domingo, 1 de marzo de 2020


VOCES entre VOCES



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TEMAS TERTULIA 6-3-2020

DEMASIADO CORAZÓN
COTILLAS y COTILLONES
MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.



"Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro". (René Descartes)






No me siento cómodo aquí
¿Debo volver a la heredad abandonada?

No tengo hogar aquí
Estuve largo tiempo en Sudáfrica
Aguardando a que la lluvia parara.

He fracasado en fundar un hogar aquí
Estuve largo tiempo en Japón, esperando un cambio
Fue un mal viento el que nos lanzó sobre el mar.

Fracasé por completo en fijar residencia
Mis pulmones estaban llenos por la tormenta del desierto
Y el calor y frío de Omdurman,
Hermanos Musulmanes Extremistas nos marginan de la sociedad
Como si la tierra fuera siempre suya.

¿Dónde está pues nuestra ciudad capital?
He fracasado en asentarme
He pensado regresar a Kajokaji
Donde dulces mangos maduran dos veces por año
La Guerra de Garang se enfurece
Para que los aún no nacidos la continúen.

Toda nuestra juventud fue reclutada
Y enviada a perecer en los matorrales espinosos
Las bombas que llueven de arriba profanan nuestras tumbas.

Piedad pobre de mí, un hombre sin hogar
Proscrito de Bobi por Obote y Amin
Regresamos a nuestro hogar ancestral en el Sur de Sudán
Dejando las tumbas de padre y señor completamente cubiertas de hierba
El Jefe Olal y su maestro de ceremonias,
Yacen enterrados bajo el higo de Bobi Paidwe.

¿Dónde queda ahora exactamente nuestra heredad ancestral?

Compadezco al hombre que no tiene un hogar donde llamar:
El Nuevo Gitano o el Judío Errante.

¿Debo permanecer en el mismo sitio?
¿Regresar hacia dónde?
¿Hacia dónde avanzar?

Taban Lo Liyong, incluido en Voces del Sur. Aproximación a la poesía africana (Biblioteca Virtual Omegalfa, Internet, s. a., ed. de Equipo Fénix, trad. de Javier del Prado).

"El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona". (Aristóteles)


TEXTOS TERTULIA 28-2-2020

EGO
ANDALUCÍA
MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.



EL EGO

Mira como se mira en el espejo creyendo ser importante, valioso, indispensable.
Mira como te susurra al oído que no puedes ser nada sin él, como intenta hacer de su miseria la tuya.
Mira como se hunde con tu hambre de saber, como se revuelve agresivo intuyendo su final en tu sabiduría y su alimento en tu estulticia.
Mira como te hace perderte en mil fantasías estériles mientras cierra tus ojos a la maravillosa y casi desconocida realidad cotidiana.
Te dirá que es tú, pero sólo es tú cuando estás perdido en la telaraña del no saber, del creer por miedo, del odiar como refugio, del reducir la vida a lucha mientras te convierte en víctima de ti mismo.
Mira, y nunca dejes de mirar diáfanamente o te convertirá en un ciego que cree ser omnipotente, que cree verlo todo y saberlo todo cuanto más ignorante y débil es.
Es tu ego, pero no te confundas, tú eres mucho más, aunque él intentará que nunca lo sepas.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com
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EL EGO
Yo nací para danzar desnudo.

Yo nací para ser aire.

Yo en la noche
 

alimento luciérnagas.

Yo nací para ser grito,
 
Yo nací para ser aire.

Yo quiero sentir
 
sólo primaveras y flores.

Yo nací para ser aire
.
Yo muero por ser beso.


JJC -Juan Jiménez Caballero



EL EGO

Yo me esfuerzo
me esfuerzo y me esfuerzo
a que tus nalgas pase
por delante de mis ojos,
pero tú te empeñas
en esconderlas,
paseando tus pantorrillas
por la acera del cuartel.
Dicen que hay otras
que se dejan ver...

José María Rico



ANDALUCÍA

Sólo ha habido tres ciudades en la historia de Occidente que hayan sido las mayores en población durante al menos dos siglos: Roma, por supuesto, Londres, a partir de la Revolución Industrial y la desconocida: Córdoba, la ciudad más grande de Europa hace mil años, con su medio millón de habitantes, sus quinientos baños, sus bibliotecas, y sus perfumes que usaban hasta los campesinos, aunque fuera la modesta agua de limón, mientras los reyes cristianos del norte de la Península Ibérica y de Europa, bajo la dictadura del integrismo religioso impuesto por la Iglesia y la ignorancia, apestaban.
Mientras, una nueva religión se iba extendiendo rápidamente, como en su momento lo había hecho el cristianismo. En la Península Ibérica el cristianismo ya había calado en la población, pero el catolicismo era minoritario, sólo lo practicaban las élites visigodas, el resto de la población era arriana, creían en Dios, pero no comprendían que Jesucristo, siéndolo, hubiera sido crucificado, los dioses, por definición, son inmortales. Éste fue el panorama que se encontró ese ejército recién llegado que daría algo parecido a un golpe de estado, hablar de invasión, siendo entre diez y doce mil hombres, parece exagerado.
No impusieron su nueva religión, sólo un pequeño impuesto a los no creyentes, muchos de los cuales pasaron del arrianismo al islamismo con facilidad, ambos consideraban a Jesucristo un profeta...
La nueva religión, a diferencia del cristianismo, no perseguía ni destruía la cultura grecolatina, al contrario, la estudiaba y propagaba, ésa fue la clave de su expansión cultural.
En Al Andalus las mujeres escribían poesía sin que ello se considerara ni un pecado ni una aberración.
Tan sólo algunos reinos cristianos peninsulares imitaban, con sus reyes, las modas y costumbres de Córdoba, el resto de Europa, más allá de los Pirineos era, simplemente, tierras semisalvajes hundidas en la barbarie feudal. No es que Córdoba o Al Andalus fueran un paraíso, pero, para su tiempo, en esa época y comparándola con su entorno, sí se puede considerar como tal, sólo ciudades como Damasco o Bagdag se podían igualar a ella mientras París o Londres no pasaban de ser unas aldeas insalubres.
Es una época plagada de mitos y desconocimiento, incluso para los andaluces actuales, descendientes, al menos parte de ellos, de aquella gente, muy pocos conocen la grandeza, sobre todo cultural, que supuso aquella experiencia.
Juzgar la religión musulmana con los esquemas actuales carece de todo sentido y reducirla a una minoría de fanáticos agresivos no muestra más que desconocimiento e ignorancia, todas las religiones han tenido sus radicales, incluso los mismos cristianos en sus orígenes, cuando quemaban los templos de otras religiones, algo inaudito hasta entonces e incomprensible para los romanos y otros pueblos, de ahí las persecuciones que sufrieron.
El tema es largo, complejo y espinoso...
Por poner tan sólo un ejemplo de la importancia de Al Andalus y Córdoba en la historia europea, sin las traducciones que se hicieron de textos de geometría y matemáticas de los originales griegos y latinos al árabe clásico y posteriormente a otras lenguas europeas no hubiera sido posible el posterior desarrollo tecnológico, ni el Renacimiento, intento de retorno al pasado esplendor grecolatino, ni la posterior Revolución Industrial.
Es difícil imaginar siquiera que hubiera sido de Europa sin Córdoba y la Escuela de Traductores de Toledo, enlace de su cultura con el resto de Europa, tal vez las semillas de la ciencia y la tecnología se hubieran quedado, simplemente, al otro lado del Mare Nostrum, del Mediterráneo, y tal vez seríamos nosotros hoy los que nos jugaríamos la vida para intentar llegar a la otra orilla, un viaje a vida o muerte para intentar alcanzar algo parecido a un mediocre paraíso que, al menos, sería mucho mejor que las guerras o miserias que estaríamos padeciendo.

Las dos orillas del Mediterráneo:

UN BAÑO ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE.

En una orilla, cebados y dormidos, creen saber,
En la otra, despiertos y hambrientos,
saben a que sabe el hambre.

En una orilla, agobiados por la eterna búsqueda,
necesitan ansiosos creer que han encontrado.
En la otra aún no hay tiempo para naderías.

En una orilla, la pupila vacua de la soberbia,
En la otra, los ojos vacíos de la necesidad,
En ambas orillas, tristes miradas tristes.

En una orilla, un dios, de nombre Dios,
En la otra un dios, el mismo, pero de nombre Alá.
En ambas, la codicia alimenta la falsa diferencia.

En una orilla, la historia del olvido,
en la otra, el olvido de la historia,
En ambas, la necesidad de olvidar.

En una orilla el ayer de una orilla,
enfrente, el mañana de la otra orilla,
Entre ambas, el hoy siniestro de una pesadilla.

En una orilla, a ciegas, se intenta saltar al paraíso.
En las playas del paraíso, otra vez, un cuerpo inerte.

¿Cuándo se podrán cruzar las dos orillas sin que
el viaje sea un baño entre la vida y la muerte?


Nekovidal - nekovidal@gmail.com
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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.

***
UNIVERSO A ESCALA

Nuestros ojos brillando entre las sombras como estrellas dispersas en el cielo.

Nuestros cuerpos chocando beso a beso como hacen las orillas con las olas.

Nuestras voces mezcladas en el aire con susurros y cantos, como pájaros.

Nuestra casa surcada de caminos con soles y tormentas, como la Tierra.

Nuestra sangre germinando en vida como semilla en la naturaleza.

Nuestro pequeño mundo, tan inmenso, con un destino cierto, como el Planeta.


Haydée Acosta Godoy. De mi poemario “CÁLIZ DE AUSENCIA” (2016).


***
    Cuéntame un cuento que no incluya dolor, placer, amor o pasión, cuéntame un cuento sin cuento.
    Podría hacerlo, pero ya no sería un cuento humano....
Nekovidal nekovidal@gmail.com ARTES LIBRES www.arteslibres.net


***
Gracias a la vida y al destino porque te ha puesto en mi camino y tu mano me ha rescatado del abismo cada día, cada minuto, cada segundo de los últimos 365 días, porque gracias a ti he empezado a creer en los milagros y ahora sé que nada es imposible.
No me faltes nunca.

Lourdes Pérez




Ella se preguntaba si podía acariciar al difunto.
La enfermera le dijo que sí que podía.
¿No se envenenaba una de cadáver?
No, no se envenenaba.
Habían estado viendo una reposición en la tele,
él había hecho una profunda aspiración
y entonces había... ocurrido.
Lo ideal sería que los dos nos fuésemos juntos
habían dicho muchas veces.
Ahora quedaba allí sola
como una rebanada de pan olvidada en el tostador.
Usted, enfermera, ¿me entiende?
La entiendo.
¿Tal vez podría lavarme la mano después?
Claro que podría.
Pero no es necesario ¿verdad?
No, no es necesario
Entonces voy a acariciarlo, sí, al difunto.

Werner Aspenström en Sorl (1983), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).

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