domingo, 11 de junio de 2023

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD

 "Mis colores", de Elisabeth Grech (Malta, 1978)


Como piel de serpiente
te volteo al revés
viejo vestido,
para usar uno nuevo.
Contigo desfilan lejos del corazón,
de cada arruga,
de cada pliegue del cuerpo,
ruidos estridentes,
olores de encierro,
angustias contenidas,
lágrimas marchitas,
burbujas de esperanza
deshechas,
besos vacíos,
palabras rotas,
aquello que fue
aquello que hubiera podido ser.
Pero la luna me ha amado,
estrellas brillantes se filtran
en mis venas.
La luz del sol me alcanza,
su calor me atraviesa,
la lluvia invade
las grietas que quedan.
Poco a poco
mi corazón se expande en el horizonte,
como una esponja
vuelve a encontrar su espacio,
se abren flores,
colores,
uno dentro del otro
uno más grande que el otro
uno encima del otro.
Germinan nuevas semillas.
Querido,
de ti no necesito más.
Me había perdido en ti
solo para descubrir
de que color soy.

Elisabeth Grech en Terre sospese (2019), incluido en Revista Kametsa (Perú, 31 de mayo de 2021, trad, de Marisol Bohórquez Godoy).

Otros poemas de Elisabeth Grech
Fuente:https://franciscocenamor.blogspot.com/ 

"Nos gustan las personas que dicen con franqueza lo que piensan. Siempre que piensen lo mismo que nosotros." (Mark Twain)


TEMAS TERTULIA 16-6-2023

SER O NO SER

ENCUENTRO DE CULTURAS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



TEXTOS TERTULIA 9-6-2023

GRACIAS

LUCES Y SOMBRAS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

Fotografía: Fan Ho: "Smoke"

LUCES Y SOMBRAS


Mi buena amiga Ana dice que todos tenemos luces y sombras; a mí me gusta cómo lo dice y, sobre todo, como demuestra coherencia con esta idea en cada acto que lleva a cabo. Los seres humanos somos caminantes destinados a mantener el equilibrio entre las luces y las sombras que nos habitan; pero, al parecer, no todos estamos interesados en conseguir la verticalidad, también existen quienes no tienen inconveniente alguno en caer y no les preocupa hacerlo en el lado oscuro.


Algunas de las personas que así actúan nacen con la maldad incorporada; los otros, la mayoría, sencillamente han llegado a ser como son saltándose poco a poco los límites de la integridad hasta que, casi sin darse cuenta, quedaron instalados en sus sombras, convirtiéndose en psicópatas capaces de pasar por seres normales y corrientes, ya que aprenden a ocultar los rasgos que más les delatan e, incluso, pueden llegar a ser encantadores.


Aristóteles decía que «Somos lo que hacemos día a día, de modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito», supongo que la ecuación también es aplicable cuando la excelencia que se persigue es la perversidad «per se».


Esta decisión de moverse hacia el mal cambia el funcionamiento del cerebro y, al parecer, es un camino sin retorno. A quienes padece esta desviación se les denomina “psicópatas integrados”, seres que se sienten cómodos habitando las tinieblas, capaces de disfrutar con el dolor ajeno sin un ápice de compasión y con gran habilidad para contagiar su falta de conciencia. Calculan los expertos que son unos sesenta el número de psicópatas integrados que conocemos a lo largo de nuestra vida y un alto porcentaje de directivos de banca y grandes empresas lo son.


Aunque ellos no son curables sus víctimas sí que lo son, sólo se necesita reconocimiento del daño y distancia sostenida en el tiempo; aunque toque transitar por la más honda de las tristezas, lo único seguro frente a esta inmoralidad es una honorable soledad desde donde reconstruir la vida, reconstrucción que no puede llevarse a cabo en medio de un gran dolor, sino apoyándose en la propia luz hasta convertir ese dolor en un recuerdo, en una especie de cicatriz del alma: aquí dolió, aquí sanó.


Todos caminamos por una estrecha línea, el filo donde se encuentran nuestras luces y nuestras sombras y, a veces, resulta algo más que complicado mantener el equilibrio; pero si hay que caer, que sea del lado de la luz; de allí se puede regresar.

Por cierto, hoy pasan por televisión «El buen patrón», habrá que verla.


11/junio/2023 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»



LUCES Y SOMBRAS

LA LUZ

La luz que viene de fuera ilumina las formas.

La luz que sale de dentro ilumina la inteligencia.

Si te has de guiar por una de ellas,

¿Cuál elegirás?


La luz de la inteligencia es la luz que ilumina el mundo espiritual del ser humano. La luz del sol es solo una expresión externa de la verdadera luz interior.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.



GRACIAS

Agradecimiento


Aurelio Ruiz había sido, a lo largo de su monótona vida, un ciudadano modelo: serio, trabajador, amigo de sus amigos y comedido en cuantos placeres se cruzaran en su existencia.

Por eso ayer, mientras tiraba uno por uno a la calle los muebles y electrodomésticos desde lo alto del balcón del tercer piso donde vivía, nadie entendía nada, aunque  unos cuantos vecinos se alegraban secreta y mal disimuladamente: tanta perfección ya molestaba.

Mientras el balcón de su casa seguía vomitando muebles él permanecía callado, apenas se oía el jadeo del esfuerzo físico.

Finalmente, cuando no quedaba nada por tirar, tuvo que recurrir a los muebles que poco antes había colocado para bloquear la puerta de entrada, momento que aprovecharon los bomberos para entrar y los policías para detenerle. Aurelio seguía sin pronunciar una palabra, y no lo hizo hasta el día siguiente, cuando se encontró ante el juez, que, tras leer el expediente, pensó en demencia pasajera, si no, se dijo,  aquello no había quien lo comprendiera.

Pero, hombre, ¿qué ha hecho usted . . . ?

Defenderme, señor juez, defenderme echando fuera tanta mentira, lo de los muebles era sólo una metáfora.

Aurelio comenzaba a expresarse con ese lenguaje culto que tanto admiraban sus vecinos y compañeros de trabajo, producto de miles de horas de lectura y su asistencia a ciertos talleres de escritura.

Me han estado mintiendo toda mi vida, todo, todo es mentira . . .

Explíquese.

Ayer me disponía a salir de mi casa hacia la oficina, como hago cada mañana; había bebido un café, un poco más cargado de lo habitual, y me había sentado, como cada mañana, a fumar un cigarrillo, cuando de repente, empezaron a encadenarse los pensamientos, tan claros como insoportablemente pesados en su obviedad: toda mi vida había transcurrido de mentira en mentira, toda. La mía como la suya, señor juez, o la de este abogado de oficio que tengo a mi lado medio dormido. Piénselo detenidamente: la cadena de pensamientos empezaba con el mismo chupete, la primera mentira: te prometen alimento del pecho materno y te dan un trozo de goma del que chupamos desesperadamente sin conseguir más consuelo que nuestra saliva. El biberón sería, en el mejor de los casos, una mentira piadosa.

Luego, cuando empiezas a comunicarte te hacen creer durante años que tus padres lo saben todo, ¿cuántos padres dicen a sus hijos “no sé”?, muy al contrario, intentan explotar el engaño, para alimentar su ego miserable durante el mayor tiempo posible. Cuando descubrimos la verdad el resultado lógico es la rebeldía y el rechazo de la adolescencia en que todos caemos.

Pero antes hemos pasado también por el engaño de los Reyes Magos, Papa Noel y hasta el Ratoncito Pérez, todas mentiras aparentemente inocentes pero que nos enseñan una lección de una crueldad inusitada: hasta tus padres, con la necesaria complicidad del resto de los adultos, no son de fiar. Pocos recuerdan la intensidad de la decepción al descubrir la verdad de estos personajes, su mente elimina el recuerdo como se elimina de la memoria el parto, por lo traumático del mismo.

 Hay más señor juez, mucho más: me dijeron que si era bondadoso con los demás recibiría bondad como justo pago a mis acciones, pero siempre he recibido abusos o desprecio; me dijeron que si era honesto, la justicia me defendería, pero la única vez que tuve un juicio, además de éste, fue porque me denunció un hombre que chocó su coche contra el mío yendo completamente borracho y que como resultó ser policía, nadie le exigió la prueba de alcoholemia, su palabra siempre pesó más que la mía en el juzgado, donde tuvo la caradura de acusarme de intento de agresión. Me prometieron que si estudiaba tendría un buen sueldo, pero tras veinte años de estudio, me encuentro con que es mi cuñado quien, construyendo viviendas de ínfima calidad y especulando con los terrenos, se ha hecho con una enorme fortuna.  Me dijeron que si era fiel en el matrimonio mi pareja también lo sería, pero ya hace años que sé que mi mujer está liada con mi jefe, y yo intento, por mantener un mínimo de dignidad, no obtener ninguna prebenda laboral a cambio, como ve, no tengo clara la línea que delimita la bondad y la estupidez.

Si crías a tus hijos con respeto y cariño, recogerás lo que siembres, o sea respeto y cariño, me decían, pero mis hijos no son más que un par de parásitos que siguen viviendo a costa mía teniendo ya más de treinta años. Me dijeron que si ahorraba durante toda mi vida, tendría una jubilación decente, pero la empresa donde había contratado un fondo de pensiones se ha ido a pique, y el gobierno dice que asumirá sólo el agujero económico surgido durante su legislatura, que lo anterior se lo reclamemos al gobierno que había antes, que es como decir al maestro armero.

 Y ayer, señor juez, me sentí arrollado por las mentiras, me asfixiaba . . .

El juez reflexionó unos instantes y dijo:

Bueno, no hay daños personales, me gustaría condenarle a creer, incluso en alguna mentira o fantasía que, como hacemos todos, le mantuviera con un mínimo de ilusión en la vida, pero no puedo. Sí puedo, no obstante, invitarle u obligarle a ver las distintas caras que puede tener una misma mentira: durante tres semanas acudirá a visitar enfermos terminales en el hospital comarcal, allí podrá ver  a diario dos grandes verdades que por demasiado intensas, necesitamos ocultar autoengañándonos y negar a cada momento: la de la muerte inevitable y la de la fuerza de la vida, que hace que incluso en esos últimos momentos, nos abracemos con fuerza a ella.

Tan absurdo como no ver las mentiras en que todos vivimos inmersos es no apreciar cuanto nos ha sido regalado, cuanto nos brinda a diario la vida, y ésa es otra forma de mentirnos a nosotros mismos. Por otra parte, si no hubiera sido usted tan impulsivo, habría caído en la cuenta de que toda mentira se desvanece al ser descubierta, al ser identificada como tal: usted ayer no fue arrollado por las mentiras, pero sí tuvo, si la hubiera aprovechado, la oportunidad de librarse de ellas.

Y cuando termine su condena, quisiera que me enviara un escrito reflejando qué conclusión ha sacado usted de la experiencia.

Tres semanas después, que fueron suficiente, además de para cumplir la condena, para cambiar de domicilio, divorciarse y echar de casa a dos treintañeros ociosos, el secretario del juzgado dejó sobre la mesa del juez el expediente de Aurelio Ruiz; la primera hoja que aparecía al abrir la solapa tenía, escrita de su puño y letra, la siguiente frase:

 Tenía usted razón: Cuando un buen día caemos derrotados, cansados de que nuestra mano derecha luche inútilmente contra la izquierda, comprendemos al fin  que toda conquista sólo es posible hacia el interior”.

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

No se pilla antes a un mentiroso que a un cojo y, además, mentimos poco.

22 de mayo 2023    /   CIENCIA     por Sergio Parra          



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Todo el mundo miente. Incluso nos mentimos a nosotros mismos a propósito de lo que mentimos. De hecho, si solo te fías de ti mismo no eres desconfiado, sino ingenuo, porque nadie te va a engañar más ni mejor que tú mismo.

Nuestra forma de mentir no siempre es directa. Está cubierta de capas y capas de verdades, medias verdades, tergiversaciones y omisión de información. Tanto es así que, a pesar de lo que aparece en el cine y muchas novelas, no hay manera fiable de detectar si alguien está mintiendo.



La idea de que una persona que miente no te mira a los ojos es científicamente endeble. De hecho, ningún signo del lenguaje corporal parece ofrecernos indicios fiables para evaluar la credibilidad de una persona. Ni siquiera los supuestos expertos tienen más probabilidad que la media de determinar quién miente y quién no basándose exclusivamente en indicios conductuales.

CUESTIÓN DE EVOLUCIÓN

¿Por qué no existen señales conductuales confiables relacionadas con la mentira y el engaño? Como explica el científico cognitivo francés Hugo Mercier en su libro No hemos sido engañados, una razón inmediata (basada en la operación de nuestros mecanismos psicológicos) es que las personas experimentan emociones contradictorias independientemente de si están diciendo la verdad o una mentira; por lo tanto, es complicado diferenciar entre ambas situaciones. Una causa última (que se refiere a la evolución) es que estas señales no podrían haber sido estables evolutivamente.

Si tales indicios hubiesen surgido, la selección natural los habría eliminado. Es similar a lo que le sucedería a un jugador de póker: si se marca un farol, nadie debe notarlo o, de lo contrario, no podrá seguir jugando al póker sin perder su credibilidad. En el caso de los engaños, un indicio conductual evolutivamente viable sería una mala adaptación.

Sin embargo, si verdad y mentira parecen formar una única argamasa tampoco debería hacernos desconfiar de todo y de todos. Porque, realmente, la mentira, aunque ubicua, es escasa en la sociedad.

¿POR QUÉ MENTIMOS TAN POCO?

La idea de que mentimos poco parece contraintuitiva, pero, a la vez, sintoniza con las soluciones adaptativas de la evolución. En otras palabras: la evolución no nos ha hecho muy duchos a la hora de detectar mentiras porque los demás no mienten mucho, y si lo hacen, es sobre aspectos poco importantes para nuestra supervivencia.

Esta tesis es sostenida por algunos investigadores, como el psicólogo Tim Levine. Así, los estudios sobre la frecuencia de la mentira en la vida diaria sugieren que las mentiras son bastante escasas (menos de dos al día en promedio) y que en su mayoría son inofensivas, por ejemplo, uno puede fingir estar más feliz de lo que realmente está. En lugar de invertir mucha energía en detectar estas mentiras menores, es más beneficioso asumir que las personas generalmente dicen la verdad. Solo cuestionamos esta presunción en circunstancias específicas.

CÓMO CONVIVIR

Aunque las mentiras sean escasas, la gente miente, y también se autoengaña. Por consiguiente, no disponer de un detector de mentiras fiable parece algo más que un incordio. Sin embargo, a efectos prácticos, las cosas funcionan mejor que en el plano teórico.

Porque decidir en quién confiar no se trata tanto de estar alerta a signos de nerviosismo o de intentar detectar elusivas microexpresiones. No se trata principalmente de identificar a los mentirosos. Se trata de discernir quién se esfuerza por proporcionarnos información que sea beneficiosa para ambos, no solo para ellos mismos. Es decir, que podemos confiar en que los proveedores de información serán diligentes si sus incentivos están alineados con los nuestros. En algunas ocasiones, los incentivos del emisor y del receptor se alinean naturalmente cuando ambos están «en el mismo barco».

No obstante, incluso una pequeña desviación en los incentivos puede generar barreras en la comunicación, por lo que el alineamiento natural de incentivos rara vez es suficiente por sí solo. Para solucionar este problema, creamos nuestra propia correspondencia manteniendo un registro de quién ha dicho qué y disminuyendo nuestra confianza en aquellos que han proporcionado información poco valiosa. Esta supervisión, a su vez, incentiva a los proveedores de información a ser cuidadosos con la información que nos ofrecen, lo que genera un alineamiento social de los incentivos.

Dado que podemos rastrear los compromisos de los demás y ajustar nuestra confianza en consecuencia, la mayoría de la comunicación humana no se compone de palabras vacías, sino de señales que implican un coste: si se descubre que nuestros mensajes no son confiables, habrá una penalización.

Así pues, es lógico pensar que esta dinámica de compromiso es lo que ha permitido que la comunicación humana alcance la escala sin precedentes que la distingue hoy en día. Sin embargo, esta habilidad para recordar quién ha dicho qué, así como para evaluar si los incentivos de un emisor se alinean más o menos con los nuestros, requiere acceso a una gran cantidad de información. Durante la mayor parte de nuestra evolución, los humanos hemos conocido a muchas de las personas con las que interactuamos durante gran parte de nuestra vida.

Como resultado, hemos acumulado una gran cantidad de información que nos permite identificar incentivos bien o mal alineados, detectar a las personas engañosas, no confiables o excesivamente seguras de sí mismas, y ajustar en consecuencia nuestra evaluación de su compromiso.

Desde esta perspectiva, “mentira” o “verdad” se convierten en términos porosos, lisológicos, porque en realidad el mundo raramente puede describirse de forma unívoca. Lo que importa es que estemos en el mismo barco. Y que rememos en la misma dirección.

https://www.yorokobu.es/mentimos-poco/


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