sábado, 1 de septiembre de 2018


VOCES entre VOCES



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TEMAS TERTULIA 7-9-2018

AMISTAD
ABRE LA VENTANA
MICRORRELATOS

"Existe al menos un rincón del universo que con toda seguridad puedes mejorar, y eres tú mismo."   
(Aldous Huxley)





El encuentro con la muchedumbre era demasiado para él.
Volver a ver las casas,
los coches, sentir las aceras
y oír el estrépito,
rodeado de velocidad,
propósitos, deberes.
Se encontraba en un mundo extraño
donde todo era demasiado familiar
para poder reconciliarse
con nada de lo que era externo a él.
Era demasiado para él
volver a nacer en ese mismo mundo.
Dio sólo algunos pasos.
Y así empezó la huida.

Jóhann Hjálmarsson en Athvarf í himingeimnum (1973), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de José Antonio Fernández Romero).Otros poemas de Jóhann Hjálmarsson
CostasEl arceHuida


Criticamos a menudo la misantropía de algunos individuos sin caer en la cuenta de que es imprescindible la confianza previa en el ser humano para llegar a la decepción propia del misántropo. En muchas ocasiones se odia con intensidad a aquellas personas que antes se ha amado con pasión. El misántropo es tan sólo un filántropo desengañado, y se encuentra mucho más cerca de éste que el indiferente o insensible, la persona “normal”. (Nekovidal)


TEXTOS TERTULIA 31-8-2018

LA MODA
ENCIENDE LA LUZ
MICRORRELATOS




LA MODA

El ser humano es en parte gregario y en parte solitario, necesita pertenecer a un grupo social para alcanzar el objetivo común de la supervivencia sin prescindir de un área individual en la que desarrollar su particular forma de ser. Formar parte de un colectivo lleva implícito la aceptación de sus normas, esto se traduce en una manera de vestir, unos lugares de ocio a los que acudir, un argot específico que utilizar, de las que, en parte, cada quien se despojará cuando entre en su espacio privado utilizando, en la intimidad, esa otra parte de las normas que considere apropiadas para su propio crecimiento.
Ese comportamiento al que se rinde pleitesía para conseguir aceptación en una determinada comunidad se llama moda, en definitiva, un intento de la humanidad por hacer más fácil la integración a un grupo. Don equilibrio debería llevar las riendas y sería deseable que la carga de lo social y la de lo individual no hicieran oscilar en exceso el fiel de la balanza; sin embargo, la realidad muestra lo contrario siendo capitaneado el comportamiento, en la mayor parte de las ocasiones, por el temor a ser expulsado del consorcio elegido, si a esto le unimos las crisis de valores que se instalan en el mundo periódicamente, nos dará un resultado de desproporción preocupante.
La consecuencia forzosa de este proceso -cada vez más acelerado, como el calentamiento global- es que, el individuo, necesitado perennemente de identidad, se ve abocado a la miseria de aferrarse a su imagen externa, a la moda, convirtiéndose en un maniquí manipulable, olvidando su individualidad, perdiendo conocimiento, desechando su peculiar manera de ser en aras de la aceptación social consiguiendo, finalmente, instalar en su alma la desconfianza, la desazón, el sinsentido y el deber de seguir una moda que no le gusta y que no le vale a nadie para nada.
En mi opinión habría que aplicar lo que me dijo un querido amigo hace años: “La comodidad antes que la elegancia y el buen gusto antes que la moda.”

31/08/2018 – Victoria Blanco para “VOCESentreVOCES”


LA MODA

Imagino un futuro no muy lejano en que la moda se limite a un único traje, tipo mono de trabajo, cerrado y con aire acondicionado alimentado por energía solar y movimiento. De hecho ya existen estos trajes pero, asombrosamente, apenas se venden, mientras el ser humano sigue padeciendo calor o frío. La razón, evidentemente, es la atomización e hiperindividualización de las sociedades postconsumistas. Por ello estos trajes tendrán una característica muy especial, su exterior será una pantalla flexible donde cada vez que lo desee su portador elegirá el color, dibujo, texto o imagen que quiere que se vea reflejada al exterior, su cara de ese día ante el mundo. Así verá saciada su sed de individualismo, su afán por ser diferente al tiempo que vive en sociedades donde su libertad, sus ideas y sus sueños serán cada día más parecidos a los de los demás pero, eso sí, sin que lo imagine siquiera. No existe mejor esclavo que aquel que ni sospecha que lo es . . .
Será digno de ver.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com ARTES LIBRES www.arteslibres.net


LA MODA

Las redes se han convertido en el reflejo personal de la prensa amarilla de los que no tienen nada que contar,  el lugar donde los cabreados consigo mismo suelta toda su rabia y bazofia política insultando, cuando menos, al que piensa diferente.
Es la moda.
A veces me dejo llevar, soy humano, no puedo con los atentados ecológicos, pero siempre intento publicar belleza y amor. Y no porque lo diga Cristo, Ala, Yahveh o Krishna, no soy creyente, sino porque pensando que a alguien hago sentir algo positivo me siento mejor.

Diego Francisco Guevara de Bonis
"Voces entre Voces" 31/08/18


ENCIENDE LA LUZ

¡QUÉ EXTRAÑO!
AUDIO:


Rafael Cotilla




ENCIENDE LA LUZ

Milagro de piel, sangre y sueños.
Un mono desnudo con determinación de existir en la duda.
Nos persigue la esperanza de andar erguidos.
Dos ojos rasgados de vida.
Dos ojos abiertos a un espacio tan inmenso que nos duele.
El aullido en un orgasmo que llegó hasta la luna.
Un escarbar en el barro con las manos,
para desenterrar nuestros deseos y nuestros huesos.
Resistir en tierra de amor. En tierra de nadie.
Somos agua. Una promesa de tierra en el gran océano.
Seres mágicos que sonríen, lloran y cantan.
Una respiración de fuego que nos incendia el pecho.
Metáfora. Una descarga eléctrica abriendo la flor
de cada pensamiento en nuestra cabeza.
Un embrión de hombre pájaro en el vientre eterno.
Preguntas lanzadas a la cara del aire.
Un estómago que digiere como puede la existencia.
Somos niños que no se acostumbran a dormir sin un beso.

JJC – Juan Jiménez Caballero



ENCIENDE LA LUZ


Al principio yo también creía en dioses.
Esperaba paciente que su luz me impregnara e hiciera de mi el espejo en que reflejar su grandeza.
Adoré, con la debilidad que crea la dependencia, a mis padres, mis profesores y esas personas tan serias a los que todos temían y respetaban.
Era aquel tiempo incierto pero dulce de la infancia, en que nada sabía, pero no sufría, porque ni sabía que no sabía, ni sospechaba siquiera que se pudiera llegar a saber o a creer que se sabe.
Siguiendo el curso de la naturaleza, en mi adolescencia rompí todos los ídolos, y con la candidez de la juventud, coloqué, sin saberlo, a otros en su lugar.
Luché con ira contra la ira, contra el dolor sembrando dolor, contra la intransigencia de la injusticia siendo intransigente ante ella. Creía, sin la menor duda, justa la ira de los justos.
Cometí cuantos errores pueda cometer un ser humano, sólo el azar hizo que mis manos no se mancharan de sangre. Conocí casi todos los placeres que esta vida puede regalar y sufrí casi todos los dolores que el destino pueda deparar, el peor, sin duda, la muerte de seres queridos.
Era torpe como todos los creyentes, obsesionado con vencer, sin sospechar siquiera donde se encontraba mi enemigo, sin sospechar que todos nuestros enemigos lo son tan sólo porque les concedemos tal puesto en nuestra vida y en nuestra mente.
Era un ciego intentando alcanzar la luz golpeándola con su bastón blanco.
El tiempo fue aclarando mis pensamientos algo más rápido que mi pelo, fue domando tanta energía, enseñándome a no desperdiciar la vida, enseñándome, poco a poco, a vivir. . .
A mis padres, hermanos y amigos pude verles, al fin, como personas en toda su magnitud y miseria, ni mejores ni peores que yo mismo.
Aprendí a mirar con un mínimo de comprensión tanto al arrogante como al codicioso, al iracundo o al que se engaña a si mismo hablando de paz, amor y fraternidad, mientras autojustifica sus egoísmos y mezquindades. Aprendí a mirar las ideas por las que en otro tiempo hubiera dado la vida, como unas ideas más en un mar de ideas que a diario dan a luz nuestras mentes.
Aprendí, casi, a perdonar, y casi, a perdonarme a mi mismo.
En todo encontré luz y sombra: En la sombra de nacer sin una tierra a la que pudiera llamar mía, la luz de sentir que mi patria era todo el planeta; en la sombra de haber padecido la soledad, la cálida luz de la amistad; en la sombra de la muerte, el aprecio constante y creciente por la vida . . .
Ya hace mucho que no creo en los dioses que son predicados y representados por mortales. Tiempo ha que escucho indiferente el murmullo de las plegarias vacías que llenan los templos. Una diminuta chispa de luz me hizo comprender un día que hay tantos dioses como seres humanos, y que ninguno es mejor o peor que otro, mientras su existencia no siembre dolor.
Mis dioses, que nunca exigen adoración, aunque siempre solicitan compañía, son de este mundo, son los hijos de esa especie contradictoria, que con ímpetu adolescente, es incapaz de cuidar el espacio que habita, de ser responsable de sus actos, de sospechar siquiera el lugar donde se encuentra dentro su caótica juventud evolutiva.
Esa especie que, impregnada por igual de luz y de sombra, es capaz de los más creativos y destructivos actos, pero tan entrañable en su alocada inocencia, en sus utópicos ideales, que siempre consigue alcanzar, en su desordenado crecimiento.
Pasó el tiempo, y ya en el invierno, aquella chispa primigenia se transformó, poco a poco, en la llama de una vela, diminuta, pero suficiente para ver que no existe en lo humano ni un ápice de maldad o bondad, tan sólo miedo, amor, fantasía y necesidad.
Tras medio siglo con los ojos abiertos, sigo preguntándome:
¿Qué es la luz? Y no me inquieta la pregunta, tan sólo me sorprende ese empeño nuestro en intentar atrapar cuanto desconocemos, rindiendo homenaje, sin saberlo, a lo más humano de nuestra naturaleza humana: la curiosidad.
Todos atrapados por la duda de si habrá primavera tras el último invierno, si todo esto tiene sentido o es sólo un absurdo cuento con mucho cuento, por la duda de si todo no se quedará, al final, en apenas cien años de soledad.
Porque aquí estamos todos, incluso quienes no lo sospechan, reunidos bajo el anhelo común de atrapar la luz, bajo el estigma de la sombra de nuestros miedos, todos tan diminutos como todopoderosos, tan frágiles como eternos, y apenas consolados por el calor fraterno de cuanto compartimos.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com ARTES LIBRES www.arteslibres.net



MICRORRELATOS

Nadie sabe nada de nadie, pero todos hablan”.
Le dijo el mudo lúcido al sordo atento.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com ARTES LIBRES www.arteslibres.net


MICRORRELATOS

Y si me llamas 
en la madrugada
recuerda que la 
luciérnaga brilla
con su propia luz.

José María Rico


MICRORRELATOS

Y cuando él le preguntó:
¿Quién eres tú?
El silencio y la ausencia de manillas de reloj, contestó ella.

Lourdes Pérez





Nadie conoce esta pequeña rosa.
Podría haber sido una peregrina
si no la hubiera cogido yo de los caminos
y te la hubiera ofrecido a ti.
Sólo una abeja la echará de menos,
sólo una mariposa,
apresurándose tras un largo viaje
para descansar en su regazo.
Sólo un pájaro se preguntará dónde está.
Sólo una brisa suspirará.
¡Ah, pequeña rosa, qué fácil,
para alguien como tú, morir!
Emily Dickinson, incluido en El viento comenzó a mecer la hierba (Titivillus, Internet, 2016, trad. de Enrique Goicolea).

Otros poemas de Emily Dickinson
El agua se aprende por la sed...

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