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TEMAS
TERTULIA 10-7-2020
HÁBLAME
CLARO
¿FAVOR
O INVERSIÓN?
MICRORRELATOS,
AFORISMOS Y OTRAS COSAS.
La libertad nunca es dada; siempre es ganada.
(Asa Philip Randolph)
Yo
era mago
atravesaba las paredes
telefoneaba a la lluvia
y le pedía que cayese
en el rincón oriental de mi jardín
yo era mago
agujereaba el hierro soplando
amontonaba lágrimas hasta la estrella polar
yo era mago
las manos me olían a conejo
hacía juegos malabares con el Monte Everest
conduje una pesada locomotora de vapor sobre
el terso lago del bosque
yo era mago
me condenaron por el asesinato de siete colegialas
estoy detrás de ustedes y me río para mis adentros
cuando visitan mi tumba
Bruno K. Öijer en Giljotin (1981), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
Otros poemas de Bruno K. Öijer
Canción para el anarquismo, Confetis, Marqués de sade, es tarde
atravesaba las paredes
telefoneaba a la lluvia
y le pedía que cayese
en el rincón oriental de mi jardín
yo era mago
agujereaba el hierro soplando
amontonaba lágrimas hasta la estrella polar
yo era mago
las manos me olían a conejo
hacía juegos malabares con el Monte Everest
conduje una pesada locomotora de vapor sobre
el terso lago del bosque
yo era mago
me condenaron por el asesinato de siete colegialas
estoy detrás de ustedes y me río para mis adentros
cuando visitan mi tumba
Bruno K. Öijer en Giljotin (1981), incluido en Poesía nórdica (Ediciones de la Torre, Madrid, 1999, ed. y trad. de Francisco J. Uriz).
Otros poemas de Bruno K. Öijer
Canción para el anarquismo, Confetis, Marqués de sade, es tarde
Nunca somos tan vulnerables al sufrimiento como cuando amamos. (Sigmund Freud)
TEXTOS
TERTULIA 3-7-2020
ORO
MARIHUANA
MICRORRELATOS,
AFORISMOS Y OTRAS COSAS.
ORO
O
Resistimos
O
. . .
Oremos
Retando
Oropeles
Ocultamos
Riendo
Obviedades
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ORO
El
oro a duras penas reacciona con otros elementos por lo que
químicamente resulta poco interesante, pero posee una cualidad que
le distingue de todos sus posibles adversarios: es dorado.
Aunque
ya sabemos que no es oro todo lo que reluce.
La
mayoría de las culturas precolombinas que habitaron los territorios
colombianos utilizaban el oro para ceremonias especiales y, por lo
general, los caciques se vestían con este metal; en el Museo del Oro
de Bogotá llamaron mi atención unos vasos de barro con el borde de
la embocadura en oro (póporos) estos vasos los utilizaban a modo de
copas y con esa lámina del dorado metal evitaban el roce del barro
en los labios; había otros de menor tamaño y de oro en su totalidad
(póporos Quimbaya) que servían para guardar el mambeo (polvo de
coca) durante los rituales. Unos y otros estaban reservados para los
cabecillas.
El
primer uso del oro en transacciones comerciales se remonta a 6.000
años atrás y como moneda, propiamente dicho, a unos seis siglos
antes de Cristo; se elige éste y no otro metal porque una moneda de
cambio debe ser estable, portátil y no tóxica.
Un
buen día llegó la «fiebre del oro» que en realidad fueron muchas
fiebres, pero la expresión hace especial referencia a la de
California en 1848, en ella y al grito de quítate
tú pa’ponerme yo,
murieron cientos de forty-niners
(los del 49) unos por desgaste físico y otros a manos de sus colegas
buscadores; pocos se enriquecieron ya que las ganancias cayeron en
manos de los cabecillas que, esta vez, no usaban póporos sino traje
burgués, chistera y reloj de bolsillo, eran los comerciantes.
En
aquel momento hubo que inventar el Patrón
Oro para garantizar el
valor de los papeles (pagarés y similares) que comenzaron a circular
en sustitución del preciado metal y que fue válido -a pesar de sus
muchos detractores- hasta que, en 1971, Estados Unidos lo abandonara
y decretara que el valor de la divisa se sostendría, exclusivamente,
en una imposición legal del gobierno estadounidense.
Hoy,
el oro existente en el mundo supone un mínimo porcentaje de las
monedas y billetes que hay en circulación, la reserva de oro es solo
una promesa, pero a pesar de ello seguimos pretendiendo obtener más
y más cantidad de esos cromos que nos hacen soñar que tenemos mucho
poder y, así, como el oro, reaccionar a duras penas con el resto de
elementos y presumir mucho de ser dorados.
Creo
que nos estamos convirtiendo en twentyers
aunque sepamos que no es oro todo lo que reluce.
05/julio/2020
– Victoria
Blanco
para “VOCESentreVOCES”
ORO
"LOS
QUE MANEJAN EL VALOR DEL ORO JUEGAN CON LOS QUE NECESITAN VENDER SUS
RECUERDOS MÁS PRECIADOS,
PARA
SENTARSE A CAGAR EN ELLOS."
YJG
MARIHUANA
Marihuana:
El gran engaño
Una
de las características de nuestra especie es que sus individuos
somos, al tiempo que gregarios y solidarios, o precisamente por ello,
fácilmente manipulables, ingenuos e incautos.
Si
bien es cierto que en muchas ocasiones actuamos con excesivas
precauciones en el trato con nuestros semejantes, somos muy confiados
con otros asuntos que afectan, a veces de forma que no alcanzamos ni
a sospechar, a nuestra existencia.
Hay
libertades que no pueden ser otorgadas o conquistadas a medias, y el
derecho al propio cuerpo forma parte del derecho mismo a la vida.
Haga cada cual lo que quiera con su cuerpo mientras no dañe o
perjudique a los demás. Personalmente siempre preferiré un jerez o
un té verde a un cigarrillo de hachís, pero sobre gustos no hay nada
escrito, aunque siempre habrá quien necesite imponer su verdad.
Creerse en posesión de la verdad única y absoluta, la gran prueba
de la estupidez humana.
La
triste historia de esa planta que llamamos cáñamo o marihuana puede
ser un buen ejemplo tanto de engaño como de ingenuidad humana.
Llevaría horas resumir los usos que las diferentes sociedades han
dado al cáñamo desde hace no siglos, sino milenios. Asombra
comprobar que ha sido uno de los vegetales más extendidos y
utilizados: para uso textil, pocos jóvenes saben que los primeros
pantalones vaqueros estaban confeccionados con cáñamo, mucho más
resistente que los actuales de algodón; sogas y cuerdas de todo
tipo, velas de barcos, cestos, ropa, etc. etc. También tuvo usos
medicinales, reflejados en innumerables textos a lo largo de los
siglos. Los recientes descubrimientos acerca de sus efectos
beneficiosos para pacientes sometidos a quimioterapia no son más que
una de las tantas utilidades que el ser humano le ha encontrado a
esta planta.
Su
uso lúdico como estupefaciente, utilizado para producir una especie
de borrachera leve, no ha sido, desde luego, el principal, aunque se
le dio especial importancia en algunas culturas para actos
sacramentales, como medio de comunicación con sus dioses, de forma
muy parecida a como los cristianos usan otra droga, el vino, en la
ceremonia religiosa de la misa.
¿Qué
ocurrió, entonces, el siglo pasado para que esta planta tan
aparentemente útil fuera prohibida de repente en Estados Unidos y
luego paulatinamente en el resto del mundo?
Es
aquí donde nos encontramos con un ejemplo típico de candidez de las
sociedades humanas, de manipulación y de, también hay que decirlo,
lucrativo negocio al estilo americano.
En
los años treinta el papel se obtenía industrialmente de dos
fuentes: del cáñamo, que daba lugar a un papel de excelente
calidad, sumamente ecológico y que tenía como único inconveniente
que requería mucha mano de obra para el cuidado y recolección de la
planta, y de la madera, sistema que aún se sigue utilizando hoy en
día y que, como todos sabemos, además de provocar una grave
deforestación, da lugar a una de las industrias más contaminantes.
Los
años treinta, como prácticamente todo el siglo pasado, fue una
época de inventos en todas las áreas, y entre las innumerables
máquinas que se crearon y que hicieron menos duras las labores
agrícolas se encontraba el descortezador mecánico. Con este aparato
la obtención de papel a partir del cáñamo pasaba a ser no sólo el
sistema más ecológico, sino también el más rentable.
¿Por
qué entonces en esa misma época se prohibió el cáñamo en vez de
aumentar su producción?
Llegados
a este punto entran en escena tres personajes: el primero es William
Randolph Hearst, el hombre más rico del mundo en ese momento. Hearst
era propietario de una importante cadena de periódicos en Estados
Unidos y como sus empresas consumían grandes cantidades de papel,
pensó que podría reducir costes si él mismo compraba los
aserraderos y demás empresas relacionadas con la producción de
papel, y así lo hizo, invirtiendo en ello enormes sumas de dinero.
Pero en 1935, con el invento del descortezador mecánico antes
mencionado, mientras miles de familias de agricultores en todo el
mundo soñaban con un futuro mejor, Hearst se preocupaba por los
aserraderos y fábricas procesadoras de pasta de papel que había
comprado, condenadas a una ruina inminente.
Pero
lejos de resignarse y admitir que seguiría siendo multimillonario,
pero vería su fortuna reducida en parte, decidió que tenía que
haber alguna forma de vencer a su nuevo enemigo, esa planta que daba
papel de mejor calidad, más barato y sin apenas usar productos
químicos en su elaboración. Y utilizó para ello su mejor arma: la
manipulación informativa a través de los periódicos de su
propiedad. Inició una campaña en la que presentaba al cáñamo, la
marihuana, como el origen de todos los males: delitos, violencia,
etc. Hearst nunca incluyó en los artículos de sus periódicos ni un
sólo informe médico o científico porque todos ellos decían
claramente que no se trataba de una planta peligrosa y que tenía, en
cambio muchas cualidades positivas, tanto medicinales como de uso
industrial.
A
pesar de ello, millones de americanos le creyeron y empezaron a ver
un enemigo en una de las plantas más útiles al ser humano y que era
también, entre decenas de usos, fumada por quien le apeteciera, como
lo habían hecho, entre otros muchos, los serios y respetables
presidentes George Washington o Tomas Jefferson, ambos conocidos y
declarados cultivadores y consumidores de marihuana.
Pero
no era suficiente tener a la opinión pública de su lado para
conseguir prohibir un cultivo tan beneficioso, Hearst necesitaba
algún cómplice poderoso, y aquí entra en escena el segundo
personaje, la empresa petroquímica Dupont, que ya entonces contaba
con plantas de producción distribuidas por toda América. Esta
empresa también tenía sus razones para combatir a esa planta que se
empeñaba en seguir siendo tan incómodamente útil: por una parte
Dupont tenía la patente del ácido sulfúrico, muy contaminante,
pero utilizado en grandes cantidades en el procesamiento de la pasta
de papel obtenida de la madera, con lo que Hearst era uno de sus
mejores clientes. Por otra parte, Dupont acababa de desarrollar dos
fibras artificiales, el rayón y el nylon, que encontraban en el
cáñamo a un ecológico e incómodo competidor.
Los
intereses de las empresas de Hearst y las de Dupont coincidían
plenamente. Dupont tenía contactos en las altas esferas de la
política y las finanzas americanas, entre ellos Andrew Mellon, que
era presidente del Mellon Bank, el principal proveedor de recursos
financieros de Dupont. La sobrina de Mellon estaba casada con nuestro
tercer personaje, Harry Anslinger, comisionado del Departamento
Federal de Narcóticos, un individuo que ha pasado a la historia
vinculado a varios asuntos turbios que no vienen al caso. Éste fue
el político ruidoso y tenaz que defendería los intereses de Hearst
y Dupont, enarbolando la bandera de la moral, el patriotismo y las
buenas costumbres. Dio en el Congreso de Estados Unidos encendidos y
ruidosos discursos contra el cáñamo, pero nunca pudo presentar una
prueba o un sólo estudio científico que apoyara su tesis. Repitió
una y otra vez que era una droga terrible que provocaba agresividad y
que debía ser prohibida. Cuando le presentaron informes médicos que
decían que era imposible que tal planta provocara agresividad, sino
justamente lo contrario, que aplacaba el ánimo, dijo entonces que
era una planta antipatriótica, pues no permitiría tener buenos
soldados. . .
Así,
el trío Anslinger-Dupont-Hearst, con la ayuda inestimable de la
mafia y congresistas corruptos a sueldo de ella, consiguió que en
1937 el cáñamo fuera prohibido en Estados Unidos. A partir de ahí
se produjo un efecto dominó que haría que la planta acabara, tras
miles de años de convivencia útil y pacífica con el ser humano,
prohibida en prácticamente todo el mundo. Si algún país quería
tener buenas relaciones con Estados Unidos tenía que incluir tan
extraña prohibición entre sus leyes, arruinando así en todo el
mundo a millones de familias de agricultores y obligándose a
producir o comprar productos más caros y contaminantes.
No
debemos olvidar a un colectivo que apoyó en todo momento y con todos
los medios a su alcance la prohibición del cáñamo: la mafia
americana, con todas sus diferentes ramas. La razón no era otra que,
tras haberse enriquecido desmesuradamente gracias a la Ley Seca que
prohibió el alcohol una década antes, quería una nueva materia
ilegal que diera lugar a un boyante mercado negro, como sucede
siempre que se prohíbe una sustancia. El rotundo fracaso que había
supuesto la Ley Seca, dejando a su paso cientos de muertos y 200.000
ciegos por beber alcohol adulterado, no fue lección suficiente para
que la sociedad americana no cayera nuevamente en la trampa de un
negocio muy dañino socialmente, pero al mismo tiempo muy lucrativo
para una minoría codiciosa y sin escrúpulos.
Hasta
los años treinta, cuando incluso drogas mucho más peligrosas, como
la cocaína y la heroína, se vendían libremente en las farmacias
bajo control sanitario, el problema social de las drogas no existía,
de igual forma que el cáñamo, utilizado en sus mil formas, no
llamaba la atención porque una minoría lo fumara en sus ratos de
ocio. Fue la prohibición la que consiguió llamar la atención de
los jóvenes, al tiempo que les negaba toda información objetiva
sobre el origen del problema, haciéndoles caer en la doble trampa de
ofrecer una substancia a la que posiblemente no hubieran hecho caso
de no estar prohibida, y hacerla deseable, especialmente en la
adolescencia, por el mero hecho de prohibírsela.
Los
nefastos resultados sociales que tal prohibición ha tenido son de
todos conocidos, muriendo a diario decenas de personas en el mundo
como resultado de la misma, mientras las mafias de todo el mundo y
las empresas farmacéuticas continúan haciendo de esta tragedia
social su sangriento negocio. Sólo algunos países como Suiza,
Holanda y Uruguay han sabido enfrentarse con seriedad y
pragmatismo al problema, legalizando las drogas blandas, como en el
caso holandés o uruguayo, o administrando heroína controlada
sanitariamente a los adictos a la misma, como en Suiza, eliminando
así completamente la delincuencia vinculada a esa droga.
Ésa
es la triste historia de esta planta y la campaña de difamación que
se desató contra ella. ¿Estuvieron equivocados los griegos,
romanos, persas, hindúes, chinos, y tantas otras culturas que la
utilizaron durante siglos sin el menor problema, hasta la época de
nuestros abuelos, o somos nosotros los equivocados y manipulados, que
vivimos en este extraño tiempo de prohibición?Es difícil calcular
cuantos millones de hectáreas de bosques en todo el mundo no habrían
sido destruidos de no haber seguido la historia tan retorcido camino,
de no haber prevalecido los intereses mezquinos de un pequeño grupo
de hombres sobre los del resto de la humanidad.
Pero
posiblemente, y a pesar de que estos son datos históricos conocidos,
y fácilmente comprobables hoy en día, la prohibición continuará
durante quien sabe cuantos años más, porque le proporciona un
lucrativo negocio a políticos corruptos y a las mafias de todo el
mundo, a fabricantes de armas y empresas químicas.
Es
asombroso comprobar las estadísticas de muertes por drogas
anteriores a la prohibición de las mismas, cuando estaban todas
ellas, como una medicina más, en las farmacias: hasta los años
treinta, la mayoría de los jóvenes no mostraban interés por
consumirlas, al no tener el aliciente de lo prohibido, y los pocos
que lo hacían no tenían que delinquir para conseguirlas, no creando
el consiguiente problema social. Las drogas ilegales hoy en día eran
utilizadas casi siempre por personas mayores como analgésicos ante
enfermedades crónicas muy dolorosas, no creando por ello ningún
conflicto social. Los muy pocos casos de muerte por sobredosis (entre
4 y 12 anualmente en los años 30 en España) eran casos encubiertos
de eutanasia o suicidio, casi siempre de personas con cánceres
terminales.
Los
enormes gastos de su prohibición y las consecuencias negativas de la
misma las pagamos todos los ciudadanos con nuestros impuestos,
mientras algunas empresas farmacéuticas, como Eli Lilly, de la que
fue director George Bush padre, tienen el multimillonario negocio de
las patentes por la producción sintética de los principios activos
del cáñamo, principios que forman parte fundamental de muchas
medicinas. Este negocio se vendría abajo si esos compuestos químicos
se obtuvieran de forma natural de la planta en vez de sintetizarlos.
Pero
somos ingenuos, absurdamente incautos, y a pesar de que hoy día
tenemos todos estos datos a nuestra disposición, sigue pesando más
sobre todas las sociedades del mundo el engaño a que sometieron a
nuestros abuelos un grupo de sinvergüenzas codiciosos hace apenas
ocho décadas.
Si
fuéramos algo más cautos, un poco más desconfiados,
investigaríamos el origen de hechos y costumbres que damos por
buenos sólo porque nos han acostumbrado a ellos desde niños,
indagaríamos sobre el origen de la clase política antes de votarles
o, mejor aún, exigiríamos que nos consultaran antes de hacer las
leyes que van a condicionar nuestra vida, averiguaríamos cual fue el
verdadero origen de cada guerra, el de cada religión, y llegaríamos
posiblemente a exigir que se nos permitiera gobernar nuestra vida
social, que diera la democracia un paso evolutivo más, como ha hecho
a lo largo de la historia, exigiendo que se nos permitiera votar,
mediante sistemas informáticos, las leyes más importantes que nos
gobiernan: declaraciones de guerra, presupuestos generales, sueldos
de los políticos, nuestros empleados, privilegios de la banca, etc.,
media hora a la semana sería suficiente y tendríamos así en
nuestras manos las herramientas necesarias para mejorar el mundo con
una efectividad y rapidez que nos asombraría.
¿Cuánto
tardaríamos en proponer y promulgar una ley que prohibiera los
paraísos fiscales, refugio de los billones robados impunemente en la
última crisis, o una ley que gravara los capitales financieros
especulativos, para conseguir evitar fácilmente, con ese dinero, la
muerte diaria de más de 27.000 niños por hambre o falta de vacunas?
Posiblemente,
si hiciéramos eso ya no moriría tampoco ningún joven por las
drogas adulteradas que les venden las mafias, posiblemente se
acabarían todas las guerras en unos pocos años y con ellas tantos
negocios de muerte.
Pero
ese sería otro mundo, un mundo que, tal vez porque históricamente
siempre ha ido mejorando, aunque muy poco a poco, o tal vez porque
soy humano y por tanto de naturaleza absurdamente ingenua, creo que,
algún día, y a pesar de todo, llegará a ser realidad.
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***
No
escuchamos sólo con nuestros oídos, escuchamos también con nuestra
educación.
Hemos
perdido ese equilibrio entre percepción y consecuencia que tenían
nuestros abuelos, ésos que conquistaron con su esfuerzo y dolor los
derechos que hoy disfrutamos.
Añádale
la curiosidad de un gato a un mono y ya tendrá un ser humano.
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***
Líbrame
Señor
de
ese mal
que
nos persigue
a
lo largo del camino
de
la vida,
por
ser incomprendido,
que
sin tener culpa
se
sufre en silencio,
eso
denominado AMOR.
José
María Rico - Spencer
***
AUDIO:
¿POR
QUÉ? LOS MISTERIOS DEL AMOR
Rafael
Cotilla
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