domingo, 4 de diciembre de 2022

 

VOCES entre VOCES


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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD.


"Tal vez no era pensar...", de Idea Vilariño (Uruguay, 1920-2009)


Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,

sino darse y tomar perdida, ingenuamente,

tal vez pude elegir, o necesariamente,

tenía que pedir sentido a toda cosa.


Tal vez no fue vivir este estar silenciosa

y despiadadamente al borde de la angustia

y este terco sentir debajo de su música

un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.


Tal vez debí quedarme en los amores quietos

que podrían llenar mi vida con un nombre

en vez de buscar al evadido del hombre,

despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.


Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.

sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.


Tal vez pude subir como una flor ardiente

o tener un profundo destino de semilla

en vez de esta terrible lucidez amarilla

y de este estar de estatua con los ojos vacíos.


Tal vez pude doblar este destino mío

en música inefable. O necesariamente...


Idea Vilariño, incluido en Poetas latinoamericanas. Antología crítica  (Escuela de Estudios Literarios, Universidad del Valle, Colombia, 2009, selecc. de Carmiña Navia Velasco).

FUENTE: https://franciscocenamor.blogspot.com/


 Que no vuelva a haber una guerra en el mundo, pero si la hubiera, que todos los soldados se declaren en huelga.”

(Gloria Fuertes)

TEMAS TERTULIA 9-12-2022

RUMBOS

CHUMBO

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



TEXTOS TERTULIA 2-12-2022

BICHOS

ARCOIRIS

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

 “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros de todo y los inteligentes llenos de dudas.” (Bertrand Russell). Filósofo, historiador, matemático y pacifista. Premio Nobel de Literatura en 1950.

BICHOS


Los bichos aparecían cada cierto tiempo con sus diferentes formas y máscaras para recordar a los humanos su mortalidad.

Unos humanos aprendían, otros no, unos luchaban, otros no, pero todos sufrían.

Algunos negaban su existencia, otros imaginaban orígenes extraños y conspiraciones mundiales.

Nadie sabía nada pero cada cierto tiempo los bichos cambiaban el rumbo de la Humanidad, su destino y su futuro.

A 3,7 años luz, un grupo de adolescentes rostis recibían el consejo de su maestro: “Tenéis que encontrar el equilibrio de forma que las criaturas aprendan a apreciar la vida aún ante la inminencia de la muerte, manejad la vida con respeto y cariño, recordad que en su primitiva etapa evolutiva os llaman dioses...”


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ARCOÍRIS


Algunos días se producen hechos inesperados tan potentes que me parecen milagros. Una amiga muy querida dice que veo milagros en casi todo; lleva razón. Para mí la vida, así, en general, es un auténtico milagro y me gusta mantener esa percepción, así es que evito acostumbrarme a la magia que contiene permitiendo que me empapen las sensaciones que provocan los prodigios.


La jornada de ayer me sorprendió sobremanera, pues derivada de un día anterior si no aciago, sí insulso, estuvo salpicada de ese tipo de vivencias con capacidad para sacar a cualquier ser humano de la más profunda de las apatías. Hubo encuentros fortuitos, contactos nuevos, charlas amistosas y rematé respirando entre obras de arte y su inherente belleza.


Aunque, bien pensado, la belleza ya iba conmigo. Fue alrededor de las cinco de la tarde, había sol, pero no hubo sangre ni arena. Comenzamos a hablar por teléfono en aras del interés mutuo por la otra persona. ¿Cómo estás? Bien ¿y tú? Y sin saber cómo ni cuándo, nos adentramos en el mundo de las emociones más privadas para compartirlas con una naturalidad tal que, cuando terminó la conversación y colgué, me sentí absolutamente nueva; no renovada, no, completamente nueva.


Dicen los que saben que solo podemos dar por superado un hecho cuando somos capaces de hablar de él sin alterarnos, cuando podemos relatarlo como algo ajeno a nosotros. Es cierto que hacía algún un tiempo venía notando cómo poco a poco se iba diluyendo el dolor que una historia truculenta había depositado en mi memoria. Pero fue ayer, estrenando el mes de diciembre, cuando noté la curación completa y me escuché a mí misma narrando los hechos sin, por primera vez, sentirlos míos. Se habló tanto del amor en esa charla que con él se diluyó el poco rencor que aún había en mí; me queda, si es que me queda algo, la compasión por el verdugo.


No tengo ni idea de por qué la vida nos pone delante a algunas personas, y menos idea aún de cómo se puede crear un lazo emocional tan fuerte con alguien con quien hubiera sido casi imposible coincidir de no ser porque existe ese tipo de milagros que tanto me gusta detenerme a disfrutar, como cuando un rayo de sol atraviesa la lluvia y, casi sin querer, pero queriendo, dejo de ver el sol y dejo de ver la lluvia y ya solo me quedan ojos para el arcoíris.


Gracias, Carmen del alma, muchas gracias.


02/diciembre/2022 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»


ARCOIRIS


Hay días grises que se meten en el alma, en los que no ves la luz ni percibes el calor del sol, en los que el frio se te mete en los huesos y no deja lugar a la esperanza, hay días grises o negros en los que el corazón palpita más despacio y la sangre parece no llegar a calentar el cuerpo, en los que la cabeza se llena de brumas espesas que no se pueden disipar con el viento. Tomar conciencia de que solo se trata de una gama de color como cualquier otra y de que incluso un día oscuro se puede iluminar, lleva tiempo, requiere conocimiento, paciencia y sobre todo requiere esfuerzo, el arcoiris suele salir tras un día de lluvia o tormenta y nos hace ver que existen múltiples formas de percibir la realidad, así como la luz se refleja en la lluvia devolviendo distintos colores.

Eva Camba Paz


EL ARCOIRIS


El arcoíris no siempre fue como hoy lo vemos: al principio era blanco como no podríamos imaginar ni mirando la nieve más pura. En aquel entonces, todo era más simple: el mar era sólo una posibilidad y la vida un remoto milagro poco probable.

Un día, cualquiera de los perdidos entre millones de años, consiguió el blanco imaginar que era algo más que blanco, se imaginó diferente a si mismo, libre de la idea única de falsa apariencia diversa, y así nació el primer color. Cada nueva fantasía del blanco daba lugar a un color y cada recién nacido color creaba, con su mera existencia, millones de combinaciones cromáticas.

Y quería cada color que anidaba en el alma del blanco ser más hermoso, estar más presente, ser más en su coloreada egolatría.

A fin de evitar una guerra que parecía inminente, convocó el blanco a todos sus colores, a todos sus miedos, a todas las creaciones de su cromática mente, a fin de elegir uno que les representara. Cada uno de ellos expresó libremente su poder y su belleza, señalando uno a uno las flores, los animales y los frutos que ya formaban parte de su reino.

Cada expresión de cada color era majestuosa y sublime, y se convenció el blanco de que era imposible decidir que uno de ellos era mejor que otro, como un padre enfrentado a tal dilema ante la elección de uno de sus hijos.

Cuando todo parecía haber terminado, esperando todos expectantes el dictamen del blanco, apareció un color nebuloso y difuso que, lejos de exponer sus virtudes, se limitó a acercarse a cada uno de sus hermanos para susurrarles al oído: “Yo también soy tú”.

Al completar el círculo perfecto de los colores, el recién llegado lucía un negro azabache que contenía todos los colores imaginables y todas las luces y sombras posibles.

El blanco no lo dudó: “Tú serás quien nos represente, porque de todos tienes algo, te has formado tomando lo mejor de cada uno de nosotros y has sabido crecer sin competir”.

Desde entonces todos los seres vivos pueden disfrutar de todos los colores imaginables, pero sólo en el negro que ven al cerrar sus ojos encuentran el descanso a su deambular por la vida.

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


El sufrimiento en el mundo, por Arthur Schopenhauer

  • 21 septiembre 2022 

El filósofo Arthur Schopenhauer escribió y reflexionó sobre todo lo que era intrínseco en el ser humano. Figura destacada del llamado pesimismo filosófico y ateo declarado, pocos diseccionaron el sufrimiento como él.

El siguiente texto está extraído del libro Die Schmerzen der Welt del filósofo alemán .

"Si nuestra existencia no tiene por fin inmediato el dolor, puede afirmarse que no tiene ninguna razón de ser en el mundo. Porque es absurdo admitir que el dolor sin término que nace de la miseria inherente a la vida y que llena el mundo, no sea más que un puro accidente y no su misma finalidad. Cierto es que cada desdicha particular parece una excepción, pero la desdicha general es la regla".  


arthur schopenhauer filosofia sociedad pensamiento 1

 

Todo lo que se alza frente a nuestra voluntad, todo lo que atraviesa o se le resiste, es decir, todo lo que hay desagradable o doloroso, lo sentimos en seguida con suma claridad. No advertimos la salud general de nuestro cuerpo, sino tan solo el ligero sitio donde nos hace daño el calzado; no apreciamos el conjunto próspero de nuestros negocios, pues solo nos preocupa alguna insignificante pequeñez que nos apesadumbra. Así, pues, el bienestar y la dicha son enteramente negativos; solo el dolor es positivo. 

No conozco nada más absurdo que la mayoría de los sistemas metafísicos que explican el mal como algo negativo. Por el contrario, solo el mal es positivo, puesto que se hace sentir… Todo bien, toda felicidad, toda satisfacción son cosas negativas, porque no hacen más que suprimir un deseo y terminar una pena.

Añádase a esto que, en general, encontramos las alegrías muy por debajo de nuestra esperanza, al paso que los dolores la superan con mucho. Si queréis en un abrir y cerrar de ojos ilustraros acerca de este asunto y saber si el placer puede más que la pena, o solamente si son iguales, comparad la impresión del animal que devora a otro con la impresión del que es devorado. 

El consuelo más eficaz en toda desgracia, en todo sufrimiento, es volver los ojos hacia los que son más desventurados que nosotros. Este remedio está al alcance de cada uno. Pero ¿qué resulta de ello para el conjunto?

Semejantes a los carneros que triscan en la pradera mientras el matarife hace su elección con la mirada en medio del rebaño, no sabemos en nuestros días felices que desastre nos prepara el destino precisamente en aquella hora: la enfermedad, persecución, ruina, mutilación, ceguera, locura, etc. Todo lo que apetecemos coger se nos resiste; todo tiene una voluntad hostil, que es preciso vencer. 

 

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En la vida de los pueblos no nos muestra la historia sino guerras y sediciones: los años de paz solo parecen cortas pausas, entreactos que surgen una vez por casualidad. Y asimismo, la vida del hombre es un perpetuo combate, no solo contra males abstractos, la miseria o el hastío, sino contra los demás hombres. En todas partes se encuentra un adversario. La vida es una guerra sin tregua, y se muere con las armas en la mano.

Al tormento de la existencia viene a agregarse también la rapidez del tiempo, que nos apremia, que no nos deja tomar aliento, y se mantiene en pie detrás de cada uno de nosotros como un capataz de la chusma con el látigo.

Solo perdona a los que se han entregado al tedio. No obstante, así como nuestro cuerpo estallaría si se le sustrajese de la presión de la atmósfera, así también si se quitase en la vida el peso de la miseria, de la pena, de los reveses y de los vanos esfuerzos, sería tan desmedido en el hombre el exceso de su arrogancia que le destrozaría, o por lo menos le impelería a la insensatez más desordenada y hasta a la locura furiosa. 

En todo tiempo necesita cada cual cierta cantidad de cuidados, de dolores o de miseria, como necesita lastre el buque para tenerse a plomo y navegar derecho. Trabajo, tormento, pena y miseria; tal es durante la vida entera el lote de casi todos los hombres. Pero si todos los deseos se viesen colmados apenas se formulan, ¿con qué se llenaría la vida humana? ¿en qué se emplearía el tiempo?

Poned a la humanidad en el país de Jauja, donde todo creciera por sí mismo, donde volasen asadas las alondras al alcance de las bocas, donde cada uno encontrara al momento a su amada y la consiguiese sin dificultad, y entonces se vería a los hombres morir de aburrimiento o ahorcarse; a otros reñir, degollarse, asesinarse y causarse mayores sufrimientos de los que ahora les impone la Naturaleza.

Así, no puede convenir a los hombres ningún otro teatro, ninguna otra existencia… En la primera juventud nos vemos colocados ante el destino que va a abrírsenos, como los niños delante del telón de un teatro, con la espera alegre e impaciente de las cosas que van a pasar en el escenario. Es una dicha que nada podamos saber de antemano. 

 

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Para aquel que sabe lo que ha de pasar en realidad, los niños son inocentes condenados, no a muerte, sino a la vida, y que, sin embargo, no conocen aún el contenido de su sentencia. Pero no por eso desea menos cada cual una edad avanzada para sí, es decir, un estado que pudiera expresarse de este modo: "El día de hoy es malo, y cada día será más malo, hasta que llegue el peor".

Cuando se representa uno (en cuanto es posible hacerlo de una manera aproximada) la suma de miseria, de dolor y sufrimientos de todas clases que alumbra el sol en su carrera, se está conforme en que valiera mucho más que este astro no tuviese otro poder sobre la tierra que el de hacer surgir el fenómeno de vida que tiene en la luna. Sería preferible que la superficie de la tierra, como la de la luna, se encontrase ya en el estado de cristal cuajado y frío. 

Puede también considerarse nuestra vida como un episodio que turba inútilmente la beatitud y el sosiego de la nada. Sea como fuere, todo hombre para quien apenas es soportable la existencia, a medida que avanza en edad, tiene una conciencia cada vez más clara de que la vida es en todas las cosas una gran mixtificación, por no decir engaño…

Cualquiera que ha sobrevivido a dos o tres generaciones se encuentra, en idéntica situación de ánimo que un espectador sentado dentro de una barraca de titiriteros en la feria, cuando ve las mismas farsas repetidas dos o tres veces sin interrupción. 

La miseria que llena este mundo protesta a gritos contra la hipótesis de una obra perfecta debida a un ser infinitamente sabio, bueno y poderoso. Por otra parte, la imperfección evidente y hasta la caricatura burlesca del más acabado de los fenómenos de la creación, el hombre, es de una evidencia demasiado visible.

Hay en esto una antinomia que no se puede resolver. Por el contrario, dolores y miserias son otras tantas pruebas en pro, cuando consideramos el mundo como obra de nuestra propia falta, y por consiguiente, como una cosa que no podría ser mejor. 

Al paso que en la primera hipótesis la miseria del mundo se trueca en una acusación amarga contra el Creador y da margen a sarcasmos, en el segundo caso aparece como una acusación contra nuestro ser y nuestra voluntad misma, muy propia para humillarnos.

Nos conduce al pensamiento profundo de que hemos venido al mundo viciados ya como hijos de padres gastados por el libertinaje, y que si nuestra existencia es tan mísera y tiene la muerte por desenlace, es porque continuamente tenemos que expiar esta falta. De un modo general, nada hay más cierto: la abrumadora falta del mundo es lo que trae los grandes e innumerables sufrimientos del mundo, y entendemos esta relación en el sentido metafísico, y no en el físico y empírico.

Por eso la historia del pecado original me reconcilia con el Antiguo Testamento; a mis ojos es la única verdad metafísica de todo el libro, aun cuando se presenta allí bajo el velo de la alegoría. Porque nuestra existencia a nada se parece tanto como a la consecuencia de una falta y de un deseo culpable. 

Si queréis tener siempre a mano una brújula segura a fin de orientaros en la vida y considerarla sin cesar en su verdadero aspecto, habituaos a considerar este mundo como un lugar de penitencia, como una colonia penitenciaria. Así lo habían llamado ya los más antiguos filósofos y ciertos Padres de la Iglesia. La sabiduría de todos los tiempos, el brahmanismo, el budismo, Empédocles y Pitágoras, confirman esta manera de ver.

Cicerón refiere que los antiguos sabios enseñaban en la iniciación en los misterios: nos ob aliqua seelera suscepta in vita superiore, pœnarum luendarum causa natos esse. Vanini expresa esta idea del modo más enérgico (Vanini, a quien se encontró más cómodo quemar que refutar) cuando dice: Tot, tantisque homo repletus miseriis, ut si christianœ religioni non repugnaret, dicere auderem: si dœmones dantur, ipsi, in hominum corpora transmigrantes, sceleris pœnas luunt. (De admirandis naturœ arcanis, diálogo L, pág. 353).

 

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Pero hasta en el puro cristianismo bien comprendido se considera nuestra existencia como efecto de una falta, de una caída. Si nos familiarizamos con esta idea, no se esperará de la vida sino lo que puede dar, y lejos de considerar como algo inesperado y contrario a las reglas sus contradicciones, sufrimientos, suplicios y miserias grandes y pequeñas, se hallarán muy en el orden, sabiendo, en efecto, que aquí abajo cada cual lleva la pena de su existencia y cada uno a su modo.

Entre los males de un establecimiento penitenciario, no es el menor la sociedad que en él se encuentra. Sin que necesite y o decirlo, saben lo que vale la sociedad de los hombres los que merecerían otra mejor. 

Un alma grande, un genio, experimenta en el mundo los mismos sentimientos de un noble prisionero por razones de Estado que se viera en presidio con vulgares malhechores en torno suyo. A semejanza de éste, hay que aislarse. Pero en general, esta idea acerca del mundo nos hace capaces de ver sin sorpresa, y con mayor motivo sin indignación, lo que se llama imperfecciones, es decir, la mísera constitución intelectual y moral de la mayor parte de los hombres, miseria que hasta su misma fisonomía nos revela… 

El convencimiento de que el mundo, y por consiguiente, el hombre, son tales que no debieran existir, es de naturaleza a propósito para llenarnos de indulgencia unos para otros. ¿Qué puede esperarse, en efecto, de tal especie de seres?

A veces paréceme que la manera conveniente de saludarse de hombre a hombre, en vez de decir señor, sir, etc., pudiera ser: "Compañero de sufrimientos o compañero de miserias". Por extraño que parezca esto, la expresión es justa y recuerda la necesidad de la tolerancia, de la paciencia, de la indulgencia, del amor al prójimo, sin el cual ninguno podría pasar, y del que, por consiguiente, cada uno es deudor de algo". 

 

https://culturainquieta.com/es/pensamiento/item/19643-el-sufrimiento-en-el-mundo-por-arthur-schopenhauer.html



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