domingo, 20 de agosto de 2023

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD

"La naturaleza humana es buena y la maldad es esencialmente antinatural." (Confucio)



TEMAS TERTULIA 25-8-2023

CAMBIO DE PLANES

INTERMITENTES

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


TEXTOS TERTULIA 18-8-2023

ORGULLO

SILENCIOS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


ORGULLO
 Treinta y cinco años. Ése era el tiempo transcurrido desde aquella lejana tarde en que le dijo “No, es imposible, no puedo hacerle eso a mis padres”. Desde hace ya mucho sabía que lo de sus padres era

sólo una excusa, un juego de autoengaño, porque ella recordaba exactamente todo cuanto había pasado por su cabeza aquella tarde, todo, y la negativa de sus padres no era la razón de más peso de cuantas rondaban entonces su mente. La valentía que había demostrado para recordarlo y reconocerlo contrastaba con su cobarde y mezquina actitud de entonces, porque lo que verdaderamente la había impulsado a decir “no” era que Miguel era pobre, un pobre hijo de jornalero pobre, y ella una señorita de clase media acomodada de provincias.

Lo peor es que ella le quería, le quería con esa pasión que sólo el tango sabe expresar. Hubiera matado o muerto por él, pero no soportaba la idea de una vida de estrecheces económicas, aún cuando fuera al lado del ser al que amaba.

Le dijo “no”, y el destino no podría haberle deparado una lección más cruel. Habían llegado hacía apenas unas hora y ya circulaba por la ciudad toda la información sobre su vida, sus hijos, tan guapos ellos, y su riqueza, empresario de éxito, propietario de varias patentes e innovaciones tecnológicas.

    “De niño ya le gustaba montar aparatos raros. “
     “Pues su mujer es guapísima, parece una estrella de cine. “
     “Y si es tan famoso, ¿por qué no sale en las revistas?
     “Es que sale en las científicas y en las de economía. “
     “Ah . . . “

Se escondió durante días en casa, evitando bajar a la tienda alegando jaqueca para evitar encontrarse con él, pero ellos venían a pasar todo el mes en la ciudad, alojándose en el parador, y estando la tienda en una de las calles principales sería difícil evitarle. A las dos semanas ya no le quedaban disculpas ante su marido, ese hombre, en otro tiempo de cierta fortuna, que la dejó embarazada hace años, condenándola a un matrimonio sin amor y tras un aborto traumático, sin hijos.

     “Ve al médico o vístete y baja a la tienda ahora mismo.” le dijo. Decidió bajar.

     Ocurrió el día anterior a la partida de ellos, y nunca llegaría a saber si fue casualidad o él no quería marcharse sin verla.
     No recordaba ningún momento anterior de su vida en que lo hubiera pasado tan mal como el rato, apenas un minuto, en que le presentó a su mujer y a sus hijos.

     Del resto apenas recordaba nada salvo su mirada. Nunca la amabilidad había hecho tanto daño a un ser humano. Sus preguntas sinceras, sin un ápice de rencor, y esa mirada final llena de lástima y ternura.

     Hubiera preferido arrogancia, crueldad, algo que le demostrara que a quien había rechazado por miedo a la pobreza no era, además de rico, una gran persona, pero sólo encontró respeto y lo que es peor, ni el más mínimo indicio de lo que fue en su momento un apasionado amor, se le notaba enamorado de su mujer.

     Ellos nunca volvieron a pasar sus vacaciones en la ciudad, y ella sabía que era para no herirla, él siempre había podido leer en sus ojos.

     Muchos años después, siendo ambos ya ancianos y viudos, se encontraron en la residencia de esa capital de provincias donde él había decidido pasar sus últimos días. Para él la vida continuaba y se acercaba a su fin. Para ella se reiniciaba, tras un paréntesis de cincuenta y tres años, y nunca se atrevió a preguntarle, mientras acariciaba su mano, si había vuelto por ella o fue tan sólo el azar quien le había brindado esa segunda oportunidad.

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SILENCIOS


Algunos silencios de la vida son atroces y se graban en el recuerdo: el silencio temeroso de una infancia abusada, un grito sofocado en la garganta; el desesperanzado silencio de una adolescencia invisible a los ojos de los adultos clamando por el reconocimiento de su identidad.


Otros, aunque también permanecen en la memoria, son gozosos y vibrantes: el silencio proveniente de un contacto carnal, explosión de pasión que se sofoca en los labios de la persona amada; el callado recuerdo de aquel viaje clandestino a ese lugar no permitido.


Los silencios de la madurez ocultan cosas más prosaicas, menos hondas: la juerga encubierta de la noche anterior o la procedencia de una ganancia extra.


Pero tras pasar muchos años silenciando lo importante y hablando de cosas que a uno no le importan en absoluto, llegan los silencios más valiosos del mundo, esos a los que, en mi opinión, se refería Hemingway cuando dijo: «Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar».


A saber: silencio porque no me apetece que sepas lo que pienso; silencio porque lo que diría sería doloroso para ti y alteraría mi conciencia; silencio porque no tengo que justificar mi decisión; silencio porque las provocaciones me resbalan; silencio porque ni te entiendo ni me entiendes; silencio porque te entiendo y me entiendes; silencio porque doy valor a mi criterio; silencio porque, aunque lo parezca, no hablamos el mismo idioma; silencio porque me da la gana.

Son silencios voluntarios, sublimes y defensivos porque, como dijo Stanislaw Lec: «A los silenciosos no se les puede quitar la palabra».


18/agosto/2023 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»



SILENCIOS

ESCUCHAR EL UNIVERSO

Quieta mente sin palabras,

que escucho el sonido de mi respiración.

Quieta respiración silenciosa,

que escucho el sonido de mi corazón.

Quieto corazón sin pálpito,

que escucho el sonido de mi despertar.

quieta yo, entonces te escucho a Ti.


Cuando meditamos acallamos la mente, tranquilizamos la respiración, relajamos las emociones y finalmente despertamos del sueño de la vida y en esa quietud podemos escuchar el espíritu del Universo.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.



MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

HOMBRES Y MUJERES


No somos enemigos, simplemente no nos comprendemos.

Somos distintos y percibimos el mundo de forma diferente, pero eso es lo enriquecedor, siempre que estemos dispuestos a ponernos en su lugar, en el de ellas o en el de ellos. Allan Pease da las pistas para conocernos a nosotros y al sexo contrario, para comprender por qué actuamos así con quien nos rodea.

¿Cuáles son las diferencias cerebrales más notables entre hombres y mujeres?

Las mujeres tienen de 14 a 16 zonas cerebrales especificadas para el lenguaje, mientras que los hombres tienen de seis a siete. Ellas pueden decir hasta 8.000 palabras al día, mientras que un hombre solo usa unas 3.000. Por eso, las mujeres a menudo dicen que los hombres no hablan y ellos dicen de ellas que nunca se callan. Por otro lado, la mujer puede organizar diferentes tareas a la vez, mientras que el hombre no puede hacer dos cosas a la vez. Él está más enfocado a tareas únicas y específicas. Otra gran diferencia es la referente a la percepción. El hombre, debido al papel que desarrolló en la evolución, tiene la capacidad de ver tridimensionalmente y se basa en la especialización. Como cazador perseguía un objeto a larga distancia y tenía que protegerse de no ser atacado. La mujer no suele ser buena en esta habilidad porque no era una capacidad que necesitara. Por eso, suele tener más dificultad para orientarse o tiene que girar un mapa para poder leerlo.

Nuestras diferencias cerebrales harán que percibamos el mundo de manera diferente.

Sí. Las mujeres perciben en base a los colores, olores, tacto, relaciones humanas y sentimientos; mientras que el hombre lo hace en objetivos y metas y en alcanzar ser un líder debido al proceso evolutivo. Desde el principio de la evolución, la mujer estuvo al cuidado de los hijos, lo que marcó su percepción. Con solo observar a los hijos tenía que saber cómo se sentían interpretando su lenguaje corporal. El resultado es que la mujer es sensitiva y experta en la traducción del lenguaje corporal. El hombre, en cambio, era cazador. Anuló casi por completo su visión periférica para no distraerse y poder concentrarse en perseguir únicamente a sus presas. Tampoco tenía que relacionarse, así que no tuvo que desarrollar su sensibilidad. En consecuencia, el hombre no es tan perceptivo ni sensible.

¿Cómo deberíamos comunicarnos con cada sexo?

En la conversación con una mujer no hay turnos, sino participación. Si hablas a una mujer, no esperes turnos y no le impongas soluciones demasiado pronto. Para la mujer, la manera de comunicarse de los hombres, ser tan directo, le resulta demasiado agresiva, por eso opta por un estilo indirecto.

Claves para comunicarnos

Si entendemos que cada sexo tiene una manera diferente de comunicarse podremos adaptarnos a su lenguaje para ser entendidos. Un hombre que quiere mantener una relación personal con una mujer tendrá que tener en cuenta que para ella el discurso indirecto forma parte de su estructura mental. Además, su cerebro también le permite hablar y escuchar al mismo tiempo y saltar de un tema a otro. A diferencia del sexo masculino, la mujer no habla por turnos ni busca soluciones en esos momentos. Para ella hablar es un modo de participación. Cuando una mujer se comunica con un hombre espera que él la escuche con atención, que utilice sonidos que le demuestren que la escucha y que también realice movimientos corporales que indiquen asentimiento. Debido a que el vocabulario no posee una zona localizada en el cerebro femenino, las mujeres no definen con precisión una palabra. Se toman licencias poéticas y utilizan la exageración para dar más énfasis. Sin embargo, deben tener precaución porque los hombres interpretarán cada una de sus palabras de forma literal. Para mantener una comunicación correcta y una discusión constructiva, el hombre tiene que entender que la mujer usa palabras sin referirse a su sentido estrictamente literal. La mujer, por su parte, tiene que aprender a discutir con un hombre lógicamente, a desarrollar sus argumentos uno a uno, a ser más específica, a no dar rodeos y ofrecer soluciones. Para impresionar a un hombre se le debe dejar claro el tema de la conversación y el momento en el que se va a tratar. Así, la estructura lógica masculina hace que se sienta considerado.

La mujer es diez veces más sensible al tacto

La mujer posee una piel mucho más delgada que la del hombre y, como consecuencia, es diez veces más sensible al tacto. Por eso, para ella es tan importante el contacto físico y le da más importancia a abrazar a su pareja, su hijo o amigos. En el mundo occidental, por cada hombre que toca a otro, hay de cuatro a seis mujeres que toca a otra; de ahí cuando una mujer se enfada con un hombre suele decirle: “No me toques”, algo que el hombre no entiende. Otro aspecto en el que ambos sexos se diferencian enormemente es que la mujer suele esperar a que él descifre sus señales verbales y corporales y, así, anticiparse a sus necesidades, como lo haría ella; olvida que los hombres no poseen unos sentidos tan desarrollados. De hecho, muchas veces la mujer se calla pues cree que él sabrá interpretar lo que desea. Pero estas indirectas no son percibidas por él, que llega a ser tachado de “insensible”. En estos casos, él argumenta que no puede leer la mente. Es cierto que no puede, pero sí puede entrenarse para ser más consciente.

 

Allan Pease es el experto en lenguaje corporal más reconocido del mundo. Es autor de cinco bestsellers internacionales que han llegado al número uno en ventas, entre ellosPor qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas, escrito en colaboración con su esposa Bárbara Pease.

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