En este mundo y dimensión, todos nacemos con tres cadenas y nuestra existencia no es más que la búsqueda constante de las tres llaves que abren los candados que las cierran. La primera es la cadena de la supervivencia material: sin alimento y cobijo nada podemos hacer ni construir. Hace años leí un estudio sobre los niños de la calle de Brasil, “os meninos da rua”, que en realidad vagan por las calles de todo el mundo. Muchos de estos niños tenían deficiencias mentales que no eran producto de una enfermedad o una tara genética, sino de la mala alimentación y estaban ya condenados de por vida a la deficiencia psiquica que padecían. Me planteaba yo entonces, como tantos, el dilema de si es preferible tener libertad sin pan o pan sin libertad. Ese informe me convenció de que el primer paso ha de ser siempre el pan: con una mente mínimamente desarrollada se puede identificar y luchar contra una tiranía, sin esa mínima base, es imposible. La segunda cadena es la del entorno social, que se puede presentar en forma de familia desestructurada, sistema político opresivo, relaciones laborales absorventes o inexistentes o bien un sistema educativo castrante. Es nuestra cara social, el segundo escalón donde somos, o creemos ser, algo más que cualquier otra especie del planeta. Anclados todavía en formas de relación primitivas y verticales, actualmente, el desperdicio de capacidades individuales que podrían reflejar sus frutos en el grupo es constante. La sabiduría evolutiva de una especie se puede medir sin duda por el aprovechamiento energético que hace de si misma y su entorno. En ese sentido, los humanos somos bastante primitivos, y sólo la juventud de nuestra especie, apenas 125.000 años, puede justificarnos mínimamente. La tercera cadena, aquella a la que pocos llegan a identificar siquiera, tras haberse liberado mínimamente de las anteriores, es la de la mente, lastrada y condicionada por las circunstancias que la han convertido en un círculo cerrado del que dificilmente puede evadirse. Es esa mente que, carente de educación creativa y esclava de sus miedos, no sabe identificar un peligro real pero puede crear otros completamente abstractos e imaginarios en torno a los cuales hace girar su existencia y sus retroalimentados miedos. Es la mente que no puede concebir siquiera una estructura social sin líderes que le guien, que le ordenen, que le regalen cadenas con la única condición de ser, en apariencia al menos, cálidas. La misma mente que al hablar de espiritualidad la identifica con las extrañas imágenes antropocéntricas creadas como forma de negocio socialmente parasitario, creyendo poder concebir a un dios todopoderoso, pero incapaces de conocer siquiera su obra, una contradicción aberrante. Es la mente de cualquiera de nosotros. Intuyo que la destrucción de la primera cadena pasa tanto por un sistema económico mínimamente racional como por el control de la población. La destrucción de la segunda se dará cuando apliquemos a nuestras sociedades conceptos científicos que al fin conocemos teóricamente, como la Teoría de Juegos, demostrando la mayor efectividad de la solidaridad sobre el egoísmo, o la comprensión misma de nuestra estructura mental y su implícito sentido natural de la justicia. Básicamente es comprender y extender el cambio de conceptos como bondad y maldad por inteligencia y estupidez o efectividad e inefectividad. Lo que conocemos por una persona mala y egoísta es, básicamente, una persona enferma y de muy pocas luces, y sus aparentes victorias no pueden serlo sino en asuntos menores. La superación de la tercera cadena será el momento exacto en que nos hagamos merecedores del apelativo de especie racional. Cada paso será individual y colectivo al tiempo, conectadas todas nuestras mentes en un proyecto común que no es otro que nosotros mismos y el universo del que formamos parte. Posiblemente algún día, si sobrevivimos, nuestros descendientes nazcan libres de las dos primeras cadenas y con alguna posibilidad, por tanto, de no ser esclavizados por la tercera. Pero hoy en día, los muy pocos que consiguen romper estas tres cadenas se transforman en lo más aproximado a un ser humano libre que podemos imaginar, aunque no está, en realidad, sino en el principio del camino. Me han dicho que existen seres humanos así. Sigo buscando, con curiosidad, al primer ejemplar.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
miércoles, 26 de agosto de 2009
lunes, 17 de agosto de 2009
¿QUÉ ES LA SALUD?
Salud es equilibrio entre cuerpo y mente: escuchar el mensaje de la mente para atender las peticiones del cuerpo y observar nuestro cuerpo para interpretar donde se encuentra nuestra mente, ese universo nuestro que tan arrogantemente creemos conocer.
Nunca decir sí cuando se siente no, ni decir no porque sí.
Extender nuestro yo hasta el límite de los yos ajenos. Allí, compartir.
Escuchar cuanto pide el cuerpo, no la mente, al comer. Atender a cuanto nos dice la mente, no el cuerpo, al amar.
Saber encontrar la armoniosa comunión de ambos, presentarles, esperando que nazca entre ellos una sana y fraternal amistad.
Mantener y hacer crecer una ilusión y curiosidad constantes, nunca creer el absurdo de que la vida ya no puede sorprendernos.
Aprender de cada paso, pasear por cada aprendizaje.
Buscar el consejo médico, pero evitar la trampa del refugio ajeno cayendo en la idolatría ciega.
No olvidar que el cuerpo enferma cuando la mente, cansada, le abandona en algún punto.
Saber que la enfermedad es aviso, no condena.
Algo de sol, mucha agua y el alimento mínimo necesario, garantizan una vida larga y una pena corta.
Sufrir lo imprescindible, reir lo posible, disfrutar aprendiendo.
Compartir cuanto se sabe, nos dará una vida humanamente rica. Aprender a amar, nos hará desentrañar el misterio del alma humana.
Aprender a morir es aprender a viajar más allá del ego. Llegado el momento, sepamos morir con el mismo empeño, ilusión y dignidad que pusimos en aprender a vivir.
Nekovidal nekovidal@arteslibres.net
Nunca decir sí cuando se siente no, ni decir no porque sí.
Extender nuestro yo hasta el límite de los yos ajenos. Allí, compartir.
Escuchar cuanto pide el cuerpo, no la mente, al comer. Atender a cuanto nos dice la mente, no el cuerpo, al amar.
Saber encontrar la armoniosa comunión de ambos, presentarles, esperando que nazca entre ellos una sana y fraternal amistad.
Mantener y hacer crecer una ilusión y curiosidad constantes, nunca creer el absurdo de que la vida ya no puede sorprendernos.
Aprender de cada paso, pasear por cada aprendizaje.
Buscar el consejo médico, pero evitar la trampa del refugio ajeno cayendo en la idolatría ciega.
No olvidar que el cuerpo enferma cuando la mente, cansada, le abandona en algún punto.
Saber que la enfermedad es aviso, no condena.
Algo de sol, mucha agua y el alimento mínimo necesario, garantizan una vida larga y una pena corta.
Sufrir lo imprescindible, reir lo posible, disfrutar aprendiendo.
Compartir cuanto se sabe, nos dará una vida humanamente rica. Aprender a amar, nos hará desentrañar el misterio del alma humana.
Aprender a morir es aprender a viajar más allá del ego. Llegado el momento, sepamos morir con el mismo empeño, ilusión y dignidad que pusimos en aprender a vivir.
Nekovidal nekovidal@arteslibres.net
sábado, 25 de julio de 2009
¿CÓMO SEGUIR VIVIENDO?
¿CÓMO SEGUIR VIVIENDO?
Así, fugaz como lo poco que has aprendido, eterno como la materia que te forma, delicado como el equilibrio que te recuerda que en cualquier momento se acaba el juego.
Transformando con cierta magia difusa la amargura en resignación, la desesperación en esperanza y la paciencia en arte. Intentando bañar todo con la huidiza alegría imprescindible.
Sufrir, mucho si hace falta, por los errores propios y ajenos, pero sólo lo justo para aprender, ni un segundo más.
Nunca angustiarse por lo que ha de venir, porque sea lo que sea, ha de venir . . . y siempre nos sorprenderá.
Y si seguir viviendo se hace, al final, sólo por costumbre, bienvenida sea la misteriosa costumbre que, sin saber muy bien porqué, nos invita a seguir viviendo.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
Así, fugaz como lo poco que has aprendido, eterno como la materia que te forma, delicado como el equilibrio que te recuerda que en cualquier momento se acaba el juego.
Transformando con cierta magia difusa la amargura en resignación, la desesperación en esperanza y la paciencia en arte. Intentando bañar todo con la huidiza alegría imprescindible.
Sufrir, mucho si hace falta, por los errores propios y ajenos, pero sólo lo justo para aprender, ni un segundo más.
Nunca angustiarse por lo que ha de venir, porque sea lo que sea, ha de venir . . . y siempre nos sorprenderá.
Y si seguir viviendo se hace, al final, sólo por costumbre, bienvenida sea la misteriosa costumbre que, sin saber muy bien porqué, nos invita a seguir viviendo.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
jueves, 16 de julio de 2009
¿Y USTED . . . ?
¿Y USTED . . . ?
Yo también escupo hacia arriba y pago las consecuencias.
Admiro la honestidad, pero más a menudo de lo que quisiera, no tengo el valor de ser tan consecuente como quisiera.
Sé que todo el planeta es mi patria, pero no todas las tribus y sus músicas me conmueven por igual.
Creo que amo y me convenzo de que no lo puedo hacer mejor, que es más fácil que seguir aprendiendo.
No vendería ni mataría a nadie por dinero, pero escucho la oferta.
Hago algo y digo que no puedo hacer más, pero no lo intento.
No soporto a los fanáticos que no soportan a los fanáticos.
A mi orgullo lo llamo dignidad, y al ajeno, orgullo.
Reniego de la violencia, pero creo en las excepciones.
No tengo más fe que la depositada en el ser humano, una locura . . .
Y a pesar de todo, me considero digno de estar en la cola de la vida, digno de vivir . . .
¿Y usted?
Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net
Yo también escupo hacia arriba y pago las consecuencias.
Admiro la honestidad, pero más a menudo de lo que quisiera, no tengo el valor de ser tan consecuente como quisiera.
Sé que todo el planeta es mi patria, pero no todas las tribus y sus músicas me conmueven por igual.
Creo que amo y me convenzo de que no lo puedo hacer mejor, que es más fácil que seguir aprendiendo.
No vendería ni mataría a nadie por dinero, pero escucho la oferta.
Hago algo y digo que no puedo hacer más, pero no lo intento.
No soporto a los fanáticos que no soportan a los fanáticos.
A mi orgullo lo llamo dignidad, y al ajeno, orgullo.
Reniego de la violencia, pero creo en las excepciones.
No tengo más fe que la depositada en el ser humano, una locura . . .
Y a pesar de todo, me considero digno de estar en la cola de la vida, digno de vivir . . .
¿Y usted?
Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net
miércoles, 15 de julio de 2009
UTOPIAS Y REALIDADES
Hace apenas un par de siglos, cuando se alzaron las primeras voces manifestando que era indigno de la condición humana que una persona pudiera comprar a otra en un mercado y disponer de su vida como de la de cualquier otro objeto de su propiedad, no sólo se les llamó utópicos, ilusos e ingenuos, se les recordó, con cierta aunque insuficiente lógica, que nunca se cambiaría aquello que había sido costumbre durante miles de años, desde el mismo nacimiento de la humanidad.
Hoy, la sola idea de comprar un ser humano nos repugna y parece, simplemente, absurda.
Hace exactamente un siglo, en la época de nuestros abuelos, cuando surgía en los distintos parlamentos europeos el debate sobre la posibilidad de otorgar derecho a voto a las mujeres, el proceso histórico se repitió una vez más: quienes eran tachados de utópicos, ingenuos y alejados de la realidad proponían la equiparación de derechos de esa mitad de la humanidad injustamente alejada de las decisiones sociales. Los conservadores de entonces, al tiempo que insultaban y se mofaban de los hombres y mujeres progresistas, aseguraban que tal cosa nunca sería realidad.
Hoy nos parece tan natural que las mujeres voten que ni los grupos ultraconservadores se atreven a cuestionarlo.
Esos dos cambios sociales, posiblemente los de mayor trascendencia en la historia de la humanidad, no se produjeron tras una cruenta guerra mundial, a pesar de que afectaban, a todas las sociedades humanas del planeta, sino mayoritariamente mediante el diálogo.
Hoy en día son cada vez más numerosos los grupos que plantean que es necesaria una reestructuración de los sistemas democráticos para transformarlos, mediante el voto electrónico a través de sistemas informáticos, en sistemas de participación continua de los ciudadanos, en sistemas verdaderamente democráticos, que evitarían tanto leyes injustas como el estallido de conflictos bélicos que sólo benefician a ciertas corporaciones empresariales.
Lo denominan “democracia directa” o “democracia participativa”.
Hay quien les tacha de utópicos e ingenuos.
Quienes hacemos del estudio de la historia un trabajo, un placer, o ambas cosas, sabemos que ese ha sido el continuo y repetido proceso que ha hecho evolucionar las sociedades humanas.
El tiempo ha venido a mostrar que al final el ingenuo no es quien plantea una idea aparentemente utópica o una solución basada en el diálogo en vez de en la fuerza.
Los verdaderos ingenuos, la historia lo ha demostrado reiteradamente, han sido quienes han creído poder detener la evolución, quienes aún no han aprendido aquella magistral lección que Aristóteles nos enseñó en una sola frase:
"Lo único permanente es el cambio".
Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net
lunes, 6 de julio de 2009
EL ROBO DEL SIGLO.
*EL ROBO DEL SIGLO.
Ya hace cientos de siglos que se está cometiendo el robo del siglo: lo llevan continuamente a cabo los críos miedosos de siempre, los que padecen todos los síntomas del miedo: codicia, autoritarismo, envidia, necesidad de controlar, mandar o manipular, necesidad de un dios único excluyente, en definitiva, tristeza.
Recluídos en sus prisiones mentales crean guerras, dolor y pobreza, saquean y almacenan compulsivamente riquezas materiales que necesitarían vivir siglos o milenios para poder utilizar. Su filosofía es monótona y repetitiva: “el mundo siempre ha sido así y nunca cambiará, si yo no robo, otro robará”, y de tanto repetirla no sólo terminan creyéndolo ciegamente, sino que acaban por crear parte de ese mundo alienado y agresivo del que hablan.
Su ceguera les impide ver que nada ha sido así como es ahora, que cambia a cada instante y que el cambio de esta época es tan evidente y acelerado que basta recordar como vivían nuestros padres para comprobarlo. Pero para ver es necesario abrir los ojos.
Los crios asustadizos roban y sus miedos les impide ver que nunca podrán robar nada de especial valor. Salvo el alimento, el resto no llegarán a alcanzarlo, ni a imaginarlo siquiera, porque con cada ración de comida, vacuna, dólar o euro que acumulan sin necesitarlo están comprando un billete que les aleja del resto de las riquezas, esa que nos conmueve mediante un escrito, un cuadro, una melodía o un gesto de amistad, esos pequeños placeres que los pobres crios miedosos no pueden sentir ni compartir, por eso se consuelan robando.
Y lo más extraño es que son esos los seres que más llaman la atención, a los que llamamos alteza o señor ministro, a los que algunos besan su anillo, a los que tanto admiran cuando ven llegar en sus automóviles enormes transportando espíritus diminutos.
No deberíamos olvidar lo que tan acertadamente nos avisara Von Hardenberg: “Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo”
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
Ya hace cientos de siglos que se está cometiendo el robo del siglo: lo llevan continuamente a cabo los críos miedosos de siempre, los que padecen todos los síntomas del miedo: codicia, autoritarismo, envidia, necesidad de controlar, mandar o manipular, necesidad de un dios único excluyente, en definitiva, tristeza.
Recluídos en sus prisiones mentales crean guerras, dolor y pobreza, saquean y almacenan compulsivamente riquezas materiales que necesitarían vivir siglos o milenios para poder utilizar. Su filosofía es monótona y repetitiva: “el mundo siempre ha sido así y nunca cambiará, si yo no robo, otro robará”, y de tanto repetirla no sólo terminan creyéndolo ciegamente, sino que acaban por crear parte de ese mundo alienado y agresivo del que hablan.
Su ceguera les impide ver que nada ha sido así como es ahora, que cambia a cada instante y que el cambio de esta época es tan evidente y acelerado que basta recordar como vivían nuestros padres para comprobarlo. Pero para ver es necesario abrir los ojos.
Los crios asustadizos roban y sus miedos les impide ver que nunca podrán robar nada de especial valor. Salvo el alimento, el resto no llegarán a alcanzarlo, ni a imaginarlo siquiera, porque con cada ración de comida, vacuna, dólar o euro que acumulan sin necesitarlo están comprando un billete que les aleja del resto de las riquezas, esa que nos conmueve mediante un escrito, un cuadro, una melodía o un gesto de amistad, esos pequeños placeres que los pobres crios miedosos no pueden sentir ni compartir, por eso se consuelan robando.
Y lo más extraño es que son esos los seres que más llaman la atención, a los que llamamos alteza o señor ministro, a los que algunos besan su anillo, a los que tanto admiran cuando ven llegar en sus automóviles enormes transportando espíritus diminutos.
No deberíamos olvidar lo que tan acertadamente nos avisara Von Hardenberg: “Cuando veas un gigante, examina antes la posición del sol, no vaya a ser la sombra de un pigmeo”
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
domingo, 5 de julio de 2009

TERROR EN LAS FILAS
El terror comenzó con la primera pregunta: ¿por qué?, y todos, aterrorizados, inventaron respuestas: yo lo sé, yo lo sé . . . Y transcurrieron milenios luchando por la respuesta única, porque sólo una, decían, podía ser la verdadera.
Un día, el loco del pueblo preguntó: “¿Y no será que la misma pregunta es la respuesta . . . ?”
“Todo es como es porque no podía haber sido de otra manera, si no, hubiera sido diferente.”
El loco fue nombrado alcalde y desde entonces intenta, en vano, presentar cada mañana su dimisión irrevocable.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
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