VOCES
entre VOCES
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TEMAS TERTULIA 24-12-2021
DIAGNÓSTICO
CREENCIAS
MICRORRELATOS, AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.
"?" Collage, Nekovidal.
“Probablemente
de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente
nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la
vida misma defendiéndose”.
(Julio
Cortázar)
A
UN POETA MUERTO
(Dedicado a F.
García Lorca)
Así
como en la roca nunca vemos
La clara
flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y
duro
No brilla hermosamente
El
fresco y alto ornato de la vida.
Por
esto te mataron, porque eras
Verdor
en nuestra tierra árida
Y azul en
nuestro oscuro aire.
Leve es la
parte de la vida
Que como dioses
rescatan los poetas.
El odio y
destrucción perduran siempre
Sordamente
en la entraña
Toda hiel sempiterna
del español terrible,
Que acecha lo
cimero
Con su piedra en la
mano.
Triste sino nacer
Con
algún don ilustre
Aquí, donde los
hombres
En su miseria sólo saben
El
insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante
aquel que ilumina las palabras opacas
Por
el oculto fuego originario.
La
sal de nuestro mundo eras,
Vivo
estabas como un rayo de sol,
Y ya es
tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y
pasa, acariciando
El muro de los
cuerpos
Con el dejo de las
adormideras
Que nuestros predecesores
ingirieron
A orillas del olvido.
Si
tu ángel acude a la memoria,
Sombras
son estos hombres
Que aún palpitan
tras las malezas de la tierra;
La
muerte se diría
Más viva que la
vida
Porque tú estás con
ella,
Pasado el arco de tu vasto
imperio,
Poblándola de pájaros y
hojas
Con tu gracia y tu juventud
incomparables.
Aquí la primavera
luce ahora.
Mira los radiantes
mancebos
Que vivo tanto
amaste
Efímeros pasar junto al
fulgor del mar.
Desnudos cuerpos
bellos que se llevan
Tras de sí los
deseos
Con su exquisita forma, y sólo
encierran
Amargo zumo, que no alberga
su espíritu
Un destello de amor ni
de alto pensamiento.
Igual todo
prosigue,
Como entonces, tan
mágico,
Que parece imposible
La
sombra en que has caído.
Mas un
inmenso afán oculto advierte
Que su
ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse
en nosotros con la muerte,
Como el
afán del agua,
A quien no basta
esculpirse en las olas,
Sino perderse
anónima
En los limbos del mar.
Pero
antes no sabías
La realidad más
honda de este mundo:
El odio, el
triste odio de los hombres,
Que en ti
señalar quiso
Por el acero horrible
su victoria,
Con tu angustia
postrera
Bajo la luz tranquila de
Granada,
Distante entre cipreses y
laureles,
Y entre tus propias
gentes
Y por las mismas manos
Que
un día servilmente te halagaran.
Para
el poeta la muerte es la victoria;
Un
viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y
si una fuerza ciega
Sin comprensión
de amor
Transforma por un crimen
A
ti, cantor, en héroe,
Contempla en
cambio, hermano,
Cómo entre la
tristeza y el desdén
Un poder más
magnánimo permite a tus amigos
En un
rincón pudrirse libremente.
Tenga
tu sombra paz,
Busque otros
valles,
Un río donde del viento
Se
lleve los sonidos entre juncos
Y
lirios y el encanto
Tan viejo de las
aguas elocuentes,
En donde el eco
como la gloria humana ruede,
Como
ella de remoto,
Ajeno como ella y tan
estéril.
Halle tu gran afán
enajenado
El puro amor de un dios
adolescente
Entre el verdor de las
rosas eternas;
Porque este ansia
divina, perdida aquí en la tierra,
Tras
de tanto dolor y dejamiento,
Con su
propia grandeza nos advierte
De
alguna mente creadora inmensa,
Que
concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y
luego le consuela a través de la muerte.
Luis
Cernuda
El
conocimiento crea el juicio, la ignorancia el prejuicio y el miedo,
el fanatismo.
(Nekovidal)
TEXTOS
TERTULIA 17-12-2021
UNIVERSO
HERIDAS
MICRORRELATOS,
AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.
"Sólo
temo a mis enemigos cuando empiezan a tener razón". (Jacinto
Benavente)
UNIVERSO
EL
UNIVERSO A ESCALA
Cuando
a veces observas tu mano
y
ves tan sólo una modesta huella,
y
alzas luego la vista, y embriagas tus ojos
con
lejanos cuásares, galaxias y estrellas.
Cuando
observas que un simple gesto,
una
palabra, una invitación, una mirada,
provocan
un cataclismo inimaginable,
torna
todo extraño, lúcido o cautivo
o
hace brotar lágrimas, risas o, quizás,
la
ira infantil de un gemido.
Creerás
que tu minúscula mano
o
ese tenue candor, sonrisa o rechazo
son
eternos micro o macromundos,
y
hasta te creerás minúsculo,
o
un dios eterno y vagabundo,
o
que necesitas aprender a mirar.
Pero
cuando tu mente no deambule,
y
aprenda a caminar sin miedos,
verás
en el menor insecto algo puro,
un
universo, perfecta arquitectura.
También
en todo tu mundo cotidiano,
por
el que tanto sufres y luchas, verás,
tan
sólo un esquema imprescindible,
que
contiene a todos los insectos,
todas
las risas, toda vida, todo ser,
Pero
nunca podrán esos universos,
tan
minúsculos, enormes y eternos,
ofrecerte
una oportunidad de ver algo,
que
tu mente en blanco no se atreva a crear.
Nekovidal -
nekovidal@gmail.com
ARTES
LIBRES www.arteslibres.net
"Nada
está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está
perdido y hay que empezar de nuevo". (Julio
Cortázar)
HERIDAS
Existen
heridas de todo tipo, grandes, pequeñas, profundas, superficiales,
exógenas, endógenas, leves, graves; y pueden afectar al cuerpo o
afectar al alma, cuando no a ambos a la vez, sea cual sea la forma en
la que se manifiesten.
Ambas
tienen el mismo proceso de curación; lo primero es limpiar y
desinfectar la zona afectada por la lesión, no solo la herida
propiamente dicha, algo poco agradable por lo general; después poner
el potingue y vendaje adecuados que, en ocasiones, habrá que cambiar
con frecuencia durante la primera etapa; por último, echarle cariño,
besos y paciencia hasta la cicatrización.
Todos
tenemos el cuerpo decorado con pequeñas cicatrices que se han vuelto
casi imperceptibles al estirar la piel con el paso de los años, de
hecho, algunas solo se hacen visibles cuando las buscamos con ahínco
pues fueron curadas de forma adecuada dejando esas sutiles marcas que
ahora, entre risas, evocan alguna lejana caída que, agradecida de
volver al presente, nos regala el olor a infancia.
Sin
embargo, no es así con las heridas del alma. Éstas se ignoraron o,
lo que es peor, se nos enseñó a llevarlas a gala, como si el
sufrimiento fuera un atributo maravilloso, de modo que absorbimos el
dolor como si fuera un vestido del que estar orgulloso, en el más
absoluto convencimiento de que el malestar es lo normal y solo queda
neutralizarlo o, mejor, insensibilizarlo; incluso la sociedad está
conforme y, en lugar instruir en el manejo de las emociones,
proporciona pócimas para ocultarlas.
Hablo
de algo que conozco bien. Durante años presumí de mis úlceras del
alma en la creencia de que con ellas conseguiría mayor graduación
en el ejército de humanos lisiados que puebla el mundo. Mentira,
las llagas ni adornan ni dan categoría. Un poco por tesón y otro
poco por fortuna, conocí la existencia del mejor desinfectante de
espíritus, el amor propio, con el que además se pueden dar puntos
de sutura y unir los pedazos de un corazón roto.
Tanto
me sorprendió y me emocionó saber que es posible reconstruir el
tejido emocional que, ahora, en cuanto siento que algo no funciona
como debería, entro al quirófano de las almas, que viene a ser
zambullirme en el desdoblamiento de mí misma, con el fin de obtener
el mimo y los cuidados que me faltaron o no supe recibir en su
momento y cuya falta dejó mis heridas al aire.
Quien
me quiere y me ha conocido mostrando bubones en el proceso curativo
se asusta, a veces, si comienzo a hablar de cicatrices -por si cayera
en el pozo de la tristeza nuevamente- y tengo que salir al quite: no
te asustes, solo quiero celebrar contigo haber conseguido esta marca
que no es otra cosa que el certificado de haber puesto fin a aquello
que dolió.
Es
un lujo haber aprendido que, para sanar antiguas heridas que quedaron
sin desinfectar, existe esa estupenda medicina llamada «amor propio»
que no necesita de prescripción facultativa y puede tomarse a
demanda sin más efecto secundario que sentirse en paz.
19/diciembre/2021
– Vicki Blanco para «VOCESentreVOCES»
"La
muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte
no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos". (Antonio
Machado)
HERIDAS
HERIDOS
DE VIDA
Por
cada caricia no dada, cada sonrisa no compartida, cada herida no
curada, cada dolor no consolado, cada duda no resuelta, cada golpe
recibido, cada silencio ante cada pregunta, cada amanecer sin
ilusión, cada atardecer sin descanso, cada sombra sobre nosotros,
cada...
Así
arrastramos todos nuestras heridas, supurando unas, ya cicatrizadas
otras, por ese sendero al que llamamos existencia, como ciegos
intentando alcanzar un sentido digno a nuestra vida con nuestro
bastón de arrogancia e ignorancia tallado en miedo y dudas, con el
único y mínimo consuelo vital de la esperanza.
Nekovidal -
nekovidal@gmail.com
ARTES
LIBRES www.arteslibres.net
HERIDAS
Antonio
Sevilla,
en
su memoria.
Quiero
sembrar los campos
de
palabras.
Palabras
con raíces,
para
que cuando yo me haya ido
hablen
de mi ausencia.
¡Dejad
la puerta abierta
para
que entre esa ladrona
que
roba el alma!
Que
se llevará un desengaño:
la
casa está vacía
y
no hay nada para llevarse.
Que
mi alma florece
en
esos campos,
sembrados
con palabras.
Palabras
con raíces.
Del
poemario A la voz sonora del agua
José
Marcelo Ruiz
MICRORRELATOS,
AFORISMOS Y OTRAS COSAS DE LOS PAPALAGUI.
El
arte de no enfermarse
Si
no se quiere enfermar; hable de sus sentimientos. Las emociones y
sentimientos que están escondidos y reprimidos, terminan en
enfermedades como: gastritis, úlcera, dolores lumbares, dolor en la
columna. Con el tiempo, la represión de los sentimientos degenera
hasta el cáncer. Entonces, vamos a sincerar, confidenciar, compartir
nuestra intimidad, nuestros secretos, y nuestros errores.
El
diálogo, el hablar, la palabra, es un poderoso remedio y una
excelente terapia.Si no se quiere enfermar; tome decisiones. La
persona indecisa permanece en duda, en la ansiedad, en la angustia.
La indecisión acumula problemas, preocupaciones, agresiones. La
historia humana es hecha de decisiones. Para decidir es preciso saber
renunciar, saber perder ventajas y valores para ganar otros.
Las
personas indecisas son víctimas de dolencias nerviosas, gástricas y
problemas de la piel. Si no se quiere enfermar; busque
soluciones.
Las
personas negativas no consiguen soluciones y aumentan los problemas.
Prefieren la lamentación, la murmuración, y el pesimismo. Es mejor
encender un fósforo que lamentar la oscuridad. Una abeja es pequeña,
pero produce lo más dulce que existe.
Somos
lo que pensamos. El pensamiento negativo genera energía negativa que
se transforma en enfermedad.Si no se quiere enfermar; no viva de
apariencias. Quien esconde la realidad, finge, hace poses, quiere
siempre dar la impresión de estar bien, quiere mostrarse perfecto,
bonachón, etc., pero está acumulando toneladas de peso. Una estatua
de bronce con pies de barro.
Nada
peor para la salud que vivir de apariencias y fachadas. Son personas
con mucho barniz y poca raíz. Su destino es la farmacia, el
hospital, y el dolor.Si no se quiere enfermar; acéptese. El rechazo
de sí mismo, la ausencia de autoestima, hace que nos volvamos ajenos
de nosotros mismos. Ser uno mismo es el núcleo de una vida
saludable.
Quienes
no se aceptan a sí mismos, son envidiosos, celosos, imitadores,
competitivos, destructivos. Aceptarse, aceptar ser aceptado, aceptar
las críticas, es sabiduría, buen sentido y terapia.
Si
no se quiere enfermar; confíe. Quien no confía, no se comunica, no
se abre, no se relaciona, no crea relaciones estables y profundas, no
sabe hacer amistades verdaderas. Sin confianza, no hay
relacionamiento. La desconfianza es falta de fe en sí y en los
otros.
Si
no se quiere enfermar; no viva siempre triste. El bueno humor, la
risa, el reposo, la alegría, recuperan la salud y traen larga vida.
La persona alegre tiene el don de alegrar el ambiente donde vive. “El
buen humor nos salva de las manos del doctor”. La alegría es salud
y terapia.
Dr.
Dráuzio Varella
¿Tener
un diario o transcribir disciplinadamente los sueños son
comportamientos profundamente egoístas?
Socialmente
(y efectuando una generalización posiblemente injusta) el escritor
puede considerarse un ser egoísta, ególatra, misántropo incluso.
Cuántas historias no se conocen de escritores y escritoras que
prefieren la paz de estos desiertos, la soledad y el aislamiento y
que aun encontrándose acompañados parecen ausentes y distantes,
ensimismados, habitando las regiones inaccesibles de su vida
interior. Cuántas historias no se conocen de escritores que,
geniales en su vida intelectual (o por lo menos destacados) son sin
embargo un desastre en su vida emocional, incapaces como parecen (o
son) de establecer un lazo con el prójimo, con el semejante,
entregados como dicen estar a nada más que su obra (que, visto desde
fuera, no parece otra cosa más que una extensión de sí mismos).
Puede
ser, en efecto, que esto sea cierto. Al menos en parte. Los
escritores tienen el defecto social de poseer una intensa vida
interior: lo que viven lo viven quién sabe si docenas o cientos de
veces, recreando un suceso hasta dar con la fabulación que satisfaga
su visión de mundo o la visión de mundo que quisieran transmitir (y
ese, quizá, sea el lazo último que redime al escritor: la voluntad
de transmitir). En cierta forma esa es la razón de su autismo
(permítaseme la licencia médica): un corpúsculo en la mente del
escritor que lo impulsa, a veces sin él quererlo, a dejar de vivir
en el mundo para vivir en su mundo, una potencia que lo toma y lo
arrastra no fuera de sí, sino a sus propias profundidades, lo arroba
pero no en un sentido místico, sino en sentido negativo, a un fondo
en el que posiblemente no encuentre nada —para, pese a todo,
convertir esa nada en algo.
Pero
si hago del “escritor” el sujeto de estas divagaciones la verdad
es solo por comodidad discursiva. Lamentablemente ese es un estado
del espíritu que ahora se considera exclusivo de unos cuantos a
quienes convencionalmente se considera escritores profesionales, a
pesar de lo contradictorio que pudiera sonar dicha noción. Escritor,
a fin de cuentas, es quien escribe por la sola razón romantizada de
tratar de entender la contingencia y el caos de la existencia, su
carácter absurdo. Escritor es quien suple el diván y la charla con
el psicoanalista o el amigo con una libreta y una pluma. Quien
gracias al ejercicio de la escritura (o a pesar de este) consigue
aclarar o enturbiar aún más los conflictos de los que se cree
preso.
En
este sentido, uno de los comportamientos antonomásticos del
escritor, también uno que podría caer, al menos superficialmente,
en el rubro de la egolatría, es el de tener un diario, actualizarlo
más o menos día a día, reservar una de sus horas para pasar por el
filtro de la escritura (transcribir) hechos que originalmente fueron
presencia, gestos, sucesión inasible del tiempo. ¿Qué
comportamiento más egoísta, más solipsista, que guardar para sí
ese fragmento ínfimo de la realidad que presuntuosamente el escritor
cree que le tocó vivir solo a él? “Siglos de siglos y sólo en el
presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la
tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí”.
Y
por si esto no fuera suficiente, hay quienes añaden una derivación
a esta conducta, una suerte de corolario escritural, de
subcategorización, que consiste en practicar la escritura de sueños.
Tomar la pluma o sentarse frente a un teclado para rememorar tan
fielmente como sea posible lo recién soñado, para, en una fase
ulterior, encontrar o inventar las conexiones entre las fantasías
oníricas y lo realmente vivido. ¿Por qué esta persona en este
sueño? ¿Por qué en este lugar? ¿Por qué un tablero de ajedrez?
Pero
si ya antes aventuré que la disculpa para el misantropismo o egoísmo
del escritor pudiera encontrarse en su propósito último de
transmitir algo —de él mismo redimir a otros por la vía de su
sufrimiento convertido en escritura, en comunicación, con todo el
mesianismo que esto conlleva— en el caso de este último aspecto de
la vida del escritor tal vez haya un significado todavía más
trascendente —y al mismo tiempo profundamente íntimo.
Pienso
qué tan egoísta o narcisista puede considerarse la escritura o
recreación de un sueño, aparejado con el sostenimiento de un
diario. Me digo ―a la luz de lo último que yo mismo escribí o
descubrí, a lo cual no hubiera llegado, posiblemente, de otro modo―
que, después de todo, poco o nada, al menos si se considera que
ambas tareas redundan ―socrática, vedánticamente― en el mejor
conocimiento de uno mismo, acaso también en la paz con uno mismo, la
condición necesaria para ser capaces de conocer otras cosas, acaso
también para entrar en paz con otras personas.
Twitter
del autor: @saturnesco
Escribir
está sobrevaluado. Se trata de un ejercicio valioso en sí mismo y
por varias razonas, qué duda cabe, pero pienso que desde hace un
tiempo, décadas quizá, son muchas las personas que creen que
escribir es más un talento que una capacidad, una suerte de don o de
habilidad reservada a un puñado de privilegiados, un gremio que, por
otra parte, se ha encargado de reproducir y perpetuar este prejuicio,
chapando la escritura con los oropeles del oficio y la profesión,
dictaminando desde sus tribunales el supuesto valor que puede tener
algo que se ha escrito.
Escribir,
es cierto, no es una capacidad natural, al menos no en ese sentido de
lo natural que, en contraste, posee el lenguaje oral. Aprendemos a
hablar por imitación y al hilo de los días, pero el lenguaje
escrito alguien más tiene que enseñárnoslo. O al menos esa es la
consigna y también el pretexto por el cual se cuelan la marginación
y la exclusión. Por siglos y aún en nuestra época, el
analfabetismo ha funcionado también como un mecanismo de control
social, una forma de mantener a raya, una regla de etiqueta no
escrita que en la frivolidad de algunos sirve incluso para distinguir
clases sociales y descubrir el origen de una persona.
¿Pero
qué decir del analfabetismo de los letrados? ¿Qué decir de quienes
saben leer y escribir y sin embargo no leen ni escriben? O leen pero
no escriben. Así como hay campañas de promoción a la lectura y
gobiernos y organizaciones civiles preocupados por los pocos libros
que se leen en determinados países, quizá deberían emprenderse
también cruzadas para que la gente escriba, masivamente. ¿O
escribir no es tan importante como leer?
Sí,
escribir es tan importante como leer, y probablemente más todavía,
sobre todo si consideramos el carácter liberador de ambas
actividades. Escribir es, potencialmente, más liberador que leer
porque la lectura en nuestro tiempo también es territorio de la
programación mental y la ideologización. ¿Sirve leer si lo que se
lee son los libros de Paulo Coelho y Dan Brown? Serviría si algún
día los libros de Paulo Coelho se terminaran y el lector se viera
forzado a explorar lo desconocido y lo ignorado. Pero lo cierto es
que ni los libros de Paulo Coelho se terminarán nunca (porque otros
como él se multiplicarán ad infinitum) y el lector de este tipo de
literatura se ha vuelto tan refractario a un nivel mínimo de
dificultad que, aventuro, preferiría dejar de leer a, digamos,
probar suerte con Kafka.
Por
eso considero la escritura como un espacio, si no ajeno a la
colonización del pensamiento, al menos más propicio para hacer
evidente esta colonización ―y, si es el caso, subvertirla,
rebelarnos contra ella. Escribir para hacer patentes las ideas que no
son del todo nuestras y sin embargo son las mismas con las que
pensamos y actuamos a diario. Un dominio en el sentido literal del
término: la soberanía absoluta del yo, con sus heredades y sus
bastardías, su autocontrol y sus vastas regiones inexploradas, un
rincón o un universo autónomo, libre según la medida de nuestra
propia libertad.
¿Y
hay quienes piensan que pueden valorizar todo esto? En cierto sentido
nadie tiene la capacidad para valorar lo que escribes porque nadie es
capaz de escribir como escribes. En la escritura comprometemos lo que
somos, y no exagero. Las palabras que usamos son las palabras que
escuchamos en nuestra infancia, las que leímos en nuestros primeros
libros, las que repetía el más querido de nuestros amigos. En las
palabras que usamos está esa parte de nuestra vida que pasamos en
las bibliotecas, en las salas de cine, en las calles y las cantinas y
los mercados, en las correrías de madrugada. No las frases de la
mujer que creíamos que nos amaba, sino las palabras que elegimos
para contarnos la historia de una mujer que creíamos que nos amaba.
La sintaxis desde la cual intentamos entender el mundo. Los regaños
de nuestros padres y nuestros maestros. Las trasposiciones. Las
metáforas. Los equívocos. Los errores. Eso, lo que somos y lo que
creemos ser, lo que los otros creen que somos, lo que quisiéramos
ser, lo que nunca fuimos, lo que nunca seremos, es parte de la red a
veces compleja y casi siempre absurdamente simple que se vuelve real
cuando escribimos.
Por
eso la escritura libera.
Por
eso nadie puede escribir como escribes.