista y el creador porque son figuras que rescatan a sus
sociedades del materialismo, el esnobismo, la cerrazón y lo
endogámico.
Incluso
los artistas de más raigambre popular. El sistema implantado por
usted no olvida las raíces. ¿Cómo se complementan los mambos con
Mahler?
Los
géneros de la gran música tienen su raíz en lo popular. Parten de
esa base para elevarlo después a algo más sofisticado. Bach estuvo
atento a la esencia de la música del pueblo en su día, algunas
danzas son el tema de sus suites para violonchelo,
por ejemplo. La música latinoamericana no se puede entender sin esa
identidad en el caso de compositores como Villalobos, Ginastera,
Piazzolla. ¿Quién es Gershwin en la música del siglo XX sino un
músico popular? ¿De dónde sale el jazz? En cuanto a la música que
más impacto tendrá en esta época estoy convencido de que será
toda aquella que fomente la explosión del ritmo. Sobre todo en
nuestro ámbito, la juventud se engancha por ahí.
En progresión geométrica
José
Antonio Abreu
(Trujillo,
Venezuela, 1939) quiso un día aplicar su pasión por las matemáticas
en progresión geométrica a la música. Intérprete de piano, clave
y órgano y director de orquesta, fundó en 1975 lo que es hoy el
Sistema Juvenil e Infantil de Orquestas de Venezuela. Un entramado
que enseña música a 400.000 niños y jóvenes en todo el país con
asombrosos resultados pedagógicos.
Antes
de dedicar su vida a la música fue catedrático de Economía y formó
parte del Gobierno como ministro de Cultura. Ha recibido numerosos
reconocimientos internacionales, que van desde el Premio Príncipe de
Asturias hasta un Grammy honorífico, el Internacional de Música de
la Unesco y el Erasmus de Holanda.
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