domingo, 10 de marzo de 2024

 

VOCES entre VOCES

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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD.

6 poemas de Henrik Nordbrandt

06 Mar 2024

JUAN DOMINGO AGUILAR

Henrik Nordbrandt es un poeta, narrador y ensayista nacido en Copenhague en 1945. Estudió lenguas orientales. Huyendo de la rigidez de la época, pronto abandonó su país y se trasladó al sur de Europa. En 1966 publicó Digte (Poemas), pero su consagración como poeta mayor de las letras danesas llegó con Opbrud og uppbrott (Partidas y llegadas). Ha recibido todos los premios de poesía existentes de su país natal, así como el premio Nórdico de la Academia Sueca, más conocido como «pequeño Nobel», en 1990, o el prestigioso premio del Consejo Nórdico de Literatura en 2000. Presentamos una selección de poemas de Nuestro amor es como Bizancio, publicado por Debolsillo en 2010, con traducción de Francisco J. Uriz.

***

ADONDEQUIERA QUE VAYAMOS

Adondequiera que vayamos siempre llegamos demasiado tarde
a aquello que una vez salimos a buscar.
Y en cualquier ciudad en que nos quedamos
están las casas a las que es demasiado tarde para volver
los jardines en los que es demasiado tarde para pasar una noche de luna
y las mujeres a las que es demasiado tarde para amar
lo que nos tortura con su intangible presencia.

Y sean cualesquiera las calles que creemos conocer
nos llevan más allá de los jardines floridos que andamos buscando
y que difunden por toda la vecindad sus pesadas fragancias.
Y cualesquiera que sean las casas a las que volvemos
llegamos demasiado tarde por la noche para ser reconocidos.
Y cualesquiera que sean los ríos en que nos reflejamos
no nos vemos hasta que les hemos dado la espalda.

***

KASTELORIZON

Del mar del verano pasado ahora solo queda
el reflejo de la puesta de sol,
de reflejo solo los rostros
y de los rostros solo su espera.

***

LA CASA DE MI ABUELO

La tormenta hace temblar la casa
pero el viejo número de 
Populær Mekanik
de mi abuelo
está firme en su sitio
polvoriento, friable y amarillento
y llenas de imágenes
de sensacionales chismes mecánicas
que ya llevan anticuados 20 años.
-Si yo abriera la puerta de la casa
saldrían volando en todas las direcciones.

En cambio pego la oreja a la pared
donde el clavo oxidado del Abuelo descansa
en la madera que ya era vieja
el día que la compró.
Y en las pausas de la tormenta
lo oigo conducir por las carreteras
en un enorme coche americano
cuyo motor va sonando mejor
cada vez que se le para
lo arregla y lo vuelve a poner en marcha.

***

Delante de la casa bombardeada se calientan ahora
junto a una hoguera hecha de las camas en las que una vez durmieron
y amaron. Los hijos que allí se concibieron
andan por las calles, con metralletas en las manos.

***

UN PAR DE MINUTOS DESPUÉS DEL VERANO

A lo largo del mar el tráfico del verano se ha detenido
como una sierra oxidada en un tronco podrido.

Los que estamos entre las sombrillas rayadas
intercambiamos ideas con ellos. Son de Marte, dicen,

a diferencia de los jubilados a los que les han dado una tarjeta
para que anden sobre el agua y continúan haciéndolo hasta que oscurece.

De vuelta a casa uno se cruza con sus viejos seres queridos
pero tan brevemente que los faros no se pueden fijar

lo suficiente como para que la impresión llegue a ser sentimental.

***

EN LA PLAZA DE ISRAEL

Ojalá nunca hubieras venido
así la noche tampoco habría pasado nunca.

Y ojalá no te hubieras quedado
así la mañana tampoco habría llegado nunca.

Ojalá no se hiciese nunca verano
así el verano estaría siempre acercándose.

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TEMAS TERTULIA 15-3-2024

RELIGIÓN

EL PROGRESO

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


Cuando tus hijos son adolescentes es importante tener un perro para que alguien en la casa esté feliz de verte”. (Nora Efrón)


TEXTOS TERTULIA 8-3-2024

CIEGOS

LA CASA

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

SECUNDINO

Secundino jugaba con luciérnagas, a las que llamaba, según el día, sueños o polillas, y su juego parecía resultar indiferente al resto de sus conocidos, tal vez porque, en realidad, no le conocían.

Secundino había recorrido en su juventud los siete mares y en cada puerto había dejado constancia de su presencia, ya que la indiferencia llegó mucho antes que la globalización a todos los rincones del mundo y, además, no entiende de banderas.

Secundino no se amargaba por llegar siempre el segundo, haciendo honor a su nombre, se limitó a crear un sistema numérico donde el 2 fuera el primer número y soportar pacientemente que el resto del mundo no le comprendiera y prefiriera jugar con números negativos.

Secundino, poseedor de cierta sabiduría, sabía que todos buscamos algo, y también que casi nadie sabe lo que busca realmente, pero él había aprendido que la vida es fuerte, y que siempre hay un camino alternativo, un saber construir desde la destrucción, y a veces, la vida te sorprende con una obra hermosa cuando menos lo esperas.

Secundino lo sabía muy bien, y lo recordaba cada vez que el sol le daba en la cara, en los escasos  días despejados de aquel duro invierno.

Secundino era ciego.

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CIEGOS

Mentira, como el sabor a plátano del yogur.

Verdad como tu lengua dormida en mis besos.
Hay noches que duermo de pie, abrazado a los árboles. Hipnotizado por la luna.
Hay días que ando haciendo el pino para alimentarme de las hormigas.
Hay madrugadas que no vomito mi nombre, porque he devorado tu carne.
Hay tu sonrisa. Esa que me redime de seguir sangrando
y llama a mi corazón, para que ruede montaña arriba.
Entonces, no necesitamos tocarnos las llagas para creernos.
Pero yo maldigo el deseo cuando ya no es bastante,
para seguir la batalla entre tú y yo.
No, no compro el miedo de la compasión en las caricias.
No, que no llegue el tiempo de las telas de araña
en nuestros labios.
No nos diremos palabras de amor
como quienes intercambian presos.
Hoy no canto canciones tristes como un pájaro malherido.
Hoy anhelo el momento desnudo, cuando tú y yo sólo somos uno.
Ámame con las luces apagadas, bajo este eterno eclipse de sol.

Juan Jiménez Caballero

CIEGOS

APARIGRAHA

Lo poseo todo menos a mí misma

y suelo llamar mío a lo que me rodea.

Mi hijo, mi marido, mi casa, mi trabajo.

Pongo un ´mi´ delante de cada cosa.

De momento, me doy cuenta, que son las cosas las que me poseen.

Para que quiero poseer algo, cuando soy incapaz de poseerme a mí misma.


En los Yoga Sutras de Patanjali, Aparigraha significa la virtud de no ser codicioso ni acaparador. Nada es nuestro. Solo es una apariencia el que las cosas o las personas nos pertenecen. Al final, todo lo tenemos que dejar.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.

LA CASA

Aquella casa roja . . .

Mucho se había hablado, y durante mucho tiempo, de aquella casa roja en las afueras del pueblo.

Como llegó a saberse años después, el comienzo de tantas leyendas en torno a la casa había tenido su origen en una señora muy amiga de meterse en la vida ajena y de naturaleza algo envidiosa que, enterada de que su vecina y declarada enemiga se había mudado a una casa mejor y puesto a la venta la casa roja, difundió el bulo de que estaba encantada, poseída por espíritus malignos y arrastrando una maldición originada siglos atrás por un crimen cometido en ella.


Pero con el transcurrir del tiempo, aparentemente al menos, los hechos y varios testigos parecían ir apuntalando tal infundio, llegando a redactarse incluso partes policiales al respecto.


Sonidos, luces, gritos, incluso parecían surgir de la nada en el momento que cualquier persona traspasaba el umbral de la casa roja, incluso hubo un joven herido en una ocasión por el desprendimiento de una lámpara que algunos quisieron interpretar como un caso de poltergeist. 

La casa, evidentemente, nunca llegó a venderse o alquilarse . . . 

Transcurrieron los años y el pueblo llegó a transformarse en un centro relativamente importante de turismo paranormal hasta que un día, de repente, cesaron todos los fenómenos y, con ellos, tan peculiar turismo. El último fenómeno paranormal del que se tuvo noticia eran unas risas contenidas, más bien risitas, algo poco habitual entre los fenómenos paranormales.

Muchas conversaciones de taberna se dieron en los años siguientes, cada cual parecía tener su propia versión de los hechos, su explicación tanto para los fenómenos como para el fin de los mismos.

Sólo un hombre, el viejo Ariel, no opinaba sobre el tema, limitándose a reír a carcajadas cada vez que alguien empezaba a tratar el asunto, dando la mayoría del pueblo por hecho que el pobre anciano iba perdiendo la cabeza debido a la edad.

La explicación de sus risas eran, sin embargo, muy diferentes . . .

Ariel era hombre madrugador y recorría prácticamente todo el pueblo cada mañana al amanecer, eso, decía él, le abría el apetito y le mantenía sano. 

Años antes, cierto amanecer le sorprendió paseando por los alrededores de la casa roja, viendo salir de ella una familia compuesta por una pareja de mediana edad y dos niñas ya en la pubertad. En ese momento fue testigo de una conversación que sería el origen de sus risas de los años venideros:

"Te lo he dicho mil veces: Los fantasmas no se ríen, hacen uuuuuuh, tiran cosas, pero no se ríen . . . Llevábamos viviendo sin tener que pagar alquiler desde que nos desahuciaron y nos dejaron en la calle pero ahora, por tus bromitas tontas, tenemos que buscar otra casa, porque en ésta seguro que ya cualquier día nos descubrirían. Tú y tus jueguecitos . . ."

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

¿LO HACEMOS?


Hace unos días cayó en mis manos una entrevista a Angela Saini, ensayista escritora de «El patriarcado. Los orígenes de la dominación masculina», en la que dice: «Esa imagen prehistórica del hombre de caza y la mujer con los niños nunca existió». Saini mantiene que, aunque imaginamos que el patriarcado comenzó en la familia, la evidencia histórica sugiere que comenzó con el Estado y luego se filtró a la familia afectando, por supuesto, a las relaciones sociales y culturales, ya que es un sistema impuesto de arriba a abajo.

También se basa en la indiscutible realidad de que todo el mundo tiene que trabajar y que no se puede sobrevivir con ese tipo de división del trabajo tan especializada; se remonta en el tiempo para mostrarnos pruebas de que la gente vivía de forma muy igualitaria, es decir que las mujeres y los hombres hacían prácticamente el mismo trabajo, que es lo que cabe esperar, sobre todo en las sociedades de subsistencia (se me viene a la cabeza «La sociedad de la nieve», tan actual por la película de Bayona), ya que en ellas todo el mundo tiene que colaborar, niños incluidos.

La entrevista me llegó precisamente cuando estaba llevando a cabo la corrección de un libro escrito por un amigo, una guía histórica, y embebida en ese período de seiscientos años denominado la Era Axial durante el que se consolidó lo que se conoce como «cultura de las ciudades». Y aquí viene lo grande. Cito textualmente: «...dicha consolidación produjo el desvanecimiento de la sociedad matrifocal y dio paso a una sociedad patriarcal que borró todo rastro de lo que Johann Jacob Bachofen llamó Mutterrecht, literalmente, derecho materno».

Los primeros Estados estaban muy preocupados por la población, por lo tanto, debían interesarse por la familia, es decir, por la reproducción y la defensa. Esas preocupaciones se convirtieron en los ejes del Estado patriarcal moderno, alentando a las mujeres a tener tantos hijos como fuera posible. Pero no les exigía menos esfuerzo a los hombres que tenían que estar disponibles para luchar y defender al Estado y dar su vida si era necesario.

Así que el patriarcado exige mucho tanto de hombres y mujeres. Y eso es tan cierto hoy como lo fue hace casi dos mil años.

La sociedad patrilineal condujo inexorablemente al patriarcado y, aunque se tiene la sensación de que la igualdad de género es solo para las mujeres, la realidad es que la igualdad es para todos; podríamos hacer un mejor trabajo vendiéndolo y presentándolo de una manera convincente para ambos sexos. Quizá sea el momento de dejar de peritar los hechos y ponernos manos a la obra para luchar en común por la igualdad, algo que supondría cuestionarlo todo.

¿Lo hacemos?


Victoria Blanco

Águilas, 04/abril/2024


"Las mujeres que buscan ser iguales a los hombres carecen de ambición"
(Timothy Leary).


EMBARRARTE

8 de marzo: Día Internacional de la mitad de la Humanidad

 

Ahí están, todas embarradas y asustadas: Interminables hileras de mujeres, casi siempre heridas por hombres, que hieren o desean herir, para consolarse en su desgracia, pero hieren a a hombres que casi nunca son quienes las han herido.

 

Ahí están, todos embarrados y alienados: Interminables hileras de hombres, casi siempre heridos por mujeres, y que hieren o desean herir, para consolarse en su desgracia, pero hieren a mujeres que casi nunca son quienes les han herido.

 

Tantas mujeres, tantos hombres, todos embarrados, enlodados en sus miedos, hundidos en sus prejuicios y cautivos de sus certezas, olvidando que son, ante todo, seres humanos, y que comparten mucho más que cuanto les diferencia.

 

 

Tantas mujeres, tantos hombres, tantos seres sufrientes, y todos convencidos de que son otras mujeres y otros hombres quienes han sido heridos, y otras mujeres y otros hombres quienes hieren.

 

Todos creyendo cuanto necesitan creer con tal de evitar mirarse en el doloroso espejo que les puede hacer crecer, pero a cambio de pagar el duro precio de ver reflejadas en él sus heridas, sus angustias y sus miedos.

 

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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CUANDO DIOS ERA MUJER…

Cuando dios, cualquiera de ellos, era mujer, el mundo era cálido y acogedor, las guerras se resolvían evitándolas y los conflictos casi nunca llegaban a guerras. Pero el mundo, que permaneció así durante milenios, no parecía, según decían los hombres, evolucionar, prisionero de la naturaleza, al tiempo que cautivo de una armonía incómoda para quienes no sabían reconocerla y crecer bajo ella.

Mientras dios era mujer, el hombre se sintió esclavo de su frustración por no poder ser semillero de vida y sus miedos apenas le permitieron ver su papel de indispensable semilla.

Y dios se hizo hombre, pero no bajó a la tierra, pues ya la habitaba.

Cuando dios se hizo hombre, como todo esclavo, guardaba el rencor de siglos, y como todo esclavo que rompe sus cadenas, volcó sobre su amo todo su odio y desprecio: hizo de la mujer un objeto, evitando la responsabilidad de mirarla como a un igual, transformó sus miedos imaginarios en cadenas reales, que la mujer habría de arrastrar sin derecho a réplica y, en ocasiones, sin derecho a súplica siquiera.

Cuando dios se hizo hombre, pareció que el ser humano evolucionaba: nacieron los estados, las ciudades y el comercio y con ellos las guerras, el orgullo sin dignidad y una demencial idea de honor que se lavaba con sangre. A tal extremo llegó la locura cuando dios se hizo hombre, que muchas mujeres se hicieron cómplices de ella, enseñando desde la cuna a sus hijos a perpetuar su arrogancia y sus miedos y a sus hijas a doblegarse ante el macho miedoso.

Y el mundo enfermó . . .

Un día, alguien pensó que tal vez dios, cualquiera de ellos, no debía ser hombre ni mujer o que, mejor aún, podía ser ambos sin que hubiera en ello contradicción alguna.

No hace mucho, al principio de los tiempos del final de la esclavitud de la mujer, algunas dijeron ¡basta!, otras muchas les siguieron y hasta algunos hombres comprendieron el mensaje. Se empezó a oír y sentir la palabra igualdad.

De entre esas mujeres, algunas hicieron uso de la grandeza de su naturaleza femenina e invitaron a todos a vivir esa armoniosa equidad, a creer y crear un nuevo dios que no fuera hombre o mujer, sino simplemente humano. Otras, heridas por los golpes recibidos, transformaron en odio su dolor, como antes hiciera el hombre, y reclamaron el derecho a la venganza, cayendo en el mismo error, repitiendo las mismas injusticias que habían padecido.

Pasó el tiempo, y mientras en algunas partes los más elementales derechos eran reivindicados con más de un siglo de retraso, en otros, los bien alimentados pero emocionalmente famélicos jóvenes primermundistas, olvidaban el esfuerzo de sus abuelas y renunciaban a buena parte de lo justamente conquistado.

Nadie parece encontrar su lugar en el mundo: ni las chicas, aceptando un neomachismo simplón, ignorante y peligroso, ni los chicos, tan desorientados como cobardes ante la nueva situación.

El camino en pos de una legítima igualdad que nunca debió ser cuestionada va dejando una senda de sangre y dolor, en la que sólo puede consolar a quienes ven caer a sus seres queridos el saber que su muerte no lo fue en una estéril guerra de codicia tan sólo, sino que ha contribuido, con una heroicidad que a nadie podemos pedir ni desear, a dar un paso más en pro de un futuro mejor.

El tiempo, eterno maestro que cura heridas tanto como deja cicatrices, conseguirá algún día equilibrar al fin la extraña dicotomía de nuestra especie, que parece ser capaz de estudiar, cuestionar y aprender todo, menos su propia y contradictoria naturaleza interior.

Nacerá así el último dios, el que no se planteará siquiera si es hombre o mujer, el primer dios que sea, ante todo, humano. Un último dios que será el primero que sepa realmente amar, ese bajo cuya luz esperemos que vivan algún día nuestros descendientes.

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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