domingo, 22 de marzo de 2020


VOCES entre VOCES


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TEMAS TERTULIA 27-3-2020

CUARENTENA
SIN MEDIDA
MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.



No es lo que te ocurre, sino cómo reaccionas lo que importa (Epíteto)





Leo en el periódico que me van a matar a tiros a 30.000 haveldas
y estoy sorprendido por esa inmensa población
de la que nunca había oído siquiera hablar
aquí cerca, cuántos otros pueblos
lejos de aquí, por el mundo

Enciendo la estufa, barro el suelo
embellezco la casa para hacerla digna de mi esposa
voy a buscarla llega en autobús
cargada de bolsas,
ella puede llevar la validez
yo cojo la objetividad, en mis manos
pesa menos
Ya es primavera

La noche pasada Nixon empapeló los muros, hoy vuela hacia China
El gato pasea por la carretera, el viento parlotea en la estufa
todavía no está demasiado oscuro es el momento
en que el cielo está de un negro vulva
Van a matar a tiros a 30.000 haveldas, haveldas rusas
a las suecas las matan en aguas noruegas
cuántos pueblos a lo lejos, por el mundo

Tú que piensas que la sociedad puede ser mejorada
que el trabajo y los pensamientos tuyos y de tus camaradas
¡Lenin descansa en su mausoleo
tan definitivamente muerto!

se ha añadido una nueva cláusula a la ley
que prohíbe el trabajo contra la ley
que nos prohíbe a nosotros
pronto no habrá nada permitido excepto
las ideas que no saben cómo morir

Pentti Saarikoski en Tanssilattia vuorella (1977), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).Otros poemas de Pentti Saarikoski
En Helsinki firmé un contrato para mi próximo libro...


La falta de la humanidad de la computadora consiste en que una vez se la programa y trabaja adecuadamente su honradez es intachable (Isaac Asimov)



TEXTOS TERTULIA 20-3-2020

YA ME BAJO YO LA LUNA
¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.




YA ME BAJO YO LA LUNA
Desde siempre fue mi caballo de batalla, casi sin haberme sido concedido eso de «el uso de la razón», algo que yo pensaba que me pondrían a modo de camiseta, combatía como podía la excesiva condescendencia, mal llamada educación, no ya de hombre a mujer -… y viceversa que dijo don Mario Benedetti- sino entre amigos, entre padres e hijos, entre vecinos.

Siendo aún un mico, defendía mis derechos ante el mal hacer de maestros grises o ante aquella monja enfadada con la vida, aunque yo entonces no lo entendiera, que me acusaba de ser muy ligera de cascos porque me gustaban los niños.

Pero también escuchaba que no se podían hacer trampas al parchís o que me tocaba ligarla aunque fuera por quinta vez o que nadie me iba a dejar una de las cuatro esquinas libres aunque yo me pillara el rebote del siglo porque esas no eran las normas de juego.

Y yo lo entendía. A mí me gustaba eso de que cada quien ayudara a que otro cada quien comprendiera y pudiera hacer las cosas bien y por sí mismo, que no tuviera que depender, que no necesitara depender.

Cuando crecí llegaron las relaciones de pareja -heterosexual en mi caso-, en unos tiempos en los que, si no permitías que él te controlara, si tú trabajabas y él no, si tu carácter era más fuerte o si llegabas al colmo de tener criterio propio y no te dejabas vapulear, la sociedad y el partenaire te castigaban a no tenerte como una reina, no sacarte a pasear, no llevarte al cine y, sobre todo, a no bajarte la luna.

Aquellas sanciones me hicieron comprender que yo no quería a mi lado a un suministrador, ni a un cuidador, ni a un tipo que me tratara como si yo fuera una inútil; yo quería, quiero aún -la condena me dejó solterita-, un igual, un ser humano que me ayude a ver lo que yo no veo y que me permita mostrarle aquello que yo miro y que él no ha mirado aún, con un alma y un cuerpo dispuestos a adaptarse pero no a someterse, flexible pero no rígido, amable pero no en exceso y que no se ofrezca a bajarme la luna.

Tengo la seguridad de que si me brinda sus manos como escalera… la luna me la bajo yo.

20/marzo/2020 – Victoria Blanco para «VOCESentreVOCES»


YA ME BAJO YO LA LUNA
Una vez nacidos, se nos ofrece, con aparente, y sólo aparente, generosidad, todo. No son nuestros padres quienes lo hacen, ellos, simplemente, dan lo que pueden, les guían, para bien o para mal, dos instintos como dos caballos tirando de una cuadriga: el sexo y el amor.
Son otros los que hacen la oferta: Te daremos todo a cambio tan sólo de obediencia, sólo obediencia, nada más que obediencia...
Pondremos a tu servicio un grupo de maestros en cada etapa de tu vida, guías que dirigirán tu camino en el sentido correcto, luego vendrán tus jefes, esos hombres sabios que te señalarán, una vez más, hacia donde debes dirigirte.
También tendrás un grupo enorme de hombres armados que te protegerán de otros hombres armados, también un puñado de asesores que te irán indicando con toda exactitud, disfrazados de políticos, sacerdotes o expertos en la materia correspondiente, que debes y puedes hacer y, por supuesto, que no debes ni puedes hacer.
Podemos incluso, si eres lo suficientemente obediente bajarte la luna...
¡¡No, no, no...!! La luna, señores, me la bajo yo.
Nekovidal - nekovidal@gmail.com
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¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
De vuelta a mi casa, me permití el "lujazo " de ir a ver el mar desde mi coche, tenía la esperanza de que me calmara la sensación de vacío que me provoca no poder disfrutar de él. Me sentía como si fuera a robar, la poca gente que te cruzas te mira desde sus coches con el ceño fruncido (¡a saber dónde va esta !) La policía en ALERTA, lógicamente, pero yo quería robar....Robarle una mirada inocente al mar, y eso hice ... desde el punto estratégico y sin bajar del coche, bajé la ventanilla y miré....la sorpresa fue la siguiente, sinceramente no me la esperaba....
El mar me sonrió, estaba precioso...me guiñó un ojo y me dijo:
"Tranquila, haz lo que tienes que hacer...estaré aquí siempre".

Naima Guejd


¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
TE IBA A DECIR ALGO. . .

Se me quedó enredado en el silencio.
A veces pienso las palabras a destiempo
y se quedan calladas en la soledad del cuerpo.
Miro cuanta luz entra por el ventanal
a costa de las ramas caídas.
Siento pena de madera abatida
por el imperativo del invierno.
Los pájaros andan revoloteando desnortados
en el vacío del aire deshojado.
Entra la luz a raudal nuevo.
Entra el mar por los ojos desde
el horizonte despejado.
El viento danza invisible,
no hay rama que lo sostenga.
Sé que está ahí, mas no lo veo.
También él querrá hablar
y se queda enredado en el silencio.

Haydée Acosta Godoy


¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
Audio:
LA VIDA SIGUE IGUAL

Rafael Cotilla


¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
Quisiera empezar de nuevo y retirar todo lo dicho hasta ahora.

Ver por primera vez.

Quisiera arrancarme estos ojos viejos, para plantar margaritas frescas.

Vaciar de todo mi cabeza.


Llenarla de ratas que se coman unas a otras.

Tú llévate mi lengua mordida. Y sécala al sol.

Estuvo demasiado tiempo en remojo presa.

Te lo doy. Ya me sirve.

Cocina mi corazón, si quieres, con alguna salsa.

Coge mis pies desmembrados y haz el milagro.

Dale, de mi parte, una patada en el culo a dios y otra al diablo.


J.J.C – Juan Jiménez Caballero


¿OBSERVADOR o EXPLORADOR?
Te refugias en la palabra
te sientes fuerte con la palabra
Deseabas que llegara esa palabra
para posar en tu trono
y sentirte grande.
Esa dichosa palabra
que hacía tiempo que esperabas
para que otros se sientan
derrotados, hundidos, 
incluso decapitados.
Pues ahí la tienes, disfrútala.
Sácale todo su jugo
y mantenla junto a tí,
sin olvidar que, sin esa palabra,
tú, no eres nadie.

José María Rico


MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.


Los verdaderos héroes de la Historia Humana

Los libros de historia, siempre escritos al dictado de los vencedores de alguna guerra o genocidio, están repletos de nombres de reyes, políticos, militares y otro tipo de personajes, cuyo mérito no ha sido más que saber encontrar la forma más rápida de asesinar al mayor número de seres humanos en el menor tiempo posible, utilizando para ello como disculpa el honor, alguna patria, alguna religión o alguna ideología.
Pero la historia de la Humanidad está repleta de otros seres humanos, apenas conocidos por la mayoría, que tuvieron una actitud constructiva, que supieron ayudar a sus semejantes, bien mediante gestos pacifistas o dialogantes que evitaron guerras, o mediante estudios e inventos tecnológicos, a través de la investigación médica, o creando filosofías humanistas. Casi ninguno de ellos ha sido reconocido ni recompensado por la memoria ni la historia oficial.
Creemos que ha llegado el momento de reescribir nuestra historia, poniendo a los reyes, políticos y estrategas militares, en el lugar que les corresponde: el de seres enfermos de ambición y codicia que sólo han provocado dolor y sufrimiento a lo largo de los siglos, y colocando en el altar de la memoria a las personas que se sacrificaron por la paz, el progreso y el bien común, por un mundo algo mejor, del que ahora, los supervivientes, disfrutamos.
Desde aquí queremos rendirles este modesto y merecido homenaje mediante la serie titulada "Los verdaderos héroes de la historia humana".


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STANISLAV PETROV, EL HOMBRE QUE SALVÓ A LA HUMANIDAD


En 1983, el búnker Serpukhov-15, era el centro de mando de la inteligencia militar soviética, el lugar desde donde se coordinaba la defensa aeroespacial rusa. Su misión era, en plena Guerra Fría, alertar de cualquier ataque, con lo que se iniciaría el proceso para contraatacar con armamento nuclear a su odiado enemigo, los Estados Unidos de América, si éste se atrevía a iniciar una guerra.
 
El 26 de septiembre de ese año, de repente, una sinfonía de alarmas sonoras y luminosas inundó la sala de mando del búnker: “Camarada Petrov, alerta máxima”, gritó el oficial que se encontraba ante las pantallas del radar.
 
Petrov dio la primera orden: “Desconecten esas alarmas”. La sala se sumió entonces en un profundo silencio, y en algunos oficiales, los más jóvenes, las primeras gotas de sudor comenzaron a brotar de sus frentes”.

La información emitida por las máquinas, en su frío lenguaje, no dejaba lugar a dudas: un misil balístico intercontinental americano se había lanzado desde la base de Malmstrom (Montana, EEUU) y en veinte minutos alcanzaría la U.R.S.S.

Todas las miradas se dirigían, alternativamente, hacia la pantalla del radar, en la que un minúsculo punto luminoso se desplazaba lentamente hacia el mapa de la Unión Soviética, y hacia la cara tensa del teniente coronel Stanislav Petrov, de cuarenta y cuatro años, que ese día era el oficial de guardia.

Todos sabían que las órdenes eran informar inmediatamente, a fin de lanzar los misiles nucleares de respuesta, y sabían también que esa orden significaría el final de todo, de sus vidas, de la de todos sus seres queridos, de la Unión Soviética, de esa revolución en la que desde niños les habían dicho que vivían, la muerte de cientos o miles de millones de personas, el Apocalipsis, la desaparición de la Humanidad.


Petrov, con la mirada clavada en el radar, pensó, sin quererlo, en voz alta, y dijo lo que habría de repetir días después ante sus encolerizados superiores militares: “No puede ser, nunca atacarían con un sólo misil, tiene que ser un error de la computadora”.


A los pocos minutos, otras cuatro señales aparecieron sobre la pantalla, la tensión subió en la sala del búnker y hasta un joven oficial se atrevió a recordarle a Petrov las órdenes recibidas: “Debemos informar, camarada coronel”.


Las máquinas se equivocan, respondió Petrov, esperemos unos minutos más”.


Nunca sabremos qué pasó durante esos minutos por la cabeza de Petrov: tal vez simplemente creyó que se trataba de un error de los satélites o las computadoras, como siempre mantuvo, o tal vez pensó, con ese extraño humanismo tan ruso que les hace disfrutar del canto, la amistad y el alcohol, que si habría de desaparecer media Humanidad, no había razón para destruir a la otra mitad, sólo por la decisión demencial de algún político. Lo cierto es que nunca sabremos qué pensamientos surcaron su mente durante esos minutos bajo presión.


Finalmente se descubrió que era una falsa alarma, causada por una rara conjunción astronómica entre la red de satélites rusos, la Tierra y el Sol, coincidiendo con el equinocio de otoño.


Este incidente, llamado precisamente así, el Incidente del Equinocio de Otoño, avergonzó a los altos cargos soviéticos, que vieron poner en entredicho la base misma de la llamada Guerra Fría, el miedo mutuo a una mutua destrucción total. Consideraron que el teniente coronel Petrov se equivocó en su decisión, a pesar de haberles salvado la vida a ellos y al resto de la Humanidad, por lo que le castigaron y ocultaron el incidente, hasta ese punto puede llegar la estupidez de la muy mal llamada inteligencia militar.


Cuando le preguntaron porqué no había dado la alarma y la orden de contraataque, Petrov, simplemente contestó: “La gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles“.


Stanislav Petrov, falleció el 19 de mayo de 2017, hasta entonces había sobrevivido con una pequeña pensión en un diminuto apartamento en Friasino, a 40 km de Moscú, sin que la Humanidad haya sabido agradecer y recompensar su actitud lógica y humanista a la vez, su inteligencia y sangre fría, gracias a la cual nuestra especie, y tantas otras formas de vida, siguen habitando este planeta.


El premio Nobel de la Paz, que nunca hubiera sido más justamente adjudicado de habérsele concedido al ciudadano Petrov, sigue reservados para otros.


Ese 26 de septiembre de 1983, como tantas veces había sucedido antes, y como tantas otras volverá a suceder, un ser humano salvó a otro ser humano, en este caso, a todos ellos, y para hacerlo comprendió que, a veces, sólo hay un camino posible: desobedecer.


Nekovidal - nekovidal@gmail.com
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Una abeja que ha perdido el alma
Es como un bonzo moribundo que sujeta el cuenco
Purificador junto al río: se desplaza hasta la cima
De una flor que las lluvias del otoño han dejado como papel mojado.
La fisgonea una y otra vez, y luego se marcha volando.
¡Ah, el dolor de la flor marchita!
¿Es el dolor de la abeja? ¿O el de la flor?

Wen Yiduo en La vela roja (1923), incluido en El cielo a mis pies. Antología de la poesía china moderna 1918-1949  (Ediciones Hiperión, Madrid, 2013, selec. y traduc. de Blas Piñero Martínez).

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