domingo, 21 de mayo de 2023

 

VOCES entre VOCES


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LA PRIMERA VÍCTIMA DE LA GUERRA ES SIEMPRE LA VERDAD


"Sobre ruedas", de Beatriz Villacañas 

(España, 1964)


En la llanura estéril

que hay entre la dicha y la tristeza

busco el escalofrío

de ver nacer a un héroe en mi carne

respirando

doscientos kilómetros por hora.


En el limbo del deseo adormecido

donde reina

el sentido común de la otra gente

yo y mi Yamaha,

que arde entre mis muslos,

encendemos el aire

y colocamos ruedas en el tiempo.


En las fachadas negras

donde la lluvia pierde su inocencia

y chorrea envilecida hacia el asfalto,

escribo soliloquios brevísimos de letras:

desentierro mi voz.


En el sosiego de alquitrán de cualquier carretera,

camino, para tantos, de ida y vuelta,

me dejo seducir por el infierno,

por el deseo perverso

de saber hasta dónde

puede arrastrar el corazón al cuerpo.


Beatriz Villacañas en Dublín (2001), incluido en La voz y la escritura 2006. 80 nuevas propuestas poéticas desde los viernes de la Cacharrería  (Ediciones Sial, Madrid, 2006).

FUENTE:https://franciscocenamor.blogspot.com/



TEMAS TERTULIA 26-5-2023

CASOS DE COSAS.

TEATRO.

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.




TEMAS TERTULIA 19-5-2023

LA OLLA

LÚGUBRE

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


LA OLLA

Que la vida es algo tan frágil como inestable y sorprendente es algo que todos acabamos aprendiendo con los años, que la realidad siempre supera a la ficción lo sabemos sin la menor duda cuantos escribimos.

Aquella mañana el grupo de amigos había salido en dirección a Meknes, en el centro de Marruecos, con la intención de recoger a un familiar de uno de ellos que tenía una tienda de muebles en el centro de la ciudad, una zona que se transforma a diario en uno de eso mercadillos en que es posible encontrar cualquier cosa que uno pueda imaginar, un lugar donde la vida se muestra en todo su esplendor y miseria. Cometieron el error de intentar llegar hasta la tienda en coche, atravesando un mar de personas que se cruzaban con motos, coches, carros, bicicletas y hasta algún burro de cuatro patas sorprendido por la riada humana.

En un mometo determinado se escuchó un ruido y comenzaron los gritos. Diego, quien conducía, había atropellado una olla de aluminio situada fuera de la seguridad del grupo de ollas de un anciano vendedor. Tras el ruido vinieron los gritos, tras los gritos los curiosos, y entre ellos quien pensaba la forma de sacar beneficio de la situación al ver la matrícula extranjera. Pretendiendo ayudar al vendedor gritaban y gesticulaban como si la olla fuera un pobre chiquillo atropellado con la evidente intención de sacar más dinero por ella y luego reclamar al vendedor su parte correspondiente. El vendenor, por su parte, colocó la olla abollada delante de la otra rueda del vehículo, tal vez para paralizar éste o tal vez para que otro posible atropello acabara con el dolor de la criatura de aluminio. Los que permanecíamos en el interior del vehiculo calculamos que todo se resolvería en un par de minutos abonando el importe de la olla mientras cerrábamos las ventanillas del vehículo al ver asomar por ellas a varios adolescentes que observaban los bolsos que había en su interior, posiblemente con la intención de invitarlos a un recorrido turístico por la ciudad. Pero el bullicio proseguía, el más ruidoso no era el vendedor ni la pobre olla, que no dijo ni este asa es mía, sino el par de veinteañeros oportunistas. Al cabo de unos minutos apareció un hombre alto que portaba en su cinturón un walkie-talkie. Personalmente creí que era un gurdia de seguridad del mercadillo, alguien encargado de ordenar mínimamente tanto caos, pero era un policía de paisano. Hizo una llamada y sentenció que eramos inocentes y que la olla no debía haber estado allí, además el vendedor no había pagado la correspondiente licencia del puesto. Hadiya, la esposa de Diego, se acercó de todas formas al anciano vendedor y le dio un billete de cien dirhans, unos diez euros, pero éste lo rechazó, no valía la pena contradecir el dictamen del policía. Finalmente pudimos proseguir nuestro lento viaje entre aquella marea humana.

Al día siguiente, ya a punto de salir del país, se nos cruzó en medio de la carretera un hombre de mediana edad que se levantaba la ropa mientras reía, posiblemente un enfermo mental, la rapidez de reflejos de Diego evitó una tragedia.

Alguien comentó: “Ayer el atropello de la olla y hoy éste al que se le fue la olla, salgamos rápido de este país ardiente como una sartén. . . “

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¿LÚGUBRE?

SE DESAPARECE EN TRES GENERACIONES

En tres generaciones se borrará mi nombre;

nadie sabrá que nací, viví y morí.

Seré un ser anónimo que hice a veces el bien

y otras veces el mal.

Un ser genérico, sin importancia alguna.

Sin embargo, alguien me destinó a vivir

y me trajo al mundo.

Si entendí para qué viví, vencí.

Y si no, tendré que repetir el viaje.

Volver un millón de veces.

La vida del ser humano es pasajera y aunque nos perdamos en la memoria del tiempo, hay un motivo por el que nacemos y vivimos. Si entendemos el motivo o Dharma por el que estamos aquí, es posible que no tengamos que repetir el viaje de vuelta a este mundo.

Alexandra Di Estefano Pironti. 

Un salto al infinito” Ediciones Carena.


LÚGUBRE


María se movía lentamente entre los surcos, ayudada por su nieto, ese que tanto se parecía a Damián. Un par de guardias civiles  jóvenes observaban la escena desde lejos, y María no podía evitar volver periódicamente la vista hacia ellos. ¿Seguro que no tomarán represalias? No, abuela, que Franco ya murió, y fíjese en esos guardias, los dos nacieron después de la muerte del dictador, como yo, seguro que hasta votan a los socialistas, no se preocupe.

Pero María no podía evitar mirarles de reojo cada cierto tiempo: la mitad de su vida la había pasado con miedo, un miedo profundo que va calando hasta el alma, hasta invadir los gestos más cotidianos.

A la abuela María, como a tantos, le tocó vivir y ver marchitarse su juventud durante una guerra. Eran cinco hermanos, tres chicos y dos chicas, sin muchas ideas políticas, pero con el sentido de la justicia connatural a todo ser humano.

A su familia sólo se le recordaba un comentario durante aquellos años: lo dijo ella misma, cuando Anastasio, de los pocos afiliados a CNT en el pueblo, insultó al cura llamándole “Hijo de la Inquisición por no decir de otra cosa.“ María dijo entonces: “Esto no lleva a nada …” Sus dos hermanos, Damián y Luis, callaron, y ese silencio les costaría la vida unos meses después, cuando el cura facilitó a los golpistas una lista con veintisiete españoles que él juzgaba merecedores de ser asesinados por el bien, supuestamente, de los españoles, o mejor dicho, de su España imaginaria. Todas esas personas fueron fusiladas tras una sesión de tortura que consiguió aumentar la lista a treinta y dos, pero fusiladas previo ofrecimiento de confesión y comunión, por supuesto.

Hoy ese nieto que tanto se parece a Damián intenta contener las lágrimas al ver las lágrimas de su abuela, y la ayuda a sentarse, agotada por la caminata, sobre una roca.

Animo, abuela, que al fin Damián y Luis tendrán un entierro digno, que menos. ¿Está bien, abuela?

Hijo, yo estoy muy lúgubre, ve tú con los demás.

Cuando volvieron a buscarla, apenas media hora más tarde, María estaba recostada sobre la roca, aparentemente dormida. En su mano derecha el pañuelo con que poco antes se había secado las lágrimas, en la izquierda aquel reloj de Damián parado en 1937, que un falangista joven de un pueblo vecino le había entregado, pretendiendo así lavar su conciencia, tras el asesinato.

Su nieto la miró y pensó: “Pobre abuela, su corazón, tan curtido por años de injusticia y dolor, no ha podido soportar una gota, sólo una gota, de justicia”.

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



MEMORIAS


Nosotros somos, en parte, memoria de nosotros mismos. Dice Joaquín M. Fuster que vivir sin memoria sería como vivir sin identidad, una especie de amnesia emocional que nos dejaría en manos de cualquiera que nos diera la pauta, a merced del concertino que apareciera en nuestro camino.


Aunque el alma de quien escribe siempre se entrevé en sus líneas, hay autobiografías y memorias dignas de leerse, y lo son no porque relaten la vida del protagonista, sino porque detallan el entorno y las circunstancias sociales del momento. Sin irme muy atrás en el tiempo se me ocurren Bioy Casares, García Márquez o Patty Smith que claro que nos cuentan un trozo de su vida, pero caramba qué bien lo hacen y de qué manera tan sutil nos acompañan en el viaje hacia su ambiente.


Tengo la seguridad de que la intención de las personas cuyas memorias han pasado a la historia de las letras no era solucionar sus problemas emocionales, sino poner el acento en temas concretos que merecen la pena ser conocidos. Pues bien, la actual coyuntura social está dando lugar a un fenómeno que no me asusta, pero me ofende: permitir a cualquier friki contar sus intimidades, ya sean enfermedades mentales, situaciones familiares o cómo salió de las adicciones, y publicarlas sin vergüenza alguna para monetizar asuntos que pertenecen, o deberían pertenecer, a la más estricta intimidad.


Y la cosa, aunque indecente, no sería tan grave si estos personajes no se erigieran en adalides de la redención poniéndose como ejemplo de la victoria sobre sí mismos, cuando no convirtiéndose en «coaches» (entrenadores) emocionales que llenan teatros y se enriquecen instaurando una especie de mundos sectarios -o estás con ellos o estás contra ellos- basados en filosofías que pueden hacer tanto daño al alma como otras adicciones hacen al cuerpo. Es verdad que algunos grandes han dado voz a ciertos problemas con el fin de visibilizarlos socialmente, pero han seguido ganándose las habichuelas con su profesión y, posiblemente, sus denuncias hayan quedado postergadas a causa de tanto intrusismo.


Así que, cuando los veo hablando en televisión o en cualquier otro medio, como si estuvieran por encima del resto de los mortales, me gustaría decirles que los problemas psicológicos se resuelven con ayuda de profesionales que han estudiado una carrera, y los relatos de la vida privada se les cuentan a amigos del alma, esos que dan abrazos y comparten mesa, mantel y cafés; lo otro, hacer negocio de la salvación, contar a los demás las cuitas más truculentas y convertirlo en medio de vida no es digno, ni es ético. Aunque creo que ya lo saben, pero deben de estar tan metidos en sus memorias que se les ha olvidado la decencia.


21/mayo/2023 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES» 


¿Se puede aprender a ser feliz?

 por Fátima Servián Franco          



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En los días del final de la primavera y comienzo del verano aumentan las horas de luz y las temperaturas, a algunos les llega la paga extra de verano, se acercan las vacaciones… Por eso son considerados los días más felices del año y se habla del Yellow Day (20 de junio).

Sin entrar en juicios sobre la moda de que todos los días del año tengan una causa (como el Blue Monday, el tercer lunes de enero, considerado el día más triste del año), sí entraremos a valorar cómo estos días de “felicidad” y “tristeza” dejan de lado los componentes más importantes para cuantificar estos estados: los mecanismos internos y subjetivos de las personas.

¿Se puede ayudar a las personas a aumentar su felicidad? ¿Cómo se podría fomentar el bienestar subjetivo? ¿Por qué los hallazgos sugieren que los programas de entrenamiento mental ayudan a mejorar el bienestar psicológico? En definitiva, ¿es la felicidad modulable y entrenable?

¿Qué sabe la ciencia sobre la felicidad?

Un artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology evaluó el bienestar subjetivo analizando la efectividad del entrenamiento mental para ayudar a desarrollar nuevas formas de nutrir nuestra propia felicidad.

La sensación de felicidad se ha conceptualizado como el bienestar experimentado por las personas, tanto en pensamientos como en sentimientos.

Desde los primeros estudios, el bienestar subjetivo se ha definido como la forma en que los individuos experimentan la calidad de su vida en tres aspectos mentales diferentes. Eso sí, interrelacionados.

Estos son el afecto negativo poco frecuente, el afecto positivo frecuente y las evaluaciones cognitivas de satisfacción con la vida en varios dominios (salud física, relaciones y trabajo).

Se ha llevado a cabo un creciente cuerpo de investigación con el objetivo de identificar los factores que afectan a la felicidad, operacionalizados como el bienestar subjetivo. Aunque la definición de felicidad tiene una larga historia y se remonta a argumentos filosóficos y a la búsqueda de la sabiduría práctica, en los tiempos modernos se ha equiparado al hedonismo.

Hoy en día, varios académicos sostienen que los altos niveles de bienestar subjetivo dependen de una perspectiva multidimensional que abarca componentes tanto hedónicos como eudemónicos. Desde este punto de vista los individuos parecen centrarse más en el funcionamiento psicológico óptimo, en vivir una vida profundamente satisfactoria y actualizar su propio potencial, crecimiento personal y sentido de autonomía. En psicología, esta postura se apoya en la teoría de la motivación humana de Maslow.


El programa mencionado para entrenar el bienestar subjetivo fue, esencialmente, un entrenamiento informado y suave de la mente, y en particular de las emociones. Estuvo basado en el principio de que el bienestar individual está indisolublemente ligado al desarrollo de las virtudes y fortalezas humanas internas.

Como el equilibrio emocional, el yo interno, conciencia, una actitud abierta y solidaria hacia uno mismo y los demás. Todo ello dota a la persona de una claridad mental que puede fomentar una comprensión más profunda de la propia realidad y la de los demás.

Hasta la fecha, la evidencia sugiere que la felicidad es, en cierta medida, modulable y entrenable. Por lo tanto, las estrategias cognitivas y conductuales simples que los individuos eligen en sus vidas podrían mejorar la felicidad, más que las condiciones externas y ambientales que proponen el Yellow day.

No todo serán estímulos positivos

Pero, ¿por qué no nos preguntamos lo inverso? ¿Por qué nos entrenamos día a día, sin saberlo, para no ser felices?

La concepción exclusivamente hedonista y externa de la felicidad ha calado en nuestros cerebros sobrestimulados de noticias. Consejos, novedades y una infinidad de material disponible para ser consumido. Sin elegirlo, sin pedirlo o sin saber por qué y para qué.

Con nuestros cerebros raptados por los input de información externa, buscamos el cero afecto negativo. Es un objetivo sumamente difícil de alcanzar. Al final, para sobrevivir y adaptarse a la naturaleza humana, existe un gran volumen de emociones displacenteras necesarias que deben ser experimentadas. El afecto negativo forma parte de nuestro día a día.

Otra condición que buscamos con demasiada intensidad, duración y frecuencia es el hedonismo. Obviamos como la habituación disminuirá y cambiará lo hedónico y cómo, para resistirnos a ello, aumentaremos lo deleitable hasta cotas tan altas que serán incompatibles con las demás demandas.

En definitiva, para conseguir un mejor bienestar subjetivo (o felicidad) no debemos poner el foco solo en lo externo.

Saber qué hay que entrenar para conseguir un mejor estado interno está cada vez más cerca. Los resultados de las investigaciones en psicología muestran que nuestro cerebro podrá adaptarse. Pero, ¿le conviene a la industria que esto suceda? Y lo más importante, ¿queremos que pase?

Los beneficios de los programas de entrenamiento mental contemplativo para mejorar nuestro estado subjetivo de felicidad hablan por si solos. Eso sí, el desconocimiento general de la población sobre estos programas y medidas hace que sean mirados con desconfianza e incredulidad.

Shutterstock / Sergey Tinyakov

La divulgación de artículos científicos específicos sobre el bienestar subjetivo debe ser un eje central para romper los parapetos que la sociedad tiene sobre la felicidad. No olvidemos que la humanidad se compone de personas que no cesan, ni han cesado, de buscarla.The Conversation



Fátima Servián Franco, Psicóloga General Sanitaria. Directora del Centro de Psicología RNCR y PDI en la Universidad Internacional de Valencia, Universidad Internacional de Valencia

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

https://www.yorokobu.es/se-puede-aprender-a-ser-feliz/

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