sábado, 11 de junio de 2016


VOCES entre VOCES

Lo lograron porque no sabían que era imposible. Jean Cocteau (1889 - 1963), crítico, poeta, novelista, dramaturgo, pintor y cineasta francés.


Tú eres lo que tu deseo más profundo es.
Como es tu deseo, es tu intención.
Como es tu intención, es tu voluntad.
Como es tu voluntad, son tus actos.
Como son tus actos, es tu destino.

Upanishad (उपनिषद्)


TEMAS TERTULIA 17-6-2016

TRATO
SUBMUNDOS
NO SE ME OCURRE NADA


Si no lees el periódico, serás un desinformado; si lees el periódico, serás un mal informado. Mark Twain (1835 - 1910), escritor y humorista estadounidense

TEXTOS TERTULIA 10-6-2016
NADA
ALGO
ACCIDENTES VITALES


En este blog se pueden encontrar todos los textos de la tertulia Voces entre Voces:


NADA
Sin tus genes y sin las personas que te criaron los primeros quince años de tu vida, ¿qué quedaría de Ti, tal y como eres actualmente?
(Inexistencia personal)
Sara ViTa

NADA
AQUELLOS BIZCOCHOS
Los veía cada noche y los deseaba cada mañana; no le pertenecían, tampoco le pertenecía la risa, ni el dolor, ni la hora de la comida… no era, estaba. Deambulaba por la casa como una tortuga, sin hacer ruido. Aquel envoltorio excitaba sus sentidos; no los mires, no son para ti. Cada bocado al bizcocho le recordaba su inexistencia, desayunaba galletas mirando, sin ser vista, las delicias que endulzaban otra boca más dichosa. Pasaron los tiempos y con los tiempos se consolidaron los recuerdos; una tarde quedaron para tomar café; la afortunada llegó a la casa con una flamante bandeja de pasteles envuelta en aquel mismo papel rojo y una sonrisa impostada que evidenciaba mucha falta de memoria y una sempiterna crueldad. Ella preparó un café sin ternura, extendió el mantel con desgana y, sin mediar palabra, mientras le ofrecía una servilleta, le acercó la punta de una cucharilla a la aorta para obligarla a engullir uno a uno todos los pasteles de la bandeja. Traga –la instigaba– con el ansia que lo hacías cuando desayunabas en contra mía, quiero que cada mordisco te duela como me dolieron a mí, para que sepas de barbarie y valores la vida, tú, que siempre estuviste muerta; hoy seré yo quien no te vea a ti. Entre bocado y bocado, una pregunta rompió el silencio: – ¿Qué piensas? Pareces ida. Ella respondió: – Nada, fantasías mías.
Victoria Blanco Lucero - 10/06/2016 NADA
NADA
Elija una idea y no la comparta ni la cuestione.
Refúgiese en el engañoso calor de las certezas, al tiempo que rehúye el complejo frescor de la duda.
Hable de amor, grandes ideas, preferiblemente de apariencia progresista, pero ataque a quien, según usted, no sabe amar o no comparte sus ideas.
Hable de libertad, pero nunca aplique el principio de igualdad, imprescindible en todo acuerdo, puede resultarle incómodo o inconveniente.
Nunca olvide que su grupo, su pandilla, sus paisanos, su país, su raza y quienes comparten su idioma y sus ideas, son mejores que todos los demás grupos y personas, simplemente porque son suyos.
No intente comparar sus conclusiones con las ajenas, debatir, ni dialogar, por el contrario, repita obsesiva e insistentemente su conclusión, y persiga a quien no coincida con su punto de vista. Incite, siempre que pueda, a la expulsión y el linchamiento del diferente o de quien no ratifique cuanto usted diga, sea lo que sea.
Ante todo, nunca olvide que, si alguien está equivocado, son los demás, nunca usted, y que siempre encontrará un coro que, por miedo o mal entendida solidaridad, callarán o le darán la razón.

Así siempre tendrá razón, pero sólo en su mundo, ése que seguirá siendo, inevitablemente, un mundo muy pequeño y triste y, al fin, nada . . .

Nekovidal – ARTES LIBRES – nekovidal@gmail.com

ALGO


Algo me ronda por la mente en ocasiones con la insitencia de una obsesión, me despierta a mitad de la noche para sembrar en la inmediata memoria momentos y sensaciones que creo no vividos, me desconcierta con su equipaje de dudas, me recrimina cuanto no creo haber hecho y me culpa y exculpa a la vez de cualquier supuesto pecado, me agota . . .
Insiste como si en mi claudicación estuviera su razón de ser, como si necesitara de mi efímero “sí” para encontrar su intangible lugar entre el infinito.
Pero no deja de ser, al final, más que una simple y escueta pregunta:
¿Qué hacemos todos nosotros aquí, condenados a muerte?

Nekovidal – ARTES LIBRES – nekovidal@gmail.com

ACCIDENTES VITALES
El escondite.
Lo confieso. Nunca aprendí a esconderme. Ni de mis miedos, ni de mis manías, ni de mi torpe manera de amarte. Nunca aprendí a disimular los golpes. No aprendí a fingir ni la alegría ni el sufrimiento, y quizás por eso a ti te asustaba desnudarte por dentro. Llevabas demasiado tiempo acostumbrado a quererte hacia afuera. Y a todo aquél que se cruzaba en tu camino le resultaba cómodo. Convertían el amor en comodidad y para mí la única comodidad que podía existir contigo era sentar el cariño en el sofá y abrazarlo junto a tí. Amarte para mi era arriesgarme a la herida cuando el corazón fluye y se entrega sin red. Romper moldes, atreverme a entrar en tí y comerte el miedo a besos. Cada noche te repetía que al compartir la emoción conseguíamos liberarla, que al gritar la felicidad cualquier abismo entre el cielo y la tierra se hacía añicos. Y de pronto, te cruzaste en mi vida y me vi obligada a esconder el amor, a esconder la vida y estas ganas locas de construir sueños imposibles en los días no vividos. Sólo quedaba una opción, agarrarme a lo único que nadie me obligaba a renunciar: amarte. En silencio y sin poder gritarlo a todos esos mares que estaban esperando construir infinitos horizontes prometedores.
Tú eras experto en contener el dolor y a mí me obligaste a esconder la felicidad. Maldita paradoja. Y fíjate tú, hoy brota desde todos los rincones de mi corazón esta impotencia de tenernos que esconder de la capacidad de vernos mas allá de los ojos. Nadie se puede sacar a sí mismo de un pozo. Y así, ahogados y asfixiados por este escondite intentaba salvarte. Hoy, querido, he descubierto que la felicidad depende siempre de la capacidad para hacer felices a los demás porque realmente no somos plenamente felices hasta que aprendemos a hacer felices a los demás. Lo otro se llama satisfacción, y dura menos que cualquier garantía. Así que jamás lo olvides.
Y permíteme que me olvide por un momento de callar este corazón que se me sale por la boca porque donde perdemos el aliento y se nos va el aire es en la ausencia del otro. La única jaula son los demás. Con el corazón roto y el cuerpo dolido.
María Martín

ACCIDENTES VITALES

Abrí los ojos antes de hacerme demasiado daño. No logro comprender la razón de porqué no me di cuenta antes, ahora sí se acabó para siempre, ahora podré ordenar ideas y respirar con más calma, ahora sé que todo fue, tan sólo, un accidente vital.
María C.G.C

ACCIDENTES VITALES
¿Me dices lo que yo…?
Anoche una gaviota me dijo que me quería
¿Fuiste tu?
En la madrugada un gorrión se posó en mi mano
Y me apretaba con su pico dándome amor.
Por un instante mis ojos se fijaron en sus alas
sabiendo que mi gaviota volvió a su nido.
Yo tengo mariposas de colores que me susurran al oído
Secretos relevantes .
Me pregunto que colores usan tus mariposas para decirte
lo que no te digo.
¡Yo tengo lo que tú!
¿Me dices lo que yo…?
José María Rico

ACCIDENTES VITALES

Causal, casual, accidental . . .
¿Es un accidente vital la vida? ¿Y la muerte?
Para un creyente, ¿es la fe un accidente o una catástrofe imprescindible?
Para un agnóstico, ¿hay algo que no sea un accidente?
Si todo es, al fin, accidental, pregunto, ¿por qué no se han arruinado todavía las compañías de seguros?
Nekovidal – ARTES LIBRES – nekovidal@gmail.com

ACCIDENTES VITALES

Capitulo 1

No sentía ningún dolor. Era curioso, pero la única emoción en su interior en ese momento era una inmensa felicidad y tranquilidad, de paz tanto dentro como fuera de él. Podía oír los disparos, las explosiones y los gritos de los soldados heridos a su alrededor, pero eran sonidos apagados, ajenos a él, como si le llegaran a través de unas gruesas paredes de hormigón. Intentó hacer memoria de lo que había ocurrido durante los últimos minutos. Recordaba haber visto aparecer el Panzer justo por encima de su cabeza. Enorme, imponente, levantando el morro acorazado por encima de su cuerpo mientras se encabritaba cuando las orugas de aquel monstruo de metal intentaron superar el chaflán exterior de la trinchera. Recordaba el sonido del Mustang a su espalda, imperceptible al principio, ahogado por los motores del carro, pero mucho más claro después, rugiendo mientras se lanzaba en picado contra su posición. Podía recordar con sorprendente claridad el ruido metálico del impacto de los cohetes contra el casco del blindado, apenas unas décimas de segundo antes de que explotaran. El calor de la explosión en su rostro, en sus manos. Los fragmentos de metal atravesando su cuerpo. La sensación de humedad recorriendo el pecho. El nauseabundo olor a carne quemada. Después, la oscuridad y el silencio...

Poco a poco empezó a recobrar la consciencia. Las imágenes comenzaron a perfilarse con la suficiente nitidez como para reconocer algunas cosas, para darse cuenta de que ya no se encontraba en medio del campo de batalla, sino en un lugar que comenzaba a ser extrañamente familiar. Ése era el viejo tractor de su padre, no cabía duda. Podía reconocer las marcas de las innumerables ocasiones que lo había desmontado, arreglado y vuelto a montar junto a su padre, que nunca lo consideraba lo suficientemente viejo como para cambiarlo. Como había odiado aquel artefacto inútil y desvencijado… ¡y con cuánto cariño lo observaba ahora!
Le parecían tan banales las innumerables discusiones con su padre por culpa de aquella estúpida máquina… tanto tiempo perdido, malgastado...

Se fue girando lentamente y a medida que ampliaba su campo de visión comprobó que, tal como había intuido desde el primer momento, estaba en el rancho de sus padres. A escasos doscientos metros, justo detrás de él, pudo ver su casa, aquella casa roja que tanto le gustaba a su madre y que con tanto esmero mantenía impoluta, perfecta, como si la integridad de toda su vida dependiera de aquella construcción, como si cada minúscula grieta, cada pequeño desperfecto en aquella casa se fuera a reflejar en su propia piel. O en su propia vida… Aquella casa roja se había convertido en el símbolo del significado de su vida y no podía dejar que ese simbolismo se dañara, porque era probable que no tuviera nada más.

Empezó a caminar hacia la entrada de la casa y pudo ver a sus padres sentados en el recibidor. Sintió un deseo inmenso de echar a correr y abrazarlos, de escuchar sus voces mientras le contaban sus pequeñas historias diarias que tan mundanas le habían parecido antes de alistarse y que tanto había echado de menos después. Pero también sabía que aquello no era real, y eso frenaba sus impulsos. No sabia como había llegado allí, pero si sabía que no era donde debía estar y que, de hecho, no lo estaba. Sabía que su cuerpo se estaba apagando en una playa francesa, así que lo único que podia estar allí era su espíritu, su alma, su consciencia… lo que fuera aquello en que se había convertido.

Leucipo

ACCIDENTES VITALES

Capitulo 2

Tal y como había temido, al llegar a la altura del porche, la monótona conversación de sus padres no se interrumpió, incluso sintió como la vista de su padre le atravesaba limpiamente mirando al vacío, al campo que se encontraba a su espalda. No había duda, su cuerpo no estaba allí, estaba muerto.

Durante horas estuvo observando los rostros de sus padres, cada arruga, cada cana, todo parecía hermoso ahora, cada gesto, cada una de las miradas que, acompañadas de una tenue sonrisa, se regalaban el uno al otro intermitentemente. Fue su madre la que dijo aquella frase que le obligó a marcharse para que no pudieran oír sus sollozos, antes de que cayera en la cuenta de que era imposible que los oyeran: "No te preocupes, volverá, está bien, ahora mismo lo siento cerca, muy cerca . . ."

No sabía qué sería lo siguiente, en que momento se disolvería en la nada lo que quedaba de él, cuando abandonaría definitivamente esta dimensión, esta existencia, la que había sido su vida.
Decidió hacer un último recorrido, a modo de despedida, por los que habían sido sus lugares de infancia y juventud, su memoria, y caminó durante apenas un cuarto de hora hasta llegar a la entrada del pueblo.
La primera casa era la de la señora Leonor, una solterona de mal carácter y peor personalidad, chismosa y amargada. La vio a través de la ventana en su cocina y siguió caminando. Apenas unos pasos después oyó su voz chillona: "¡Rick!, ¿eres tú, el hijo de los Vidal?"
Se quedó paralizado, ¿cómo era posible? Se giró lentamente para encontrarse la mirada ansiosa de aquella mujer por la que nunca había sentido el menor aprecio y cuya voz ahora, sin embargo, sonaba como la de un ángel.
"Sí, soy yo", acertó a balbucear.
"Estás hecho un adefesio, ¿es que no os dan ropa limpia en el ejército?"
. . .
¿CONTINUARÁ?

Nekovidalnekovidal@gmail.com


No hay comentarios:

Publicar un comentario