domingo, 10 de abril de 2022

VOCES entre VOCES

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Hoy sé que los quebrados son olivos

cercados en el área de la escuela.
Hoy sé que llevan remo y blanca vela
los amados balandros adjetivos.

Hoy sé que aquellos tiempos están vivos,
que cada asignatura es centinela
que vigila un recuerdo y lo revela
con gesto y con presencia redivivos.

Me encontré solitario, inerte, ciego,
sin risueño pasado, sin el juego
alegre entre los vientos del verano,

y yo busqué en los álamos mi vida
y al no encontrarla la creí perdida,
y estaba aquí, al alcance de la mano.

José Hierro

 (De Prehistoria literaria, 1939)


Llegué por el dolor a la alegría

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía. )

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.

José Hierro (De Alegría, 1947)


"EUFEMISMO" - Collage, Nekovidal

TEMAS TERTULIA 15-4-2022

NOCHE DE BRUJAS

RUMOR

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

Hay tres clases de personas: Aquellas que ven, aquellas que ven lo que se les muestra y aquellas que no ven.” (Leonardo da Vinci)


TEXTOS TERTULIA 8-4-2022

VERGÜENZA

EJAIVLE

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.

EJAIVLE


Solo podemos analizar los hechos una vez que han acontecido, cuando ya son pasado, y los analizamos con los ojos de hoy que, por supuesto, no se corresponden con los que ayer miraban la situación. También soñamos el mañana desde el ahora y hasta nos permitimos actuar como dueños de lo que vendrá sabiendo, sin embargo, que no es posible adivinar el futuro así sea éste dentro de un segundo o dentro de cien años.


Aun sin entenderla, doy por buena -faltaría más- la teoría de la relatividad, pero me fastidia un poco que debido a la limitación humana solo podamos percibir el tiempo de manera lineal. Por otro lado, reconozco que viajar en sentido contrario a la marcha del vehículo nos desconcierta tanto que, cuando tenemos que hacerlo, procuramos no mirar por la ventanilla para evitar la sensación de ser engullidos que nos provoca ver alejarse el horizonte.


Pues bien, a pesar de conocer todo esto, no puedo evitar gastar tiempo en acariciar la expectativa de volver al pasado para reescribir el guión de mi vida, es decir, regresar al pasado para diseñar un futuro más amable que sea, finalmente, mi actual presente; de hecho, creo que si camino con fruición hacia adelante es porque llevo en mí la esperanza de habitar alguna vez ese instante pretérito y poder cambiar un sí por un no, o viceversa.


La lógica me dice que la permuta de un monosílabo no sería garantía de sentirme cómoda en mi otra piel y mi otra vida, que deje de perder instantes valiosos para planear futuros que nunca serán puesto que están basados en pasados que no fueron, que abra mis sentidos al momento, que no convierta mi vida en una disparatada sala de espera porque, como dijo Yasunari Kawabata: «Uno no puede sentarse a esperar el pasado. El tiempo y los ríos no corren para atrás».


Sin embargo, muchas veces, a escondidas y en voz baja para que no se despierte mi yo sensato, hablo con Einstein y le suplico que me ayude a entender eso de la curvatura espacio-tiempo, que me explique, si lo cree oportuno, lo de los campos gravitatorios y el principio de equivalencia y, al comprenderlo, conseguir hacer «ejaivle» hasta aquel tiempo, sin más pretensión que la de sentir la dicha del eterno segundo que tardaría en llevar a cabo ese anhelado cambalache de monosílabos.


09/abril/2022 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»


"Ojalá que tu adiós esté lleno de regresos". Acción Poética


EJAIVLE

Lo decían mis padres y todos los adultos que me conocieron en la infancia: éste va a ser muy viajero, y era verdad: nací con ímpetus y curiosidades impropios de aquella tierna edad, y tardé mucho en comprender que los viajes más interesantes se suelen hacer sin moverse del sitio.

De todos los viajes, hay uno que ocupa un lugar privilegiado en mi memoria: Al despertar aquel día, todavía somnoliento, me vi rodeado de rostros desconocidos que se movían y gritaban en torno mío. De algunos creía guardar ciertos recuerdos difusos, pero otros me eran completamente desconocidos, y apenas acertaba a comprender algo de cuanto me decían. Decidí seguir durmiendo.

Tiempo después volví a despertar para encontrarme de la mano de una mujer que parecía saber quien era yo, decía llamarse Noicanigami, y era tan vitalista como hermosa, aunque parecía, en ocasiones, contradecirse al elegir los diferentes destinos por los que me guió, todos ellos lugares que ni había imaginado que existieran.

Nos acompañó en nuestro viaje, siempre a cierta distancia, pero sin perdernos de vista, otra mujer de mirada taciturna llamada Oiriled, que por alguna extraña razón provocaba en nosotros una sensación de alarma y desazón al aproximarse.

Noicamigami me advirtió: “No te preocupes, no es mala, pero está enferma. Tiene siempre las manos heladas, intenta que no te toque con ellas”.

Al cabo de un tiempo llegamos a la comarca de Aicnecseloda, una tierra extraña y no exenta de peligros, en la que Oiriled parecía encontrarse más a gusto, mientras una expresión de desconcierto se dibujaba cada mañana en el semblante de Noicanigami. El clima no era muy apacible allí, y las tormentas, terremotos y diluvios eran frecuentes.

Los bosques de Aicnecseloda estaban repletos de unas extrañas flores llamadas sanomroh que producían cada una un efecto diferente al ser olidas: unas hacían crecer los cuerpos, otras provocaban agresividad, otras sosiego, otras miedo . . . Eran como narcóticos, cuya mezcla solía tener efectos imprevisibles. Allí me presentó Noicanigami a su amiga Dadisoiruc, un ser inquieto que parecía tener interés por todo lo nuevo o diferente que encontraba ante si. Al ser yo forastero, me interrogó durante horas sobre mi origen, mis gustos, mi vida y hasta mis ilusiones.

Al terminar el banquete de bienvenida, y antes de retirarnos a dormir, Noicanigami se acercó y me dijo: “Mañana recorreremos con Dadisoiruc el bosque de sanomroh. Te acompañaremos, pero será tu viaje, tuya será la responsabilidad del mismo, y tuyos los peligros y placeres que encuentres, superes o disfrutes. El recuerdo de todos ellos te acompañarán en la memoria hasta el fin de tus días”.

Aquel recorrido entre extrañas y coloridas flores de sanomroh, cuya duración no sabría delimitar con certeza, me hizo disfrutar y padecer vivencias que hasta entonces me eran completamente desconocidas. Mi cuerpo y mi mente sufrieron transformaciones que me convertían, a cada paso, en un ser nuevo, sumido en un constante ciclo de renacimientos.

Conocí placeres que de tan intensos me acercaron a las fronteras del dolor, y dolores tan profundos que me hicieron dudar, en alguna ocasión, si valía la pena seguir adelante, pero luego, ya saliendo del bosque, sonreía recordando las ideas de abandono, y me sentí sinceramente estúpido por haberlas tenido.

Al oler una flor blanca creé y destruí dioses en mi mente con tal presteza, que llegué a dudar, finalmente, que existiera siquiera uno de ellos.

Me sentí abrigado por el calor de la solidaridad al oler una flor rojinegra, y abandonado a la crueldad y el egoísmos humanos al oler una azul.

Cuando ya creía haberlo sentido todo, el olor de una pequeña flor verde transformó mi vista hasta hacerme abarcar la grandiosa diversidad de la vida. Me sentí, en un instante, diminuto e infinito a la vez , y así concluí el viaje.

Dos días después salimos de los límites de Aicnecseloda para adentrarnos en Zerudam, un lugar de campos de tierra negra y clima más apacible, donde el tiempo transcurría al ritmo estable de cuatro estaciones bien definidas.

Allí, al cabo de un tiempo, el suficiente para que conociera la nueva comarca y algunos de sus secretos, Noicanigami se despidió de mi con un fuerte y prolongado abrazo, susurrándome al oído: “Siempre estaré a tu lado, pero ahora ha llegado el momento de que continúes tu camino, ya estás preparado para ser padre y perpetuar el grandioso y agridulce camino de la vida”.

En aquel momento yo tenía veintinueve años, al año siguiente sería padre por primera vez, y desde entonces he vivido con la certeza de que siempre hay una tierra más allá y un sentimiento más acá, a veces a nuestro lado, que no conocemos.

Noicanigami cumplió su promesa y siempre ha permanecido cerca de mi, apareciendo a veces de una forma un tanto inoportuna, pero siempre cuando he necesitado su ayuda. Ocasionalmente la acompaña la extraña Oiriled, y casi siempre la inquieta Dadisoiruc y, a pesar de lo diferentes que son, nunca las he visto discutir.

El extraño viaje continúa aún hoy, y presiento que aún quedan, no importa si pocos o muchos, sentimientos y tierras por conocer.


Consejo para su lectura: Invierta las letras de cada nombre propio y de la palabra “anomroh” y el relato resultará más comprensible para la razón, aunque menos interesante para la imaginación, perdón, quiero decir para Noicanigami.

Nekovidal nekovidal@gmail.com

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MIGUEL HERNÁNDEZ: LAS TRES HERIDAS

1 ABRIL, 2022 JOSE MARCELO RUIZ 

Por José Marcelo Ruiz

Para hablar de un poeta como Miguel Hernández no basta con leer su biografía, exige, además, conocer sus obras, sentir su poesía y comprobar cómo trasciende en el tiempo. Tuve la suerte y el acierto de adquirir la segunda edición de su obra poética completa, la cual se publicó en España, editada por ZERO S.A. en 1977, porque la primera edición se publicó en Argentina. Os confieso que en esos años de convulsión y transición política era estudiante de Magisterio en la Universidad de Málaga, el libro lo pude comprar gracias al dinero que cobré pegando carteles en las primeras elecciones democráticas de 1977. La aparición de su obra supuso para mí un motivo emocional, porque suponía luchar por el cambio: la ruptura de la dictadura e iniciar un tiempo nuevo, la democracia.

La lectura de su obra influyó tanto en mi pensamiento que supuso un despertar en lo poético. Ello me condujo a conocer su vida. Pero lo más importante era profundizar en su poesía, releyendo y estudiando sus poemas. Porque Miguel Hernández es ejemplo de cómo se hace el poeta y de compromiso con la poesía. En la dedicatoria que hace a Vicente Aleixandre en su libro Viento del Pueblo, así lo expresa:

«Vicente: A nosotros, que hemos nacido poetas entre todos los hombres, nos ha hecho poetas la vida junto a todos los hombres. Nosotros venimos brotando del manantial de las guitarras acogidas por el pueblo, y cada poeta que muere deja en manos de otro, como una herencia, un instrumento que viene rodando de la eternidad de la nada a nuestro corazón esparcido”. (Hernández, 1937)

El latido de su poesía es el de un corazón herido que sangra por tres heridas: la del amor, la de la muerte, y la de la vida. La del amor que leemos en su poemario Cancionero y romancero de ausencias. La de la muerte que expresa en su poemario Viento del pueblo, con la presencia de la guerra. Y la de la vida que es la herida de la injusticia social y de la falta de libertad. Una herida tan profundamente abierta en su pecho, que le llevó al presidio y a la muerte. En este sentido, Miguel Hernández se nos muestra no sólo como un ejemplo de poeta, sino también de hombre.

Ese amor que padece ante la ausencia de sus seres queridos, como fue la muerte de su primer hijo (“Corazón que en el tamaño/ de un día se abre y se cierra. / La flor nunca cumple un año / lo cumple bajo tierra”),o la de su amigo Ramón Sijé y su elegía son ejemplos de ello.

El tema de la soledad desgarradora y la herida de la vida es consecuencia también de esa actitud en la que el ‘hombre devora al hombre’, lo vemos expresado en el poema Eterna sombra. Cuando Miguel Hernández es encarcelado, el poeta se siente él mismo una cárcel en medio de “una gran soledad de rugidos” al verse precipitado en la tiniebla impuesta e injusta. “Soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. / Si por un rayo de sol nadie lucha / nunca ha de verse la sombra vencida”. Este poema pertenece a sus últimos poemas finales -sin clasificar en ningún libro- que escribe en las cárceles. Su poesía alcanza un punto culminante, su mundo poético era vasto y profundo, Su lenguaje es rico, sugeridor y comunicativo. Es una poesía de grave acento humano y de entrañable autenticidad.

Su primer libro Perito en luna es un poemario que surge de sus lecturas y es consecuencia de su formación literaria y humanística. De Góngora y autores del barroco, de quienes coge el hipérbaton y la métrica; y a ellos se une la lectura de los poetas alicantinos de la época y, además, el contacto con la generación 27. Toma lo más vanguardista de Rafael Alberti, de Gerardo Diego, de Jorge Guillén… De Gabriel Miró toma la estética preciosista. La poesía de este libro es una transmutación de la realidad, haciendo una acumulación de metáforas que consigue ir de lo concreto a lo abstracto, creando acertijos poéticos; así lo denominó Gerardo Diego. Es bucólico y con una calidad descriptiva paisajística extraordinaria. “Hay un constante estío de ceniza/ para curtir la luna de la era, […] ¡Oh, tú, perito en lunas: que yo sepa /qué es de mejor sabor y sepa!”.

 El libro El rayo que no cesa es un poemario donde asimila y supera las contradicciones del barroco, ha comprendido la concepción cósmica. Parte de la fuerza amorosa lírica de Vicente Aleixandre, a ello añade lo paisajístico de Garcilaso. El resultado es una poesía de amor atormentado, trágico: “Un carnívoro cuchillo/ de ala dulce y homicida/ sostiene un vuelo y un brillo/ alrededor de mi vida”.

En el libro Viento del pueblo la personalidad de Miguel Hernández cuaja, el poeta muestra su  noble sinceridad, se siente hombre del pueblo «pueblo de misma leche» dirá con fuerza expresiva en su poema. La poesía es esencia misma del pueblo, y tiene sus raíces en la tierra. El poeta interpreta ese sentimiento colectivo. Los elementos poéticos son la sangre y la boca. La sangre como vida que ofrece, la boca como la palabra en sus versos, como aliento en la lucha humana, como armas no mortíferas, sino de generosa entrega. Lo social lo vemos en poemas como el niño yuntero. La guerra y la muerte están presentes. La muerte como sufrimiento que hay que asumir, que abre la herida en el corazón humano, en aquel que queda vivo, pero herido para siempre. Pero el poeta defiende al pueblo cantando, esa es su lucha. “Vientos del pueblo me llevan/ vientos del pueblo me arrastran/ me esparcen el corazón/ y me avientan la garganta”. La palabra se libera de imágenes para expresar la cruda realidad.

En los poemas de El hombre acecha, que ya el título nos anticipa, ‘el hombre se enfrenta al hombre’. Encontramos poemas contemporáneos a la guerra, y también poemas escritos en las cárceles. La guerra había acumulado experiencias demasiado feroces, el hambre, las mutilaciones y la destrucción, a esto se une el presidio, que, en su conjunto, ensombrecen su poesía. Lo dice todo en la dedicatoria: dedico este libro a Pablo Neruda. “[…] Tú preguntas por el corazón y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre, muerte, pálidas de no cantar, no reír, resecas de no entregarse al beso profundo”.

Cancionero y romancero de ausencias es el libro de memorias, porque se nutre de los recuerdos, es el amor de ausencia. Pero expresa las tres heridas, de la que he mencionado, la vida, el amor, la muerte, tres heridas que laceran al poeta. Pero es una misma herida, a fin de cuentas. “En el fondo del hombre, / agua removida. / En el agua más clara/ quiero ver la vida. / En el fondo del hombre, / agua removida. / En el agua más clara/ sombra sin salida”. Es un poemario donde el poeta deposita su alma. Lo construye con versos cortos, una métrica de estrofas breves y con un lirismo entrañablemente sobre acogedor. La poesía se hace palabra honda, el poeta se encuentra consigo mismo. “De aquí al cementerio, todo / es azul, dorado, límpido. / Cuatro pasos y los muertos. / Cuatro pasos y los vivos”.

Murió en la madrugada del 28 de marzo de 1942, después de tres años de persecuciones y cárceles. Murió en la prisión alicantina –en la tierra que tanto quiso– a los 32 años de edad. La primavera, recién estrenada, debió de regresar de súbito al invierno, porque algo alto y hermoso se helaba para siempre. De algún modo el paisaje se anublaría, pues como dejó escrito: “Muere un poeta y la creación se siente/ herida y moribunda en las entrañas”.

                                                                                   José Marcelo Ruiz

          Bibliografía: Obra Poética completa Editorial Zero S.A. 1977

Este artículo se ha publicado en la revista poética-literaria AL -ALBA (nº 50) de Málaga, de la Asociación Literaria Malagueña «Ana Léon Ramos», en la primavera-verano 2022. Con motivo LXXX aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández Gilabert (1942-2022).


https://josemarcelopoeta.wordpress.com/2022/04/01/miguel-hernandez-las-tres-heridas/





 

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