domingo, 6 de diciembre de 2020

 

VOCES entre VOCES

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TEMAS TERTULIA 11-12-2020

MARIQUITAS

AQUELLO

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.



Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible. Los políticos en hacer imposible lo posible“. (Bertrand Rusell)



ASUNCIÓN DE TI


Quién hubiera creído que se hallaba
sola en el aire, oculta,
tu mirada.
Quién hubiera creído esa terrible
ocasión de nacer puesta al alcance
de mi suerte y mis ojos,
y que tú y yo iríamos, despojados
de todo bien, de todo mal, de todo,
a aherrojarnos en el mismo silencio,
a inclinarnos sobre la misma fuente
para vernos y vernos
mutuamente espiados en el fondo,
temblando desde el agua,
descubriendo, pretendiendo alcanzar
quién eras tú detrás de esa cortina,
quién era yo detrás de mí.
Y todavía no hemos visto nada.
Espero que alguien venga, inexorable,
siempre temo y espero,
y acabe por nombrarnos en un signo,
por situarnos en alguna estación
por dejarnos allí, como dos gritos
de asombro.
Pero nunca será. Tú no eres ésa,
yo no soy ése, ésos, los que fuimos
antes de ser nosotros.
Eras sí pero ahora
suenas un poco a mí.
Era sí pero ahora
vengo un poco a ti.
No demasiado, solamente un toque,
acaso un leve rasgo familiar,
pero que fuerce a todos a abarcarnos
a ti y a mí cuando nos piensen solos.


Mario Benedetti

Fuente: https://www.poemas-del-alma.com/



Los españoles son inmunes al psicoanálisis.“

(Sigmund Freud)



TEXTOS TERTULIA 4-12-2020

MALAS COMPAÑÍAS

ESO

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.





MALAS COMPAÑÍAS


Cuántas veces habré escuchado eso de «el problema son las malas compañías». Siendo niña, me sorprendía mucho la frase porque yo consideraba que la mala compañía era la persona a la que los mayores de mi entorno defendían; mi pueril entendimiento me decía que él o ella era quien empujaba al resto del grupo, de manera sibilina, a hacer travesuras, a lo expresamente prohibido.


Más tarde, superada la adolescencia, con un entendimiento más agudo, pensaba lo mismo cuando llegaba a mis oídos la retahíla de las malas compañías; en ese momento de la vida, la maldad no procedía de la pandilla sino de la recién estrenada pareja, bien un muchacho al que no se le veía muy trabajador o bien una chica demasiado ligera de cascos, pero que, sin lugar a dudas, era culpable de la rebeldía que se gastaba el retoño de papá y mamá.


Estamos tan acostumbrados a decir que la culpa es de las malas compañías o, en definitiva, de los otros que las parejas se acusan mutuamente de que los hijos no son como soñaron, los hijos señalan a los padres como causantes de su falta de estabilidad, los amigos se culpan entre sí de que la amistad se haya ido al traste, los vecinos atribuyen al resto la falta de bienestar en la comunidad. Así desde que el mundo es mundo o, al menos, desde que mis oídos escucharon por primera vez la socorrida frase.


Y es que no hay quien nos haga aceptar que ninguno de nosotros es blanco o negro, que todos somos rayados como cebras y que unas veces estamos en un lado y otras en otro; esta oscilación permanente no es culpa de nadie, ni siquiera de nosotros mismos, pero si seguimos buscando el error en el exterior acabaremos culpando a la lluvia de no haber cogido el paraguas, al sol de habernos quemado la piel por sobreexponernos y al universo entero de nuestro particular big bang.


No, no existen malas compañías ni amistades peligrosas, existe, es, lo que hemos elegido hacer; lo que ocurre es que cuando tropezamos y sentimos vergüenza de nosotros mismos, utilizamos como chivo expiatorio a quien nos acompañó en el tropiezo pues, al inculparle, nos autoproclamarnos inocentes y nos concedemos el derecho de echar la culpa al «empedrao».


06/diciembre/2020 – Victoria Blanco para «VOCESentreVOCES»




MALAS COMPAÑÍAS



Cuando tenía cinco años, Luigi me contó que los Reyes Magos no existían, que eran sólo una de las tantas mentiras de los adultos. Gracias a él descubrí que los adultos no eran tan fuertes como parecían, pues necesitaban mentir y detrás de la mentira siempre se esconde algún tipo de cobardía o miedo, como ya empezaba a sospechar a esa edad. Oí decir a mis padres que Luigi era una mala compañía, me prohibieron verle y nuestra amistad se redujo a echar ocasionalmente algún partido de fútbol, casi siempre en equipos contrarios.

Al principio de la adolescencia conocí a una chica dos años mayor que sabía, o así lo creía yo, todo sobre la vida y, además, decía estar enamorada de mí. Todo lo conocía y su conocimiento incluía el sentido bíblico del término. Ahora, al cabo del tiempo, pienso más bien que ninguno de los dos sabíamos mucho, pero eso siempre se sabe demasiado tarde. También en esa ocasión mi madre, sabiamente asesorada por un sacerdote católico muy aficionado a acariciarme insistentemente el pelo, decidieron que Carina era una mala compañía. No fue fácil separarnos, pero un oportuno cambio de residencia de su familia puso punto final a nuestras experiencias compartidas.



En mi primer trabajo ya me encontré algunas compañeras y compañeros libertarios que me ayudaron a dar los primeros pasos para comprender que en política, de derechas o de izquierdas, quien entre en el juego del poder social, no perseguirá más que la enfermiza intención de ser, de una forma u otra, tu amo. Todos mis jefes sin excepción, cautivos de su triste mundo de simbólicas corbatas rodeando cuellos, me recomendaron apartarme de esas malas compañías que acabarían truncando un brillante porvenir en la banca. Les hice caso, me aparté de las malas compañías y dejé la banca.



Y como el universo siempre confabula en la misma dirección, esa que marcamos a través de la extraña ilusión del libre albedrío, no pasaría mucho tiempo hasta verme rodeado de todo tipo de malas compañías: gente extraña que se negaba a dejar de jugar a pesar de haber dejado atrás la infancia y a dejar de vivir, a pesar de los palos recibidos; idealistas de todo tipo, convencidos de que morir por una idea por el bien común no es morir tanto; personas profundamente religiosas pero que no admitían más dios que el que habitara y diera placer al ser humano, con sus grandezas y miserias; gente que no tenía reparos en ir consumiendo su tiempo y salud de una forma tan autodestructiva como absurdamente libre; artistas de todo tipo, algunos incluso tan creativos como para dejar de creer seriamente en el arte; personas, en definitiva, a las que, cuanto más conocía, más me costaba unir el adjetivo de malas a su compañía.



En el lado opuesto, sobre las buenas compañías, hago balance: con la mayoría de mi familia ni me hablo porque ya nada tenemos que decirnos tras regalarles la herencia paterna que tanto codiciaban. Mis hijos tienen ya su camino, y sólo me resta el papel de una amigable puerta abierta. Jefes y subalternos son personajes que ya hace años desaparecieron de mi vida. Mis formales y flemáticos vecinos, los de hoy como los de antaño, siguen haciendo cábalas sobre mi extraña existencia, pero no me incomoda ser sujeto creador de algo de fantasía en mentes cautivas del aburrimiento.



En los últimos tiempos vuelvo a juntarme con cierto grupo extraño compuesto enteramente de malas compañías y ya no tengo la más mínima duda de que ése es mi lugar en el mundo. Casi todos son gente tan libre como aquellos niños, Luigi o Carina, sólo que un poco mayores, personas que no necesitan ni quieren mandar ni que les manden, simples voces entre voces que saben vivir y dejar vivir, y su compañía es, sin duda, un pequeño regalo de la vida.



Por eso, cuando ocasionalmente aparece algún amigo de dirigir vidas ajenas invitándome a apartarme de las malas compañías, suelo limitarme a decir: “Tiene razón y creo que seguiré ahora mismo su consejo”, dicho lo cual me alejo lo antes posible de su presencia y, por si acaso, sin volver la vista atrás.


Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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MALAS COMPAÑIAS



Yo misma podría ser una mala compañía si mi hábito es juzgar.

Todo depende de mi capacidad de encontrar la belleza que hay en la otra persona a quien acompaño.

MK


MALAS COMPAÑIAS


Me deslicé

por tu piel desnuda

y al salpicarme tu sabiduría

noté el escalofrío

de la inconsciencia.

¡¡Era de esperar!!


José María Rico - Spencer



ESO

NO SE FÍEN, AMIGOS (CRÍTICA A LA EVOLUCIÓN)

AUDIO:

https://www.ivoox.com/rc-24-audios-mp3_rf_26412763_1.html



Rafael Cotilla



ESO

Pasamos la vida intentando comprender la realidad. Cuando al fin comprendemos que la realidad no es más que una fantasía ya sólo nos resta . . . soñar.

Nekovidal nekovidal@gmail.com 

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS.


**

Un verso para sobrevivir, otro para tener, a pesar de todo, fe en el ser humano, y un tercero que nos enseñe a amar.

El resto, sólo escombros“.


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**

Me sumergí

en los olores del verano

para superar

los retazos del invierno.


José María Rico – Spencer

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