VOCES
entre VOCES
TEMAS
TERTULIA 26-5-2017
EL
VIENTO QUE SE LLEVA NUESTRAS IDEAS
LO
QUE IBA A PASAR EN EL AÑO 2000
LAS
SOMBRAS
"No
hay cálculos más errados que los del egoísmo". (Concepción
Arenal)
Él
es como usted,
y como yo,
completamente igual.
Hijo de campesinos de la tribu Batleta
en Kasai, vino a Stanleyville a una misión cristiana
para aprender los nombres y las fechas extranjeros.
No se encontró a sí mismo en los mapas de Europa.
Él fue un adolescente, sufrió, enfermó, tuvo miedos,
fue alegre y sencillo como el amor que trajo
un día a casa, pequeño y suficiente.
En los diarios usted ha visto su nombre.
Los que gritan la última noticia pregonan su nombre,
que es como el suyo y el mío, igual al nombre de los hombres.
Los hechos fueron éstos:
Su madre lo está llamando. Es una violeta Usumbara
que adorna en la ciudad las ventanas extranjeras.
Su madre es como un lirio azul del Cabo
y está llamándolo para siempre
como el viento en su camisa
y la lluvia en su pecho.
Cuando su padre vuelva habrán transcurrido
mil quinientos años.
Querrá narrar los días
de su tribu, y él estará aprendiendo en la misión cristiana
los nombres extranjeros.
Estará recordando su casa. Su casa al mediodía,
su padre diciendo:
«Fueron mil quinientos años, de selvas y desiertos
para que ahora aprendas, hijo».
Su madre lo está llamando
desde aquel día de 1925, cuando su padre dijo:
«Se llamará Patricio.»
Éstos fueron los hechos:
En la cárcel de Thysville los presos de la Costa de Oro
hablaban en lenguas Ewe-Akan, Yoruba, Nupe, Ibo, Edo.
¿Qué hacían estos hombres en la cárcel
recogedores de algodón extranjero y metal?
Entre los presos una mujer suplica: «un pase».
El carcelero los despierta.
Todos en África solicitan pases. Piden pases en lenguas extranjeras.
«Han sido mil quinientos años, hijo», y todavía es necesario un pase
para andar por casa, salir al patio, mirar el río y la montaña.
Para volver al bosque y encontrar que la cesta de caucho
es más grande que el sitio donde los hombres
comen, duermen y mueren. Entre los presos una mujer gritaba:
«denme para morir un pase».
Los hechos fueron éstos:
En el archivo belga congolés está su nombre, el mismo
que su padre quiso para él.
En los archivos de todos los Tratados, de las Organizaciones
donde se trama, ordena y ejecuta la muerte.
Éstos fueron los hechos:
Stanleyville, su casa, su mujer lo acaricia; él ha estado
mirándole a los ojos y piensa en los ojos cerrados de su madre.
Su mujer quiere bailar, ir de paseo con él y con sus hijos.
Su mujer está apretada a él, desnuda.
Conoce a su mujer, él que es un hombre exactamente igual a usted y a mí.
Ha escrito cartas, versos, estuvo en la Asamblea,
leyó un artículo sobre el desarme.
Mirando a su mujer piensa otras cosas, después adormecido
siente cómo es de generoso el pueblo que ama, sabe su sencillez,
sufre su suerte.
Lo matarán allí en la cárcel.
Le gustaría sentir el viento en su camisa,
la llovizna en su pecho.
Sentir a su mujer midiéndose en su cuerpo.
Ver su casa de niño, oírle las canciones a su madre,
y a su padre decir: «Han sido mil quinientos años, hijos.»
Sabe que va a morir porque es un hombre
exactamente igual,
que usted,
que yo.
Esto no importa, por toda la frontera
se extiende como un río la línea defensiva de su pueblo.
Ahora él, uno por uno, se repite los nombres de los que matan
a su pueblo y sabe que son menos los asesinos
que las fuerzas que están en la frontera.
Él era como usted,
como yo, un hombre.
Éstos fueron los hechos.
Pablo Armando Fernández, incluido en Nueva poesía cubana (Ediciones Península, Barcelona, 1970, ed. de José Agustín Goytisolo).Otros poemas de Pablo Armando Fernández
Acecho, Potestad
y como yo,
completamente igual.
Hijo de campesinos de la tribu Batleta
en Kasai, vino a Stanleyville a una misión cristiana
para aprender los nombres y las fechas extranjeros.
No se encontró a sí mismo en los mapas de Europa.
Él fue un adolescente, sufrió, enfermó, tuvo miedos,
fue alegre y sencillo como el amor que trajo
un día a casa, pequeño y suficiente.
En los diarios usted ha visto su nombre.
Los que gritan la última noticia pregonan su nombre,
que es como el suyo y el mío, igual al nombre de los hombres.
Los hechos fueron éstos:
Su madre lo está llamando. Es una violeta Usumbara
que adorna en la ciudad las ventanas extranjeras.
Su madre es como un lirio azul del Cabo
y está llamándolo para siempre
como el viento en su camisa
y la lluvia en su pecho.
Cuando su padre vuelva habrán transcurrido
mil quinientos años.
Querrá narrar los días
de su tribu, y él estará aprendiendo en la misión cristiana
los nombres extranjeros.
Estará recordando su casa. Su casa al mediodía,
su padre diciendo:
«Fueron mil quinientos años, de selvas y desiertos
para que ahora aprendas, hijo».
Su madre lo está llamando
desde aquel día de 1925, cuando su padre dijo:
«Se llamará Patricio.»
Éstos fueron los hechos:
En la cárcel de Thysville los presos de la Costa de Oro
hablaban en lenguas Ewe-Akan, Yoruba, Nupe, Ibo, Edo.
¿Qué hacían estos hombres en la cárcel
recogedores de algodón extranjero y metal?
Entre los presos una mujer suplica: «un pase».
El carcelero los despierta.
Todos en África solicitan pases. Piden pases en lenguas extranjeras.
«Han sido mil quinientos años, hijo», y todavía es necesario un pase
para andar por casa, salir al patio, mirar el río y la montaña.
Para volver al bosque y encontrar que la cesta de caucho
es más grande que el sitio donde los hombres
comen, duermen y mueren. Entre los presos una mujer gritaba:
«denme para morir un pase».
Los hechos fueron éstos:
En el archivo belga congolés está su nombre, el mismo
que su padre quiso para él.
En los archivos de todos los Tratados, de las Organizaciones
donde se trama, ordena y ejecuta la muerte.
Éstos fueron los hechos:
Stanleyville, su casa, su mujer lo acaricia; él ha estado
mirándole a los ojos y piensa en los ojos cerrados de su madre.
Su mujer quiere bailar, ir de paseo con él y con sus hijos.
Su mujer está apretada a él, desnuda.
Conoce a su mujer, él que es un hombre exactamente igual a usted y a mí.
Ha escrito cartas, versos, estuvo en la Asamblea,
leyó un artículo sobre el desarme.
Mirando a su mujer piensa otras cosas, después adormecido
siente cómo es de generoso el pueblo que ama, sabe su sencillez,
sufre su suerte.
Lo matarán allí en la cárcel.
Le gustaría sentir el viento en su camisa,
la llovizna en su pecho.
Sentir a su mujer midiéndose en su cuerpo.
Ver su casa de niño, oírle las canciones a su madre,
y a su padre decir: «Han sido mil quinientos años, hijos.»
Sabe que va a morir porque es un hombre
exactamente igual,
que usted,
que yo.
Esto no importa, por toda la frontera
se extiende como un río la línea defensiva de su pueblo.
Ahora él, uno por uno, se repite los nombres de los que matan
a su pueblo y sabe que son menos los asesinos
que las fuerzas que están en la frontera.
Él era como usted,
como yo, un hombre.
Éstos fueron los hechos.
Pablo Armando Fernández, incluido en Nueva poesía cubana (Ediciones Península, Barcelona, 1970, ed. de José Agustín Goytisolo).Otros poemas de Pablo Armando Fernández
Acecho, Potestad
"La
profesión de escritor hace que las carreras de caballos parezcan un
negocio estable."(John Steinbeck)
TEXTOS
TERTULIA 19-5-2017
¿QUÉ
QUEDA?
ABANDONO
OLOR
A CAFÉ
¿QUÉ
QUEDA?
Quiero
creer que queda lo que no poseímos,
los
besos que nos dimos cubriéndonos de mimo
y
aquello que expresamos sin apenas decirlo.
Queda,
yo así lo creo, lo que hemos compartido.
Y
lo que no quisimos compartir por no herirnos
se
acuna en un columpio de vaivén infinito.
En
las nubes rojizas que despiden la tarde
queda
la esencia intacta de los días vividos
entre
risas y juegos pactados o reñidos.
Queda
también el tono de momentos mezquinos,
de
los distanciamientos para evitar batallas,
templar
los caracteres, minimizar perjuicios.
Creo y quiero que quede lo que hemos sentido,
-cómo
yo te admiraba si miraba tu paso,
cómo
tú me cantabas y nada era lo mismo-
antes
de que olvidaras darme un beso en la noche
o
de que presintieras que tendrías un hijo
y
dejaras de verme con tu amor infinito.
Pues todas esas cosas en aparente olvido,
momentos
que se dejan al borde de la nada
para
alcanzar, acaso, otros bien merecidos,
suave
trecho de vida prendido en nuestras almas
que
siempre, pese a todo y a veces, defendimos…
es
eso lo que queda, lo que las dos vivimos.
Madrid,
17 mayo 2017 – Victoria Blanco
¿QUÉ
QUEDA?
Si
fallece una persona anciana consideramos que ha completado su ciclo
vital, recorrido su camino, y que la muerte será ya más un descanso
que un final triste pero, si una persona joven fallece rompiendo el
aparente ciclo natural de la vida, ¿qué queda?
Su
cuerpo será un puñado de cenizas dos días después o alimento de
gusanos durante dos años, entonces, ¿qué queda?, ¿algo más que
cenizas y memoria provisional en quienes le conocieron y mañana
también serán cenizas?
Pero
cada sonrisa, cada gesto, cada acto de generosidad, grandeza o simple
cortesía, quedará en la mente de cuantos se cruzaron en su camino y
también, de alguna forma, en la de sus hijos y descendientes en una
telaraña de consecuencias infinitas, imprevisibles e inimaginables.
En
ese sentido, ese joven, nosotros, cualquier persona, todos, somos
indiscutiblemente eternos.
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LIBRES - www.arteslibres.net
¿QUÉ
QUEDA?
Ya
sé amor
que a veces nos duele,
nos llueven libros de mármol
sobre la frente.
Pero, no te rindas.La esperanza se escribe,
vive en hojas de navaja
entre tus dientes.
que a veces nos duele,
nos llueven libros de mármol
sobre la frente.
Pero, no te rindas.La esperanza se escribe,
vive en hojas de navaja
entre tus dientes.
Sí, escupe tiros de tu boca.
Mírate con amor.
Eres lo único,
imprescindible de tu vida...
Por humana imperfecta.
Por imperfecta hermosa.
Delira tu flor.
Hoy, no quiero
payasos tristes.
Ni melancolía en mi pasos.
Hoy ven y bórrame a besos
rastros de mi derrota.
J.J.C.
- Juan Jiménez Caballero
¿QUÉ
QUEDA?
Hace
años leí que todos llevamos en nuestro cuerpo, como mínimo, un
átomo que formó parte del cuerpo de Julio César.
Tardé
un rato en darme cuento que eso significaba que, en realidad, todos
llevamos en nuestro cuerpo un átomo de todos los seres humanos que
nos han precedido, del primero al último, salvo el que haya
fallecido hace poco y haya optado por el enterramiento en vez de la
incineración, el billete de retorno material más rápido.
Ya
sabemos en qué queda nuestro cuerpo, sobre nuestra mente, alma,
espíritu y demás, ya hay sobrada literatura para todos los gustos y
lo único que podemos afirmar sin temor a equivocarnos es que en el
otro lado no tienen todavía servicio postal ni internet.
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ABANDONO
Turry
llevaba una vida realmente perra, era uno más de los miles de
animales domésticos abandonados cada día por el ser humano a lo
largo y ancho del planeta. Su vida no había sido muy dura al
principio, criado por su raza, fue separado de su madre y hermanos
unos meses después de nacer y en esos primeros meses no había
conocido el maltrato ni el hambre.
Pero
luego, cual Lázarillo de Tormes, en su vida se fueron sucediendo uno
tras otro los diferentes amos y grupos humanos que le
acogieron, sin que sus habilidades le sirvieran de mucho para
evitar cada nuevo abandono, casi siempre en estaciones de servicio.
Aprendió
con presteza a llevar y traer cosas, a vigilar la casa con
diligencia, incluso a buscar socorro en caso necesario, pues al oír
la palabra “avisa” salía corriendo a buscar alguien a quien
indicaba donde se encontraba la persona supuestamemente herida o
necesitada de ayuda. Pero ninguna de estas habilidades consiguieron
evitar que fuera una y otra vez abandonado, sin que acertara a
entender la razón última, pues aún comprendiendo el lenguaje
humano mucho más de lo que éstos creían, las razones eran tan
peregrinas como un viaje de un mes de la familia o la manía de
algunos de sus componentes porque no obedecía constantemente a sus
caprichosos requerimientos o el esfuerzo que suponía sacarle cada
día unos minutos de paseo, o la simple crueldad o brutalidad de uno
de los componentes del grupo.
Poco
a poco fue aprendiendo a leer las señales que presagiaban un nuevo
abandono y sabía que mañana se volvería a repetir, sólo la más
pequeña de la familia le abrazaba con ojos tristes repitiéndole:
“No te preocupes, Turry, me ha dicho papá que te va a llevar
a un sitio donde tendrás muchos amiguitos y donde podré ir a
visitarte”. Pero Turrysabía que no era cierto, a pesar de la
ingenua sinceridad de la pequeña . . .
A
la mañana siguiente le encerró su último amo en el maletero del
automóvil cuyos olores tanto le recordaban momentos de felicidad en
compañía de su amiguita y, una vez más, fue abandonado en una
estación de servicio a las afueras de la ciudad.
Vió
alejarse el automóvil sin un gesto de despedida siquiera y,
resignado, comenzó, como en ocasiones anteriores, su largo
peregrinar por el arcén de la carretera en busca de lo que el
destino le quisiera deparar.
Ya
estaba anocheciendo cuando sintió un olor que le era familiar, y
luego unos gritos lejanos, siguió andando hasta ver, en el fondo de
un barranco, el vehículo de su última familia y en su interior,
aprisionado, el que había sido su amo y supuesto amigo que, con la
cara ensangrentada, le gritó insistentemente al verlo: “Avisa,
avisa, avisa . . .” Turry dudó, su naturaleza canina le decía que
debía hacerlo, que debía hacer todo lo posible por defender a su
manada, a su grupo, a su familia, incluso poniendo en peligro su
propia vida si fuera necesario, pero algo en su interior le frenaba,
algo que no conseguía indentificar, algo fuera de su naturaleza,
algo que había aprendido con los humanos . . .
Confuso,
agachó la cabeza y continuó su camino, con la esperanza de
encontrar, en alguna parte, un grupo humano al que poder llamar, al
fin, su familia.
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ABANDONO
Adeus
América
Puso
en el reproductor de música “Adeus América” en la versión de
Bossacucanova. Le dolía la garganta y, a pesar de que pensaba
suicidarse de aquí a un rato, se tomó una pastillita de
Bucometasana. Se vio meneando ligeramente el cuerpo al ritmo de la
bossa y se extrañó lo suyo. ¡A cuento de qué ese meneito a estas
alturas de la película!
Le
vino a la cabeza un poema de Joan Brossa:
“Un
hombre estornuda.
Pasa
un coche.
Un
tendero echa la puerta metálica.
Pasa
una mujer con un garrafón lleno de agua.
Me
voy a dormir.
Eso
es todo.”
En
pleno bailecito, el niñito rubio y malvado, con sus gafas redondas,
lo cogió con sus dedos por la cintura y lo puso encima de la
televisión de plasma, como si hiciera una gracia. Todo el mundo lo
podía ver al entrar en la casa. La tele estaba al lado de la puerta
de entrada.
Eso
precipitó el acontecimiento. Se lanzó al abismo como el que se
lanza a una piscina, con los brazos por delante. ¿Qué porqué se
suicidó? No podía soportar su última reencarnación en un
muñequito de Playmobil. Más concretamente en Supermán. Pero para
suicidarse se vistió de Clark Kent.
José
Luis Álvarez
ABANDONO
...Y
ves como todos los demás,
danzando,
se van
a
su mundo de cristal.
José
María Rico
ABANDONO
A
A
B
Bandazos
A
Andamos
N
Nadando
D
Dormidos
O
O
N
Negando
O
Obsesionados
ABANDONO
A
Abrimos
B
Bucles
A
Atemporales
N
Nacidos
D
De
O
Oscuras
N
Naderías
O
Obtusas
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