domingo, 21 de noviembre de 2021

 

VOCES entre VOCES

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TEMAS TERTULIA 26-11-2021

MUNDIAL DE FÚTBOL

VOLCÁN

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


Eu en ti. (Celso Emilio Ferreiro)

Eu xa te busquei
cando o mundo era unha pedra intaita.
Cando as cousas buscaban os seus nomes,
eu xa te buscaba.

Eu xa te procurei
no comezo dos mares e das chairas.
Cando Dios procuraba compañía
eu xa te procuraba.

Eu xa te chamei
cando soio a voz do vento soaba.
Cando o silenzo chamaba polas verbas,
eu xa te chamaba.

Eu xa te namorei
cando o amor era unha folla branca.
Cando a lúa namoraba as outas cumes,
eu xa te namoraba.

Sempre,
dende a neve dos tempos,
eu, na túa ialma.

Celso Emilio Ferreiro (1991) O soño sulagado (Vigo: Edicións Xerais de Galicia)



TRADUCCIÓN:

Yo en ti (Celso Emilio Ferreiro)
Ya te he buscado
cuando el mundo era una piedra intacta.
Cuando las cosas buscaban sus nombres
Ya te estaba buscando.

Ya te he buscado
al principio de los mares y llanuras.
Cuando Dios buscó compañía
Ya te estaba buscando.

Ya te llamé
cuando oí sonar la voz del viento.
Cuando el silencio pide palabras
Ya te llamé.

Ya me enamoré de ti
cuando el amor era una hoja blanca.
Cuando la luna se enamoró de los otros picos,
ya estaba enamorado de ti.

Siempre,
de la nieve de los tiempos,
Yo, en tu alma.

Celso Emilio Ferreiro (1991) El sueño empapado (Vigo: Ediciones Generales de Galicia)


TEXTOS TERTULIA 19-11-2021

LA PAUSA

DEMASIADO CORAZÓN

MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.



LA PAUSA

Vendrán vendedores de banderas, patrias, dioses e ideas verdaderas y únicas a venderte odio a granel, palabras grandilocuentes tan vacías como sus corazones, a negar derechos a media humanidad sólo por haber nacido mujer, ese privilegio esencia de la vida, a negar la empatía a todos, a incitarte a dividir, a idolatrar un trapo y cerrar los ojos ante un corazón que aún late, a tener antes que ser y a negar la duda sembradora de sabiduría, ellos, con sus gritos y sus miserables y venenosas certezas.

Vendrán a invitarte a perseguir al diferente sólo por serlo, a la mujer solo por serlo, al pobre sólo por serlo, y te perseguirán a ti por respetarles o ampararles.

En esos momentos, antes de caer en la trampa de odiar al odiador o al sembrador de odio, haz una pausa de reflexión, usa esa herramienta tan útil que ellos están incapacitados para manejar.

Haciendo una oportuna pausa te asegurarás no ser uno de ellos o, al menos, protegerte con la duda ante el fanatismo.

Haz esa pausa tan necesaria para no llegar al final del camino, ante la última pausa inevitable, sin haber aprendido a vivir.

Nekovidal - nekovidal@gmail.com

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DEMASIADO CORAZÓN


Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.


El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.


Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.


Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.


Federico García Lorca


Merodeaba en el cielo

la noche delincuente.

Con la luna asomando

tras un sol aún candente,

rodamos por la arena

de aquella playa ardiente

y en un juego amoroso

nos besamos a muerte.

Haydée Acosta

DEMASIADO CORAZÓN


Jugarle un pulso a nuestra mente inquieta./

Olvidar un instante quienes somos/

y escapar velozmente/

por la ventana de la realidad consciente./

Fuera soñar, jugar, reír,/

observar el vetusto edificio de/nuestro cuerpo organizado, convencido, delimitado./

Aquietar el run run del pensamiento/hasta quedar exhaustos como niños/

y cuando todo duerma volver a entrar/por la puerta principal de nuestra vida/

para estrenar de nuevo el sentimiento.

Haydée Acosta


DEMASIADO CORAZÓN


Es inevitable analizar el mundo a través de las experiencias y gustos propios, lo que nos lleva a juzgar las actuaciones ajenas como acertadas o desacertadas dependiendo de si a uno mismo le harían feliz o no. Pero si pensarlo y sentirlo es irremediable, ponerlo en palabras es opcional.


Durante muchos años tuve la mala costumbre de tratar de convencer a los demás de que mi forma de vivir era la más adecuada para ser feliz; la realidad, la pura verdad, es que estaba tan insegura de lo que hacía y de por qué lo hacía que precisaba que alguien me diera su aprobación y qué mejor forma de evidenciarlo que sentir que mis ideas se consideraban válidas y acertadas.


Aquello me otorgaba cierta confianza, sin embargo, era una confianza inestable y pasajera; inestable porque dependía de hechos externos y pasajera porque duraba el tiempo que duraba la conversación en la que me daban la razón. Hoy dudo de que la aprobación con la que me obsequiaban la originase el convencimiento, me inclino más a que la causa fuera el aburrimiento o las ganas de zanjar el asunto.

Con el paso tiempo y un trabajo de introspección constante que supongo durará toda la vida -hay cosas que uno no puede dejar de ser y yo nací interiorista anímica-, he aprendido que a pesar de que a mí jamás me gustó el latín, existe quien disfruta devorando las Glosas Emilianenses y que, aunque mi vértigo me impida atravesar pasarelas inestables, hubo un funambulista que se sintió pleno caminando sobre un cable de acero tendido entre las desaparecidas Torres Gemelas.


Podría citar cientos de ejemplos, pero no es necesario. Lo que pretendo explicar es que para respetarme a mí misma y dar valor a mi propio criterio tuve que comenzar por respetar y valorar a los demás, no quiero decir entender o compartir su pensamiento, quiero decir respetarlos y valorarlos como seres humanos. A la vez que iba instaurando y afianzando esta pauta de conducta en mi modo de vida sentía cómo se generaban emociones gratificantes dentro de mí, como si a base de ternura, cariño, compasión y comprensión mi corazón se fuera haciendo gigante.


Con el fin de que no pare este crecimiento cardiaco, en cuanto tengo oportunidad me asomo a cualquiera de las miles de formas de pensar y de percibir la vida que se me brindan, lidiando con mi ego para mirarlas sin juicio; también procuro exponer mis pensamientos sin intentar convencer a nadie, el intento es más bien darme a conocer. Pero ocurre que, al ser una manera poco frecuente de comunicarse, a veces mi forma de actuar da lugar a reacciones tan altivas que por un segundo acaricio la posibilidad de volver a mis orígenes de adiestradora de ideas.


Entonces me agarro con fuerza al compromiso férreo que adquirí conmigo misma de no dar un paso atrás en esta marcha emprendida desde la libertad y hacia la libertad y, sencillamente, sonrío y callo evitando enredarme en discusiones bizantinas. Es cierto que hay comportamientos o palabras que me arañan un poquito el alma -mucho tal vez- y me cuesta más de un rato reestablecerme, aunque la cosa no tenga importancia y ni siquiera roce mis auténticos afectos.


Será que ahora tengo demasiado corazón.


Pero si fuera así, que no lo sé, a mí se me hace mucho más llevadero el peso de un corazón excesivo que soportar el dolor que provoca el consorcio formado por la inseguridad y la falta de amor propio.


20/noviembre/2021 – Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»



DEMASIADO CORAZÓN


¿Puede ser demasiado el corazón?

Cuando nos indigna la injusticia o la sinrazón, se hiela el alma, se siente la frustración ante lo aparentemente inevitable, ya no quedan ni lágrimas de consuelo y la locura amenaza con destruirlo todo, hasta la esperanza.

Cuando las sociedades enferman y las personas no distinguen el ser y el tener, cuando lo absurdo es cotidiano y la indiferencia al dolor lo habitual, cuando sólo tenemos ojos para mirarnos al espejo y los cerramos ante el resto del mundo, cuando nuestro dolor parece enorme y ya no tenemos la menor capacidad de mirar siquiera el ajeno, cuando olvidamos que sin los demás no somos nada, cuando acabamos creyendo todo y no siendo, al fin, nada...

¿No será que falta corazón?

Nekovidal - nekovidal@gmail.com

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MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.


UN BARCO CARGADO DE GUSTOS

19 NOVIEMBRE, 2021 JOSEMARCELORUIZ DEJA UN COMENTARIO


Por José Marcelo Ruiz

Sí. Gustos. Para gustos, colores. Hay tantos como personas en este mundo. Y no todo lo que vemos nos tiene que gustar”.

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Este enunciado pertenece a la obra Cuando a Melilla llegó un barco cargado de gustos, cuyo autor es el profesor José Román Cortés Criado. En ella desarrolla la historia de aquel barco del refrán, arribando al puerto de Melilla. Este dicho, que se ha trasmitido oralmente, nos habla de los gustos y su variedad, siempre relacionado con Melilla o por similitud a cualquier ciudad portuaria.

José Román Cortés da cuerpo a ese dicho o refrán sobre la individualidad de los gustos, creando una historia con una sencillez extraordinaria para motivar al público infantil, y también al adulto, que no escapa de la curiosidad y de la enseñanza que trasmite. Para contarla utiliza el recurso de la transmisión oral entre generaciones, desde la abuela a la nieta. Recrea un escenario festivo, donde los ciudadanos melillenses acuden al barco para buscar y elegir cada uno su gusto.

Las cosas más bonitas, elegantes, finas…, que puedas imaginar, estaban en el barco. Todas ellas reflejaban el gusto de las personas que la seleccionaron y eso no quiere decir que pudiesen ser de tu agrado porque, como te comenté, sobre gustos no hay nada escrito”.

La verdad es que nos pasamos toda una vida buscando ese ‘gusto tan particular’ que nos identifica. No lo encontramos porque no está fuera. Como les ocurrió a los melillenses que buscaban su ‘gusto’, pero no lo encontraron, como expresa la abuela a la nieta: “Que quede claro que bajamos sin escoger nada de lo que nos mostraron, pero gusto teníamos, y si no, mírame, que creo que tengo algo de gusto, digo yo”.

Que los ‘gustos por las cosas’ son tan individuales que dan identidad personal. Cada persona tiene el suyo, sus gustos se convierten como las huellas dactilares que identifican a cada individuo. Razón para reconocernos que, individualmente, somos únicos; es decir nuestras diferencias conforman nuestra personalidad.

Y pensamos que, quizás, son esas diferencias las que perdemos o se difuminan en la socialización, porque adoptamos o nos identificamos con la del grupo social al que pertenecemos. Pero un grupo social que se precie, e incluso la sociedad se debe de distinguir por la incorporación de esas singularidades, las cuales la enriquecen. Porque una sociedad que no reconozca las diferencias de sus individuos está abocada a su desaparición o bien a un estado de conflicto entre sus miembros.

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El sociólogo alemán Georg Simmel argumenta: “No hay una mirada sobre lo social sino tantas como experiencias que tienen los sujetos de su estar en sociedad. La vida social se asienta en la conciencia de estar en relación con otros, en las imágenes que tenemos de ellos y de nosotros mismos”.

Ese ‘gusto singular’ que nos da identidad propia, así como nuestra mirada sobre lo social que contribuye a comprometernos socialmente, le dan sentido a la vida. Pero ni ese gusto singular ni esa mirada sobre lo social los encontraremos fuera, porque están en nuestro interior, en nuestra voluntad, en nuestra creatividad, en muestra actitud, en nuestra disposición para vivir.

Fue la razón porque “esa embarcación se volvió a marchar con todos los gustos. No dejó ni uno en la ciudad”.

José Marcelo Ruiz

Este artículo se ha publicado en la prensa en NOTICIAS 24 (Comarca de la Axarquía), el viernes, 19/11/2021. Mi agradecimiento personal al director del medio D. Francisco Gálvez por su interés por los temas de cultura, de opinión y pensamiento.

https://josemarcelopoeta.wordpress.com/2021/11/19/un-barco-cargado-de-gustos/


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¿ Qué irá pensando ese hombre caminando solo por la vereda perdida ?

Que su salario no alcanza para su sustento
que es tan gregario en su propia soledad
que le da por ser interior cada viernes por medio
que por qué los quereres heridos.

¿Qué maleado pensamiento lo sojuzga?

Debo concederle su polifonía
cuando admira las grandes columnas
el gigante montaje de la razón y del orden
los ascensores de cuarenta pisos
las tortas cubiertas de crema en las vidrieras
debo concederle que quizá admire el progreso
con las manos en sus bolsillos desocupados
que siga enemistado con sus propios zapatos
que siga esperando...
que siga esperando vaya a saber qué.

Pero no puedo concederle
que yendo a ninguna parte
el hombre desierto en su pensamiento 
se sienta transitorio
no pueda avizorarse en la oscura noche
no se salga más allá de él.

Tal vez haya un dominante espejo que lo refleja
... pero no lo deja ver.

Autor: Juan Disante - Buenos Aires

Para seguir leyendo : www.verbosa-mudez.blogspot.com.ar


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