VOCES
entre VOCES
TEMAS
TERTULIA 28-4-2017
ROMPIENDO
EL SILENCIO
AUGUSTOS
Y PIERROTS
A
LO TONTO, A LO TONTO . . .
"Escribir
es la manera más profunda de leer la vida."(Francisco Umbral)
“EL
GORRIÓN Y EL PRISIONERO”, EN RECUERDO DE MIGUEL HERNÁNDEZ
El
pasado 28 de marzo se cumplieron 75 años de la muerte del
poeta Miguel
Hernández y
mañana es el Día Internacional del Libro, así que es fácil
relacionar ambos acontecimientos y rendir un pequeño homenaje al
gran poeta alicantino con su propio cuento “El
gorrión y el prisionero“. En
la cárcel, y pensando en su hijo, Miguel Hernández comenzó a
escribir este cuento en el que narra la historia de un gorrión
llamado Pío-Pa que llegó hasta su celda, entablándose un diálogo
entre el pájaro y el preso. Lamentablemente, el cuento no pudo ser
acabado… Miguel Hernández murió en la enfermería de la prisión
de Alicante a las 5:32 de la mañana del 28 de marzo de 1942, con tan
sólo 31 años de edad.
Los
gorriones son los niños del aire, la chiquillería de los arrabales,
plazas y plazuelas del espacio. Son el pueblo pobre, la masa
trabajadora que ha de resolver a diario de un modo heroico el
problema de la existencia. Su lucha por existir en la luz, por llenar
de píos y revuelos el silencio torvo del mundo, es una lucha alegre,
decidida, irrenunciable. Ellos llegan, por conquistar la migaja de
pan necesaria, a lugares donde ningún otro pájaro llega. Se les ve
en los rincones más apartados. Se les oye en todas partes. Corren
todos los riesgos y peligros con la gracia y la seguridad que su
infancia perpetua les ha dado.
Ave
de decisión, gorrión bueno, mejor entre los mejores, era Pío-Pa.
Así llamaremos a este leve ser de mi cuento. Llevaba su
pantaloncillo corto con remiendos y su blusa de pluma gris, más
remendada que su pantaloncillo, con más dignidad que para llevar su
corona y su cetro deseara el emperador de Carcunda. Volaba a grandes
vuelos, y cuando tocaba tierra su pata andaba a saltos, rasgo alegre
de entusiasmo juvenil. La alegría jamás faltó en su nido y en su
pecho, donde permaneció arraigada por debajo y por encima de las
tristezas que van y vienen. Tejió su nido como el soldado su tienda,
donde le cogía la noche o la batalla por las migajas. No ambicionó,
como los pájaros señoritiles, parasitarios, ni la rama elevada para
piar ni el lugar regalado para yacer con la gorriona. Las
innumerables vueltas que hacía al campo y los también innumerables
tropiezos y asaltos que allí había experimentado acumularon sobre
su cabeza de ajo bello y su corazón aleteante cierta sabiduría:
llegó a saber más que una rata de cárcel: toda la que cabe entre
una frente y un corazón loco.
Y,
precisamente, una cárcel, no una jaula cualquiera, fue la causa de
su gloriosa muerte. Pío-Pa, hemos dicho que así le llamaremos,
experimentado sorteador de las ballestas, pedradas, trampas y
artimañas humanas conjuradas contra su leve ser, volaba un día en
busca del sustento de sus alas, que no es el aire precisamente, y fue
a detenerse en un agujero de un muro denso de piedra. El agujero
tenía rejas, rejas espesas, casi tupidas, que impedían el paso a la
luz y a la libertad. Porque detrás del muro y el agujero se veía, y
sólo un pájaro podía permitirse ver aquello, una celda con un
hombre atalajado de cadenas. Era una de tantas celdas y sólo uno de
tantos hombres sepultados en la tiniebla de uno de esos edificios que
los albañiles han construido, a veces para ser sepultura de ellos
mismos. A duras penas, sólo el ojo luminoso del pájaro es capaz de
penetrar y esclarecer la tiniebla, consiguió Pío-Pa ver al hombre.
Éste le miró, deslumbrado como ante un relámpago. Su opaco rostro
de preso se iluminó, y Pío-Pa halló en sus ojos una mirada pura
que en pocos seres se halla, aunque se busque con [ilegible],
y se sintió recorrido por la confianza. Pío, pío, pío, dijo
Pío-Pa, como si dijera: Tío, tío, tío.
–
¿Cómo
se atreves a llegar hasta aquí, gorrión loco?
– Pío, pío,
pío.
– ¿No te da miedo la prisión, no temes la mano del
hombre, gorrión feliz?
– Pío, pío, pío.
– ¿No te has
visto en la jaula jamás, gorrión sin pensamiento? Viéndote así,
tan jovial, tan ligero, tan pequeño, me acuerdo de mi hijo.
–
Pío, pío, pío.
– Oye, si sabes oír -continuó el preso-. Al
cabo de un día y una noche me voy a morir. Me matarán. Dicen que
soy una mala persona y que es preciso que muera. No sé qué habré
hecho. Ni en sueños ni despierto me acuerdo de haber sembrado ni
cosechado el mal. Sólo una mujer pudiera salvarme, pero su casa está
lejos de aquí, en la región más soleada de estas tierras. Y habría
de recorrerse mucha distancia y mucho pío para llegar hasta ella. Si
tú pudieras llegar… Pero sólo hay un día y una noche de tiempo…
Mañana no viviré… Lo siento por mi hijo ¡Quién tuviera tus
alas, gorrión loco!
– Pío, pío, pío -repetía Pío-Pa-. Y
entró de un salto en la celda y se posó sobre el hombro del preso.
Adivinó el hombre con asombro que el ave le comprendía, y no se
hubiera asombrado si supiera que un gorrión rodado sabe más que una
rata de cárcel. Se proveyó al instante de lápiz y papel, que tenía
consigo, y escribió de prisa unas cortas letras. En seguida buscó
algo con que atar el papel, y hubo de desgarrar la tela de su camisa,
y con un girón de la misma anudó el papel al cuello de Pío-Pa, que
no cesaba de insistir en su pío, pío, pío.
– Adiós, gorrión
loco. ¿Sabrás llegar hasta la mujer que [ilegible]?
En la región más soleada de esta tierra, en una casa pintada de
azul y blanco con una palmera y el mar a la puerta vive. ¿Llegarás
hoy? ¿Volverás antes de mañana con mi salvación? Ya sabes que
estoy destinado a morir cuando nazca el alba del nuevo día si no
estás aquí a esa hora. Ya sabes.
Se
besaron Pío-Pa y el hombre: el hombre como pudo y el pájaro como
supo. El hombre quedó solitaria en su celda, y el pájaro
desapareció flechado por el agujero en su cielo y en su aire. No sé
qué corazón latería con más fuerza, si el del hombre o el del
gorrión. El hombre quedó más opaco en su ser y en su celda, más
preso, desaparecidas las breves alas audaces, capaces de franquear
hasta los muros de una prisión.
Mis
ojos siguieron el vuelo del gorrión andar entre los [ilegible],
a través de aquella mañana invernal con escarcha y sin una nube. El
frío atemorizaba los campos. Sólo su valentía de gorrión se
atreve con el invierno. Las otras aves rehúyen los malos tratos del
diciembre y el enero, emigran a los países de primavera y verano
constantes. Sólo el gorrión permanece ante los duros tiempos.
El
mundo es breve para las alas atrevidas. Las de Pío-Pa baten y
avanzan velozmente. Es un relámpago de pluma que renueva los
horizontes por momentos. La tierra, abajo, gran punto de escarcha,
desencadena su redondez girante. Ávido, impaciente por cumplir su
misión salvadora, el pájaro deja atrás páramos, valles, montes,
ciudades, ríos y bosques. Las horas avanzan con él, y el sol
asciende como temeroso de que se produzca un choque entre la luz y
las plumas. Los gorriones que se cruzan en el camino de Pío-Pa
sufren el golpe de viento de su velocidad y piensan que aquel
compañero ha enloquecido.
Avanza
y avanza. Hasta que se siente rendido y en la necesidad de tomarse
una tregua. Entonces, desciende y se detiene sobre un árbol para
cobrar nuevos bríos. Pero la tierra, que no es transparente como el
aire, está llena de asechanzas. En el aire no es posible el acecho
invisible; en la tierra, sí. Pío-Pa ignora que, al detenerse,
peligra su vida. Un hombre, concentrado todo él en apuntarle sobre
un arma de pólvora, guiña el ojo, tuerce la boca, hunde un dedo en
el gatillo del arma con sus manos peludas aferradas a ella. La mirada
avizora del gorrión no ha reparado en el terrible bulto negro que
procura disimularse tras un tronco. Suena el disparo. La rama en que
descansa Pío-Pa cae cortada al suelo. ¿Y el gorrión? ¿Ha sido
destrozado? Algo del plumón de su pecho flota y se aleja en la
brisa. Pero nuestro héroe vuela ya muy lejos y muy alto, camino de
la casa azul y blanca. No le ha sorprendido el incidente. Hecho su
corazoncito a todos los golpes, no queda en él campo para la
sorpresa. Vuela más raudo, más arrebatado, más alegre.
Se
cumple el mediodía. Ya la luz llega su madurez. Ya el aire es
caliente alrededor del pájaro, que penetra en la zona más caliente
de la mañana. El cansancio se apodera otra vez de sus alas. Otra vez
ha de renovarse su aliento en un breve descanso.
"No
se es escritor por haber elegido decir ciertas cosas, sino por la
forma en que se digan." (Jean Paul Sartre)
TEXTOS
TERTULIA 21-4-2017
UN
LIBRO
MÚSICA
Y POESÍA
LORCA,
HERNÁNDEZ Y TANTOS OTROS.
MÚSICA:
Cante: Manuel Gallardo
Guitarra:
José López Azuaga
TEXTOS:
Diego
de Bonis
Juan
Jiménez Caballero
José
Marcelo Ruiz
F.
A. Vidal - Nekovidal
UN
LIBRO
Ya
lo dijeron Munárriz y Aute hace “titantos” años, todo está en
los libros: Alejandría, las minas del rey Salomón, las nieves del
Kilimanjaro, los campos de Soria, el minotauro, Sandokán… y, añado
yo, la ira, el amor, el miedo, la ternura, el dolor, la pasión, el
alma en definitiva.
Porque
¿qué es un libro sino un método de terapia para el escritor? Si
sueño con viajes exóticos y me meto en camisa de once varas
imaginaré a don Alonso Quijano, si me enamoré de una mirada fugaz
que se convirtió en mi obsesión Beatriz me llevará de su mano por
todas las esferas del paraíso, si considerara el amor algo sublime e
inalcanzable Los ojos
verdes serán mi
especial leyenda y si aún a mi pesar odiara la actitud burguesa de
mi madre criticaré, sin perder tiempo, El
mundo de Guermantes.
Un
libro es, además, el mejor confesionario, en él plasmamos cuanto
somos y hacemos guarecidos en el papel que recoge una amalgama de
ideas propias o prestadas, invariablemente sinceras y por las que
nunca podremos ser condenados pues depende de la interpretación que
de ellas haga el lector, ya saben… “todo
es producto de su imaginación, no le den más vueltas, no tiene
sentido.” (Anthony
Blake)
Madrid,
21 abril 2017 – Victoria Blanco
UN
LIBRO
MIENTRAS
LEES . . .
Miras
la vida mientras el azar te regala un tiempo, un tiempo aparentemente
vacío, pero nunca perdido.
Miras
los mundos que, brotando en tu mente, pasan a formar parte de ti,
como los juegos forman la infancia, como los recuerdos forman la
existencia, como cada ladrillo de la memoria . . .
Mientras
lees, miras la vida a través de la magia de un libro.
Nunca
recibirás tanto a cambio de tan poco: el regalo de la ilusión y
curiosidad por la vida . . . mientras lees.
MÚSICA
Y POESÍA
CASAS
VACÍAS
(Letra
y música.- Babelain)
Casas
vacías…. sueños de ayer
Telón
de flores…besos sin fe
Bruma
de ojos….aurora de abril
Piel
que se oculta…luz de perfil
Coro:
“Sangra
la luna en el cristal
Colmando
el delirio
La
sed de suicidio
La
cicatriz en el espejo
Se
abre a la noche
Solo
en el coche”
Silencio
de locos…piel celestial
El
tiempo se rompe…estrellas de mar
Bosque
del cielo…rota la piel
Buscando
silencio….sueños de ayer
“Sangra
la luna en el cristal
Colmando
el delirio
La
sed de suicidio
La
cicatriz en el espejo
Se
abre a la noche
Solo
en el coche”
(Instrumental)
“Sangra
la luna en el cristal
Colmando
el delirio
La
sed de suicidio
La
cicatriz en el espejo
Se
abre a la noche
Solo
en el coche”
Hubo
silencio…el tiempo roto
Buscando
colores…en el mercado del loco
Tiempo
de bosques…hielo en el cielo
Mercado
del tiempo…bosque de hielo
José
Luis Álvarez
LORCA,
HERNÁNDEZ Y TANTOS OTROS.
A
Miguel Hernández
Mira,
Miguel…
Mira,
Miguel, escucha como brota
la
voz sonora del agua.
De
ese agua virginal que resquebraja la piedra.
De
esa piedra, memoria del olvido.
Mira,
Miguel, alarga tu mano
húndela
en el vientre fecundo de la tierra.
Sentirás
el palpitar de un corazón recién nacido,
el
hondo quejido del olivo y la soledad de la higuera.
Miguel,
está tu voz en ese viento,
en
ese viento que viene con aire nuevo.
De
ese aire que respira el alma de un pueblo
y
trae el eco de tu palabra que se hace coro
rompiendo
barrotes y fronteras.
Hasta
que el hermano reconozca al hermano
como
la granada muestra su fruto maduro y abierto.
Hasta
que el padre joven se reconozca en su padre
como
la semilla abonada conoce su destino.
Los
hijos venideros sean herederos
como
los árboles sabedores de sus raíces.
Ha
llegado ese nuevo día con horizonte abierto
y,
mira como la conciencia se extiende,
esa
que universaliza lo humano,
porque
beben sediento de la fuente,
de
esa fuente inagotable, donde el agua
brota
de lo hondo, en donde suspira
el
aliento de la vida.
José
Marcelo RuiZ
En
Orihuela, 7 de febrero 2010
En
el centenario de su nacimiento
Jornadas
pedagógicas C.E.P Axarquía
LORCA,
HERNÁNDEZ Y TANTOS OTROS.
FE
Estoy
cansado de luchar
contra tus molinos...
De desangrarme gota a
gota
y que no me creas.
Estoy cansado de que me perdonen la
vida.
De que me vacilen,
los mediocres que nos gobiernan,
con
su putrefacta camarilla.
Y de los ricos nuevos sin arte,
ni
para sacar los billetes de la cartera.
Estoy cansado, de que no me
leas las entrañas,
de que te vendas por nada
y nos sigan
lloviendo piedras.
De alimentarme de la cáscaras
que envuelven
los frutos.
Pero no me rindo...Mañana.
¿Cuándo quedamos
mañana en la calle,
para pintar de rojo o verde los amaneceres?
J.J.C.
- Juan Jiménez Caballero
AMANECIENDO
Me
jode esta recuperación que nos está matando.
No
tengo manos para el reparto de limosnas.
Dicen
que vamos en buena dirección en este túnel
sin
salida.
Me
sangran los oídos de escuchar
que
todo ya va bien…
Mientras
miles de muertos vivos en esta cruenta guerra,
seguimos
sin enterrar.
Entre
tumbas y números el hambre, la indignidad
y
la gran mentira con que llenan la boca
a
los malheridos de indiferencia y frialdad.
Resuena,
en el hilo musical la grosera propaganda,
nos
piden opinión sobre el sexo de los ricos
y
de los ángeles.
De
noche, en el dolor de la verdad y del silencio,
cuando
ya no hacen efecto las pastillas,
que
nos dan para dormir,
adivinamos
en pesadillas las carcajadas de los amos.
Mañana,
con la misma tristeza maquillada en la cara,
les
seguiremos tocando las palmas por alegrías,
a
los que mandan.
El
espectáculo debe continuar aunque ya no queden artistas ni arte.
Pero,
necesitamos que alguien nos regale un buen cuento,
de
final feliz aunque no haya perdices, ni princesas.
Deseamos
que tú nos digas
que
tenemos sangre en las venas.
Sangre
de un color muy rojo clamando al cielo.
Queremos
que él nos arranque
los
pies del suelo
con
una bocanada de libertad y un sueño.
Para
sentir, pedimos que tú
hundas
la mano en nuestro pecho
y
nos toques más fuerte el corazón.
Buscamos
un amanecer, que como un cuchillo
desgarre
el velo
y
de luz a nuestros ojos cerrados.
Pero
primero, dejemos de alimentar ese dolor
que
nos pone de rodillas.
Y
apostemos cada uno, por ser ese alguien que ansiamos.
Agua
de mayo para nuestros desiertos
J.J.C.
- Juan Jiménez Caballero
LA
PRESENCIA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Con
estas palabras comienza la pensadora María Zambrano un artículo
dedicado a Miguel Hernández: “Hay sucesos, lugares, personas, que
han sido reales y verdaderas. Y, así el tiempo que pasa, va dejando
ver la verdad realmente. Sus presencias vivientes que nos acompañan,
son presencias reales a fuerza de ser verdaderas. […] Miguel
Hernández, poeta, es una de esas presencias.”
María
Zambrano conoció a Miguel Hernández en el 1934, en Madrid, fue a
su casa acompañado por algunos poetas amigos, que entonces la
frecuentaban. Y comenta ella: “el conocernos fue cosa de un
instante.”
Nos
sigue diciendo que fue acogido por las personas que ejercían la
intelectualidad española, Ortega y Gasset, con su Revista de
Occidente, y antes por José Bergamín, con la Revista Cruz y
Raya. Y colaboró trabajando en la Enciclopedia taurina que
Espasa- Calpe preparaba, dirigida por José María de Cosío por
obra de Ortega. Y, con toda aquella “pléyade de poetas” que lo
acogió como mejor podían, con la excepción de un poeta prometido
al “sacrificio” en modo fulgurante, que experimentaba una especie
de alergia ante su presencia personal. Y prosigue hablando de la
tristeza que padecía Miguel Hernández: “Miguel acusaba la
tristeza, mas no la causa. Y tampoco puedo saber si esta
incompatibilidad de aquel gran poeta, era lo que más le acongojaba
en medio de aquel gran esplendor y de aquella cordialidad sin
reserva, que le rodeaba.”
María
Zambrano mantiene una íntima amistad con Miguel Hernández, ella lo
declara con estas palabras: “Mas él sufría, estaba sufriendo
siempre. Lloraba hacía dentro y reía más que hablaba. Era el año
1935 y el 1936, cuando venía a casa y salíamos a pasear por
aquellos lugares de la entrada a Madrid, cuesta abajo por la calle
Segovia, para sentarnos algún rato en el puente o sobre alguna
piedra de la entrada de la Casa de Campo; solos y como si
estuviésemos abandonados”
Cuando
María Zambrano se acerca a la poesía de Miguel Hernández nos dice
que: “Lo veo como esa persona descubierta e indefensa. Sufridor de
siglos contados y que no se cuentan. […] Y el hambre de Miguel
le venía de lo hondo. Amor sin apenas esperanza. Esa esperanza que
el hambre milenaria acalla para dejar paso al amor que la nutre y
despierta en calma. […] Era de esos bienaventurados que tiene
hambre sin avidez, y que aman sin afán de posesión, dispuesto a
unirse únicamente. […] Era un creyente. Un creyente en la comunión
que se da también por la palabra. Su poesía delata una especie de
deslumbramiento de la palabra que ante él, heredero de tantos
silencios, se abría. […] No más separación, no más distancia
entre el poeta en sentido genérico –creador, hacedor- y el hombre.
El Hombre, el Adán anónimo, humillado de siglos, el que padece
hambre y sed de justicia y de pan. […] Su última poesía nace como
chorro de la fuente del dolor y del amor. Era un creyente. Y creyó
siempre en lo mismo, en el rayo que no cesa, y en el amor que
no acaba.
Nos
habla María Zambrano también de la muerte de Miguel Hernández y de
su trascendencia, finalizando con estas bellísimas palabras: “Al
morir, más que un cuerpo, debía de ser un signo. Sí, un signo de
esos indelebles que el hombre deja sobre la tierra misma; en rocas,
en grutas y laderas ha de haberlas aún sin descifrar grabados en
ella por la pasión del hombre verdadero”
José
Marcelo Ruiz
Este
escrito es un extracto de un artículo del mismo nombre, publicado
por María Zambrano en El País el
09 de julio de 1978. Publicado en su libro Algunos
lugares de la poesía. Editorial
Trotta. Edición, introducción y notas de D. Juan Fernando Ortega
Muñoz. (Catedrático emérito de filosofía de la Universidad de
Málaga)
LORCA,
HERNÁNDEZ Y TANTOS OTROS.
Poesía
del pueblo
Fotografías
de la memoria,
poesía
del pueblo callada,
instantáneas
de amor
en
una calle mojada,
camino
de la fábrica donde trabajaba.
Segando
altivo camisa blanca y faja,
detrás,
haciendo haces, risas y miradas,
él,
sabedor, besos al aire lanzaba.
Tac
tac tac el corazón desbocado,
cuando
por la oficina se asomaba,
se
aceleraban los latidos del teclado.
Poesía
del pueblo,
poesía
callada
pasiones
de fuego guardadas
y
al terminar la jornada...
anhelan
volver a verse mañana.
Instantáneas
de amor
fotografías
de color
en
sepia plasmadas.
Diego
Francisco Guevara de Bonis
LORCA,
HERNÁNDEZ Y TANTOS OTROS.
-Homenaje
a Miguel Hernández-
¿De
qué nos servirían los tiempos felices, sin memoria donde
conservarlos para cuando lleguen los tiempos difíciles?
¿De
qué nos servirían los errores del pasado, sin memoria para aprender
de ellos?
¿Qué
dignidad puede conservar un pueblo que no conserva su memoria
colectiva?
Nada
somos como individuos, salvo un puñado de recuerdos. Nada somos como
colectividad sin la memoria de los actos, ya mudos, de nuestros
ancestros.
Tanta
luz llegó a dar esta tierra, con rayos de poesía, ciencia, libertad
y saber, que asustó y cegó a algunos de sus hijos, apenas un
puñado, que, refugiados en su cobardía y sus miedos, decidieron
apagar esa llama creativa de la que no sabían participar. . . El
precio sería medio siglo de miseria material e intelectual.
Entre
aquellas miles de llamas ahogadas cuando empezaban a brillar, estaba
la de un hombre honesto, uno entre tantos, que supo por eso aglutinar
el espíritu de todos: Miguel Hernández.
Su
vida no vale más o menos que la de cualquier ciudadano de aquella
generación que tuviera la dignidad suficiente para respetar el
acuerdo social de entonces, y el ímpetu necesario para decir NO a
quienes, en su locura, se creen con derecho a imponer por la fuerza
de las armas sus ideas.
Pero
este español de su tiempo y universal por sus versos, tuvo el
merecido privilegio de sobrevivir al dolor, al miedo y a la infamia a
través de su poesía.
Cada
vez que ésta se imprime en un libro, suena en una escuela, o se
recita entre amigos, vuelve a renacer la llama vital de Miguel
Hernández, y con ella, nuestra dolorida, pero nunca muerta dignidad.
Hasta
siempre, ciudadano Miguel.
MÚSICA
Y POESÍA
Amantes
que se quieren y se buscan,
una
se puede entonar sin palabras
la
otra se puede leer sin cantarla,
¡pero
ay amor, cuando se juntan!,
cuando
se juntan surge la magia,
y
magia es el ritmo que las ata,
canciones
brotan cuando copulan,
de
melodías que llenan el alma,
de
emociones evocan las palabras.
¡ay
amor, ay, cuando se juntan!.
Diego
Francisco Guevara de Bonis
MÚSICA
Y POESÍA
Déjame
decirte al oído
que
tú eres el protagonista
de
mis cuentos,
que
estar contigo
no
tiene precio.
Tal
vez
un
código de barra.
José
María Rico